Una vez más, los medios de comunicación –incluyendo las redes sociales- actuaron de forma alevosa para generar un conflicto que sólo puede beneficiar a los vendedores de armas, las petroleras trasnacionales, que son los que han atizado el conflicto. La verdad es la primera víctima de la guerra, decía el griego Esquilo hace más de 2.500 años. Hoy sabemos que la mentira es un arma de guerra.
Los medios hegemónicos instalan la guerra en el imaginario colectivo, cuando lo más sensato sería lamentar el conflicto por lo que éste implica en términos de sufrimiento humano y destrucción material e insistir no en la competencia por demostrar quién es el más fuerte, sino en la necesidad de una solución mediante el diálogo. Es lo que llaman la guerra híbrida, la mentira como arma y la verdad como víctima.
La cobertura de los principales medios de comunicación sobre la crisis de Ucrania es defectuosa, además de claramente racista y llena de prejuicios, repetidores de los mantras rusofóbicos fabricados en Washington para instrumentalizar la guerra de guerrillas geopolítica e ideológica de las “fuerzas del bien”, la civilización occidental, contra la “fuerza del mal”: los rusos “comunistas”, los caucásicos y los euroasiáticos.
Mientras, siguen omitiendo el perfil ultradechista del actual presidente Volodymyr Zelensky, y de los grupos de extrema derecha y neonazis que participan y apoyan al gobierno.
Un enfoque disonante del pensamiento único en un vehículo mediático hegemónico como el portal brasileño UOL, el viernes 22 de febrero fue la publicación de una entrevista en la que el analista político estadounidense Andrew Korybko afirma que “Brasil y Ucrania fueron víctimas de guerras híbridas dirigidas por Estados Unidos con el objetivo de fortalecer la hegemonía unipolar norteamericana”.
En este drama, Occidente (o sea EE.UU. y los países de la OTAN) dio la espalda a cualquier papel constructivo y se empeñó en utilizar la transitoria debilidad rusa para crear un mundo unipolar regido por Washington, para lo cual transgredió sistemáticamente el compromiso de no expandir hacia el este el manto militar de la OTAN.
En una prolongación de la guerra fría, que todos creíamos había terminado hace tres décadas, Occidente se empeñó en instalar en Kiev un gobierno rusófobo, con lo cual dio pie a la rebelión de las regiones de mayoría rusa y gestó una suerte de guerra civil que sirvió de caldo de cultivo para el fortalecimiento de grupos ultranacionalistas e incluso neonazis que han permeado a las instituciones ucranias, incluido el gobierno.
El golpe de 2014 en Kiev –que derrocó al gobierno de Viktor Yanukovytch-, probadamente dirigido, con apoyo de Washington, instauró un Estado vasallo repleto de armas y de pandillas desaforadas, con frecuencia integradas por admiradores de Hitler.
Y si esta incursión rusa se cataloga como violación flagrante del derecho internacional ¿cómo se debe catalogar a las operaciones de la OTAN en la ex Yugoslavia, el bombardeo inmisericorde de Serbia y la descarada proclamación de la independencia de Kosovo, entonces república autónoma del país balcánico? Ni hablemos de las violaciones estadounidenses al derecho internacional, a la soberanía e independencia de los pueblos. Los latinoamericanos y caribeños hemos sufrido decenas de violaciones.
Hua Chunying, vocera de la cancillería china señaló que «la pregunta clave ahora es: ¿Qué papel ha desempeñado EEUU en la crisis de Ucrania?». «Es irresponsable que alguien acuse a los demás de ser ineficaces en la lucha contra un incendio mientras echa leña al fuego»
En su mensaje televisado, el mandatario ruso Vladimir Putin afirmó que su objetivo es desmilitarizar y desnazificar Ucrania para defender a las personas que en los pasados ocho años han sufrido vejaciones, un genocidio perpetrado por el régimen de Kiev, en alusión al hostigamiento contra ciudadanos rusófonos, y en particular a las hostilidades entre el gobierno ucranio y los territorios ahora reconocidos por el Kremlin como repúblicas independientes, Donietsk y Lugansk, en el este de Ucrania
Las reacciones de Occidente no se hicieron esperar: el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, aseguró que su nación planta cara a los matones, calificó de tirano a Vladimir Putin y afirmó que será un paria en el panorama internacional, mientras extendía un nuevo menú de sanciones contra dirigentes rusos y sus familiares, además de un control sobre las exportaciones. Pero dejó en claro su postura, al reiterar que no iba a enviar soldados estadounidenses a Ucrania.
