Los gobiernos de Estados Unidos nunca resolvieron oficialmente varios atentados en su territorio realizados por grupos cubano-estadunidenses de Miami, denunció recientemente el periodista Jean-Guy Allard en el diario Granma de Cuba.
Uno de ellos fue el del 17 de noviembre de 1975, cuando una explosión sacudió la entrada principal del aeropuerto internacional de Miami, Florida.
Los días 3 y 4 de diciembre siguiente, ocho bombas estallaron en esa ciudad, en instalaciones de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), de la policía local, de correos y de la fiscalía federal.
El 29 de diciembre de ese año, otro atentado en el aeropuerto La Guardia, de Nueva York, con saldo de 11 pasajeros muertos y 75 heridos, fue atribuido al cubano-estadunidense Orlando Otero Hernández, miembro de los grupos de acción de Luis Posadas Carriles y Orlando Bosch.
También el ataque al político chileno Bernardo Leighton y su esposa Anita, el 6 de octubre de 1975 en Roma, fue atribuido a Otero en un comunicado divulgado en Miami a finales de ese año, en el que se acusó de "marxista" a Leighton, quien sobrevivió junto a su esposa.
En 1980 el periódico londinense The Times, que citó fuentes de la FBI, sostuvo que en los atentados de Roma participaron los grupos anticastristas de Miami.
Los crímenes de los 70 La saga de crímenes era definida por estos grupos como Tercera Posición, la cual se llamaría después "guerra por los caminos del mundo", tal como lo fue la Operación Cóndor, el esquema de coordinación represiva montado por las dictaduras sudamericanas en los 70 y 80 del siglo pasado.
La jornada terrorista de 1976 comenzó el 2 de enero, cuando estalló una bomba en el auto de un matrimonio de cubanos residentes en Cliffside, Nueva Jersey, Ricardo Maldonado y su esposa, que salieron ilesos.
Fue George Bush padre, quien al frente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), ordenó ese año a sus subordinados de Miami integrar un comando conjunto a cuyo frente colocaría a Bosch, quien trabajaba con Posada Carriles.
Esta nueva organización se llamó Comando de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU).
Bosch estuvo con el dictador Augusto Pinochet en Chile en 1974, cuando comenzaron a actuar los comandos de Cóndor, que en septiembre de ese año asesinarían al general chileno Carlos Prats y su esposa Sofía, refugiados en Buenos Aires. Se utilizó ahí la metodología típica de los anticastristas de Miami, junto a los servicios de inteligencia de la dictadura pinochetista y escuadrones de la muerte locales como la Alianza Anticomunista Argentina.
Prats y su esposa acudieron a una cena con un artefacto explosivo debajo de su automóvil. A su regreso, al ingresar al garage del edificio donde vivían y, previo "apagón" en el lugar, la bomba fue activada a control remoto.
Ambos murieron en el acto.
Este mismo método se usaría dos años después, en septiembre de 1976, para asesinar a Orlando Letelier y su secretaria Ronny Moffit en Washington.
Letelier, ex ministro del gobierno de Salvador Allende, derrocado por el golpe pinochetista, planeado por la CIA, era un "objetivo" del dictador chileno y la inteligencia estadunidense.
En este caso intervinieron varios hombres del CORU, entre éstos Guillermo e Ignacio Novo Sampol, Virgilio Paz, Alvin Ross; Dionisio Suárez, como consta en las investigaciones de los juicios al agente de la CIA y la policía política chilena, Michael Townley, en Estados Unidos y Chile.
Entre 1974 y 1979, Posadas Carriles trabajaba en el gobierno del entonces presidente venezolano, Carlos Andrés Pérez, como jefe del Departamento del Servicio de Inteligencia y Prevención (Disip). Desde ahí, con Bosch, organizó el atentado contra un avión de Cubana de Aviación en octubre de 1976, que dejó 73 víctimas.
El 19 de mayo de 2005 documentos desclasificados en Washington demostraron que la CIA conocía los planes del grupo dirigido por Posada Carriles para hacer estallar el avión de Cubana y que la FBI no sólo tenía contacto con uno de los venezolanos que colocaron la bomba, sino que le facilitó una visa para viajar a Estados Unidos, cinco días antes del atentado.
Documentos divulgados por el National Security Archive (NSA), en Washington, incluyeron además el primer informe enviado al entonces secretario de Estado, Henry Kissinger, sobre el estallido de la nave de Cubana, en el que se señala que una fuente de la CIA escuchó a Posada diciendo que atacarían el avión.
Según el NSA, "no hay nada en los archivos desclasificados que indique que la CIA alertó a las autoridades cubanas de la amenaza terrorista".
Después de escapar en 1985 de la cárcel en Venezuela, donde estaba condenado por el atentado contra Cubana, Posada fue a El Salvador para sumarse a operaciones estadunidenses de apoyo a la contra nicaragüense, bajo el mando del coronel Oliver North en el entramado ilegal Irán-contra.
En 1980, también Virgilio Paz -miembro del CORU y supuestamente prófugo de la justicia estadunidense- fue ubicado como uno de los presuntos asesinos de monseñor Oscar Arnulfo, en El Salvador.
Entre los notables casos de Cóndor-CORU se cita el intento de asesinato del embajador cubano Emilio Aragonés, en Buenos Aires, en 1975, y su participación en los centros clandestinos de detención en Argentina, como Automotores Orletti.
Dos diplomáticos cubanos, Crescencio Galañega Hernández, de 26 años, y Jesús Cejas Arias, de 22, secuestrados el 9 de agosto de 1976, fueron asesinados en Orletti.
A mediados de los años 90, el ex general chileno Manuel Contreras declaró ante la justicia argentina que el 11 de agosto de 1976 -dos días después del secuestro de los diplomáticos cubanos- Michael Townley y Guillermo Novo Sampoll, asesino de Letelier, viajaron a Argentina para interrogar a Galañega y Cejas.
Lo mismo surgió de un informe del coronel Robert Scherrer, agregado en la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, sobre el resultado de los "interrogatorios" a los diplomáticos cubanos.
En una autobiografía, Posadas califica el asesinato de los dos diplomáticos como un "éxito" en su lucha contra el "comunismo castrista".
También Bosch reconoció en entrevista con el Miami Herald las operaciones conjuntas de la CIA con las dictaduras de Chile y Argentina.
En 2000, en Panamá, Posada y varios cómplices fueron apresados con explosivos preparados para asesinar al presidente de Cuba, Fidel Castro.
Estados Unidos los salvó obligando a la entonces presidenta panameña, Mireya Mososo, a indultarlos. Y ahora nuevamente la impunidad deja sin castigo a un criminal de lesa humanidad.
Stella Calloni
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