El 18 de octubre en Santiago fue innegablemente un nuevo hecho de rebelión en la historia nacional, en ella se hicieron presentes distintos actores, pero los más centrales fueron la clase trabajadora: trabajadores y trabajadoras junto a sus hijos e hijas rebeldes, los cuales arrastraron tras de sí en algunos sectores a una parte importante de la “clase media” conformada distintas capas de profesionales. Con una claridad potente, los distintos testimonios, conversaciones en medio de la calle o videos que se hicieron circular daban cuenta que esta vez no se trataba solo del pasaje, el descontento era mayor.
Aunque resulta difícil distinguir a ciencia cierta el grado que a alcanzado esta rebelión, es claro que esta no es una protesta como otras anteriores, a punta de cortes de calle, barricadas, evasiones y cuantas otras acciones directas, han comenzado a tomar cada vez más fuerza los distintos sectores en lucha, ganándose sorpresivamente el apoyo del común de las personas e incluso llegando a ganar tribuna en los medios de comunicación.
Si bien esta rebelión tiene más de espontaneísmo que de organización, ya han comenzado a sumarse nuevos sectores más organizados a la lucha: sindicatos, organizaciones sociales, feministas, educativas, donde quizás el movimiento más interesante lo hacen la unión portuaria quienes no dudaron en sumarse y convocar al llamado a la movilización para este lunes y ya han comenzado a articularse en los puertos a lo largo del país junto a otros sectores sociales.
En medio de este panorama, es singular lo que ha ocurrido en la escena política. Mientras el partido comunista ha decidido sumarse desde sus distintas posiciones con un discurso que se aleja de la radicalidad del movimiento en algunos casos, el Frente Amplio parece aún más tibio, denunciando públicamente la violencia y debatiéndose si sumarse o no a esta movida, donde incluso en algunos espacios ya hacen un guiño a las futuras elecciones, antes de sumarse y estrechar sus lazos con el movimiento de masas.
En esta misma línea, el panorama en la izquierda revolucionaria es interesante. Desde el trabajo más cotidiano son distintos los sectores que han comenzado a activarse y tomar posición, abriendo el debate y apuntando a la legitimidad del movimiento de masas radicalizado, expresión de ello fueron parte de las declaraciones de la vocería estudiantil secundaria que apareció en uno de los matinales del país, que, si bien habla por un sector social, su posición no se aleja demasiado de lo que se escucha en las calles.
El cuadro político no se completa solo con el bloque popular, de hecho, no podemos olvidar que esta coyuntura se abrió como reacción a una nueva alza del pasaje propiciada por los cuadros del capital. Chile Vamos y la Ex Nueva Mayoría, representantes del capital, han apuntado principalmente ha aumentar la represión, mientras por la cara contraria la asumen caras conocidas como las de Lavín y Ossandon, los que llaman a lograr un acuerdo y entender lo que está pasando en las calles. Si bien Piñera terminó por optar por la salida más dura con los militares en la calle, dejó abierta la puerta a una mesa de diálogo a la cual no dudarán en sumarse los sectores más recalcitrantes de la izquierda institucionalizada.
La clase trabajadora, el movimiento de masas, tiene tareas urgentes que resolver, por abajo necesita sostener y avanzar con su movilización, sumando nuevos sectores a la lucha tensionando a aquellos más indecisos de la izquierda institucionalizada. Frente a estas tareas, las organizaciones sectoriales tienen mucho que decir o hacer, partiendo por entregar la experiencia acumulada en los distintos enfrentamientos pasados, pero sabiendo que este momento antes que burocracias, requiere de dinamismo y creatividad, ¿Qué papel irá a jugar la confederación de trabajadores del cobre? ¿Qué harán para esta pasada los trabajadores públicos o los profesores? ¿Y el no más afp? Además, es necesario que las organizaciones que ya se pronunciaron en tribunas públicas, profundicen el discurso popular y resguarden los intereses de estudiantes, trabajadoras y trabajadores.
Por arriba, es hora de que los distintos partidos y organizaciones políticas se pongan a disposición de las masas, con una práctica política que sea capaz de elevar consignas que cohesionen aún más a este movimiento y se puedan transformar en una verdadera alternativa política frente a las dirigencias que no les ofrecerán más que un callejón sin salida.
Cabe señalar, que sea quien sea la voz que asuma este movimiento, deberá asumir una tarea singular, ya que las diferentes ciudades que se han sumado no lo han hecho simplemente por solidaridad, sino también mostrando en sus distintas consignas necesidades sinceras de sus propias realidades en torno al transporte, de modo que será necesario amalgamar esos intereses antes de restar fuerzas ante la dinámica misma que asume el enfrentamiento actual.
Javier Fuentes
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