viernes, septiembre 14, 2007

MATERIALISMO Y METAFÍSICA

En busca de una teoría del cerebro humano

A partir de la edición del libro “En busca de la memoria”, comenzó a publicarse en los medios gráficos una serie de notas sobre su autor, el Premio Nobel de Medicina Eric Kandel, y sus trabajos. Kandel trata de desentrañar las bases moleculares sobre las que se asienta la capacidad de memoria del cerebro humano.
Kandel es un neurobiólogo nacido en Viena en 1929 y exiliado a los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Recibió el Premio Nobel en el año 2000 por sus trabajos sobre el papel de ciertas proteínas en el desarrollo de las memorias de corto y de largo plazo. Realizó sus investigaciones tomando como objeto de estudio a la babosa marina Aplysia, o liebre de mar, un molusco cuyo sistema nervioso contiene unas 20.000 neuronas (el cerebro humano contiene aproximadamente 5 millones de veces esa cantidad). Kandel identificó el circuito nervioso implicado en un aprendizaje simple en la babosa, el sitio de las sinapsis (sitios de interacción entre neuronas) y los neurotransmisores responsables, es decir, las moléculas mediante las cuales se produce la señal nerviosa. El experimento fue incluso reproducido en el laboratorio aislando el circuito nervioso, es decir, fuera del cuerpo de la Aplysia.

Mente y cerebro

Las especulaciones sobre las operaciones mentales tienen larga data. Las polémicas acerca de ellas han desatado una serie de teorías que podrían sintetizarse en dos corrientes: la metafísica y la materialista (o física).
La corriente metafísica ha sostenido, con la invención del “alma”, que la conciencia y sus derivados —el conocimiento, la memoria, la creatividad, etc.— eran creaciones que trascendían las posibilidades del cerebro. Incluso le ha dado al alma la propiedad de la inmortalidad y, con ella, la de la trasmutación, es decir, la capacidad de salir de un cuerpo y entrar en otro.
La corriente materialista sostiene, básicamente, que todas las operaciones mentales son obra del sistema nervioso, y que la capacidad de realizarlas nace y muere con él.
La polémica ha tomado varias formas con el advenimiento de la Modernidad. En ese camino se han producido varias metamorfosis. Después de muchos cabildeos, en los cuales tuvo gran incidencia la necesidad burguesa del desarrollo científico y tecnológico, “el alma” se transformó en “la mente”. Así como la separación entre cuerpo y alma justificaba un “más allá” gobernado por los dioses, la división entre mente y cerebro opera del mismo modo: si las operaciones mentales no son realizadas por el sistema nervioso, entonces la posibilidad de pensar, de amar, de crear, no proviene de nosotros mismos, sino de otro lugar, más ignoto y lejano. Se abre la puerta, así, a la especulación religiosa o metafísica, en desmedro de la especulación científica.
La misma utilización de la palabra “mente” por todos los científicos que se refieren al tema contribuye a la confusión general, y expresa que no hay claridad absoluta respecto de los temas que se discuten.

Cómo opera el cerebro

Los estudios de Kandel plantean algunas cuestiones importantes. En primer lugar, sostiene la falsa dualidad entre mente, como un “ente” trascendente, y cerebro, como un ejecutor pasivo. El cerebro es el órgano responsable de procesar nuestra relación con el ambiente y, también, al interior de nuestro organismo, es decir, entre los órganos internos. Procesa la información que recibe desde los órganos especializados y elabora respuestas complejas, que involucran la participación de varios órganos, y expresan conductas que consideramos la esencia de lo humano, como pensar, hablar o crear obras de arte. La mente es, entonces, un conjunto de operaciones que lleva a cabo el cerebro.
En segundo lugar, en cada operación mental intervienen circuitos neurales de distintas regiones del cerebro. Esto refuta la idea de que existirían zonas exclusivas donde se llevan a cabo determinadas operaciones cerebrales. Independientemente de que se han individualizado regiones en las que el cerebro recibe determinadas sensibilidades o provoca determinadas conductas (por ejemplo, se conoce la localización en la corteza cerebral de las regiones que reciben los estímulos visuales, los auditivos, los tactiles, etc.; incluso las regiones motoras para los distintos grupos musculares, o para el lenguaje), se sabe, también, que todas las respuestas complejas obedecen a procesos neurales que se llevan a cabo en distintas regiones del cerebro, a circuitos que involucran numerosos núcleos cerebrales, ubicados, en muchos casos, en zonas alejadas entre sí.
En tercer lugar, todos esos circuitos están constituidos por las mismas unidades, las células nerviosas, con sus prolongaciones (dendritas y axones) y sus sitios de unión (sinapsis). Además, los circuitos neurales, es decir, todas esas redes de neuronas interconectadas, utilizan como señales determinadas moléculas, llamadas neurotransmisores, que desencadenan determinadas respuestas neurales.
En cuarto lugar, y esto es un dato muy significativo, esas moléculas han tenido un altísimo grado de conservación en la evolución de las especies. Algunas de ellas ya estaban presentes en organismos unicelulares, como las bacterias, y se las halla también en organismos simples, como gusanos, moscas y caracoles. Algunas de esas moléculas también se hallan en otros órganos de nuestro cuerpo, sólo que cumpliendo otras funciones. Esta es la razón de la importancia que está cobrando en este momento la investigación sobre las proteínas (se estudia un mapa de las proteínas humanas, con sus sitios de síntesis, y los genes que las codifican; es decir, un mapa de la regulación genética humana) y sobre su agente sintetizador, al ácido ribonucleico (ARN).
La nueva ciencia de la mente, en consecuencia, pone nuestro organismo en perspectiva evolutiva, además de iluminarnos acerca del modo en que realizamos acciones de enorme complejidad.

Las perspectivas actuales

El campo de investigación de las operaciones mentales es, quizá, el que ofrece mayores posibilidades de desarrollo, con la utilización de nuevas técnicas que permiten la identificación y el seguimiento de moléculas. El desarrollo de la biología molecular está abriendo el camino a una revolución científica, al identificar las moléculas responsables de nuestra conducta.
Cualquier romántico se negaría a creer que aquella noche frente al mar está codificada en una proteína. Esta necesidad de sublimación de nuestras acciones, de elevación de nuestra conducta a un destino de trascendencia, quizá sea la razón por la cual todavía se mantiene la dicotomía entre mente y cerebro que divide a los científicos, y coloca el debate en una perspectiva ideológica, que recuerda como su antecedente la polémica de la división entre cuerpo y alma.

Juan Valverde -PO 1009

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