domingo, julio 27, 2008

Martí y Fidel en Estados Unidos


El 7 de julio de 1955 fue un día nublado en Ciudad México. Al parecer, igual que otro cualquiera. Pero hubo un hecho que lo diferenció y marcó para siempre. Procedente de La Habana llegó Fidel Castro Ruz, el jefe de la Revolución cubana ya en marcha.
Un fuerte y sostenido movimiento popular logró imponer una amnistía a favor de los asaltantes del Moncada que estaban en prisión, pero la tiranía de Fulgencio Batista desplegó un férreo control sobre ellos e incluso trazó un plan de asesinatos que incluía, en primer lugar, a Fidel y otro muy destacado participante en aquella histórica acción del 26 de julio de 1953, Raúl Castro Ruz.
Antes de partir de la Isla el líder revolucionario delineó junto a varios compañeros la estrategia a seguir: vertebrar un movimiento (el 26 de julio) ajeno a la corrupción política imperante en el país, cuyas filas estarían abiertas “para todos los cubanos que sinceramente deseen restablecer en Cuba la democracia política e implantar la justicia social” y mediante el cual se desarrollaría la insurrección popular armada, con el fin de establecer “una revolución de pueblo, con sangre de pueblo y sudor de pueblo”.
Al día siguiente de su llegada, ya en el Distrito Federal, se abrazó a su hermano Raúl. Sus primeros encuentros fueron con exiliados cubanos. A través de ellos, en el pequeño apartamento de María Antonia González, conoció al médico argentino Ernesto Guevara de la Serna, quien más tarde se convertiría en el legendario Che. Este último recordaría después: “Nuestra primera discusión versó sobre política internacional. A las pocas horas de la misma noche –en la madrugada- era ya uno de los futuros expedicionarios”.
Luego acompañado de un amigo fue al encuentro de Alberto Bayo, un general español nacido en Camaguey, Cuba, en el año 1892, antes de cesar el dominio colonial sobre la Isla, quien luchó en Marruecos durante los años 20 como parte del Ejército del Aire y más tarde como oficial republicano, combatió en la Guerra Civil española y se exilió en México. Fidel lo comprometió a enseñar tácticas de guerra de guerrillas a los expedicionarios. Por aquellos días le dijo a Bayo: Marcho a los Estados Unidos a recoger hombres y dinero y cuando los tenga dentro de siete u ocho meses, a fines de este año, volveré a verle y planearemos lo que hemos de hacer para nuestro entrenamiento. Según una crónica divulgada por la revista cubana Bohemia el 24 de noviembre de 2006, sin mucha fe en aquel joven “fogoso, idealista y visionario”, Bayo replicó “Sí Fidel, prometo instruir a esos muchachos en el momento preciso”.
En la madrugada del 20 de octubre de aquel mismo año, y gracias al apoyo de amigos mexicanos que les pagaron el viaje, salió hacia los Estados Unidos junto a un destacado combatiente y orador del Partido Ortodoxo, y de luchas anteriores, Juan Manuel Márquez. Diez días después, y en el transcurso de una lluviosa mañana, los dos revolucionarios hablaron ante cerca de 800 compatriotas reunidos en el Palm Garden de Nueva York. Fidel manifestó en aquella oportunidad: “Puedo manifestarles con toda responsabilidad que en el año 1956 seremos libres o seremos mártires. Esta lucha comenzó para nosotros el 10 de marzo, dura ya casi cuatro años y terminará con el último día de la dictadura o el último día nuestro”.
A la entrada del salón, al costo de un dólar se ofertaba la edición neoyorquina de La Historia me Absolverá. En esa importante urbe norteamericana lograron unir a tres grupos opuestos a la tiranía en un club patriótico: Acción Cívica Cubana, el Comité Ortodoxo y el Obrero Democrático.
Sobre uno de los recibimientos que tuvo lugar días más tarde escribió Juan Manuel en una carta fechada el 14 de noviembre: “En Nueva York el recibimiento que le hicieron a Fidel fue emocionante por lo multitudinario y lo sincero”.
Al final de la misiva, Fidel incluyó una nota donde expresaba: “Todo lo que pueda añadirles acerca de lo extraordinario que ha sido este viaje sería poco. Todos nuestros cálculos acerca del entusiasmo y el fervor de la gente se quedan cortos”. Y finalizaba de esta manera: “Nunca estuve más contento”. En el recorrido, que se extendió entre octubre y diciembre, no dejaron de tropezar con dificultades. Por ejemplo, en Unión City, estado de Nueva Jersey, Fidel y Juan Manuel estuvieron a punto de ser detenidos cuando los organizadores de una reunión a la que fueron invitados olvidaron solicitar permiso y la policía norteamericana asaltó el lugar con carros patrulleros. Pero mientras los recién llegados eran entretenidos ambos revolucionarios cubanos salieron por una puerta lateral y se alejaron en un automóvil.El 20 de noviembre Fidel habló en el teatro Flager, de Miami. Allí expresó que sus compatriotas serían reunidos junto a una idea de dignidad plena para el pueblo de Cuba, de justicia para los hambrientos y olvidados, de castigo para los grandes culpables y de castigo para los grandes culpables. Además explicó la estrategia que desembocaría en victoria unos tres años después: insurrección armada y una huelga general organizada desde la base.
