La guerra en Ucrania ya provocó la salida de un millón de personas del país y la cifra podría extenderse a un total de cinco millones, si el conflicto persiste. La mayor parte de esta diáspora se concentra en Polonia, pero también hay una masa de refugiados ucranianos diseminados por Hungría, Rumania, Eslovaquia, Moldavia y también Rusia, a la que muchos han llegado desde los territorios del este.
La conflagración echa leña al fuego de la crisis migratoria global. De acuerdo a un informe de Acnur, a fines de 2019 el número de refugiados y desplazados en el mundo ascendía a 80 millones de personas, un número superior al de la segunda guerra mundial. Las guerras promovidas por el imperialismo en las últimas décadas (Balcanes, Siria, Libia, Afganistán) son el acicate principal de estas oleadas, que han avanzado sostenidamente.
En el caso de Europa, el 2015 fue uno de los años más lamentables; el mundo asistió entonces azorado al espectáculo espeluznante del Mar Mediterráneo convertido en un cementerio a cielo abierto de migrantes, mientras los Estados europeos se echaban entre sí el fardo de la crisis.
Para contener el flujo de refugiados, la Unión Europea anudó un acuerdo con la Turquía de Recep Tayiip Erdogan, quien hizo de la Anatolia un candado para los migrantes de Medio Oriente, a cambio de ayuda económica y la promesa de ingresar al club de los 27. Análogamente, los gobiernos de Trump y Biden transformaron a México en el Estado tapón que frena las caravanas centroamericanas.
Xenofobia y racismo
Los gobiernos occidentales aseguran que darán refugio a la migración ucraniana. Ante ello, es necesario poner de relieve su hipocresía y su responsabilidad en los actuales acontecimientos.
En primer lugar, la diáspora ucraniana se ha acelerado pero no es nueva. El sometimiento económico del país en las últimas décadas por parte de las grandes potencias capitalistas, incluyendo las de la UE, propició una estampida de desplazados económicos, principalmente a Polonia, donde los ucranianos desempeñan tareas en sectores como la construcción, limpieza y reposición en supermercados. “Están haciendo en Polonia los trabajos que los polacos hacen en Europa Occidental”, observa Aleks Szczerbiak, un politólogo de la Universidad de Sussex (El País, 20/11/21), en referencia a las funciones que los migrantes polacos desempeñan en otras latitudes. Una cadena de superexplotación laboral.
En segundo término, los gobiernos occidentales dicen que van a acoger a migrantes ucranianos, mientras les cierran las puertas a los de otras nacionalidades. A fines del año pasado, sin ir más lejos, miles de migrantes de Medio Oriente quedaron varados en la frontera entre Polonia (miembro de la UE) y Bielorrusia, en medio del frío invernal, cuando Varsovia -con el apoyo del bloque comunitario- se negó a darles el paso.
Esa discriminación se aplica ahora mismo dentro de la propia emigración ucraniana, dado que los africanos e indios que viven en la nación del este europeo encuentran dificultades para cruzar la frontera hacia Polonia.
La expresión más burda de toda esta política han sido las declaraciones del fascista español Santiago Abascal, líder de Vox, quien sostuvo en el parlamento que los ucranianos “sí deben ser acogidos en Europa, cualquiera puede entender la diferencia entre esos flujos de refugiados y las invasiones jóvenes de varones en edad militar de origen musulmán que se han lanzado a las fronteras de Europa en un intento de desestabilizarla y colonizarla” (20 Minutos, 2/3). El comentario se vuelve aún más repugnante si se tiene en cuenta que cuando pide que sean aceptados en “Europa”, Abascal ni siquiera está diciendo “España”, sino que se refiere a los países próximos a Ucrania; o sea que aún a los ucranianos quiere mantenerlos a una prudente distancia.
Alguien podría alegar que Vox no gobierna España, pero lo cierto es que el Estado español tiene sus propios acuerdos con la monarquía de Marruecos para contener la migración africana (a cambio de convalidar el sojuzgamiento del Sahara Occidental), y ha erigido vallas en Ceuta y Melilla.
Finalmente, está la propia responsabilidad de la Unión Europea en la guerra actual. Las potencias occidentales integran la Otan, que se expandió por Europa del Este tras la disolución de la URSS, cercando a Rusia con tropas y misiles. Ucrania era candidata a sumarse a la alianza atlántica. Es esto lo que desestabilizó toda la región, por más condenable que resulte la invasión de Ucrania por parte del Kremlin.
Para los migrantes ucranianos y para todos los refugiados, reclamamos el derecho incondicional al asilo. Abajo la xenofobia y el racismo. Por la unión de trabajadores y migrantes contra el capital. Abajo la guerra imperialista.
Gustavo Montenegro
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