«Venezuela posee las mayores reservas de petróleo del mundo. Ellos las tienen y nosotros las queremos» (Funcionario anónimo de la Administración Trump)
Introducción
La hostilidad hacia Venezuela y las iniciativas estadounidenses para derrocar a su gobierno forman parte de la larga e ignominiosa historia de intervenciones de EE.UU. en América Latina que se remonta a la segunda década del siglo XIX.
En 1823, el presidente Monroe declaró en la doctrina que lleva su nombre el derecho de EE.UU. a mantener alejados de la región a los europeos, junto con el derecho de EE.UU. a intervenir para favorecer sus intereses económicos, políticos y militares.
Vamos a resumir en este artículo las fases históricas de la intervención política y militar de Estados Unidos en la región con el fin de favoreces los intereses de las empresas y los bancos de ese país, así como los movimientos sociales y políticos latinoamericanos que se le han opuesto a lo largo del tiempo.
El primer periodo comprende desde finales del siglo XIX a la década de los treinta, e incluye intervenciones de los marines, la implementación de dictaduras clientelares y la resistencia popular liderada por figuras revolucionarias en El Salvador (Farabundo Martí), Nicaragua (Augusto Sandino), Cuba (José Martí) y México (Lázaro Cárdenas).
Luego resumiremos las intervenciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el derribo de gobiernos populares y la represión de los movimientos sociales en Guatemala (1954), el golpe de Estado de Chile (1973) y la invasión de República Dominicana (1965), Granada (1982) y Panamá (1989).
Terminaremos examinando las iniciativas estadounidenses para derrocar al gobierno venezolano (desde 1998 hasta la actualidad).
Política de Estados Unidos en América Latina: Democracia, dictaduras y movimientos sociales
El general estadounidense Smedley Butler resumía sus 33 años en el ejército afirmando que «[he sido] un músculo que trabajaba a favor de las grandes empresas, Wall Street y los banqueros […] Contribuí a mantener a salvo los intereses petroleros en México en 1914. Ayudé a que Cuba y Haití se convirtieran en lugares decentes para que el National City Bank pudiera recoger beneficios […] Colaboré en el saqueo de media docena de repúblicas centroamericanas en beneficio de Wall Street. Ayudé a purificar Nicaragua para el Banco de Brown Brothers entre 1902 y 1912. Favorecí los intereses de la industria azucarera estadounidense en República Dominicana en 2016. Contribuí a que Honduras aceptara las compañías fruteras en 1903 […] Cuando miro hacia atrás, ¡pienso que podría haber dado algunos buenos consejos a Al Capone!
En los primeros 40 años del siglo XX, Estados Unidos invadió Cuba convirtiéndola en una cuasi colonia y repudiando al héroe de su independencia José Martí; proporcionó asistencia militar y asesoría al dictador de El Salvador, asesinó a su dirigente revolucionario Farabundo Martí y a 30.000 campesinos sin tierra que pretendían la reforma agraria. Intervino en Nicaragua, combatiendo a su líder patriótico Augusto Sandino e instaló una dinastía dictatorial dirigida por los Somoza, que se mantuvo en el poder hasta 1979. También intervino en Cuba en 1933 para instalar una dictadura militar que reprimiera el alzamiento de los trabajadores del azúcar. Entre 1952 y 1958, Washington armó a Batista en su lucha contra el movimiento revolucionario 26 de Julio, liderado por Fidel Castro. A finales de los treinta, EE.UU. amenazó con invadir México cuando su presidente, Lázaro Cárdenas, nacionalizó las compañías petroleras estadounidenses y redistribuyó la tierra entre millones de campesinos sin acceso a ella.
Tras la derrota del fascismo (1941-1945), se produjo un crecimiento significativo de gobiernos socialdemócratas en América Latina, a los que EE.UU. se oponía. En 1954, derrocó al presidente electo de Guatemala, Jacobo Arbenz, que había expropiado las plantaciones bananeras de la United Fruit Company. Apoyó un golpe militar en Brasil en 1964, que mantuvo el poder veinte años. En 1963, derrocó al gobierno de Juan Bosch, elegido democráticamente, e invadió República Dominicana para evitar un levantamiento popular. En 1973 respaldó el golpe militar chileno que derrocó al presidente socialista Salvador Allende y sostuvo el régimen militar del dictador Augusto Pinochet durante casi veinte años. Posteriormente, EE.UU. ocupó Granada en 1983 y Panamá en 1989.
Estados Unidos sostuvo a los regímenes derechistas de la región que apoyaban a los oligarcas de la banca y las grandes compañías estadounidenses, los mismos que explotaban los recursos, a los trabajadores y a los campesinos.
Pero a comienzos de los noventa, poderosos movimientos sociales encabezados por trabajadores, campesinos, funcionarios de clase media, médicos y profesores desafiaron la alianza entre las élites gobernantes de EE.UU. y las distintas naciones. En Brasil, el Movimiento de los Sin Tierra, que agrupaba a 300.000 campesinos, consiguió la expropiación de grandes latifundios improductivos; en Bolivia, los mineros y campesinos indígenas, incluyendo a los cocaleros, derribaron a la oligarquía. En Argentina, las huelgas generales y los movimientos de masa de desempleados consiguieron echar a los gobernantes corruptos aliados del City Bank. El éxito de los movimientos nacionalistas y populistas llevó a la convocatoria de elecciones libres que ganaron presidentes progresistas de izquierdas en toda América Latina, especialmente en Venezuela.
