Un fantasma recorre el mundo. No es aún el del comunismo pero sí el de la lucha de clases con mayúsculas. La irrupción de los “chalecos amarillos” en Francia, que por primera vez en muchos años despertó el miedo a la revuelta en las clases dominantes en un país imperialista, dio inicio a esta nueva oleada de protestas que desde entonces no cesa de extenderse.
Cientos de miles, quizás millones, se levantaron en Argelia y Sudán contra las dictaduras eternas que sirven a sus amos imperiales, dándole una segunda vida a la “Primavera árabe”. En Irak, el país devastado por 15 años de guerra y la ocupación norteamericana, estallaron protestas masivas contra el desempleo y las condiciones de vida paupérrimas, que se prolongaron por días a pesar de que la represión dejó más de 100 muertos. Imágenes parecidas se ven en el Líbano, donde una multitud enardecida pide que se vaya el gobierno de Hariri.
En el otro extremo del mundo, desde hace meses miles protestan en Hong Kong, ese paraíso de los negocios capitalistas donde la desigualdad social ha alcanzado niveles intolerables para la gran mayoría de la población.
En Cataluña se ha reactivado la lucha independentista. Está en curso una verdadera rebelión contra el reaccionario régimen monárquico español que pretende castigar con más de diez años de prisión a los dirigentes del “procés”.
Esta ola de protestas llegó a América Latina y está cambiando el signo de la situación política. En Puerto Rico un levantamiento popular tiró al gobierno y puso en cuestión el dominio colonial norteamericano. En Haití, el país más pobre de la región, desde hace meses hay una revuelta intermitente contra el gobierno de Jovenel Moïse.
No se trata de hacer una enumeración, o mejor dicho, la enumeración está al servicio de poner de manifiesto que los de arriba cada vez pueden menos y los de abajo están cada vez más hartos. En todos los casos los gobiernos capitalistas responden con una represión recargada. Mientras los medios corporativos y los intelectuales al servicio de los explotadores demonizan a los que se rebelan, los acusan de violentos y “golpistas”. Esta reacción de las clases dominantes, de sus Estados y sus aparatos ideológicos, confirma desde otro ángulo que se trata de protestas que tienen el potencial de abrir una dinámica revolucionaria, y que la única forma de cerrarlas es dar palos primero y luego ver qué concesiones hacer.
Estos procesos diversos, que combinan motores democráticos y sociales, tienen como matriz común las tendencias a las crisis orgánicas abiertas por la crisis capitalista de 2008 que puso fin a la hegemonía neoliberal de las últimas décadas y dejó como herencia una profunda polarización social y política que a grandes rasgos enfrenta a los perdedores de la globalización con la pequeña minoría de ganadores. Lo que hoy se está poniendo de relieve es la obscena concentración de la riqueza mientras la mayoría ve decaer sus condiciones de vida, en particular los jóvenes que solo tienen por delante un futuro de precarización. De estas condiciones de divisiones profundas en la clase dominante, de crisis de los partidos del “extremo centro”, es decir, liberales y socialdemócratas que sostuvieron el consenso neoliberal, surgieron fenómenos aberrantes como Trump o el Brexit, que exacerban las tendencias nacionalistas. Y las guerras comerciales, en particular la de Estados Unidos contra China, que están poniendo en jaque a la economía internacional. Pero también nuevos fenómenos políticos a izquierda y, sobre todo, nuevos procesos de la lucha de clases. Por eso mismo sería un error impresionista medir sus alcances por los resultados en el corto plazo; por el contrario, son procesos profundos, no de coyuntura, que están llamados a tener consecuencias políticas duraderas.
Un párrafo aparte merece la dinámica que están tomando los acontecimientos en América del Sur donde las burguesías autóctonas y el imperialismo norteamericano comandado por Trump se habían apresurado a celebrar la llegada de las derechas regionales al poder, tras el agotamiento del ciclo de los gobiernos “populistas”. Macri en Argentina, Piñera en Chile, Duque en Colombia, y el ultraderechista Bolsonaro en Brasil parecían confirmar que el péndulo se había corrido por un periodo hacia la derecha. Se preparaban para aplicar nuevos ataques neoliberales, privatizaciones y planes de ajuste del FMI. Incluso intentaron un golpe en Venezuela para que sea la derecha rancia y proimperialista de Guaidó la que capitalice el descontento con el gobierno autoritario de Maduro. Pero desde muy temprano empezaron a mostrar sus límites para llevar adelante este programa reaccionario.
