La provisión de gas a Europa involucra a otros protagonistas. Estados Unidos, de nuevo, ha bloqueado la financiación de un gasoducto que había apoyado, dos años atrás, para llevar el fluido por debajo del Mediterráneo, desde el área marítima que bordean Israel, Chipre y Grecia. Una inversión de casi u$s 8.000 millones a través de un ducto de 1900 kilómetros. El proyecto EastMed provocó un fuerte conflicto con Turquía, que quedaba afuera del negocio y de su explotación geopolítica.
“Washington optó por anunciar su cambio de política en el tono más bajo posible. Nunca dijo explícitamente que se opone al oleoducto. Pero el mensaje emitido en Atenas el 10 de enero de que ´estamos comprometidos a profundizar nuestras relaciones regionales y promover tecnologías de energía limpia´, claramente no incluye el gas natural. Puede que el gas no sea tan sucio como el carbón o incluso el petróleo, pero los ecologistas lo detestan igual” (David Rosenberg,, 24/1).
Lo que ha impulsado este boicot nada tiene que ver con el cuidado del medio ambiente. De nuevo: “EE. UU. está en camino de convertirse en el mayor exportador mundial de gas natural licuado este año, y las empresas estadounidenses están invirtiendo miles de millones para ampliar la capacidad en el país y en el extranjero. Aparentemente, en América la gasolina sigue siendo buena; en el Mediterráneo oriental es un peligro para el planeta” —manifiesta el analista israelí con un toque de ironía (ídem). “Sin EastMed, prosigue el observador, el único mercado de exportación real que tiene Israel (y algún día quizás Chipre) es canalizar gas a Egipto, que lo envía a Europa por barco como GNL. Israel ya lo está haciendo, pero en lo que respecta a los sueños energéticos, es bastante modesto: gracias a la creciente demanda, las dos plantas de GNL de Egipto ya están operando a plena capacidad con gas local e israelí. Además, el GNL es un mercado duro y competitivo” (ídem).
El abandono del EastMed es, sin embargo, una victoria para Turquía, excluida del emprendimiento. Turquía se encuentra embarcada en sus propios proyectos para abastecer de petróleo y gas desde los yacimientos en el mar Caspio, que deberían atravesar su territorio. Tiene su propio SouthStream, en acuerdo con Rusia, y pretende incluso construir ramales vinculados desde Kazajistán. Todo esto introduce a Turquía en el conflicto provocado por la OTAN en el este de Europa, con quien comparte el vital mar Negro. Una revitalización del EastMed, con la incorporación de Turquía, debería superar la rivalidad de ésta con Grecia y los apetitos monopólicos del licuado norteamericano. Israel, sin embargo, ha invitado a los oligarcas de Rusia y Ucrania a negociar un acuerdo en su territorio, y extendido el convite a Putin y a Zelensky.
Bajo el manto de la extensión de la OTAN a todas las fronteras de Rusia, se desarrolla al mismo tiempo una lucha por un nuevo reparto del mercado mundial, que no podría limitarse, potencialmente, al mercado del gas. En el ruedo entran además de Estados Unidos, Rusia y la UE, potencias menores como Turquía e Israel o Irán y Arabia Saudita y Qatar, y súper mayores como China, el mayor importador de combustible del mundo.
Norberto Malaj
26/01/2022
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