sábado, junio 20, 2020

¿Hacia otra época oscura?

Fue Petrarca quien denominó a la época de transición entre el final del Imperio romano en occidente (año 476 d. C.) hasta el término de la Alta Edad media (año 1000), la Edad oscura. Aunque las investigaciones arqueológicas han mostrado que no fue un período tan oscuro y estéril culturalmente como se creía, estos años se caracterizan por una disminución demográfica y una sustitución de las religiones paganas y su legión de dioses por el cristianismo y el dios verdadero.
El triunfo del cristianismo fue precedido por una destrucción de la cultura pagana, de frescos, esculturas, casas de baños, templos y del pensamiento escrito en pergaminos, así como de una persecución de la religión pagana y de los fieles que la practicaban. El temor al dios cristiano se consolidó cuando el miedo a la violencia física practicada por exaltados cristianos y por el control ejercido por los obispos hizo mella en la sociedad. Una vez establecido el temor a Dios, este se perpetuó con el sacramento de la confesión. En los inicios del cristianismo la confesión era pública, pero posteriormente pasó a ser privada aunque no de forma directa entre los fieles y Dios, sino mediada por un sacerdote. De esta manera, los sacerdotes y obispos disponían de una red de información que les permitía conocer el alma de cada uno de los creyentes que se confesaban y, lo que es más importante, ejercer un poder casi omnímodo gracias al conocimiento que obtenían de la red de relaciones sociales. Dios podía seleccionar las almas que iban al cielo, pero el control de la gente en la tierra era cosa de los clérigos.