Venezuela: elecciones democráticas, reformas sociales y triunfo del presidente Chávez
En 1989, los programas de austeridad impuestos por el presidente de Venezuela, con el respaldo de EE.UU. dieron paso a manifestaciones de protesta (el Caracazo) fuertemente reprimidas por la policía y el ejército, que causaron cientos de muertos y heridos. Hugo Chávez, un oficial del ejército, se rebeló y apoyó la revuelta popular. Fue detenido, encarcelado, posteriormente liberado y se presentó como candidato a la presidencia. En 1999 resultó elegido por un amplio margen sobre la base de un programa de reformas sociales, nacionalismo económico, fin de la corrupción e independencia política.
Washington inició entonces una campaña de hostilidades para que Chávez se uniera a la guerra global del presidente Bush en Afganistán y el resto del mundo. Pero Chávez se negó a someterse, afirmando: «No se combate el terror con el terror». A finales de 2001, el embajador de EE.UU. se reunió con la élite empresarial y un sector del ejército para destituir a Chávez mediante un golpe de Estado que se produciría en abril de 2002. El golpe apenas duró 24 horas. Más de un millón de personas, la mayor parte residentes de los barrios de chabolas, marcharon hacia el palacio presidencial con el apoyo de los militares leales. Derrotaron el golpe y restituyeron a Chávez. A partir de ahí, Chávez ganó una docena de elecciones democráticas y referendos a lo largo de la década siguiente. El presidente Chávez triunfó, en buena medida, gracias a su programa exhaustivo de reformas socioeconómicas a favor de los trabajadores, desempleados y clase media.
Construyó más de dos millones de casas y apartamentos, que se distribuyeron de forma gratuita entre las clases populares; cientos de clínicas y hospitales que ofrecían sanidad gratuita en los barrios más pobres; universidades, escuelas de formación y centros médicos para estudiantes de baja renta con acceso libre.
Miles de personas debatieron y votaron temas políticos y sociales en los centros comunitarios de los barrios, incluyendo críticas y destituciones de políticos locales, algunos incluso funcionarios chavistas.
Entre 1998 y 2012, el presidente Hugo Chávez ganó cuatro elecciones presidenciales directas, varias mayorías en el Congreso y dos referendos nacionales, obteniendo entre el 56% y más del 60% de los votos. Tras su muerte, el presidente Maduro ganó las elecciones en 2013 y en 2018, aunque por un margen menor. La democracia floreció y las elecciones fueron libres y abiertas a todos los partidos.
Como los candidatos respaldados por EE.UU. eran incapaces de ganar elecciones, Washington recurrió a los disturbios callejeros violentos e hizo un llamamiento a la rebelión en el ejército para revertir los resultados electorales. El presidente Obama optó por aplicar sanciones al país, que Trump profundizó. Estados Unidos ha incautado miles de millones de dólares en activos venezolanos y en las refinerías petroleras en Estados Unidos. Luego escogió un nuevo presidente (no elegido), Guaidó, cuya misión era subvertir al ejército para que tomara el poder.
Pero no lo consiguieron: apenas cien soldados, de a un ejército de 267.000 efectivos, y unos pocos miles de simpatizantes de derechas secundaron la llamada. La revuelta de la «oposición» fue un completo fracaso.
Este fracaso de Estados Unidos era previsible, pues la masa de votantes defiende sus logros socioeconómicos, su control del poder local, su dignidad y su derecho a ser respetada. Más del 80% de la población, incluyendo la mayoría de la oposición, se opone a una invasión de EE.UU.
Las sanciones económicas de Estados Unidos han contribuido a una hiperinflación y a la muerte de unos 40.000 venezolanos debido a la escasez de suministros médicos.
Conclusión
Estados Unidos y la CIA han continuado aplicando la estrategia que tan buenos resultados les dio el siglo pasado para intentar derribar al gobierno venezolano y hacerse con el control de sus recursos petroleros y minerales. Al igual que entones, han intentado imponer un dictador sumiso que reprimiría los movimientos populares y subvertiría los procesos electorales democráticos. Washington pretendía imponer un aparato electoral que asegurara la elección de líderes manejables, como hizo en el pasado y ha hecho en época reciente en Paraguay, Honduras y Brasil.
Por el momento, Washington no lo ha conseguido, en buena parte porque el pueblo ha defendido sus logros históricos. La mayor parte de los pobres y los trabajadores son conscientes de que una invasión y ocupación por parte de Estados Unidos produciría una masacre y la destrucción de su soberanía y su dignidad.
El pueblo es consciente de la agresión de Estados Unidos y de los errores del gobierno venezolano. Y quiere correcciones y rectificaciones. El gobierno del presidente Maduro está a favor del diálogo con la oposición no violenta. Los venezolanos están desarrollando lazos económicos con Rusia, China, Irán, Turquí, Bolivia, México y otros países independientes.
Latinoamérica ha sufrido décadas de explotación y dominación por parte de Estados Unidos, pero también cuenta con una historia de resistencia popular exitosa, incluyendo las revoluciones de México, Bolivia y Cuba, y los movimientos sociales y triunfos electorales posteriores en Brasil, Argentina, Ecuador y Venezuela.
El presidente Trump y su séquito asesino compuesto por [el secretario de Estado Mike] Pompeo, [el consejero de seguridad John] Bolton y [el emisario especial para Venezuela Elliott] Abrams han declarado la guerra al pueblo de Venezuela, pero por el momento han sido derrotados.
La lucha continúa.
James Petras
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