martes, septiembre 06, 2022

Después del atentado


De un modo general, la prensa del domingo ofrece un panorama apaciguador en cuanto al alcance del atentado contra Cristina Kirchner del jueves por la noche. La tesis del “lobo solitario” gana el favor de las informaciones y de las opiniones de los columnistas. Para algunos, la tentativa de magnicidio no habría sido tal, porque el autor del hecho habría cuidado de que no hubiera balas en la recámara de la pistola. La cámara de Diputados aprobó una declaración de “repudio” y “solidaridad” previamente convenida entre el FdT y JxC. Para evitar ‘contratiempos’, los discursos del caso quedaron para después de la votación, para protegerla de algunos dislates. Los sospechosos de incurrir en ellos, bajo la batuta de Ritondo, se retiraron del recinto. Aníbal Fernández ordenó un sumario en la Federal por su incompetencia en los sucesos, pero nadie ordenó lo mismo para investigar al ministro. La jueza y el fiscal han cumplido con los procedimientos para el caso. El lunes próximo comienzan los alegatos de la defensa en el juicio de Vialidad y Massa se irá a Estados Unidos a negociar un ingreso de dólares para el Banco Central, sin el cuidado de informar a qué concesiones está dispuesto a llegar el gobierno para satisfacer a los solicitados. El tarifazo continúa imperturbable, mientras se anuncian proyectos acerca de la salud francamente inquietantes para el mundo del trabajo.
 Es, por ahora, la historia oficial. Lo cierto es que, hasta nuevo aviso, lo que se ha conocido abona la tesis de una conspiración. El autor del hecho tiene prontuario fascista. Tiene también una trayectoria activa en programas y entrevistas televisivas; no es un desamparado, tiene propiedades en renta. La afirmación de un pseudo compinche lo ubica en una línea ideológica reconocida – el asesinato de la Vice serviría para pagar menos impuestos. Un magnicidio en grado de tentativa (la falta de bala en la recámara) no descalifica el propósito político del atentado, que ya se ha traducido en consecuencias políticas visibles. El comportamiento de la custodia es demasiado irregular como para despejar la hipótesis de una conspiración. Las últimas informaciones señalan la imposibilidad de investigar el celular del autor del atentado, en las que se mezclan el descuido con el teléfono desde el jueves, la pérdida de huellas, y por último un diseño preestablecido para borrar comunicaciones previas. Por si faltara algo más en el entuerto, el autor del atentado no habría sido detenido por militantes K ni por federales, sino por la Policía de la Ciudad. La ex ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, tiene demorado su tuit de repudio a la tentativa de asesinato de Cristina Kirchner. Los abogados defensores de la Vicepresidenta tienen abierta la posibilidad de sumar estos elementos en sus diatribas contra los fiscales que han pedido la condena de Cristina Kirchner en el asunto Vialidad. 

 Vértigo 

El atentado ha dado una nueva puntada a la crisis política. Hace mes y medio, el centro del escenario lo ocupaba Martín Guzmán, a pesar de que no contaba con el apoyo del kirchnerismo. Una operación no investigada de un fondo del Banco Nación desató una corrida cambiaria que provocó la renuncia sin aviso del ministro en el medio de una alocución de la Vicepresidenta. El Banco Central se apresuró a rescatar con dinero ficticio a los bonistas de la deuda en pesos, mientras el gobierno no encontraba ministro para hacerse cargo de la corrida. Improvisaron a Batakis, que primero fue enviada a Washington y luego compensada con la dirección del Banco Nación. Hasta cierto punto, el gobierno se encontraba en grado de acefalía, incluida la expresidenta más amada por los argentinos. Sergio Massa vio la oportunidad de pelear la jefatura de Gabinete, con la promesa de la compañía de un ministro de confianza del FMI. Si las cosas le salían bien se le abría el camino a la candidatura para 2023. Consiguió su propósito a medias: fue convertido en súper ministro de Economía y, después de mucho fatigar, encontró un viceministro favorable al ajuste, al subsidio a los tenedores de deuda pública y a una devaluación o, en su defecto, a un desdoblamiento del mercado de cambios legal. El gobierno bifronte se convirtió en tri-fonte: un presidente con lapicera; una vice con votos menguantes; y un superministro con contactos en Wall Street, en Houston – sede de petroleras y mineras , y en Tierra del Fuego, donde operan, según las malas lenguas, capitalistas amigos. La burocracia de la CGT acompañó la salida a la corrida cambiaria, o sea el rescate a los bonistas y la promesa de dólares especiales a un número indefinido de cámaras patronales, con una marcha de apoyo al gobierno.

