Los salarios de estos palestinos autorizados son, en promedio, tres veces superiores a lo que cobrarían en los territorios. Es, sin embargo, un 50% menor que el que recibe el trabajador israelí, ni tampoco son iguales ante la legislación laboral sionista. El empleador israelí disfruta de la libertad de contratación, las condiciones laborales y el despido.
Dentro de Israel trabajan otros 110 mil palestinos, mayormente en la construcción y en menor medida en la agricultura. Desde Gaza ingresan a Israel aproximadamente 10 mil trabajadores. Esta última cifra “es el mayor número que se ha otorgado en muchos años, probablemente desde el comienzo de la segunda intifada”, hace ya más de 20 años (Amos Harel, Haaretz, 21/10/21). Hamas viene impulsando una política consistente de apaciguamiento con Israel para evitar el cese de este flujo. De esto dependen numerosas familias en Gaza.
“El trabajo es duro: mi jornada laboral -dice un trabajador, en un informe especial de Haaretz- comienza a las 2 de la mañana y termina cuando regreso a casa a las 5 o 6 de la tarde” (27/1). El tránsito de un territorio a otro, plagado de controles, no es sencillo. De un lado y del otro de los puestos de control opera una mafia que lucra con la gestión de permisos de traslado.
Se trata de un fenómeno tan escandaloso que Haaretz editorializó el 27/1: “Detener el comercio ilegal de permisos de trabajo palestinos”. “El Instituto de Estudios de Seguridad Nacional estima que las tarifas de los permisos de trabajo recaudados por tales reparadores oscilan entre 2000 y 3000 shekels (630-945 dólares) al mes, o 30 000 shekels al año. Para alguien que gana menos de 6.000 shekels al mes en promedio, esto significa que un tercio de su salario se destina a los ´patrones´, a pesar de que los permisos son emitidos por el Estado de Israel y los trabajadores palestinos son elegibles para recibirlos sin costo adicional. Existe toda una industria basada en el comercio ilegal de permisos emitidos por el gobierno que se supone que no cuestan dinero. Es una industria que genera aproximadamente 1.200 millones de shekels al año en negocios, todo capital no declarado, la mayoría del cual permanece en Israel y solo una fracción fluye hacia la Autoridad Palestina. Fomenta una economía de mercado negro y, evidentemente, también una industria criminal” (ídem).
“El comercio de permisos -concluye Haaretz-es ilegal, (pero) está muy organizado”. El ejército se encarga de que este negociado ilegal no se interrumpa: “una consulta con un comandante revela que efectivamente recopilan la información de entrada y salida de cada trabajador. Todos tienen una tarjeta magnética que escanean al entrar y salir del territorio israelí. Pero esta información, dice el comandante, se considera ´relacionada con la seguridad´ y, por lo tanto, no se cruza con la Autoridad de Población e Inmigración, que es responsable de investigar a los contratistas y supervisar su trabajo” (ídem). ¿Cómo puede ser, reclama un trabajador, que entré 20 días, pero mi talón dice que trabajé siete?´” (ídem).
“El permiso, que se supone que es gratuito, continúa Haaretz, deduce una parte significativa de los salarios, que para empezar no son tan altos. "¿Qué me queda?´ dice uno de los trabajadores, haciendo los cálculos: ´Recibo alrededor de 400 shekels por día, generalmente menos que eso, lo que equivale a 8,000 shekels por mes. Menos 2.500 por el permiso, 1.500 por viajar hacia y desde Israel, otros cientos por comida en el trabajo. Lo que queda son quizás 3.500 shekels para una semana laboral de cinco días. A menudo me pregunto si no valdría la pena quedarme en Palestina y ganar 150 shekels al día. Al final, obtengo prácticamente lo mismo´” (ídem).
Norberto Malaj
29/01/2022
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