Batista y sus hombres empezaron a temer esas palabras. De ahí que, mediante su cónsul en la Florida trataron de impedir que el 27 de noviembre pronunciara un discurso en Tampa dedicado al 84 aniversario del fusilamiento en La Habana colonial de ocho estudiantes de Medicina. El acto casi se frustró cuando los propietarios del lugar negaron el permiso 24 horas antes del encuentro, pero logró salvarse gracias a que la organización de los obreros metalúrgicos cedió su local de reuniones para efectuarlo. Entonces Fidel pudo
afirmar ante más de 300 cubanos : “Si Batista se obstina en mancillar la historia de Cuba, el pueblo se verá obligado a derribarle y nosotros iremos a la vanguardia”.
También en Cayo Hueso constituyeron una agrupación patriótica. El cónsul de Batista, además de intrigar, compró al jefe de la policía local, quien cerró todos los espacios a los revolucionarios e incluso amenazó con llevar a la cárcel a los participantes, por que lo que el acto fue desplazado al condado vecino de Murria , donde utilizaron el amplio parqueo del Kennel Club, y así numerosos cubanos, de pie y a la intemperie, escucharon el mensaje de la Revolución hasta altas horas de la noche.
Como saldo de aquel viaje de Fidel y Juan Manuel Márquez para vincular al Movimiento 26 de Julio con la emigración fueron constituidos clubes revolucionarios en Bridgeport, Unión City, Nueva York, Miami, Tampa y Cayo Hueso. Una importante fase organizativa y de esclarecimiento político en el exilio había culminado.
Hubo una coincidencia histórica. En el siglo XIX, José Martí, Héroe Nacional de Cuba, hizo un recorrido similar por Estados Unidos con el propósito de sumar a la causa libertaria a la emigración cubana dispersa, organizarla en clubes revolucionarios y establecer una base de recaudación con destino a lo que denominó la guerra necesaria.
Martí lo describió así en el periódico Patria el 23 de abril de 1892: Treinta y cuatro asociaciones, repartidas en New York, Cayo Hueso, Tampa, Ocala, Filadelfia, Boston, Nueva Orleáns y Jamaica, se han formado de su propio impulso para contribuir a los fines del Partido Revolucionario Cubano, por los métodos que él mismo establece, o han conformado a él su organización, o han conformado a él su organización antigua. En Cayo Hueso hay trece asociaciones: siete en New York; cinco en Jamaica; cinco en Tampa; una en Filadelfia; una en Boston; una en Ocala; y una en Nueva Orleáns.
Este periplo quedó plasmado en escritos de Panchito Gómez Toro, el joven combatiente que cayó junto a uno de los grandes del siglo XIX cubano, Antonio Maceo y Grajales, e hijo de otro de los principales héroes de aquella epopeya nacido en Santo Domingo, Máximo Gómez.
Los testimonios de Panchito describieron la gran acogida brindada a Martí en cada lugar que visitó en Estados Unidos, algo muy similar a los emocionantes y masivos recibimientos dispensados a Fidel, plasmados por Juan Manuel Márquez en la carta que envió a los compañeros del Movimiento que estaban en México.
Cuando Fidel regresó a ese país, el 10 de diciembre de 1955, ya llevaba redactado el borrador del Manifiesto número dos del 26 de Julio a Cuba. El texto de ese documento, reproducido en el libro Fidel Periodista, de la editorial Pablo de la Torriente Brau, La Habana 2006, dice en una de sus partes:
“A los hombres y mujeres de mi patria dirijo fundamentalmente estas líneas. En mi retina traigo todavía las escenas inolvidables que he vivido entre la emigración cubana de Estados Unidos. Puestos de pie, en todas partes, los cubanos, con la mano en alto, juraron no descansar hasta ver redimida su tierra y acudieron luego en masa a depositar en el sombrero mambí el producto de su sudor que aquí vierten en rudo trabajo. Pero aquella no habría de ser la única contribución. A los cubanos de la emigración no hay que buscarlos para que ayuden; después de cada reunión pública se les ve por las calles preguntando dónde está el local del Club Patriótico para solicitar su ingreso y ofrecer su aporte semanal; el 28 de enero entregarán el salario de ese día de trabajo; todos los domingos organizarán fiestas cubanas para entregar integro lo que se recaude a la revolución.

Del libro en preparación “Los Amigos de Cuba en Estados Unidos”, del periodista cubano Nicanor León Cotayo, que será presentado en la próxima Feria Internacional del Libro de La Habana en febrero de 2009, damos a conocer su primer capítulo.

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