En su reciente incursión por la Feria del Libro, Javier Milei montó un numerito con la periodista Viviana Canosa. El evento estaba convocado para presentar un libro de Javier Milei, “El camino del libertario”, días después de que la Revista Noticias revelara que Milei es un plagiador obsceno, que en “su” anterior libro, “Pandenomics”, había plagiado sin siquiera recurrir a la sinonimia sintáctica a autores de la Escuela Austriaca de Economía y al autor mexicano Salvador Galindo Uribarri, quien le inició una demanda formal. Pocos recordaron este detalle a la hora de relatar el evento en la Feria.
Negacionismo y supremacismo
El aspecto que mayor reacción provocó fue su intervención planteando que para él “la única igualdad que vale es la igualdad ante la ley”. Esto hablando de una sociedad que da muestra de sobra que la igualdad ante la ley no es un bien que se cultive en la sociedad real, dividida en clases donde sus amigos empresarios en ningún punto, ni mucho menos ante la ley, son “iguales” que cualquier ciudadano de a pie. También se destacó mucho que planteaba que no sentía vergüenza por ser blanco, rubio y de ojos claros, a un paso de un planteo sobre supremacía racial, política que en estos días se materializó en que otro seguidor de esa prédica, mató a 10 personas por odio racial en la ciudad de Buffalo, EE.UU. y finalmente repitió que cerraría el Ministerio de las Mujeres.
Y misoginia
Las reacciones fueron interesantes porque mayoritariamente se entendieron sus palabras como un ataque a la ola verde y a la lucha de las mujeres y desde ese lugar muchas y muchos le respondieron. Prácticamente nadie salió a defender al Ministerio de las Mujeres. No hay cómo. Su inacción, su tibieza, su capacidad de hablar de las problemáticas que vivimos las mujeres como si fueran observadoras o investigadoras Conicet y no “mujeres de Estado” y su abandono de las mujeres violentadas que no tienen ni acceso a la asistencia ni a la justicia, a pesar de las muchas veces que hablaron de “justicia feminista”, todo eso provocó una gran decepción en quienes confiaban que iban a cambiar las cosas.
Las estafas a la ola verde son un caldo de cultivo para que las bravuconadas de Javier Milei encuentren una amplificación en el campo popular. De igual manera que su “autoridad” en el campo de la economía solo se explica por la crisis general en la que nos sumergieron los que nos gobernaron siempre. Las casi 3 millones de mujeres indigentes que hay en nuestro país ven a un gobierno que usa nuestro pañuelo verde y con él en la mano las hunde en la miseria. Quienes militamos con amplias franjas de la población trabajadora debemos todos los días explicar la separación entre la ola verde y el gobierno que usurpó nuestra simbología pero no ejecutó ni una política concreta efectiva entre las muchas demandas que las llevaron a los altos puestos del Estado. Entre la menos nombrada y más destacada, la negativa a impartir Educación Sexual Integral, subejecutando el presupuesto y cerrando los institutos de formación, política que Larreta emula en su propio distrito también.
Pero Milei está lejos de poder desarrollar una crítica correcta al gobierno y a sus ministerios, sencillamente porque no lo guía la resolución de la violencia y de las brechas salariales y sociales, que niega, sino que lo guía la derrota de nuestro movimiento para que este no sea un germen de reclamo de liberación y termine desestructurando al régimen que Milei defiende tanto como a la casta que fustiga.
Pero el hombre quiere ser el mejor empleado del poder al que asiste desde siempre como asesor de grandes pulpos económicos y ese ascenso político lo construyó, como antes Bolsonaro o Trump, colocándose contra la lucha de las mujeres, un camino que encuentra su desarrollo en una sociedad educada por las iglesias y por un Estado regido por principios de sometimiento, reaccionario y contrario a principios de libertad y emancipación. Milei nunca nos gobernó, pero otros se encargaron de que sus políticas y principios sobre cómo debe organizarse la sociedad fuera la ideología oficial del Estado desde siempre y hasta hoy.
Milei a grito pelado y mucho histrionismo explota las debilidades de quienes gobiernan que no son pocas y que explican las crisis en curso y se blinda y blinda a sus seguidores contra cualquier intento de expresar la bronca por izquierda, por ejemplo, embolsando a todos sus opositores como “marxistas”. El hombre que es un plagiador, definitivamente no puede ser original en su prosa, reproduce como muchos de esa corriente una categorización sobre marxismo absolutamente ajena a la corriente política socialista científica que creó Carlos Marx y con total impunidad anda por la vida diciéndole marxista a todo lo que no le gusta. El hombre le dice comunista a Horacio Rodríguez Larreta, como muestra de la operación política que busca realizar. En el fondo, subyace la pretensión de demonizar a una corriente política que afecta sus intereses y en el operativo demonizar a todos sus oponentes políticos.
El show de los negacionistas no estaba pensado para incentivar lecturas sino que estaba pensado para promover la figura de Milei para el proceso electoral del año próximo, frente al cual auguró que sería presidente si lograba entrar en la segunda vuelta.
A los Milei se los combate en las calles, mostrando la fuerza de nuestro movimiento y construyendo de manera asamblearia la defensa de nuestras conquistas y la lucha por nuevos objetivos, sin confiar en el Estado capitalista y en las fuerzas políticas tradicionales y fomentando organismos autónomos dirigidos por las mujeres y diversidades para la ejecución de nuestras políticas.
El espejo en donde debemos mirarnos es el de Estados Unidos, donde la segunda ola del feminismo logró arrancar derechos fundamentales, muchos de los cuales fueron cercenados o eliminados por la vía de los compromisos de los gobiernos republicanos y demócratas contrarios a nuestros intereses. El intento actual de lxs demócratas de lavar sus responsabilidades a través de una votación en el Congreso norteamericano, que se sabía perdida de antemano, no debe tapar la responsabilidad de ellxs por no haber convertido en ley ese derecho cuando tuvieron los dos tercios del Congreso. El único camino es el que hoy vuelve a transitar el movimiento: la movilización callejera y la conformación de organizaciones autónomas de las mujeres y las diversidades.
Si la agenda central es la defensa del capital, no importa cuán progresista se muestre el defensor o la defensora de ese gobierno, el interés que prime será el de la defensa del incremento de la ganancia capitalista y no la agenda de las mujeres y las diversidades. El fracaso de esas experiencias fallidas que traicionan a los pueblos que confiaron en ellas, abren paso a regímenes sumamente reaccionarios con graves consecuencias para las mujeres.
Nadie como nosotras ha combatido a la fuerza fascista a la que Milei representa. Fascismo es interponerse para que no se practique un aborto a una niña salvajemente violada. Fascismo es amenazar y violentar a activistas. Fascismo es perseguir a médicxs o agredir a quien porta un pañuelo verde. En las calles, movilizadas y combatiendo a lo más rancio de la defensa de un régimen descompuesto, vamos a pararle la mano a todo lo que Milei representa. ¡Fuera fachos!
Vanina Biasi
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