La renuncia de Roberto Feletti a la Secretaría de Comercio Interior es un nuevo salto en la crisis del oficialismo. Tiene un significado político preciso: el kirchnerismo quiere borrar su responsabilidad en el rumbo de la política económica, frente a la posibilidad de un salto en la crisis. El reemplazo de Feletti, Guillermo Hang, es un excompañero de estudios de Guzmán: como es habitual en situaciones de crisis, el gobierno tiende a cerrarse sobre una camarilla personal. Aunque lo que evita por el momento una “delarruización” total del tándem Fernández-Guzmán es el apoyo del Fondo y el sostén condicional de la burguesía a la espera de un recambio, estos factores podrían agotarse frente a un agravamiento de la crisis que está planteado por un conjunto de factores.
Por un lado, por la recesión que se va planteando de la mano de la caída inflacionaria del consumo y la continuidad de la falta de inversiones. Por otro, por el agravamiento de la enorme bola de deuda en pesos, a medida que crecen las tasas de interés que, a su vez, golpean la actividad económica. El gobierno, para cubrir los vencimientos de mayo, se vio obligado a remunerar los encajes bancarios a tasas que casi alcanzan la inflación. Los bancos están cobrando cara cada refinanciación, frente a la perspectiva de que la deuda se defaultée con el próximo gobierno. La bicicleta financiera con estas tasas por el momento contiene al dólar, pero las reservas acumuladas no alcanzan a cubrir las necesidades del segundo semestre.
En este contexto se van acumulando presiones en favor de una devaluación. Sea a través de un fuerte aumento del dólar oficial, implementado por el gobierno para cumplir con sus compromisos con el Fondo, sea a través de un desdoblamiento cambiario o mediante una corrida impuesta por el capital financiero a través de las diferentes variantes del dólar paralelo. Un escenario como éste conduciría a un nuevo salto inflacionario, cuando ya la inflación anual podría llegar al 80% y plantearía un escenario de adelantamiento electoral.
Fracaso en la contención de los precios
La designación de Feletti había representado en su momento una perspectiva de endurecer los controles de precios frente a la escalada inflacionaria. En su breve paso, sin embargo, todas las medidas fracasaron. En este fracaso pesa la inconsistencia propia de controles de precios sin apertura de cuentas ni control de las ganancias. Pero pesa, además, que el gobierno apuntala el proceso inflacionario mediante el aumento de las naftas, tarifas e incluso la devaluación gradual de la moneda, entre otras medidas. Y, por último, la guerra en Ucrania, que produjo un empujón en los precios de las materias primas a nivel mundial, haciendo incrementar la renta extraordinaria del sector agrario a costa de los precios internos, sin que el gobierno tome ninguna medida, ni retenciones ni impuesto a la ganancia “inesperada”, ni nada.
Su salida se produce en el marco de que Fernández acentúa su política de alineamiento con los reclamos de la burguesía. El nuevo secretario ha sido claro en cuál va a ser su orientación. En una reunión con economistas señaló que “los controles se deben retirar gradualmente para no alterar el resto de la economía” (El Cronista, 25/5). El secretario entrante también se pronunció por “no provocar distorsiones generales de precios” (ídem), la implementación de esto empezará por aumentar los “precios cuidados” para acercarlos a los “precios reales”.
Después de (ni siquiera) amenazar con las retenciones para desacoplar los precios internos de los internacionales, el gobierno acentúa sus concesiones (inflacionarias) al gran capital. Es lo que está ocurriendo con la liberalización del cepo a la gira de utilidades de las petroleras y la ampliación de las posibilidades de exportar, medidas que van a agravar las presiones para alinear los precios internos de los combustibles a los internacionales. Ni hablar de que esta medida va a provocar una catarata de reclamos por parte de las automotrices, el sector agrario y otros sectores para poder girar al exterior sus propias utilidades.
La CGT, que pretende lanzar una movilización contra los “formadores de precios” para desviar su propia responsabilidad en el deterioro salarial y evitar ir a una pelea por la recomposición del poder adquisitivo del salario, debería tener en cuenta que el principal formador de precios es el propio Estado, que maneja la política económica en asociación con el gran capital.
División del oficialismo y la oposición
El kirchnerismo no rompe con el gobierno pero busca armar un escenario que le permita presentarse de nuevo como un recambio frente a la crisis del gobierno. Pero su responsabilidad en la situación actual es total, desde el encumbramiento de Fernández hasta la política en relación a la deuda, el pacto con los bonistas privados y la preparación de todas las condiciones para el pacto con el FMI. Y sigue siendo un factor de contención “por izquierda”, desde los sindicatos que controla y que aceptan los aumentos paritarios sigan atrás de la inflación. Del otro lado, la derecha crece en las encuestas de la mano de la crisis del gobierno, pero dividida y sin un programa claro. La burguesía apuesta a un combo de devaluación y ajuste fiscal combinado con “reformas estructurales”, como una nueva reforma previsional y laboral, como mencionó Larreta esta semana. Pero las condiciones de 2015, cuando Cambiemos llegó al poder, se han deteriorado mucho. En el medio, ni más ni menos, el gobierno de Macri fracasó por completo.
El propio armado opositor cruje sin liderazgo claro y con divergencias de fondo sobre cómo encarar un próximo gobierno. El 25 de mayo, con Larreta y Lousteau montando una tribuna en favor de una nueva alianza con el peronismo no kirchnerista, una posición que rechaza el ala de Bullrich/Macri y los Milei, volvió a escenificar esa crisis.
En cualquier variante, el programa de Cambiemos y los “liberales” apunta a una nueva confiscación por parte del Estado, incluida su denostada casta política, y del empresariado que viene saqueando el país, en contra de la clase obrera. Otra más, después de la confiscación inflacionaria y del ajuste de Fernández y de la entrega al capital financiero de Macri.
Paro nacional y plan de lucha
El factor central que puede inclinar la balanza en contra de toda esta política antipopular es la intervención del movimiento obrero. La campaña del Partido Obrero, luego de la gran Marcha Federal piquetera, por un paro nacional y un plan de lucha, apunta en esta dirección. Los conflictos que se vienen desarrollando, como el de los metalúrgicos de Tierra del Fuego, de los docentes universitarios, del gremio de prensa, y especialmente la gran lucha por el salario del Sutna, abren un camino en esta dirección. El deterioro salarial y jubilatorio, la falta de trabajo, y la miseria que avanza requieren una acción común de la clase trabajadora en defensa de sus reclamos. En los próximos días, estaremos protagonizando actos en puertas de fábrica, recorridas, charlas y asambleas en todo el país para desarrollar este punto de vista.
Juan García
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