lunes, diciembre 06, 2021

Guadalupe y Martinica: las últimas colonias francesas se sublevan

Los intentos cada vez menos velados de París por relanzar la influencia imperialista francesa están sufriendo un revés imprevisto. En las colonias de Guadalupe y Martinica, dos pequeñas islas del Caribe de medio millón de habitantes cada una, los sindicatos han declarado la huelga general indefinida. Miles se movilizan en las calles y levantan barricadas en las rutas principales y en cada barrio. Las fuerzas independentistas viven un reverdecer. Se trata de un proceso que debe inscribirse plenamente en la ola de rebeliones que continúa sacudiendo al continente.
 Las protestas comenzaron en Guadalupe, tras las represalias gubernamentales contra trabajadores de salud y otras áreas esenciales. El hecho de que el gobierno central francés dictara la vacunación obligatoria para el personal de este sector fue aplicado en la Isla ejecutando descuentos salariales y 566 suspensiones. Fue la gota que rebalsó el vaso de una inmensa rebelión de marcado contenido plebeyo, contra las fuerzas del orden colonial que rigen las islas desde hace cientos de años. 
 En Guadalupe y Martinica, el problema sanitario es muy sensible. Han recibido partidas de vacunas comparativamente muy inferiores a las de la metrópoli: la inoculación es de menos de la mitad que en Francia. A esto se suma que casi la totalidad de la población fue expuesta durante décadas a químicos contaminantes de las compañías bananeras, y a la escasez de agua potable y redes cloacales. 
 Este hecho ha desencadenado una formidable huelga general que ha paralizado por completo la isla Guadalupe desde hace más de diez días. Está encabezada por la LKP (Colectivo contra la explotación excesiva), un frente de lucha que nuclea 50 sindicatos y organizaciones. En simultáneo, se producen bloqueos en los principales accesos, tanto a cargo de camioneros que impiden el paso como de trabajadores que levantan barricadas con lo que tienen a mano. En los barrios más apartados y en las zonas rurales, los pobladores locales tomaron el control territorial y cercan los accesos para defenderse de la represión. Algunos sectores han declarado simbólicamente su autonomía como “repúblicas independientes”. 
 En Martinica, el estallido fue posterior. Hace una semana que 17 sindicatos paralizan la Isla. Se suceden en todo el territorio imágenes de protestas en las calles, de bloqueos y de expresiones de descontento de todo tipo con la juventud como protagonista, aunque aún sin la magnitud de la vecina Guadalupe. 
 Lejos de quedarse en el problema de vacunación o del rechazo al pase sanitario, el pliego de reivindicaciones en ambas islas es de fuerte contenido político. Piden las renuncias de los gobiernos locales, la creación de puestos de empleo y capacitación laboral, seguro de desempleo, acceso a agua potable, el retiro de las tropas francesas y hasta la anulación de la construcción de una nueva estatua de Cristóbal Colón. 

 El problema de la independencia 

El gobierno francés del presidente Emmanuel Macron ensayó, primero, fuertes medidas represivas, además de propiciar un bloqueo mediático y estigmatizar las manifestaciones por sus “excesos”. Así, se instauró el toque de queda en ambas islas y se envió una importante partida de armas de guerra y municiones, a lo cual se añade el desembarco de cientos de policías de la metrópoli y de tropas de élite francesas (GIGN). Pero nada de esto ha logrado contener la situación. 
 Golpeado, el gobierno francés optó por enviar a Sébastien Lecornu, su ministro de “territorios de ultramar” (es decir, el ministro de colonias) a las islas caribeñas. La escueta agenda, domingo 28 en Guadalupe y lunes 29 en Martinica, tiene como eje tantear a sectores locales con la perspectiva de la “autonomía”, un estatus que el imperio francés reserva para que algunas colonias perciban pequeños beneficios políticos (como las directrices de la gestión sanitaria), reservándose para sí el resto de las prerrogativas. 
 La visita imperial a Guadalupe excluyó deliberadamente a los representantes de los sectores en lucha, que terminaron impugnando la presencia del ministro. 
 Un dato significativo es que el ministro insistió explícitamente en que el debate se ceñía en torno al problema de la autonomía. La independencia de Guadalupe y Martinica, según declaró a toda la prensa reaccionaria francesa, no está en discusión. 
 La independencia de Guadalupe y Martinica divide aguas en el movimiento de lucha. En Guadalupe, la mayor parte del LKP, el sector sindical que encabeza las protestas, es contrario a la independencia, y no vería con malos ojos apoyar la autonomía. Dirigentes de la central sindical mayoritaria se pronunciaron por la importancia de educar en la autonomía y realzar, así, la cultura e identidad de los habitantes de la Isla. En Martinica, las fuerzas que se reclaman independentistas tienen un peso superior, pero su progreso político fue acompañado, en términos generales, por una institucionalización y subordinación al régimen. 
 Pero, al calor de las luchas, comienza a despuntar un reverdecer del movimiento independentista. Resulta especialmente ilustrativo la adopción masiva, durante las movilizaciones y piquetes en Guadalupe, de la bandera independentista popularizada en los 70 y de otros símbolos similares. A la par, se ha conformado un bloque de los grupos independentistas. Se trata de sectores heterogéneos, con elementos que provienen del nacionalismo, del stalinismo, del tercermundismo y de los colectivos negros.
 Tanto en Guadalupe como en Martinica, el Partido Comunista es refractario a la independencia. Al igual que en Francia, adopta una política de sostenimiento del régimen imperialista de la Quinta República.
 La única fuerza que se reclama del trotskismo en Guadalupe es un grupo ligado al partido galo Lutte Ouvrieré. Aunque apoya los reclamos y denuncia el avasallamiento colonial, no se pronuncia por la independencia. Lo cual, por añadidura, lo torna indistinguible de las fuerzas sindicalistas y stalinistas que encabezan las protestas. 
 La independencia para Guadalupe y Martinica, y el fin de cualquier resabio de tutela colonial en el continente, es un problema de principios para los revolucionarios. Para impulsar la lucha por los reclamos que levantan las masas en la calle, los socialistas revolucionarios deben bregar también por dotar al movimiento de un norte estratégico. Junto al retiro de las tropas francesas y la salida de la administración dependiente de París, debe colocarse la consigna de independencia sin restricciones para Guadalupe, Martinica y las islas de las Antillas, y para todas las posesiones coloniales francesas, en el marco de gobiernos de trabajadores y campesinos. 
 La lucha en las colonias francesas en nuestro continente, solo comparable a las grandes rebeliones de estos últimos dos años, también deben tener una expresión política en una nueva Conferencia Latinoamericana y de los Estados Unidos, continuando el camino trazado en 2020 hacia la constitución de una nueva dirección de trabajadores y campesinos. 

 Luciano Arienti

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