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lunes, junio 15, 2020
Demoliendo estatuas
Las protestas en Estados Unidos y el Reino Unido derriban símbolos del colonialismo y el esclavismo
En el marco de la rebelión norteamericana, desatada por el crimen de George Floyd, las manifestaciones en Estados Unidos, Reino Unido y otros países del mundo han procedido también al derribo de distintos monumentos dedicados a personalidades racistas y esclavistas.
En el caso de Estados Unidos, el ataque se ha dirigido principalmente contra símbolos confederados, que celebran a figuras de la confederación esclavista que se escindió en 1860 de la unión americana, lo que derivaría en la guerra de secesión (1861-1865). Una marcha en Richmond, la capital del estado de Virginia, tiró abajo el domingo pasado una estatua de Williams Carter Wickham, un general confederado. También fue derribada en esa ciudad una estatua de Jefferson Davis, que fue presidente de la confederación. En Portsmouth, Virginia, los manifestantes destruyeron a mazazos un monumento dedicado a los soldados confederados. La furia ha alcanzado incluso a estatuas de Cristóbal Colón. En Saint-Paul, Minessota, militantes del Movimiento Indígena Estadounidense arrancaron una estatua del marinero genovés ubicada cerca del capitolio estatal (Democracy Now, 11/6). En Boston, la estatua del conquistador fue decapitada.
Las autoridades van detrás de los acontecimientos. En un intento por reacomodarse frente a las manifestaciones, ordenaron el derribo de algunos de los monumentos atacados, como el del general confederado Robert Lee, en la capital de Virginia. En el mismo sentido, la líder de los demócratas en el Congreso, Nancy Pelosi, encabeza una petición para retirar una decena de símbolos esclavistas de la Galería Nacional de Estatuas del capitolio, en Washington DC. Es una maniobra distractiva, teniendo en cuenta que gobernadores y alcaldes de su partido impulsaron los toques de queda contra las protestas por el crimen de Floyd.
Los monumentos muestran las profundas raíces del racismo en Estados Unidos. Según el Southern Poverty Law Center, aún hay más de 1500 símbolos confederados (estatuas, monumentos, cementerios, etc.) en el país (BBC, 11/6).
En el Reino Unido, las manifestaciones han puesto en la mira a monumentos de comerciantes de esclavos y otros símbolos del colonialismo. Como en Bristol, donde la estatua de Edward Colston (que hizo una fortuna con el tráfico de esclavos) fue arrancada y arrojada al mar. En Londres, las manifestaciones lograron que se derribe el monumento a Robert Milligan, quien llegó a tener 500 esclavos en sus plantaciones azucareras de las Antillas. Una importante protesta reclamó en Oxford que se retire la estatua de Cecil Rhodes, dueño de una poderosísima compañía minera y figura clave en la colonización del sur africano, durante el siglo XIX. El sitio “Topple the racists” ha elaborado un mapa que registra 60 monumentos a esclavistas. Además, estatuas de la reina Victoria han sido grafiteadas con la sigla “BLM” (acrónimo de “Black Lives Matter”) y un monumento al ex primer ministro Winston Churchill fue pintado con la leyenda “era un racista”. En Amberes, Bélgica, los manifestantes tiraron abajo una estatua del rey Leopoldo II, responsable de la colonización del Congo que dejó 10 millones de muertos.
El primer ministro Boris Johnson criticó a los manifestantes de su país como “extremistas que intentan la violencia”. Amparados en este discurso, grupos derechistas preparan contra-manifestaciones para este fin de semana. El alcalde de Londres, el laborista Sadiq Khan, ha llamado a los manifestantes a “quedarse en casa” para evitar una confrontación. O sea, regalarle las calles a la derecha.
Como parte de un intento por contener el movimiento, los alcaldes del laborismo han planteado una revisión de todos los monumentos para retirar aquellos que tengan connotaciones racistas y colonialistas. Pero al mismo tiempo, algunos de ellos protegen las estatuas, como Khan, que les ha puesto custodia policial o las ha tapiado. Le temen, sobre todo, a la irrupción independiente de la juventud y los trabajadores en las calles.
Khan ha admitido que “es una verdad incómoda que nuestro país y ciudad deben gran parte de su riqueza a su papel en el comercio de esclavos”. Vale recordar aquí la vieja reflexión de Marx, quien señalaba, en polémica con la economía política clásica, que “los métodos de la acumulación originaria [del capital] son cualquier cosa menos idílicos” (El Capital, capítulo XXIV). El capital viene al mundo “chorreando sangre y lodo por todos sus poros”.
Las manifestaciones que derriban las estatuas ponen un ojo en el pasado y un ojo en el presente. El cuestionamiento de un pasado colonialista y esclavista está unido al cuestionamiento del racismo y la opresión social de hoy. Para terminar con toda forma de explotación y opresión, es necesario que gobiernen los trabajadores.
Gustavo Montenegro
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