miércoles, mayo 25, 2022

La inflación o el cuento de la buena pipa


Los voceros políticos y económicos de las patronales no se ponen de acuerdo. Para Alberto Fernández, el nuevo salto de la inflación obedece a “la guerra” y las sanciones económicas descomunales que aplica Estados Unidos contra Rusia y contra todos aquellos que comercien con ella. Para las cámaras patronales, esa misma “guerra” es una "oportunidad" fabulosa “para Argentina”, como consecuencia de la suba colosal de los precios de exportación de materias primas alimenticias. 
 El pan ha subido el 67% en cinco meses, y lo mismo vale para todos los derivados de la harina. El “fondo para la harina de trigo”, encargado de subsidiar el precio, no ha despegado. El gobierno es incapaz de “controlar precios”, sea en molinos o en la góndola. Para subsanar el inconveniente, Martín Guzmán se va a encargar ahora de hacerlo, como si tuviera bajo la manga algo que Feletti no tendría. En cuanto a aumentar las retenciones a la exportación, el gobierno pateó la pelota afuera, con el silencio cómplice de la Vicepresidenta. Antes que la alimentación, al gobierno le preocupa e interesa acumular divisas de los exportadores, para financiar el pago de dividendos de las empresas al exterior o los intereses de la deuda pública. La acumulación de reservas es un subsidio a la importación, que evita que los importadores se financien en el exterior y paguen por ello los intereses correspondientes. 
 Incluso si se establecieran retenciones, ello no afectaría la suba de precios internos, que se fijan en función de un costo de reposición calculado en dólares. El capitalismo se pisa la cola enmarañado en sus contradicciones, que hace pagar a los trabajadores. El FIT-U, sin embargo, también promueve el “desdoblamiento de precios locales e internacionales”, para, dice, “recomponer el salario” . Pero, repetimos, no hay conexión entre una cosa y la otra en el marco hiperinflacionario de Argentina. El planteo es, por otra parte, una salida nacionalista ante una crisis alimentaria que afecta al conjunto del proletariado del planeta, en especial de los países más pobres. 
 El kirchnerismo, a su turno, acaba de difundir la “alternativa” a su proclamado fracaso con “los precios”, con una demora de dos años y medio. Anunció que contrataría “más inspectores de precios”, establecería el “control de las organizaciones sociales” para “visibilizar los precios cuidados” ,y haría funcionar “la ley de góndolas” y el “etiquetado frontal” (La Nación, 22/5). Este aparente viraje del albertismo al cristinismo es un intento inútil de aplacar diferencias en el gobierno. El FMI mirará para otro lado, porque opera en Argentina en modo "rescate", o sea que los Fernández sobrevivan hasta 2023. 

 Los sindicatos

 La CGT ha decidido fingir su propio viraje, y ahora amaga con una marcha “contra los formadores de precios”. Los "gordos" quieren aplacar el embate de otra fracción sindical, a la que Máximo Kirchner intenta seducir todo el tiempo, para que apoye al kirchnerismo en unas Paso del FdeT. La CTA Autónoma ha convocado a un “paro y movilización” para este martes 24, no por los salarios sino contra la “política monetaria” del FMI. Esa política no la inventó, sin embargo, el FMI sino CFK, cuando propuso desarrollar un “mercado local de capitales” para reemplazar el endeudamiento del Tesoro con el Banco Central por el endeudamiento con los fondos comunes y los fondos de inversión, a jugosas tasas de interés. Al "cachorro" Godoy le soplan recetas cocinadas por el capital financiero, a sabiendas de que aceptará cualquier cosa antes que encarar una lucha de clases contra la patronal. 
 La política impositiva no tiene condiciones de aumentar los salarios, salvo que se reduzcan y no que aumenten, en especial los que afectan el consumo. Estos impuestos al consumo arriman mayor recaudación al Estado cuando hay inflación de precios. El gobierno de los Fernández está llevando a la clase obrera al nivel de vida de los trabajadores desocupados que reciben una asistencia social. La masa de dinero de esta asistencia es la que las patronales se guardan al pagar salarios en baja. 
 La soberanía alimentaria es una contradicción en términos, porque asegura a algunos países en perjuicio de otros. Antes de la internacionalización fenomenal del comercio de granos, era una consigna que defendía el abastecimiento interno. La pandemia y la guerra han dejado al desnudo la vulnerabilidad de los países que fueron convertidos en deficitarios en alimentos. La alimentación del mundo no depende más de la soberanía de cada país, como insiste la izquierda democratizante, sino de la expropiación internacional del agro-negocio. The Economist, que en su última edición prevé una catástrofe alimentaria mundial, no por ello ha dejado de ser uno de los principales abogados de llevar la guerra de la Otan hasta Moscú. 

 Marcelo Ramal
 24/05/2022

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