 Semi-bonpartismo…

 El sosiego logrado con el canje de deuda en pesos por un bono dual a la medida de los acreedores, fue interrumpido por el pedido de condena contra CFK por parte del fiscal Luciani, quien en su tiempo libre juega al fútbol con un juez de la causa en una canchita de Macri. Una democracia representativa que ocupa el espacio entre dos arcos y un vestuario.
 El kirchnerismo, astutamente, no impugnó este conchabo de fiscales y jueces en la instrucción de la causa, sino tres años después, con el pedido de condena. Evitó una selección más impoluta de actores. El carpetazo con el que CFK respondió a Luciani le abrió a la Vice un protagonismo político, que fue reforzado con una débil romería militante en Juncal y Uruguay y con la convocatoria a un congreso del PJ bonaerense. El poder judicial y el macrismo consideraban una victoria para ellos la devolución de Cristina Kirchner al centro de la escena. 
 La tentativa de asesinato del jueves y la marcha del PJ y la CGT el viernes han colocado, precisamente, a CFK en el centro político. En un par de horas, el kirchnerismo pasó de la derrota inevitable en las elecciones a la expectativa, no ya de una victoria, sino del retorno de Cristina Kirchner a la Presidencia – con bastón, lapicera y cadena nacional. El viernes llenó Plaza de Mayo, por medio de la movilización de todos sus aparatos. Massa quedó relegado a las páginas interiores de los diarios y a los periódicos especializados en finanzas. Con una tentativa de homicidio entre las manos, la fase del juicio de Vialidad que se inicia el lunes se presenta, en hipótesis, como un bocado de cardenal para el kirchnerismo. Cuando el arbitraje político se concentra en una persona, se está ante un caso de bonapartismo. El kirchnerismo, como es obvio, no controla el Congreso ni ha convertido a la CGT en una sucursal propia, y el inicio de la campaña electoral está distante. Se trata de un bonapartismo con estas limitaciones. Pero este bonapartismo limitado representa un giro político de la situación con referencia a la anarquía ejecutiva que desató la renuncia de Guzmán. Aunque todo se mantenga igual -deuda impagable, inflación, pobreza, desocupación, desvalorización de los ingresos de los trabajadores-, los giros definen una situación política relativamente nueva. La crisis económica, vista en este contexto, refuerza el giro bonapartista en curso, porque se trata de un recurso que obvia la deliberación política. Otra cosa fundamental: el fracaso ulterior del bonapartismo deja a la situación política sin red de seguridad. 
 La oportunidad que ha encontrado el bonapartismo permite caracterizar la crisis en que ha entrado la oposición; en la sesión de ayer en Diputados, el Pro rompió con sus socios al abandonar el recinto. La crisis atraviesa a la UCR. El mendocino Suárez y el jujeño Moráles no adhirieron al feriado del viernes; el ultraderecha Negri se quedó fijo en sus papeles cuando Ritondo dio la orden de partir; el neurocientista Manes recorrió todos los sets disponibles para atacar a Macri, y se negó a firmar una declaración de JxC contra Alberto Fernández. Más allá de las diferencias entre sus camarillas, el macrismo representa al capital financiero que negocia la deuda pública y que va imponiendo su dominio en la agroindustria. Por eso apostaba a un derrumbe cambiario y a la hiperinflación y a las consecuencias políticas correspondientes; es el operador más activo en el mercado de futuros del dólar. Esto se ha demorado. De otro lado, la diferenciación social y política que generó en JxC el desplome de la gestión macrista, se ha acentuado. La etapa abierta por la Convención de Gualeguaychú, cuando la UCR en bloque se entregó a los operadores financieros de Macri, se encuentra agotada. El ala trumpista de JxC experimenta un retroceso. Como la política es refractaria al vacío, una combinación de circunstancias le ha ofrecido una escueta ventana de oportunidad al bonapartismo. Argentina se encuentra atravesando todas las etapas de una crisis terminal de régimen político.

