Estas acciones son una respuesta al reclamo de Volodomir Zelensky de declarar al espacio aéreo de Ucrania, una ‘no fly zone’, que obligaría a la Otan a enfrentar a la fuerza aérea de Rusia en el terreno y producir una conflagración militar entre Estados Unidos y el conjunto de la Unión Europea, de un lado, y Rusia, del otro. La declaración de la guerra entre ambos es sustituida por el reforzamiento de la aviación ucraniana.
De otro lado, un enviado especial de Clarín señala también que Estados Unidos ha venido utilizando una base militar al interior de Ucrania, en la ciudad de Yavoriv, donde los boinas verdes y otras fuerzas de operaciones especiales entrenan para la guerra a reclutas ucranianos. Lo hace desde 2014, cuando Rusia ocupó Crimea, y ha formado a 22 mil soldados, además de proveer un financiamiento militar a Ucrania de 3 mil millones de dólares.
Estos desarrollos indican con claridad que la Otan se ha decidido a llevar la guerra hasta sus últimas consecuencias. Este propósito se hallaba inscripto en los reiterados ataques de las milicias ucranianas a las ciudades separatistas de la región del Donbass, que se iniciaron en 2014. El objetivo de Putin de arrancar una negociación por medio de la presión militar ha fracasado. Primero con las maniobras militares en la frontera con Ucrania, luego con la participación en ellas de Bielorrusia, en la frontera norte de Ucrania, más tarde con la ocupación militar de las regiones del este y, por último, con la invasión masiva del país. Bajo el código de “operación especial”, las fuerzas armadas de Rusia han avanzado para cortar a Ucrania en dos, desde el norte hasta los mares Negro y Azov, sin abandonar el objetivo de obtener una negociación. La Otan, largamente preparada para este desarrollo, no se ha movido un ápice del planteo de incorporar Ucrania a la Otan y de convertirla, por lo tanto, en una base militar, a cinco minutos de un ataque con misiles a Moscú. A esta altura de la guerra, no hay sombre de duda de que el propósito es el derrocamiento de Putin y el “cambio de régimen” en el Kremlin. Uno tras otro, los intelectuales más apreciados en la prensa de la Otan, aseguran ahora que el destino de Putin está sellado, que la invasión ha sido una operación suicida y que la Otan acabará plantando bandera en Moscú, para acabar con el autoritarismo y establecer la democracia.
La “Operación Especial” no ha obtenido su propósito político. Ahora que Rusia se ha asegurado el control de los mares y puertos del sur (en especial, si ocupa Odessa), todo indica que avanzará hacia la ocupación completa de Ucrania. Pasará de la “Operación Especial” a la Operación Anexión, con la que Putin ha venido jugando con sus elucubraciones acerca de la inexistencia de una nacionalidad ucraniana. Es cierto que esa nacionalidad ha progresado dolorosamente en el curso de la historia, pero el paso de varios ejércitos por su territorio, en los últimos cien años, la ha reforzado. Stalin y Hitler, en el pasado, y Putin ahora, han contribuido con sus acciones a que se reforzara un liderazgo de derecha. Detrás de las banderas nacionales, la derecha representa los intereses internacionales de la Otan. La invasión de Putin ha premiado una década de provocaciones de la derecha contra las regiones orientales de Ucrania.
Putin debe enfrentar también las sanciones económicas dictadas por la Otan, que ha demostrado ser la verdadera ONU del mundo. Las sanciones son, en efecto, acciones de guerra, pues tienen el objetivo de socavar las bases del régimen adversario. De nuevo, el objetivo de guerra de la Otan es un golpe de estado contra Putin y su clan o, en su defecto, una crisis interior que facilite una operación militar contra Rusia. Una derrota político-militar de la burocracia capitalista rusa no pondría fin a la guerra – solamente cambiaría su fisonomía o carácter, porque desataría una guerra entre los ‘vencedores’ por los despojos del país, y la perspectiva de una guerra contra China. Hoy mismo, el monopolio petrolero francés, Total, se ha negado a abandonar los negocios en el Ártico ruso, como anunciaron British Petroleum y Shell, alegando que no recibió la orden de hacerlo de parte del presidente Macron. El régimen de Xi Jingpin se encuentra ante el desafío de intervenir para contener un desplome de Rusia.
La guerra económica ha extendido la guerra a todos los confines del mundo. Yemen ha anunciado una crisis humanitaria de alimentos en los próximos días, como consecuencia del faltante de trigo y maíz de Ucrania y de Rusia. Es una hambruna que amenaza a Asia del centro y el Medio Oriente, y una crisis de alimentación en América Latina, como consecuencia de la suba sideral de los precios. Las sanciones no alcanzan, sin embargo, al petróleo y al gas de Rusia, aunque sí a importantísimas materias primas estratégicas. El gas ya ha subido un 800%. El sueño de la UE de canjear gas ruso por inversiones industriales en Rusia, ha quedado para mejores tiempos. Italia pierde un intercambio de 10 mil millones de dólares. El entrelazamiento económico internacional genera que las sanciones contra Rusia produzcan daños planetarios.
Las movilizaciones contra la guerra han hecho blanco contra Putin y Rusia, no contra la Otan, es decir que no atacan a sus propios gobiernos, verdaderos responsables de la guerra, y los más interesados en su continuación, hasta que produzcan todos los efectos coloniales que esperan de ella. Los pacifistas alemanes no tienen nada nuevo que decir ahora que el presupuesto militar alemán se ha duplicado y las acciones de la industria de armamentos vuelan al cielo. Es necesario dar una lucha política implacable contra quienes quieren alinear a las masas con uno de los bandidos (el más poderoso por otra parte) en esta guerra, en lugar de sublevar a los pueblos contra la guerra imperialista, que es la manifestación suprema del estallido de un sistema de explotación social y nacional de carácter mundial.
Jorge Altamira
06/03/2022
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