Ultraderecha, capitalismo digital y control de la población

El capitalismo es el sistema más eficaz de transformación de la riqueza natural en artificial que ha inventado la humanidad, pero la pandemia de la COVID-19 ha puesto de relieve que “el rey está desnudo”. El sistema capitalista se ha sentido más vulnerable que nunca con el parón registrado en la economía mundial y los problemas globales que desde hace años arrastra la humanidad. Sin embargo, a falta de una alternativa ecosocialista consolidada, no hay que descartar su recuperación.
Desde la implantación del neoliberalismo por Reagan y Thatcher y especialmente con la crisis del 2008, el capital ha lanzado una ofensiva sobre el trabajo que ha reducido paulatinamente el poder adquisitivo de los trabajadores y erosionado la clase media, en general. Si el pilar fundamental de la democracia se asienta en una clase media bien desarrollada, no es de extrañar entonces que aflore de nuevo la ultraderecha, desaparecida en Europa desde su derrota en Alemania e Italia en la Segunda Guerra mundial y la caída o desaparición de los últimos dictadores en Portugal, España y Grecia. Bajo la denominación de neofascismo, la ultraderecha comienza a extenderse por Europa, Asia y América, anidando y tomando el poder en varios estados.
La crisis sanitaria actual, prolongada en una crisis económica profunda que llevaba tiempo incubándose, puede crear un contexto favorable a la expansión del neofascismo político-social (1) hasta lograr alcanzar el gobierno de muchos países de la Unión Europea y del mundo. Su discurso es atractivo para la ciudadanía de derechas e incluso para muchos trabajadores: la promesa de la conservación del puesto de trabajo, el discurso del odio y el cierre de fronteras a los emigrantes, el negacionismo de la virulencia de la COVID-19, del cambio climático y de la catástrofe ecológica, el auge del nacionalismo apelando a la seguridad de cada país. Este discurso puede acabar prevaleciendo sobre el de la derecha tradicional. Es más, el avance del neofascismo hará virar a toda la derecha hacia unas posiciones más nacionalistas y populistas aumentando las políticas cercanas a los programas de la ultraderecha y el riesgo de descomposición de la Unión Europea.
Los cimientos del capitalismo futuro fueron forjados en el Foro de Davos de 2016. Bajo la denominación de 4ª Revolución Industrial, se apoyó el desarrollo de nuevas tecnologías: Inteligencia Artificial, Big Data, Nanotecnología y Biología sintética, con el objetivo de revitalizar la productividad y aumentar los beneficios.
Tal perspectiva no está exenta de riesgos para la ciudadanía. Gracias a estos avances tecnológicos, se podrá controlar a las personas de manera muy eficaz. Según Halimi, “la crisis del coronavirus podría constituir un ensayo general que anticipa la disolución de los últimos focos de resistencia al capitalismo digital y al advenimiento de una sociedad sin contacto” (2).
Hay un ámbito donde se ha utilizado la IA y el Big Data aprovechando la crisis del coronavirus: el seguimiento de la expansión de la enfermedad. En algunos países se están desplegando sistemas de control de las personas haciendo un seguimiento puntual con la información proporcionada por los móviles. Utilizando la IA y el análisis de datos se lleva a cabo la geolocalización y la elaboración de mapas de tránsito para seguir la expansión y evolución de la enfermedad y así frenar el número de contagios (3).
