¿Quiere bajar la producción?
¡Use transgénicos!
Silvia Ribeiro
ALAI AMLATINA, 21/07/2008, México DF.- Monsanto declaró a la prensa de
México en días pasados, que la próxima publicación del llamado “Régimen
Especial de Protección del Maíz”, le permitirá iniciar experimentos con
maíz transgénico. Qué ironía histórica que tal régimen, en lugar de
proteger al maíz y sus pueblos, es otro regalo que le hace el gobierno a
las transnacionales que han privatizado las semillas, llave de toda la
red alimentaria y patrimonio campesino legado a la humanidad. Para
colmo: ¡producen menos!
El argumento de las autoridades, haciéndose eco de las empresas, es
justamente que los transgénicos son necesarios –pese a los múltiples
impactos culturales, ambientales y a la salud que conllevan– porque
aumentarían la producción agrícola. Un argumento que frente a la crisis
alimentaria han recogido muchos otros gobiernos e instituciones. Sin
embargo, esta afirmación es falsa.
En abril del 2008, la Universidad de Kansas publicó un estudio que
demuestra, tras analizar la producción del cinturón cerealero de Estados
Unidos durante los últimos tres años, que la productividad de los
cultivos transgénicos (soya, maíz, algodón y canola) fue menor que en la
época anterior a la introducción de transgénicos. La soya muestra una
disminución de rendimiento de hasta10%. La productividad del maíz
transgénico fue en varios años menor y en algunos igual o
imperceptiblemente mayor, dando un resultado total negativo comparado
con las variedades convencionales. También muestran menor rendimiento la
canola y el algodón transgénico tomados en períodos de varios años. (Y
en todos los casos, las semillas son más caras que las convencionales,
por lo que el margen ganancia de los agricultores también es menor)
Este estudio corrobora varios anteriores. En 2007, la Universidad de
Nebraska encontró que la soya transgénica de Monsanto producía 6 % menos
que la misma variedad de la empresa en versión no transgénica y hasta 11
por ciento menos que la mejor variedad disponible de soya no
transgénica. Otros estudios, incluso uno del Departamento de Agricultura
de Estados Unidos en abril 2006, muestran resultados similares.
Definitivamente, los transgénicos no son más productivos.
La razón principal, explican los estudios, es que la transgenia altera
el metabolismo de las plantas, lo que en algunos casos inhibe la
absorción de nutrientes, y en general, demanda mayor energía para
expresar características que no son naturales de la planta, restándole
capacidad para desarrollarse plenamente.
La explicación de Monsanto frente al estudio de la Universidad de
Kansas, fue que “los trangénicos no están diseñados para aumentar la
productividad”. (The independent, 20/4/08)
Monsanto, Dupont-Pioneer y Syngenta, son las tres empresas más grandes
del mundo en transgénicos, y también en todo tipo de semillas
comerciales. Monsanto controla casi el 90% de las semillas transgénicas,
y juntas controlan el 39 por ciento del mercado mundial de todas las
semillas, y el 44 por ciento de las semillas bajo propiedad intelectual.
¿Por qué entonces estas empresas –que también son dueñas de las semillas
híbridas no transgénicas – insisten en vender sus semillas que producen
menos y requieren más agroquímicos? En parte porque son además grandes
fabricantes de agroquímicos, pero sobre todo porque todos los
transgénicos son patentados y por ello, la contaminación se convierte en
un gran negocio.
Las semillas híbridas también se cruzan con variedades nativas. Pero son
cruzas de maíz con maíz, a diferencia de los transgénicos, donde la
cruza contamina genes de bacterias, virus o cualquier otra especie con
la que haya sido manipulado. Pero la diferencia fundamental para las
empresas, es que con los transgénicos, la contaminación es un delito
imputable a las víctimas.
Cualquier campesino o agricultor que sea contaminado o que use las
semillas transgénicas que le compró a Monsanto y las vuelva a plantar (o
sea, ejerza el “derecho de los agricultores”) usa su patente sin permiso
y está cometiendo un delito por el que puede ser demandado.
Monsanto ya cobró más de 21,500 millones de dólares por juicios contra
agricultores en Estados Unidos (Center for Food Safety). Ahora acaba de
iniciar un juicio más agresivo, contra toda la cooperativa de
agricultores Pilot Grove Cooperative Elevador Inc. de Missouri. Según
Monsanto, no le pagan suficientes regalías. El agricultor David
Brumback, que se autodefine como “fiel comprador” de los transgénicos de
Monsanto hace años, expresa su rabia y afirma que “para Monsanto todos
somos culpables”.(CBS 4 Denver, EUA, 10/7/08). Esto les espera a los
agricultores del Norte de México, que piden maíz transgénico. Y también
a los que no lo quieren y se contaminarán.
Una vez en el campo, la contaminación transgénica es inevitable, es
solamente cuestión de tiempo. Las medidas que plantea el vergonzoso
“régimen de protección” que esgrimen las secretarías de medio ambiente y
de agricultura en México (Semarnat y Sagarpa) no sólo son limitadas e
ignorantes. Directamente no tienen sentido, porque nunca se repetirán en
condiciones reales en los campos de los agricultores si se aprobara el
cultivo comercial.
Los llamados “experimentos” son otra falacia, como la Ley Monsanto (ley
de bioseguridad), para legalizarle a las transnacionales la
contaminación generalizada y la caza de agricultores, contra los
intereses del campo, contra el corazón de los pueblos y a costa del
patrimonio genético más importante de México.
- Silvia Ribeiro es Investigadora del Grupo ETC www.etcgroup.org
Más información: http://alainet.org
No hay comentarios.:
Publicar un comentario