 ...primavera-verano 

La temporada de moda en el hemisferio sur sigue las novedades de la que venció en el hemisferio norte. El bonapartismo desgastado que parecen inaugurar los últimos acontecimientos, no ofrece un derrotero de largo plazo. 
 La marcha del viernes del PJ, la CGT y los movimientos sociales oficialistas no constituyen una base suficiente. Las contradicciones al interior de ese bloque son manifiestas. La burocracia oficial resiste el paro que reclama el moyanismo y aliados – preocupados por sus propias causas judiciales. Es probable que tampoco lo aliente CFK, atenta a los efectos que podría producir, de un lado en el proceso de Comodoro Py, del otro en los eventuales oferentes de dólares y el FMI. Al final de cuentas, el emisario del bonapartismo emergente ha ido a Estados Unidos a pedir un “waiver” (un perdón) al FMI. El Fondo Monetario y el Tesoro norteamericano manejan el VAR del arbitraje político en Argentina. 
 En cuanto a la lucha de clases en el terreno, el conflicto en el Neumático ha marcado una diferencia política. Con el apoyo de Moroni, el ministro de Trabajo, las patronales del sector han ido a buscar la derrota del plan de lucha del Sutna, y por lo tanto del Sutna mismo. Es un cambio de grado, pero importante, en la política de la burguesía frente al movimiento obrero. El conflicto se concentrará, según todo indica, en la cuestión del aumento de suma fija del salario, para contener preventivamente la reacción de trabajadores y sindicatos cuando lleguen las facturas de luz y gas, y los recortes en educación, salud y discapacidad. Ese aumento lo reclama con fervor el kirchnerismo y el sindicalismo K, pero lo resisten patronales y CGT. El aumento de salarios por decreto sería una medida bonapartista típica que no cuenta con mayoría entre quienes marcharon el viernes. El congreso del justicialismo bonaerense podría ilustrar cómo comienzan a procesarse estas contradicciones en la situación posterior al atentado. 
 La temporada primavera-verano es la de otoño-invierno en Ucrania, Europa y Estados Unidos. La guerra de la OTAN y Rusia se hará más cruenta; la carestía sufrirá un enorme salto; la ola de huelgas que se desarrollan en Gran Bretaña podrían llegar, según observadores, a una huelga general. En China misma se procesa un fenómeno inaudito – la recesión y la quiebra de los grandes pulpos inmobiliarios. El bonapartismo en suelo nativo necesita un complemento internacional, que el gobierno no tiene a mano sin provocar un choque con las potencias en conflicto que socavaría todavía más las condiciones financieras de Argentina.
 El kirchnerismo se encuentra ideológicamente en retroceso. En ocasión del conflicto agrario por la resolución 125, en 2008, Luis D’Elia declaró su “odio contra la puta oligarquía” – ahora se victimiza por el odio que atribuye a macristas y medios de comunicación contra el kirchnerismo. “La patria es el otro” se ha convertido ahora en una cruzada contra “los discursos del odio”. El antagonismo social efectivo de la sociedad capitalista y la lucha de clases que genera, han sido sublimados, o sea deformados, como “discursos” contra la “identidad ajena”. Es una confrontación de “percepciones” y “autopercepciones”, no una decadencia histórica, real y objetiva, del capitalismo, semillero de crisis climáticas, persecuciones y brutalidad policial, descomposición económica y social, crisis humanitarias y guerras imperialistas. La izquierda oficial se ha sumado a esta enajenación discursiva en todos los terrenos de la sociedad. El sábado 3, alienada por este discursismo, no fue capaz de votar en contra del simulacro de repudio al atentado que ‘cocinaron’ macristas y kirchneristas.
 La “batalla cultural” es un fraude enorme contra los trabajadores, que más que nunca necesitan que se digan las cosas como ellas realmente son. 

 Jorge Altamira
 04/09/2022

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