No cabe duda de que el tratamiento de datos masivos puede predecir y ayudar a solucionar la pandemia, pero también es una tentación para el sistema utilizar los datos que la ciudadanía pone a disposición de las grandes compañías en internet y en los móviles para ejercer su control. Si se imponen estas tecnologías de seguimiento y geolocalización se establecerá una sociedad de masas en donde los individuos que la componen estarán todavía más aislados y encerrados sobre sí mismos (4).
Ocurre otro tanto con el despliegue de miles de cámaras para la vigilancia y control de los terroristas que luego pueden ser utilizadas para el conjunto de la población en determinadas circunstancias: huelgas, manifestaciones, etc.
El capitalismo digital también ha experimentado un empujón en otros ámbitos durante la crisis coronavírica, las clases virtuales en la enseñanza y el teletrabajo. En el próximo curso, la Universidad de Cambridge no impartirá clases presenciales, tan solo virtuales. Manuel Castells, ministro de Universidades de nuestro país, afirma que “La universidad híbrida es ya la regla. La aceptación de esa realidad es cuestión de tiempo. El aprendizaje a la fuerza que hemos tenido que hacer en esta pandemia nos permite dar un salto adelante en el nuevo modelo pedagógico” (5). Así que, en el contexto del capitalismo y de su obsesión por la ganancia, este sistema híbrido se decantará con el tiempo a favor de la enseñanza virtual.
De la misma manera, se espera que el aumento del teletrabajo que se ha experimentado en esta crisis se consolide en buena medida. Los teletrabajadores recluidos en sus casas difícilmente podrán organizarse en sindicatos; sus reivindicaciones serán personales y poco podrán hacer ante las decisiones de los empresarios.
Con media población estudiando y trabajando desde casa, la sociedad se irá diluyendo en sus átomos, las personas, que serán cada vez más irrelevantes, convirtiéndose en un agregado de unidades sin relación y sin capacidad de presión alguna.
La colaboración entre IA y Big Data nos deparará todavía aplicaciones futuras más atractivas y perversas. El aforismo de los filósofos griegos “Conócete a ti mismo” será superado con creces. El sistema de control religioso inventado por el cristianismo con la confesión de sus fieles que fue tan efectivo durante siglos, será sustituido por otro mucho más eficaz. Según Harari (6), el comportamiento de los seres humanos puede reducirse a algoritmos, de modo que la IA acabará conociendo el alma de cada uno de nosotros mucho mejor que nosotros mismos, mejorando y adelantándose a nuestros pensamientos, sentimientos y deseos.
Este nuevo dios tecnológico anulará cualquier actitud “atea”; se quiera o no, habrá que creer en él porque determinará la vida de cada uno de nosotros. Y, a diferencia del sistema de la confesión cristiana, nos controlará directamente, sin intermediarios. Conocerá nuestras reacciones y pecados de pensamiento antes que nosotros mismos. Podrá decidir la pareja que nos conviene y seleccionarnos para el trabajo más adecuado sin necesidad de realizar entrevistas y test.
Dice Byung-Chul Han que el capitalismo es un sistema de dominación que no tiene un carácter represor sino cautivador porque el ciudadano se siente libre y esto aborta cualquier protesta (7).
Si ya el concepto de libertad de este filósofo coreano está edulcorado por el consumismo y mediatizado por la “libertad” digital, las nuevas tecnologías la recortarán decisivamente al imponerle al ciudadano la máxima: “te conoceré mejor que tú a ti mismo”. A cambio se sentirá más seguro, mejorarán sus decisiones y será partícipe de la fantasía tecnológica y de la promesa de felicidad en un mundo de ciencia-ficción. Pocos serán conscientes de que esta actitud significa entregar el alma a las corporaciones y gobiernos.

