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lunes, diciembre 03, 2018
El último gran maestro del cine italiano
Ha muerto Bernardo Bertolucci.
Bernardo Bertolucci ha sido el último gran maestro del también gran cine italiano. No es poco decir. Asistente en su juventud de Pier Paolo Passolini, influido por él, seguramente pudo hacer suya una condición mayor: convertirse en un poeta de la cámara, filmar como quien escribe ese acto de magia menor que es la poesía.
Afiliado, desafiliado y vuelto a afiliar al Partido Comunista, su cine, sin embargo —quizá sin proponérselo— fue una denuncia aplastante del estalinismo en su obra superior, Novecento, seguramente la mejor de sus 27 películas.
Novecento cuenta la historia de la primera mitad del siglo XX italiano y tiene una duración fuera de lo común: 5 horas con intervalos. Comienza el 27 de enero de 1901, la fecha de la muerte de Giuseppe Verdi, que Bertolucci hace coincidir con la del nacimiento del nieto de un patrón de campo (Robert De Niro) y del hijo de una familia de campesinos, trabajadores de esa misma hacienda (Gérard Depardieu). La explotación infrahumana de los campesinos es mostrada con un realismo atroz, y la llegada del Partido Socialista que procura organizarlos.
Es en los años ’20 donde comienza el centro temático de la película: el nacimiento y apogeo del fascismo y de la resistencia contra él. Se ve hasta qué punto la banda de Benito Mussolini es respaldada y financiada por terratenientes y grandes burgueses, que después de las sucesivas rupturas del Partido Socialista y del nacimiento de un ala izquierda poderosa que adhirió a la III Internacional ve en el fascismo, en el aplastamiento de las masas trabajadoras del campo y de la urbe, la única salvaguarda de sus intereses. Esa ala izquierda sería luego el Partido Comunista, cuando Stalin ya empezaba a controlar y dominar la Internacional.
Resulta impecable la actuación del “camisa negra” mussoliniano Attila Mellandrini, interpretado por Donald Sutherland. El patrón no adhiere al fascismo, incluso lo desprecia, pero deja que Mellandrini cometa contra los campesinos agresiones, arrestos arbitrarios e incluso asesinatos cuando un levantamiento indica que la resistencia partisana empieza a imponerse. Por último, Mellandrini será fusilado por esos mismos partisanos.
Y he aquí la tragedia italiana después de la liberación. Los campesinos están en armas y respaldan a los partisanos, en ese momento la única fuerza armada de Italia, pero llega el Comité de Liberación Nacional y ordena a todos desarmarse, lo cual es cumplido puntualmente. Ese Comité era un frente popular sostenido ante todo por los grandes partidos obreros, el Partido Socialista y el Partido Comunista, respaldados por segundos violines como el Partido de Acción, el Partido Liberal, la Democracia Cristiana y la Democracia del Trabajo. Para este sector, en Italia no podía haber revolución proletaria: los acuerdos de Yalta y Potsdam le habían reservado la constitución de una república burguesa. Y allá marchan obreros y campesinos a construirla, y Novecento los muestra con la bandera del PC mientras recorren ese camino.
Bertolucci, muerto a sus 77 años, fue también director de El último tango en París (1972), la magnífica El último emperador (1987), La estrategia de la araña (1970), El conformista (1970), El cielo protector (1990) y El pequeño Buda (1993), entre varias otras.
El último tango en París produjo polémicas. La película fue censurada por su carga de erotismo y violencia general, violencia social e individual, cargada de un arte atroz que por momentos al espectador se le hace difícil de soportar. No pudo exhibirse hasta 1976, y Bertolucci fue privado de sus derechos civiles durante cinco años. Interpretada por Marlon Brando y María Schneider, hay en ella una escena de sodomía de la cual la actriz no había sido avisada. Ella lo denunció. “Me sentí humillada y un poco violada, tanto por Marlon como por Bertolucci. Después de la escena, Marlon no me consoló ni se disculpó”, dijo la actriz, que tenía 19 años cuando rodó aquella escena. Bertolucci lo admitió: “Quería que ella sintiera la violación, no que la fingiera. No me arrepiento, pero me siento culpable”. Años más tarde diría: “La muerte le llegó a María antes de que yo pudiera abrazarla y pedirle perdón”.
Ha muerto el último gran maestro del cine italiano. Muchos sentirán que un pedazo grande de su propia juventud se va con él.
Alejandro Guerrero
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