Hoy sin dudas los procesos más avanzados de la lucha de clases del continente son las “jornadas revolucionarias” de Ecuador y Chile, que por su magnitud, radicalidad y violencia recuerdan los levantamientos que pusieron fin a los gobiernos de la derecha neoliberal entre fines de la década de 1990 y comienzos de los 2000.
En Ecuador acabamos de presenciar un levantamiento popular –obrero, indígena, campesino y estudiantil- contra el paquetazo del FMI que obligó a Lenín Moreno a retirar el decreto del ajuste. Esta fue una victoria importante pero parcial, en gran medida por el rol de las direcciones del movimiento de masas, en particular la Conaie, que sofocó la demanda de la caída del gobierno. La situación sigue siendo peligrosa para la burguesía. Moreno sobrevivió pero queda un gobierno debilísimo y un movimiento de masas que ha hecho la experiencia de que el camino para derrotar los planes de ajuste es la lucha.
En Chile, el aumento de las tarifas del transporte público hizo estallar el odio acumulado contra el gobierno de Piñera, una suerte de Macri chileno, y está poniendo en cuestión la herencia de la dictadura pinochetista. Tras un día de combates y movilizaciones que desafiaron el estado de excepción, Piñera retiró el aumento, pero aún está por verse si esa medida mínima tomado por un gobierno golpeado es suficiente para detener la dinámica de levantamiento que había tomado la situación.
Esta entrada en escena del movimiento de masas y la “lucha de calles” en los países vecinos, sin dudas va a condicionar al próximo gobierno que surja de las elecciones en Argentina, que a esta altura casi con seguridad será peronista, en su tarea de aplicar los ajustes requeridos por el FMI. E incluso poner en cuestión el plan de guerra neoliberal de Bolsonaro en Brasil.
Los primeros procesos de resistencia que dio la crisis capitalista, como las huelgas generales en Grecia o el proceso de indignados en el Estado Español, fueron capitalizados por variantes neorreformistas que terminaron contribuyendo a la derrota, como Syriza que aplicó el plan de ajuste de la Troika, o Podemos, que permitió el desvío y la recomposición de la socialdemocracia neoliberal del PSOE.
Este retorno de la lucha de clases, con verdaderas rebeliones populares que desafían la legalidad burguesa, abre nuevas perspectivas para la construcción de una izquierda revolucionaria, anticapitalista, obrera e internacionalista, que no puede desarrollarse sin fenómenos de este tipo.
En este marco cobra nueva significación las tareas preparatorias que venimos realizando desde el PTS, como la presencia política en la vida nacional conquistada por el FIT-U, la intervención en distintos acontecimientos de la lucha de clases, la puesta en pie de La Izquierda Diario y la preparación teórica y estratégica de una fuerza militante para intervenir en momentos decisivos. A nivel internacional, impulsamos junto con las organizaciones hermanas del PTS que integramos la Fracción Trotskista por la Cuarta Internacional, la Red Internacional de diarios en 8 idiomas, que está presente en los principales acontecimientos de la lucha de clases: en Francia, Revolución Permanente se transformó en una de las voces de las luchas de los "chalecos amarillos", así como La Izquierda Diario en Chile hoy le da voz a los que resisten el estado de sitio de Piñera. Y en Barcelona y el Estado Español estamos presentes en las movilizaciones y la lucha contra la ofensiva reaccionaria del régimen monárquico reflejando en todo momento los acontecimientos tanto con IzquierdaDiario.Es como EsquerraDiari.Cat en catalán.
Ante el pronóstico ominoso de una nueva recesión mundial y en el marco de crecientes disputas entre potencias imperialistas, nacionalismos y militarismo, las tendencias a la irrupción popular van a multiplicarse. Debemos prepararnos para un período donde la acción de masas dé lugar a situaciones prerrevolucionarias o directamente revolucionarias, así como a golpes de la contrarrevolución. Formas más agudas de la lucha de clases llegaron para quedarse.
Claudia Cinatti
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