La calma, sin embargo, es sospechosa. La inflación, por ejemplo, sigue su curso hacia arriba, indiferente a las medidas draconianas del Banco Central para controlarla. El consuelo de que se trata de una suba de precios del 8/9% anual sirve de poco, porque es un promedio que esconde índices superinflacionarios en alquileres, combustibles, transporte y buena parte de alimentos. Las elecciones no han recogido políticamente esta crisis, porque transcurren bajo el chaleco de fuerza del bipartidismo. Sólo se ha manifiestado en los pliegues de esta realidad –en el voto a algunos candidatos demócratas que se desempeñan como ‘contestarios’, y por sobre todo en las huelgas y en las manifestaciones en defensa de los derechos civiles. Es muy significativo que frente a una Corte Suprema reaccionaria y oscurantista, el derecho al aborto pasara a rango constitucional en varios estados, por decisión de los referendos; lo mismo ha ocurrido para aumentar la asistencia del estado a la Salud. En un marco de decadencia de la democracia en Estados Unidos, estos referendos son una manifestación de rebelión.
La guerra de la OTAN que promueven el gobierno de Biden y el Pentágono no fue sometida a plebiscito. La concordancia Demócrata-Republicana para proseguir y profundizar esta guerra quedó excluída de las elecciones; lo mismo ha ocurrido, más aún, con el frenético despliegue militar de EEUU y aliados en el mar de China. La oposición a la guerra deberá transcurrir por otros canales. En lugar de una oportunidad para manifestar la voluntad popular, las elecciones han funcionado como la tapa de una olla a presión. Entre la guerra y la carestía hay una relación que es evidente para todos. Las tasas de interés de la Federal Reserve no van a detener la suba de costos de la energía ni la de la producción en su conjunto que depende de la energía. Es más bien un arma de guerra financiera contra el resto de los Estados capitalistas, que ven emigrar sus reservas financieras hacia Estados Unidos. Es también -como no se cansan de repetir los funcionarios de la banca- un arma para combatir lo que llaman “la tensión en el mercado laboral”, o sea, para forzar el despido de trabajadores. Todas las tecnológicas están cesanteando a mansalva. Los lugares de trabajo y las calles se van a convertir en espacio de expresión de la voluntad popular en Estados Unidos.
No se han votado la política contra la pandemia y la crisis financiera. La circulación del virus no se ha suprimido, en tanto que la eficacia de las vacunas es declaradamente limitada. El desplome del Bitcoin y la quiebra de las empresas de criptomonedas, advierten que no hay casa refugio para la inflación, o sea la alternativa a la desvalorización del dólar. La cadena de financiamiento viene sufriendo varios espisodios de interrupción. El conjunto de este proceso explosivo ha quedado al descuido en el sopor de la elección reciente.
La modestísima ventaja que obtuvo el partido Republicano el martes pasado, apenas oculta la fuerte división política en sus filas. El ‘bolsonarista’ DeSantis se ha postulado para competir por la candidatura presidencial, en 2024, contra Donald Trump. Trump, por su lado, pretende voltear al jefe del bloque republicano en el Senado, que podría convertirse en vicepresidente primero de esa Cámara. La nueva composición del Congreso debería proseguir la investigación de la tentativa de golpe de estado de Trump en enero de 2021, e incluso el secuestro, por parte suya, de documentos secretos. En cualquier caso, prosiga o detenga la investigación, esa tentativa de golpe de estado sigue en la agenda de la crisis política. Las tendencias centrífugas en la derecha norteamericana no han disminuído sino que se han acentuado. La elevada asistencia electoral no desmiente la tendencia a la descomposición de la llamada “democracia americana”.
Jorge Altamira
10/11/2022
No hay comentarios.:
Publicar un comentario