domingo, agosto 24, 2008

A propósito del Aniversario 47 de la UNEAC


Compromiso con la ética

ARMANDO HART DÁVALOS

El mejor homenaje que podemos hacer a la UNEAC en su Aniversario 47 es destacar la fidelidad mantenida por la vanguardia de nuestro movimiento intelectual a la memoria histórica de la identidad nacional cubana, en tanto ha sido capaz de recrearla y enriquecerla en medio del debate de ideas de este último medio siglo.
Sobre estos fundamentos mucho debemos esperar de nuestra querida Unión de Escritores y Artistas de Cuba en el cumplimiento de los importantes acuerdos de su VIII Congreso.
Con legítimo orgullo podemos rendir tributo a los fundadores, en primer lugar, a Nicolás Guillén, y presentar la institución ante las nuevas generaciones como un arquetipo de asociación libre, democrática y socialista.
Elevar a lo más alto la necesidad de trabajar y luchar por el triunfo definitivo de la mejor cultura de la historia humana: ese es el único modo de salvar a la humanidad de los graves peligros que se derivan de un modelo civilizatorio capitalista insostenible que hoy presenta signos evidentes de decadencia.
Fidel Castro lo ha expresado de manera dramática: "O cambia el curso de los acontecimientos o no podría sobrevivir nuestra especie". Hemos sido colocados, empleando una expresión bíblica, entre el cielo y el infierno. Hoy es más necesario que nunca, como se subrayó en el Congreso de la UNEAC, llevar a las más altas escalas el alcance universal de nuestra identidad orientados por el legado de José Martí, que se planteaba la idea del bien como aspiración suprema.
A lo largo del siglo XX tuvimos una pléyade de intelectuales que constituyen referencias ineludibles para llevar adelante en la actual centuria el encargo ético y social que han asumido nuestros pensadores, escritores y artistas: Alejo Carpentier, Fernando Ortiz, Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Pablo de la Torriente Brau, Enrique José Varona, Medardo Vitier, Antonio Guiteras, Eduardo Chibás, Rafael García Bárcena, Raúl Roa, Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez, José Lezama Lima, Emilio Roig de Leuchsenring, José Luciano Franco, Julio Le Riverend, y tantos y tantos más, deben ser recordados y estudiados.
Pero sobre todo no se puede perder de vista la orgánica vinculación entre las vanguardias política e intelectual, que halla sus máximas expresiones en los casos de José Martí y Fidel Castro. En ambos encarnó una visión humanista profundamente revolucionaria y éticamente fundamentada que podemos resumir en aquella frase memorable del fundador de la escuela cubana José de la Luz y Caballero: "Antes quisiera yo ver desplomadas, no digo las instituciones de los hombres, sino las estrellas todas del firmamento, que ver caer del pecho humano el sentimiento de la justicia, ese sol del mundo moral". Convendría repasar una vez más el formidable ensayo de Cintio Vitier que toma prestado su título a la sentencia de Caballero —Ese sol del mundo moral— para rastrear la evolución de las esencias de nuestra eticidad.
Para abordar el tema del nuevo pensamiento filosófico que requiere el siglo XXI debemos desterrar definitivamente ciertos ismos que debilitan la actividad creadora del hombre y apoyarnos en el método electivo de la tradición filosófica cubana del siglo XIX, que se sintetiza en aquella fórmula del propio Luz y Caballero: "Todos los métodos y ningún método, he ahí el método, o todas las escuelas y ninguna escuela, he ahí la escuela". Justamente esa percepción dialéctica del conocimiento y la acción tuvo, en otro contexto y con una proyección universal, una construcción sistémica e iluminadora en el pensamiento de Marx.
Se impone como una necesidad insoslayable poner fin a esa dicotomía estéril que establece una línea divisoria infranqueable entre lo objetivo y lo subjetivo, entre razón y emoción, entre teoría y práctica. He insistido en la idea que el principal error de los materialistas del siglo XX fue no tomar en cuenta que el hombre es materia también.
La manera de encontrar un camino científico y filosófico para el mundo del presente y del futuro es relacionar dos elementos presentes en la condición humana: las emociones y la inteligencia, y que ellas nos conduzcan a la acción.
Cuba puede desempeñar un papel clave en esa búsqueda aportando su rica experiencia en las relaciones entre cultura, ética, derecho y política práctica que se encuentran en las raíces de la tradición del pensamiento revolucionario de nuestro país.
Para este alto propósito es necesario trabajar por relacionar el movimiento social que viene desarrollándose en diversos países del mundo con el movimiento cultural y científico que también tiene gran influencia. Vincularlos desde la base hasta la cúspide, es decir, vincular el municipio, la provincia, la nación y el plano internacional, es un elemento clave para encontrar los nuevos caminos del hacer.
La UNEAC tiene historia, tradición y capacidad para contribuir a este empeño. Y un mandato ineludible planteado por Fidel en su carta a los delegados al VII Congreso de la organización: "Todo lo que fortalezca éticamente a la Revolución es bueno; todo lo que la debilite es malo".

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