El retiro del ejército ruso de la ciudad de Kherson ha sido ordenado, según los generales rusos, para establecer una línea defensiva más consistente del otro lado del río Dnipro, que divide a la región como una barrera natural. Este retiro tiene lugar, sin embargo, luego de una serie de derrotas en el norte de Ucrania, a fines de agosto pasado, que produjo la toma de la ciudad de Kherkiv por parte de los ucranianos. La finalidad de la ofensiva en la región de Járkov era distraer la atención y debilitar al ejército ruso en el sur, precisamente en Kherson. La retirada rusa de esta ciudad desbarata el propósito de Putin de hacerse con la totalidad de la ribera del Mar Negro, por donde sale la exportación de cereal de Ucrania, y crear una unidad territorial con la península de Crimea, donde se encuentra la base de la flota de Rusia. En diversas ocasiones, el gobierno de Rusia divulgó el propósito de extender la ocupación militar a todo el territorio que termina en la República de Trasnistria, una escisión de Moldavia. Con este diseño, Rusia se quedaba con la ciudad de Odessa y ocupaba un largo espacio en el Mar Negro. La entrega de Kherson al ejército ucraniano hace girar la rueda en un sentido contrario: ahora se encuentra en peligro Crimea, el largo puente que la une a territorio ruso y la cesión a Ucrania de parte de sus puertos en el mar Azov (ver mapa).
La retirada rusa de Kherson viene acompañada de una natural campaña de desinformación. El presidente Zelensky sospecha de que se trata de una trampa de los generales rusos, lo cual no ha impedido que tropas ucranianas hayan comenzado a ingresar a la ciudad. Del otro lado sospechan que la denuncia de una emboscada rusa pretende ocultar un movimiento rápido de tropas ucranianas para desarrollar una ofensiva relámpago contra las tropas en retirada. Circula también la versión de que la retirada de Kherson fue arreglada con el gobierno de Estados Unidos bajo el amparo de un acuerdo de cese del fuego. Otras informaciones aseguran que la retirada fue impuesta por los generales rusos en el terreno, en una suerte de delegación de la conducción de la guerra por parte de Putin y el ministerio de Defensa de Rusia. No falta quien atribuya un paréntesis en las hostilidades ante la llegada inminente del “general invierno”.
Lo cierto es que las derrotas o retrocesos de unos y los avances de otros no atenúan la guerra. Se acaba de conocer que la guerra ha llevado a la muerte a cien mil soldados de cada bando. Es una guerra por los recursos minerales y tecnológicos de Rusia, que se conecta con la aceleración de aprestos bélicos por parte de la OTAN y de China. Una frase corriente en estos días es que ‘la geopolítica se ha impuesto a la geoeconomía’, o sea que el aparato económico del capitalismo ha entrado en el engranaje de la guerra. Es una guerra para revertir la declinación del imperialismo norteamericano, incluso o especialmente frente a sus rivales europeos y Japón. Es una guerra para evitar la desintegración de Rusia, lo que llevaría a guerras infinitas. Los reveses de Rusia en Ucrania acentuarían la guerra de destrucción de Rusia contra la infraestructura y la vida civil de ese país.
Una frase del comunicado de la reunión Macrón-Fernández en París señala “la necesidad de lograr un alto el fuego y retomar el diálogo entre ambas partes para alcanzar la paz de manera urgente”. No es, ciertamente, lo que diría un comunicado con Biden. Fuera de los países periferia del mundo, el único que adhiere al planteo de Macron es el alemán Scholz, que por eso mismo se encuentra en minoría en el gabinete germano. La guerra de la OTAN ha acentuado las contradicciones entre las potencias capitalistas por la dislocación económica que han provocado. La quiebra de los Fondos de cripto-monedas ya ha sido bautizada como en “un evento Lehman”, en alusión a la quiebra del banco de inversión que desató el derrumbe financiero internacional en septiembre de 2008. Más importantes, por supuesto, son las consignas para cesar la guerra que crecen en Europa. Según sondeos, en esta posición se encuentra el 50% de los entrevistados en Alemania, incluyendo la admisión de que adherirían, para el caso, a concesiones territoriales a Rusia. De otro lado, la dislocación social internacional que provoca la guerra en forma creciente y la guerra misma son factores que refuerzan las tendencias políticas fascistas, o sea el desmoronamiento político del llamado ‘estado liberal”. La crisis social y política engendrará y ya ha engendrado las rebeliones populares. De todos modos, el “alto el fuego” que propician Macron y Fernández no tiene espacio de desarrollo, ni para la OTAN, ni para Rusia.
La conquista de la paz depende del crecimiento de un movimiento de masas contra la guerra y de la derrota del imperialismo mundial mediante la acción revolucionaria de la clase obrera y los trabajadores.
Jorge Altamira
11/11/2022
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