martes, octubre 22, 2019

Trump y el "Ucraniagate"

La política exterior en función de la política interna

La actual coyuntura en los Estados Unidos es potencialmente peligrosa para la paz internacional. Me refiero a un tema ancestral de la política: la creación artificial de crisis internacionales -con guerras incluidas en caso necesario-, para desviar la atención, disminuir la presión e intentar superar crisis de orden interno. En una reciente mesa redonda de la televisión cubana, el profesor e investigador Jorge Hernández Martínez recordaba la película Wag the Dog, en la que la dirección de Barry Levinson y el protagonismo de Dustin Hoffman y Robert de Niro recrean tal situación de manera satírica y brillante.
Para ser justos, es necesario reconocer que el gobierno de Trump ha mostrado un patrón consistente de evitar nuevas aventuras y compromisos militares en el exterior y, en su lugar, ha optado por la repartición a diestra y siniestra de sanciones, presiones y amenazas para intentar alcanzar sus objetivos de política exterior de una manera mucho más económica y menos costosa políticamente al interior de la sociedad estadounidense. Este comportamiento responde a una de las principales promesas electorales de Trump, consistente en tratar de revertir el legado de guerras y presencias militares externas indiscriminadas, interminables, onerosas y contraproducentes originadas durante gobiernos anteriores. De esta manera, el entonces candidato a la presidencia se mostraba sensible y presto a aprovechar electoralmente un estado de opinión ampliamente mayoritario en el electorado estadounidense. Quizás había tomado debida nota de la grave advertencia realizada algún tiempo antes por Chuck Hagel, un veterano republicano insertado como Secretario de Defensa en el gobierno de Barack Obama, en el sentido de que el público estadounidense se estaba posicionando claramente en contra de las intervenciones militares en el exterior.
En este contexto se explica la apresurada retirada de Siria, decisión arriesgada que, si bien es coherente con el cálculo electoral de Trump, por el momento ha brindado nuevas municiones a sus adversarios, previamente movilizados y energizados a raíz del Ucraniagate, al tiempo que ha socavado el apoyo de algunos de sus principales aliados en el Congreso.
El proceso de impeachmeant está avanzando y, aunque su posible desenlace es incierto, es evidente que se están conjugando fuerzas muy poderosas y deseosas de saldar cuentas con el actual presidente de los Estados Unidos, dentro de las que se incluyen sectores importantes de la denominada “comunidad de inteligencia”. En definitiva, el establishment (Trump y sus acólitos prefieren hablar del Deep State) siempre tiende a imponerse y podría haber llegado el momento de volver a poner las cosas en su lugar. Si bien el sistema político estadounidense es esencialmente plutocrático, también es portador de tradiciones republicanas y democráticas que históricamente han sido convenientemente utilizadas para sustentar los mitos asociados al “excepcionalismo” de los Estados Unidos y su imagen supuestamente modélica para el mundo. Desde esa perspectiva, el comportamiento de Donald Trump podría haber terminado por convertirse en una amenaza existencial que requeriría de un escarmiento ejemplarizante.
Pero en la política no existen las leyes inexorables ni los resultados predeterminados. Trump, su camarilla, determinados sectores del establishment y el significativo segmento del electorado estadounidense que lo apoyan parecen estar dispuestos a dar la batalla política hasta las últimas consecuencias. Y para sobrevivir y prevalecer podrían llegar a sentir la necesidad recurrir a la fórmula de Wag the Dog, aplicando la hipertrofiada maquinaria bélica estadounidense contra la víctima de turno más conveniente en cualquier lugar del mundo.

Roberto M. Yepe, politólogo y jurista. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” (La Habana, Cuba).

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