El programa transhumanista en manos del capital

En los próximos años, se esperan avances espectaculares con la integración de la IA, el Big Data, la nanotecnología y la Biología sintética (8). Para el movimiento denominado transhumanista, estas tecnologías contribuirán a la mejora del Homo sapiens. El transhumanismo es un movimiento científico, filosófico y, en general, cultural cuyo objetivo es la mejora de la raza humana gracias a estas tecnologías, tanto a nivel físico como mental.
Se trata de realizar un atajo de miles o millones de años frente a la lentitud de los logros evolutivos mediante las mutaciones y recombinaciones genéticas al azar y la selección natural. Gracias a la integración de estas tecnologías, la raza humana podrá liberarse de las enfermedades, alcanzar la eterna juventud y acercarse a la inmortalidad. Es más, en una etapa posterior se producirán cíborgs gracias a la hibridación de máquinas con seres humanos e, incluso, se fabricarán seres inorgánicos con su propia mente o con la mente mejorada de un hombre incrustada en él. Este momento crítico se denomina singularidad tecnológica porque nos adentraremos de manera irreversible en otra fase del desarrollo de la humanidad, el posthumanismo. Este es uno de los tableros donde se juega el dominio del mundo y la posible salida del callejón donde se ha metido el capital. Por eso y por las ganancias que se otean en el horizonte, las grandes corporaciones tecnológicas están invirtiendo ingentes cantidades de dinero en su desarrollo.
La utopía (o quizá distopía) transhumanista nos promete la mejora de la sociedad, pero los bienintencionados científicos y filósofos partidarios de ella han de tener en cuenta cuatro posibles situaciones que pueden cuestionar o hacer embarrancar estos proyectos: primero, la posibilidad del ascenso de la ideología ultraderechista al poder; en segundo lugar, la mayoría de la humanidad no podrá tener acceso a estas mejoras; tercero, el colapso energético impedirá aumentar el ritmo de transformación de la riqueza natural en riqueza monetaria y artificial con lo que la productividad y las ganancias que se esperan pueden aguarse; cuarto, los colapsos climático y ecológico continúan avanzando.
A lo largo de esta crisis sanitaria, el movimiento neofascista ha realizado acciones que parecen estar concertadas (9). En países donde no tiene el poder, como Francia, Italia, Alemania y España se han convocado manifestaciones y lanzado fake news contra los gobiernos democráticos, mientras que en aquellos países donde gobiernan partidos de ultraderecha, como en Hungría, Polonia, India, Filipinas, Estados Unidos y Brasil, han arremetido contra los grupos de la oposición, las minorías y los emigrantes e incluso, en EE. UU., realizado manifestaciones contrarias a la política de gobernadores de los estados que componen el país. Hay un riesgo latente de que la utopía transhumanista pueda caer en manos de la ideología neofascista.
El capitalismo pretende confundir las mejoras de quienes pueden pagárselas con la mejora de la humanidad. Las mejoras en una sociedad capitalista se hacen en función del dinero. De la misma manera que los estudios universitarios están mediatizados cada vez más por el dinero, la mejora tecnológica también correrá a cargo del capital; aquellas personas que puedan pagarla, podrán acceder a la mejora de sus genes y cuerpos. A diferencia de la medicina tradicional que ha mejorado y alargado la vida de muchas personas evitando la acción de la selección natural, pero empeorando, en algunos casos, el pool genético de la especie humana (por ejemplo, corrigiendo la miopía), la Biología sintética actuaría sobre la línea germinal mejorando la genética de las personas y, en teoría, la de la especie humana. ¿Qué pasará con las personas que no puedan pagar estos tratamientos? ¿Se ha pensado alguna alternativa para ellas o simplemente se dejará que actúe la selección del capital? Si fuera este el caso, lo más probable es que las personas mejoradas se crucen entre sí para no derrochar el dinero invertido y tener una prole inteligente y sin enfermedades genéticas. Con el tiempo, se formarían dos estirpes de seres humanos, los “mejorados” y los “restantes”, es decir, aquellos parias que no pueden pagarse estos arreglos transhumanos.
En relación con la crisis energética que ya estaba en el horizonte de la década entrante, tras el parón productivo a causa del coronavirus, se adelantará algunos años. Con la caída de la demanda, las empresas y países productores de petróleo se han visto obligados a ralentizar o detener la producción de numerosos pozos al estar saturados los depósitos de este producto. Reanudar la producción de los pozos es muy costoso y, en ocasiones, improductivo porque la presión ejercida por los materiales superiores han cegado los poros de los yacimientos. Los problemas de extracción son más graves con la fractura hidráulica, donde muchas empresas están endeudadas enfilando el camino de la quiebra (10). En unos años, será imposible mantener el crecimiento de la economía productiva.
Respecto a los dos problemas globales que aquejan al planeta se prevé que se intensifiquen, si prosiguiera el crecimiento económico sostenido. Continuará la destrucción de ecosistemas a causa de la deforestación provocada por la minería, la expansión agrícola y la construcción de infraestructuras. También habrá un incremento de la emisión de gases invernadero debido a la utilización de los combustibles fósiles. Ambos problemas, cambio climático y crisis ecológica, continuarán realimentándose. El cambio climático provoca la extinción de numerosas especies de vertebrados e invertebrados tanto en ecosistemas terrestres como marinos y favorece la implantación de otras que pueden alterar radicalmente los ecosistemas afectados. Por otra parte, los grandes bosques contribuyen a mantener un clima estable mediante la formación de nubes y precipitaciones como, por ejemplo, ocurre en la Amazonia y en las selvas de Indonesia y Australia. Sin ellos, cambiará más bruscamente el clima de la región y del planeta.
Aunque la crisis del coronavirus ha relajado la contaminación de gases invernadero durante unos meses, el calentamiento global puede alcanzar en el plazo de unos años un aumento de 2o C y disparar peligrosas realimentaciones positivas que hagan irrevocable un aumento de temperaturas de 4 a 6o C, lo cual supondría una venusformación de nuestro planeta, una transformación radical incompatible con la vida en gran parte de la Tierra.

¿Cómo abordará el capitalismo transhumano estos problemas globales que se ciernen sobre la humanidad?