El chileno Luis Casado señala que los rusos son chicos tan malos que ni siquiera exigen que Occidente cese de organizar guerras en África, como cuando Francia y Gran Bretaña, con el concurso de EEUU, bombardearon Libia en el 2011. O como cuando juntos bombardearon Siria durante cinco años, con el concurso de 20 países asociados a la OTAN. O como Francia, que mantuvo una guerra durante 14 años en Malí, desde donde acaba de ser expulsada.
“Ni organizar golpes de Estado como en Burkina Fasso, en donde Francia hizo asesinar a Thomas Sankara. Para ahorrar espacio no vuelvo sobre la guerra en Afganistán, ni en Iraq, ni en Irán, ni en Yemen, ni en Somalía… Y tampoco, desde luego, sobre los innumerables golpes de Estado en América Latina”, añade.
Chomsky y el despliegue de EE.UU. en el este europeo
El 4 de febrero, el intelectual estadunidense Noam Chomsky, hizo un recuento de la expansión de la OTAN en Europa del Este, lo que él considera una clave para entender el actual conflicto entre Rusia y Ucrania.
Chomsky indicó al portal Truth Out que han sido los gobiernos estadounidenses, no la OTAN como tal, quienes han admitido a países de Europa del Este como sus nuevos miembros. Así, el ingreso de estas naciones ocurrió aceleradamente a partir de que Alemania Democrática se integró a Alemania Federal.
Posteriormente se unieron a la OTAN las naciones que conformaron el bloque socialista europeo: República Checa, Hungría y Polonia (1999), Rumania, Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Eslovenia y Eslovaquia (2004), Albania y Croacia (2009), Montenegro (2017) y Macedonia del Norte (2020). Recuerda que Francia y Alemania, países claves dentro de la Alianza, vetaron el ingreso de Ucrania a la OTAN precisamente para evitar un conflicto como el que finalmente estalló ahora.
El canciller ruso, Serguei Lavrov dijo muy claramente en la ONU que para Rusia eran inadmisibles ‘una mayor expansión de la OTAN en el este y el despliegue de armas de ataque que amenazan el territorio de Rusia’. Todo eso fue reiterado por el presidente Vladimir Putin. Para Chomsky, “existe una forma simple de lidiar con dicho despliegue de armas: no desplegarlas. No existe justificación para hacerlo. Estados Unidos dice que son armas defensivas, pero Rusia no lo ve así y con justa razón”.
Mientras Ucrania trataba de distender la situación, Estados Unidos insistía en echar leña al fuego al no dar respuesta a las peticiones de Rusia y recalcar que una invasión era inevitable.
Algunos analistas europeos señalan que la creciente impopularidad del presidente estadounidense Joseph Biden y del premier británico Boris Johnson, está actuando como un impulsor y catalizador importante de este conflicto, ya que ambos pretenden subir su aceptación entre los votantes escalando la tensión con Moscú. Junto a la pandilla de la UE, recurren en Ucrania a la vieja treta de escapar a serios problemas internos mediante la exacerbación al máximo de un conflicto de política exterior.
Salvar a Ucrania de una supuesta amenaza rusa y una inminente invasión que se anunció por tres meses para el día siguiente, es el mantra con ambos gobernantes tratan de desviar la atención de su crisis política interna. Putin nunca ha aceptado que Ucrania pueda ser un Estado totalmente independiente al sostener que rusos y ucranianos forman un solo pueblo y que Kiev no tiene derecho a ignorar mil años de historia de Rusia.
En julio de 2021, difundió un artículo de siete mil palabras -“Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos”-, que envió a todos los miembros de las Fuerzas Armadas rusas en un claro aviso de que algún día tendrían que asumir la misión de defender esa interpretación de la historia. Putin reiteró sus ideas el lunes 21 en su discurso televisado.
La mentira, arma de destrucción masiva: La guerra cognitiva
La mentira es un arma de guerra en esta guerra cultural, de cuarta o quinta generación. La tarea es instaurar la mentira, el bulo, el fake; el chisme sin corroboración en el imaginario colectivo, para manejar a las masas, atraer a votantes con engaños. La mentira es un mecanismo de destrucción masiva que sirve para exonerar de responsabilidades a inescrupulosos empresarios y/o políticos, criminales o negligentes.
