martes, octubre 22, 2019

El impacto de la izquierda en el segundo debate presidencial



Al igual que la semana pasada, en el segundo debate presidencial quedaron claramente delimitados dos campos. En el campo de la lucha por una salida obrera y anticapitalista a la crisis se ubicó Nicolás Del Caño, del Frente de Izquierda-Unidad. Del otro lado, en el campo del ajuste, de la entrega nacional, de la represión a los trabajadores, de la corruptela y la contaminación ambiental, el resto de los candidatos. El alcance de la intervención de la izquierda en el debate presidencial no debe medirse sólo por el impacto mediático, sino especialmente por la recepción que la militancia recoge de la población en las mesas de agitación callejera.
Del Caño se volvió a destacar por iniciar su intervención reivindicando una rebelión popular, en este caso la del pueblo chileno contra el gobierno de Piñera. Tuvo la oportunidad de enrostrarle a Espert la reivindicación que este hiciera del “modelo chileno” en el debate pasado -en menos de una semana, quedó expuesto el carácter fraudulento del relato ‘liberal’.
El eje Seguridad colaboró a una delimitación política. Del Caño fue el único que condenó a los defensores de la dictadura, denunció la política represiva del macrismo, la doctrina Chocobar y el gatillo fácil. Estableció, de movida, una clara línea de delimitación con Macri, Espert y Gómez Centurión, que se presentaron como los voceros de la “mano dura”. Del Caño fue más agudo cuando atacó el crimen organizado, que tiene a las propias fuerzas de seguridad, a la Justicia y al poder político como sus principales garantes. Contrastó en ese punto con Fernández, que sólo responsabilizó por la inseguridad al crecimiento de la pobreza, lo que representa una línea de absolución del Estado y de criminalización de los pobres. Fue certero Del Caño al recordarle a la audiencia que los planteos de baja de la edad imputabilidad, levantados por Espert y Gómez Centurión, fueron oportunamente levantados por Massa, que hoy encabeza la lista de diputados nacionales del Frente de Todos.
Con relación al empleo, Fernández hizo demagogia rechazando la “uberización” del trabajo y defendiendo el blanqueo laboral, pasando por alto que el gobierno kirchnerista concluyó su mandato con un índice de precarización laboral que superaba el 40%. Como medida para incentivar la generación de puestos de trabajo, Fernández planteó pesificar las tarifas de las Pymes. Pero viniendo de una fuerza que rechaza la nacionalización de la industria energética y plantea la ‘offshorización’ de Vaca Muerta, es claro que una eventual pesificación se lograría vía subsidios, de parte de un Estado que se encuentra quebrado.
Del Caño, en cambio, denunció el crecimiento de la desocupación y la ofensiva contra los convenios colectivos de trabajo que emprende la UIA. Reivindicó la lucha contra la tercerización laboral y contra la burocracia sindical homenajeando a Mariano Ferreyra, en el día que se cumplía el noveno aniversario de su asesinato. En la exposición del programa, Del Caño se destacó por plantear el reparto de las horas de trabajo y el impulso de la obra pública, sobre la base de concentrar el ahorro nacional estableciendo una banca estatal única bajo control de los trabajadores. Desaprovechó, sin embargo, la oportunidad de desenmascarar a Alberto Fernández por el carácter reaccionario de la viga maestra de su estrategia política: el pacto social con las patronales y la burocracia sindical para maniatar al movimiento obrero y garantizar, de esa manera, una mayor desvalorización de la fuerza de trabajo.
En el bloque “Calidad Institucional”, Del Caño optó por hacer foco en la corruptela del macrismo, denunciando la evasión impositiva de la familia Macri en el Correo Argentino y la designación de Aranguren, de la Shell, al frente de la secretaría de energía. Pero increíblemente pasó por alto la denuncia de los sobreprecios otorgados a la ‘patria contratista’, que fueron la base de la corruptela kirchnerista. Correctamente, en ese mismo bloque, Del Caño reivindicó el carácter socialista del Frente de Izquierda-Unidad y su lucha por un gobierno de trabajadores. Desentonó, sin embargo, la reivindicación de la Asamblea Constituyente. Pues, en el actual escenario, sólo sería tributaria al reforzamiento del peronismo, que se apresta a ganar las elecciones con un resultado plebiscitario. En cambio, la reivindicación de la Constituyente, acompañada de un programa, guarda un filo revolucionario en Ecuador o en Chile, donde se desenvuelven verdaderas rebeliones populares. Allí, el planteo se dirige a las masas en lucha, que deben ser las encargadas de convocar a la Constituyente y de garantizar su verdadera soberanía.
Fue incisivo Del Caño en el último bloque, cuando denunció el “pacto de saqueos de los recursos y de contaminación” entre el macrismo y el Frente de Todos. Y denunció la depredación de la Barrick Gold en San Juan, el pacto secreto que el kirchnerismo firmó con Chevron -iniciando el proceso de entrega de Vaca Muerta- y el veto a la Ley de glaciares. En ese mismo bloque, refutó la estafa de Macri a las familias hipotecadas con los créditos UVA y levantó el planteo de construcción de un plan de viviendas populares.
En la intervención de cierre, Del Caño sintetizó el planteo de la izquierda hacia el próximo domingo: es claro que Macri será derrotado, pero quedan el ajuste, el FMI y los gobernadores del Frente de Todos que co-gobernaron con el macrismo. Volvió a reivindicar la rebelión ecuatoriana y chilena como forma de enfrentar los ajustes de los gobiernos capitalistas, y desenmascaró la falacia de que se pueda pagar la deuda externa sin ajustar al pueblo. Para enfrentar lo que se viene destacó la necesidad de reforzar a la izquierda en todo el país y también en el Congreso de la Nación.

Pablo Giachello

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