Blog marxista destinado a la lucha por una nueva sociedad fraterna y solidaria, sin ningún tipo de opresión social o nacional. Integrante del Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo de Argentina.
miércoles, julio 09, 2008
Sin Uribes no habrían FARC
Es una costumbre de la oligarquía colombiana presentar las cosas al revés para así sacarle el esguince a sus responsabilidades como clase y como detentadora del poder. La más cruel violencia contra el pueblo es practicada por la oligarquía colombiana.
Allende La Paz, ANNCOL
Siempre hemos señalado en nuestros artículos que desde los inicios de la llamada ‘Violencia’ desde antes de 1948, la oligarquía colombiana ha ejercido el poder de manera violenta, al punto que diversos investigadores y el Partido Comunista Colombiano han concluido que ‘la violencia en el ejercicio del poder ha sido consustancial con el modelo de acumulación capitalista en Colombia’.
Igualmente hemos señalado reiteradamente que la base de ese ejercicio violento está en la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN) y sus sucedáneas, Doctrina del Conflicto de Baja Intensidad y Documentos Santa Fé I, II, y IV, que convirtieron al pueblo, campesino, indígena, obrero, estudiante, mujer, en ‘enemigo interno’ y por ello llegan a las zonas a arrasar todo como un ejército invasor, como en realidad lo es.
Estás doctrinas fueron elaboradas en su parte fundamental en 1962, pero ya los militares colombianos tenían un largo camino recorrido desde 1928, como nos señala Hernando Calvo Ospina en su libro “Colombia, laboratorio de embrujos’. O sea, que el imperialismo estadounidense y la oligarquía lacaya colombiana ya habían creado el esperpento antes del nacimiento de las FARC en 1964. Y el ataque a Marquetalia era precisamente ‘el laboratorio’ que necesitaban para ‘probar’ la mencionada DSN, con tan mala fortuna, inteligencia y planificación que lo que pensaron era ‘un bocado’ les resultó en una guerra de guerrillas que ha llegado hasta un ejército irregular de –no sabemos- 10, 15, 20 mil guerrilleros.
Por ello, con los subsiguientes gobiernos se derrotaba la promesa incumplida desde Guillermo León Valencia: derrotar la insurgencia armada (ver el artículo “La guerra permanente en Colombia. Ni un instante de paz. De Marquetalia al Plan Colombia.”). En este artículo planteábamos también: “Han pasado 17 períodos presidenciales. Han pasado incontables cúpulas de las fuerzas militares colombianas. Todos han soñado con ‘acabar con las FARC’. Todos han estado, según su particular modo de ver la realidad, en “el principio del fin de las FARC”, mas todos pasan, todos terminan sus períodos, algunos mueren, y las FARC están ahí, vencedoras, revolucionarias, diciéndole al mundo que es imprescindible la solución política al conflicto social y armado, que necesitan su concurso.
…Planes vienen, planes van. Y en la base de esos planes la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN), encayada contra el deseo y querer de los colombianos. DSN que es la línea conductora de la injerencia militar de Estados Unidos. Guillermo León Valencia tuvo su Plan LASO, Julio César Turbay Ayala tuvo su Estatuto de Seguridad, César Gaviria Trujillo tuvo su Plan de Guerra Integral, Andrés Pastrana su Plan Colombia, Álvaro Uribe Vélez (2 períodos), su Plan Patriota y Plan Consolidación –con ‘seguridad democrática’-, continuidad del Plan Colombia”.
Es esta la razón de la existencia de las FARC-EP. El imperio estadounidense y la oligarquía lacaya han agredido –y agreden- al pueblo colombiano para imponer sus políticas económicas a través de sus planes militares, utilizando las más crueles prácticas contra un ser humano: torturas, desapariciones, masacres, pistoleteo, motosierra, mochacabezas. Políticas económicas que significan la más bárbara expoliación de nuestros recursos naturales: Petróleo, níquel, oro, carbón mineral, agua, biodiversidad, genes, café, etc, etc, a través de los ALCA, Plan Puebla-Panamá, los TLC. Planes militares que suman el Terrorismo de Estado en su variante militar-narcoparamilitar con el fin de impedir el avance popular y su sintonía con la insurgencia armada. Riquezas para ellos y miseria, hambre y muerte para el pueblo.
Pero el pueblo no ha aceptado sumisamente las imposiciones gringas. Ha respondido creadoramente ‘combinando todas las formas de lucha de masas’, incluyendo lógicamente la lucha armada. Y es precisamente –y paradójicamente- la lucha armada la única que les preserva la vida a los combatientes. La Unión Patriótica fue exterminada en el único genocidio contra organización política de que tenga registro la historia. Y el exterminio continúa. Van alrededor de 100 mil muertos desde 1964. 30 mil asesinados mediante masacres, desapariciones y ejecuciones extrajudiciales con el inicio del Plan Colombia durante la administración de Andrés Pastrana. Más 11.282 asesinados ‘fuera de combate’, 85% de ellos realizados por las fuerzas militares-narcoparamilitares del estado colombiano durante el ‘gobierno’ ilegal e ilegítimo de Álvaro Uribe Vélez.