Por increíble que parezca, dando una vuelta de tuerca más a la explotación de la naturaleza. Según la OCDE (2006), utilizando el valor latente que se encuentra en los productos y en los procesos biológicos para generar más crecimiento y ganancias para todos los países y ciudadanos es la mejor manera de conservar la naturaleza. A esto le llaman Bioeconomía sintética (11). Desde esta perspectiva, la gestión de la naturaleza mediante el conocimiento y los mecanismos de mercado es la única manera de conservarla y, rizando el rizo, de obtener también beneficio. En el horizonte de la Bioeconomía sintética se encuentra la sustitución de la Biosfera por otra de diseño. La apuesta por el crecimiento del capital no solo busca una mejora humana, transhumanismo, sino emular completamente a Dios llevando a cabo una mejora del planeta, transplanetarismo.
Nuestra conclusión es que el programa transhumanista es elitista e inhumano y peligrosamente mecanicista. Se elude el principio de precaución en aras de salvar, una vez más, el crecimiento y la ganancia permanente en beneficio de las élites y la clase alta. Creen conocer el mundo vivo lo suficiente pero, aunque lo hayamos maltratado, es tan complejo que no solo existen múltiples interacciones no lineales, sino que además desconocemos la existencia de muchas especies y de sus relaciones, lo que imposibilita recrearlo. De acuerdo con Carlos de Castro (12), la complejidad de la vida, desde la célula hasta los ecosistemas y Gaia, resultado de integraciones simbióticas a distintos niveles, es extraordinaria. La tecnología humana podrá rediseñar ecosistemas pero no deja de ser una temeridad llevar esta experimentación a una escala planetaria.
Los nuevos sacerdotes transhumanos nosprometen el cielo en la tierra, ¿pero en qué planeta?
Cuando la crisis energética arrecie habrá menos disponibilidad de energía y se desencadenarán conflictos entre países si continuamos en este sistema obsesionado con el crecimiento. El calentamiento global y el colapso ecológico convertirán la Tierra en un planeta inhóspito. Se cerrarán las fronteras para la gente que huya de los países más afectados y se abrirán las puertas del infierno para las personas más pobres y necesitadas. A diferencia de lo ocurrido tras la caída del imperio romano, el futuro puede no solamente presentarse oscuro sino definitivamente negro y vacío; el crecimiento capitalista podría acabar en un ecocidio y un genocidio a escala planetaria.
Urge construir una alternativa ecosocialista que detenga esta locura.

Máximo Luffiego García

Bibliografía

1.Torres, J. 2020. La gripe española de 1918 y el ascenso del nazismo. Tomen nota https://blogs.publico.es/juantorres/2020/05/22/la-gripe-espanola-de-1918-y-el-ascenso-del-nazismo-tomen-nota/
2.Halimi, S. (2020). ¡Ahora mismo! Le Monde Diplomatique, nº 294
3. Bermell, Ch. (2020). Inteligencia Artificial y Big Data contra la COVID-19. https://economia3.com/2020/04/13/259093-inteligencia-artificial-y-big-data-contra-la-covid-19/
4. Riechmann, J. y Almazán, A. et al. 2020. La necesidad de luchar contra un mundo `virtual´. https://ctxt.es/es/20200501/Firmas/32143/riechmann-yayo-herrero-digitalizacion-coronavirus-teletrabajo-brecha-digital-covid-trazado-contactos.htm
5.Castells, M (2020). https://www.publico.es/entrevistas/castells-hay-listos-establecer-ensenanza-evaluaciones-online-completo.html
6.Byung-Chul Han (2014). ¿Por qué no hoy no es posible la revolución? https://elpais.com/elpais/2014/09/22/opinion/1411396771_691913.html
7. Harari, Yuval Noah (2015). Homo Deus. Breve historia del mañana. Ed. Debate
8. Álvarez Cantalapiedra, (2020). La utopía en la era del Antropoceno. Revista Papeles, nº 148.
9. Moreno, I. (2020). La extrema derecha global ante la pandemia. https://ctxt.es/es/20200501/Firmas/32168/Iago-Moreno-redes-fake-news-trump-Abascal-extrema-derecha-covid-pandemia.htm
10.Pavone, V. (2013). ¿Hacia una naturaleza neoliberal? Viento Sur, nº 131.
11.Turiel, A (2020). La tormenta negra. http://crashoil.blogspot.com/2020/04/la-tormenta-negra.html
12.De Castro, C. (2019). Reencontrando a Gaia. Ed. Del Genal. Málaga.

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