La guerra de Ucrania comenzó anticipadamente en la prensa y las redes sociales. El constante discurso de desautorización de la credibilidad de Rusia, va acompañado de la imposición de que la versión oficial de Occidente es obligatoriamente veraz. Este es un formato de desinformación. Precisamente, uno de los formatos de desinformación es aceptar como válida la información oficial de una de las partes.
La guerra no empezó con la invasión rusa ni con las tan difundidas imágenes de los tanques camino a Kiev. Eso es lo que se ve por televisión, donde la OTAN parece un actor de reparto dentro de las operaciones, esas que hasta la agencia estadounidense de noticias AP llamó “desinformación sobre el conflicto ruso-ucraniano”. Pero no sólo se usan nuevas formas de manipulaci´pon del imaginario, ya que las anteriores subsisten.
Por ejemplo, la estadounidense Fundación Nacional para la Democracia, creada en 1983 por el gobierno de Ronald Reagan para financiar proyectos que promuevan la democracia liberal durante la Guerra Fría, sigue en su labor de construir subjetividades políticas para desestabilizar país, como ya lo hiciera dos décadas atrás con las llamadas guerra de colores sobre todo en varios países de Europa.
Ahora, la Guerra Cognitiva, que ya comenzó a probar (al menos) la Organización del Tratado del Atlántico Norte con la crisis en Ucrania, resulta un gran desafío; altera la comprensión y la reacción, de forma gradual y sutil, ante ciertos acontecimientos. Todo esto tiene efectos nocivos a largo plazo, ya que posee un alcance universal que afecta a los individuos, a los Estados y las organizaciones multinacionales.
Se nutre, en la mayoría de los casos, de las técnicas de desinformación y propaganda que buscan agotar psicológicamente a los receptores de la información. Por supuesto, estas tecnologías y el interés en ellas no son nuevas desde el punto de vista militar. Lo interesante es que en este caso, la OTAN reconoce que tal vector estratégico formará parte de las guerras del mañana, junto con la creación de neuroarmas.
El conocimiento puede fácilmente ser convertido en un arma. Los instrumentos de la guerra informática van de la mano de las neuroarmas desarrolladas por la nueva tecnología; por lo que este campo se convierte en un frente de batalla del futuro. Esto se refuerza con los rápidos avances en las NBIC (Nanotecnología, Biotecnología, Informática y Ciencias Cognitivas).
El hijo de papá
Como miembro del Consejo de Administración de Burisma, la mayor empresa privada de petróleo y gas de Ucrania, Hunter Biden, segundo hijo del presidente Joe Biden, cobraba 50.000 dólares al mes entre 2014 y 2019, cuando su padre era el número dos de Barack Obama. Burisma Holding tiene permiso para explotar los yacimientos petrogasíferos que se encuentran en la península de Crimea. También puede realizar trabajos en las regiones de Dnepropetrovsk, Donetsk y Járkov.
Obviamente, si se interrumpe el acuerdo con Rusia para el gasoducto Stream2, los beneficiados serán las empresas de petróleo y gas de Estados Unidos y Europa, como las atrasnacionales Shell y Chevron. En la última década, empresas estadounidenses entraron activamente en la economía ucraniana y en el sector del petróleo y el gas. Según el Departamento de Energía de EE.UU., Ucrania tiene los terceros mayores yacimientos de gas de esquisto de Europa (1.200 millones de metros cúbicos).
Desde el año pasado Hunter Biden está siendo investigado por el principal fiscal federal en Delaware por el tema de sus impuestos. Según la prensa, el FBI lanzó una investigación criminal en 2019 que permanece abierta; se centra en acusaciones de lavado de dinero.
En un mundo donde la comunicación se ha convertido en materia prima estratégica –más rentable aún que el petróleo– y donde se negocia la economía de lo inmaterial, el control de Internet (y de las redes sociales) otorga a quien ejerce el poder una ventaja estratégica, geopolítica, decisiva. Parecida al poder sobre las vías de navegación planetarias que en el siglo 19 permitió a Inglaterra dominar el mundo
Aram Aharonian
28/02/2022
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