El pueblo colombiano no se arredra, lucha de todas las formas posibles, y si no es posible pues inventa las formas imposibles. Por ello la solidaridad latinoamericana es esencial para su fortaleza, para su decisión. Más en momentos en que la mediatización adelantada por los medios terroristas mediáticos colombianos –El Tiempo, Caracol, RCN, Semana, Cambio, etc, etc-, pretende acallar la voz popular y de la insurgencia armada toda vez que en el campo de batalla la cuestión es a otro precio. Y nuevamente la OEA juega su papel pero no tiene memoria para mencionar siquiera y menos condenar, aunque sea de la manera tibia, las desapariciones forzados, las masacres, los asesinatos extrajudiciales, el desplazamiento, el exilio, etc.
En los actuales momentos se convertía en una imperiosa necesidad para la guerrilla colombiana –y no solamente las FARC, sino también ELN y EPL-, y para el pueblo en su conjunto, que fuera el propio Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, quien aclarara lo planteado en una de sus Reflexiones. Porque nosotros entendíamos –y entendemos- muy bien lo planteado por el Comandante y lo que quiso significar. Pero no es lo mismo que lo diga el Comandante Fidel Castro a que lo diga un ‘don juan de los palotes’ como yo.
Para nosotros es claro que en los momentos actuales en Cuba no es necesaria ‘la lucha armada’ porque es precisamente el pueblo quien ejerce el poder en nuestra amada Isla y quien tiene naturalmente el monopolio de las armas. En Cuba está fuera de lugar que ‘alguien’ pretenda impulsar cambios en el poder por medio de las armas. Además porque el pueblo cubano tiene todos los canales para proponer ‘cambios’ a través del Partido Comunista, Comités de Defensa de la Revolución, sus organizaciones gremiales, juveniles, de trabajo, etc. Y pretender establecer ‘cambios’ a través de la lucha armada en Cuba es un sueño del imperio y de la ‘gusanera maiamera’. Si lo intentaran otra vez sería el pueblo cubano, como pilar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) cubanas, quién derrotaría tan insensata como irresponsable acción contra la soberanía de Cuba, como ya lo ha hecho en el pasado.
Igualmente entendemos la posición del presidente venezolano, Hugo Chávez Frías. Venezuela ha realizado una revolución bolivariana utilizando la vía electoral. Quien ha recurrido a la ‘lucha armada’ ha sido precisamente la oligarquía venezolana vencida por la revolución bolivariana en 8 ó 9 elecciones. Cuánta razón tiene el Comandante Chávez cuando dice que en estos momentos la ‘lucha armada no tiene cabida’. Definitivamente no tiene cabida esa forma de lucha porque la revolución bolivariana –el pueblo- es la que está adelantando su proceso revolucionario, es la que está solucionando los ingentes problemas que le dejó la oligarquía venezolana, y esa revolución bolivariana cada día se profundiza más y más. A pesar de todos los intentos del imperio y su lacayo colombiano por desestabilizarla, para lo cual recurren a las acciones armadas, la invasión con narcoparamilitares y su cola tétrica, el narcotráfico.
Por ello estamos claros que en los actuales momentos en Suramérica está ‘fuera de lugar la lucha armada’, a excepción de Colombia. Si el imperio y sus lacayos agreden la revolución cubana y la revolución bolivariana en Venezuela, sus pueblos adelantarán la lucha integrados en sus ejércitos revolucionarios y patriotas que según las condiciones adelantarán la guerra regular o la irregular. Y desde Colombia, el pueblo adelantará la más sonora y movilizadora acción de masas en solidaridad con ellas, como siempre lo ha hecho con la revolución cubana, por ejemplo.
Ahora bien, digo en los actuales momentos porque si la situación cambia y el imperio estadounidense y las oligarquías lacayas de los diferentes países pretenden retrotraer los avances revolucionarios y democráticos –unos más profundos que otros-, y si por aquello del azar lograsen ‘sacar’ los revolucionarios de los estados y gobiernos, los pueblos tienen todo el derecho de adelantar la ‘lucha armada’ como una de las formas de lucha que aplicará para practicar la ‘lucha de masas, resistencia de masas, y nada de aventuras’.
Con lo que queda demostrado que es el imperio estadounidense y la oligarquía lacaya, con sus planes militares y económicos impuestos, la causa de que en Colombia existan unas FARC-EP. Unas FARC que entre sus banderas tiene la búsqueda de una salida política al conflicto social y armado, y es precisamente la oligarquía mafiosa-tradicional la que no quiere la paz en Colombia. Además, quién podría creer en un mafioso que es capaz de extraditar a sus socios narco-paramilitares a Estados Unidos –que estaban en un fementido ‘proceso de paz’ con su gobierno- como maniobra de distracción ante las crecientes denuncias de la narco-para-política y la yidis-política uribista.
Definitivamente, con un gobierno ilegal, ilegítimo, narcoparamilitar, es casi imposible unos acuerdos diáfanos, claros, que enrumben al país hacia la Nueva Colombia, en paz con justicia social, democracia, pluralismo, independencia, libertad y soberanía nacional. Pero la movilización popular es capaz de imponer lo inimaginable a la oligarquía y al imperio. Incluso un despeje de Pradera y Florida, y diálogos de paz.
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