Se agitan las aguas en el movimiento obrero.
La necesidad de un paro nacional contra el ajuste se ha instalado en la agenda.
Nadie puede discutir que se están hundiendo las condiciones de vida de la población trabajadora, especialmente porque la inflación devora los salarios y jubilaciones, como mostramos en esta radiografía hecha en base a datos oficiales. Llegamos a una situación en la cual la canasta básica alimentaria de abril fue superior a la jubilación mínima “actualizada” que se va a cobrar en junio, y en la que un salario mínimo no permite siquiera el alquiler de un monoambiente en la Ciudad de Buenos Aires.
Es que la inflación golpea sobre una clase obrera que viene sufriendo una ofensiva sostenida gobierno tras gobierno, como se aprecia si comparamos los datos provisorios del Censo 2022, que indican un crecimiento del 18% de la población en los últimos doce años, con la cantidad de puestos de trabajo en blanco que apenas subió un 3% en ese período. No tiene nada de casual que la propia realización del censo haya sido una muestra concentrada de los recorres presupuestarios y la precarización laboral, como retrató Prensa Obrera a partir de testimonios de los protagonistas.
El pronóstico tampoco es de mejoría, si agregamos a la inflación la caída de la actividad económica que revelan los datos de marzo. Pero el gobierno sigue firme en la agenda dictada por el Fondo, y esta semana tocó el turno del tarifazo al servicio de agua corriente.
Es lógico que semejante embestida esté agitando las aguas. Después de la Marcha Federal que movilizó todos los rincones del país, tuvimos el paro total en las plantas del neumático, en el marco de una negociación salarial que el Sutna encaró con los métodos del clasismo con paritarios electos y mandatados en asamblea. La docencia porteña enfrenta el ataque de Larreta al estauto y los docentes univesitarios de la Conadu Histórica desenvuelven en un plan de lucha. Nuevamente hubo paro en las líneas de colectivos del interior.
Tanto es así que las centrales sindicales oficialistas intentan ocultar su complicidad con el deterioro de los ingresos de los trabajadores. La CTA Autónoma de “Cachorro” Godoy convoca a una “jornada de lucha con paro y movilización” que ni se propone ser un paro efectivo ni tampoco quebrar la depreciación salarial, sino apenas respaldar los proyectos con los que el kirchnerismo intenta desligarse del ajuste fondomonetarista… sin siquiera plantear la necesidad de romper con la tutela del FMI. Los límites son muy claros, ya que como desarrolla en su editorial Eduardo Salas el planteo de Cristina reflota las recetas que llevaron a su derrota en 2015.
Por su parte la CGT se debate en la convocatoria a una marcha “contra la inflación”, lo cual debe interpretarse como una protesta contra las subas de precios eximiendo la responsabilidad del gobierno y sin deslizar siquiera la necesidad de quebrar los techos paritarios. Sería la réplica albertista, luego de que el sector de la Utep que integran el Movimiento Evita y Somos – Barrios de Pie respaldaran al ministro Martín Guzmán, quien se hizo para ellos un lugar en medio de su agenda copada por reuniones con los grandes capitalistas y los Zoom en que rinde cuentas a la misión del FMI.
Estas movidas reflejan la crisis del operativo de contención del descontento social, producto del desencanto con las medidas antipopulares del gobierno y el naufragio de la economía nacional. Pero también expresan los intentos de la burocracia sindical por rescatarse precisamente como herramienta de contención. La campaña por un gran paro activo nacional y un plan de lucha, como explica Néstor Pitrola, se va a desarrollar por abajo, impulsando la deliberación en los gremios y lugares de trabajo contra el chaleco de fuerza de las conducciones de uno u otro bando oficialista.
Como también se señala en nuestro editorial semanal. el agravamiento de la crisis política no deja indemne a la derecha de Juntos por el Cambio, dividida entre la amenaza que implica el crecimiento de Milei como expresión despegada de la fracasada experiencia macrista y el ala de los Larreta y Vidal que apuesta a una coalición con el PJ que le brinde la gobernabilidad necesaria para una política de shock contra los trabajadores.
Lo dicho es en definitiva expresión de la división de la propia burguesía, donde los choques obedecen a que ninguno quiere pagar de su bolsillo las consecuencias del pacto con el Fondo, el cual sin embargo fijan como requisito indispensable. Esto, por lo demás, cuando los desplomes bursátiles en el centro financiero mundial augura el ingreso en una recesión internacional.
De todas maneras, mientras tanto siguen haciendo negocios aprovechando toda oportunidad a costa del país. Los exportadores embolsan el boom de las commodities por la guerra en Ucrania con ventas de productos primarios, es decir que ni agregan valor, y acopian granos especulando con una devaluación. Como además las ganancias se fugan, tal cual evidencia la incapacidad del Banco Central para recomponer sus reservas, lo único que le queda al país con los aumentos de los precios de los alimentos. Eso, y la devastación ambiental de los agrotóxicos y la expansión de la frontera agraria sobre bosques y humedales, como se denuncia en la marcha mundial contra Monsanto mientras se escriben estas líneas. En paralelo el gobierno armó una megalicitación de bonos a medida de los bancos, para rescatar el refinanciamiento de la deuda en pesos a costa de más usura.
Semejante crisis requiere una respuesta popular a la altura, lo cual deja planteado el impulso a una asamblea nacional de trabajadores ocupados y desocupados que dé forma a un plan de lucha. Cuando se acerca el vigésimo aniversario de la masacre de Avellaneda, tenemos al fantasma de la rebelión popular rondando nuevamente sobre una Argentina saqueada, bajo la complicidad de todo el régimen político. Se trata de desarrollar esta tendencia.
Buen domingo.
Iván Hirsch
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