Las potencias occidentales están interviniendo activamente en la actual guerra en Ucrania, por medio del apoyo militar al gobierno de Volodomir Zelenski. Desde el comienzo del conflicto, Estados Unidos aportó 350 millones de dólares, Canadá un monto similar, y la Unión Europea 450 millones. Existen al mismo tiempo acuerdos bilaterales de tipo militar entre Ucrania y varios Estados, entre ellos España, Suecia, Bélgica y Finlandia.
En el caso de Washington, ya había desembolsado cientos de millones en las semanas previas, y el presidente Joe Biden acaba de solicitar al Congreso la aprobación de un paquete de asistencia militar y “humanitaria” por 10 mil millones adicionales.
El material suministrado consiste principalmente en armamento antitanques, rifles, pistolas automáticas, lanzagranadas y municiones. Su entrega se va complicando con el correr de los días, debido a los avances de las tropas rusas. Hoy solo puede entregarse en forma terrestre, desde la vecina Polonia, integrante de la Otan.
Washington está negociando un acuerdo con Varsovia para que esta envíe aviones de origen soviético a Kiev (que son los que saben pilotear los militares ucranianos), a cambio de la entrega de cazabombarderos F16. En la tierra natal de Chopin, Estados Unidos ha desplegado miles de soldados y hay misiles apuntando a Rusia desde el gobierno de Trump. Un artículo del Washington Post afirma que la Casa Blanca evalúa inclusive un plan de contingencia para apoyar un eventual gobierno de Zelenski en el exilio, en Polonia, “que pueda comandar operaciones de guerrilla” en Ucrania (La Nación, 7/3).
Francia, un socio fundador de la alianza atlántica, prepara el envío de 500 soldados a Rumania y 200 a Estonia, además de aviones Mirage 2000 y vehículos blindados.
El despliegue militar del imperialismo atiza el conflicto y crea condiciones para su expansión a nuevos países. En forma simultánea, Alemania ha iniciado una política de rearme de sus fuerzas, mientras la carrera armamentística da un salto a nivel global.
Una larga historia de apoyo militar
Desde 2014, es decir ocho años antes de la invasión rusa, Estados Unidos venía proporcionando asistencia militar a Kiev. Entre esa fecha y junio de 2019 desembolsó 1.500 millones de dólares en tal concepto (Euronews, 22/11/19). El financiamiento buscaba modernizar el equipamiento e incluía también el entrenamiento de tropas.
La fecha no es casual: coincide con el encumbramiento de un gobierno prooccidental, tras la caída del mandatario afín a Moscú, Viktor Yanukovich. Este apoyo militar ayudó a Kiev en la guerra contra las regiones del este (Donetsk y Lugansk), que se levantaron ese mismo año en reclamo de una mayor autonomía, y que tiempo después proclamarían su independencia. El conflicto dejó hasta hoy alrededor de 7 mil muertos.
Por más condenable que resulte la invasión a Ucrania por parte del Kremlin, el origen de la guerra actual es la colonización económica del este europeo por parte del imperialismo y la expansión de la Otan en esa región, que ha ido cercando a Rusia desde mucho antes que Moscú desplegara sus tropas en la frontera. De hecho, Ucrania es desde hace varios años candidata a incorporarse a la alianza militar.
A pesar del apoyo recibido hasta ahora, Zelenski reclama a la Otan un auxilio mayor. La exhorta a imponer una zona de exclusión aérea en Ucrania, pero el líder ruso Vladimir Putin ha advertido que considerará país “cobeligerante” a cualquiera que se sume a ese plan.
No a la guerra. Fuera la Otan y el FMI. Fuera Putin de Ucrania. Cese de los bombardeos e incursión militar de Moscú. Por la unidad de los pueblos de Rusia y Ucrania. Por la unidad internacional de los trabajadores.
Gustavo Montenegro
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