La emergencia de numerosas luchas obreras, empezando por la aguerrida marea blanca de residentes y concurrentes porteños, no puede sorprender. El ajuste y la inflación se convirtieron en los términos más frecuentes en el lenguaje político de todos los sectores sociales, aunque por motivos diferentes. Esto cuando el desmadre económico, y en especial la crisis de reservas del Banco Central, alimenta la crisis política.
Es lo que marca de entrada el editorial semanal de Eduardo Salas, partiendo de las desesperadas ventas de divisas por parte del BCRA para contener la brecha cambiaria, dejando un saldo en rojo en la cuenta de dólares apenas pasado un mes y medio desde finalizado el “dólar soja” y ante la instauración de múltiples tipos de cambio a medida de los capitalistas. La devaluación vuelve a asomar en el horizonte. La cuestión ya impacta de lleno incluso en la producción, con grandes firmas como Nike o Nissan-Renault suspendiendo su actividad aludiendo falta de insumos por las trabas a las importaciones. Esta “agudización de la crisis económica y las evidencias de que el ‘plan Massa’ no alcanza para llegar a octubre del año que viene están provocando la disgregación en la coalición oficialista”, combinado con el fracaso del intento de Cristina de abolir las Paso para digitar la lista del oficialismo y la tendencia de gobernadores e intendentes a salvarse a sí mismos refugiándose en sus pagos chicos para despegarse de la suerte nacional del peronismo.
Como sea, los peronistas siguen aferrados al libreto del FMI como única guía. Las imposturas de Máximo Kirchner en el congreso trucho del PJ bonaerense, buscando empatizar con la “gente que no llega a fin de mes” por el ajuste de su propio gobierno, no sirven para ocultar los nuevos halagos que la vice destinó al desempeño de Massa desde su llegada a Economía, redoblando la política que tanto criticaran a Guzmán. La jefa del kirchnerismo se esfuerza por dejar en claro que no promueven ningún rumbo alternativo al cumplimiento a rajatablas del programa fondomonetarista. Ahí está la camporista Fernanda Raverta de la Anses como vocera de una cruzada contra los jubilados, que cerrarán el 2022 con una pérdida de un cuarto del poder de compra de sus haberes básicos, apenas lubricada con bonos ocasionales que dejan de todas formas la mínima en niveles de indigencia.
Claro que es el resultado de la fórmula de movilidad jubilatoria impuesta por el Frente de Todos para desindexar las jubilaciones de la inflación, y por lo tanto refleja la caída salarial que sufrimos todos los trabajadores, tal como constató el Indec con un índice de variación salarial que en los primeros nueves meses del año quedó cinco puntos abajo del IPC. También se ve en el derrumbe del consumo, que tanto fomenta la portavoz presidencial Cerruti. La situación tiende a empeorar, por ejemplo con una sequía que golpea la cosecha de trigo mientras el kilo de pan se aproxima a los $500. En este cuadro Massa anunció la puesta en marcha de Precios Justos, otro programa de precios destinado al fracaso, que en este caso se combina con promesas de habilitar importaciones a las empresas cuando no tienen los dólares para garantizarlo.
Así las cosas, es evidente por qué cuando el ministro anunciaba desde Mendoza el presunto “Plan Integral para le Economías Regionales” protestaban frente a él los obreros de viña y frutales. Es que para el gobierno la economía que importa es la de las patronales, que recibirán créditos subsidiados y hasta otro “dólar fruta”, mientras los trabajadores rurales se hunden en la pobreza y las frutícolas presionan por una reforma laboral, a pesar de haber cosechado enormes ganancias exportando alimentos en un mundo sacudido por la guerra. A nivel nacional este contraste volvió a quedar expuesto con un masivo piquetazo de la Unidad Piquetera, tras una infructuosa reunión con Tolosa Paz y la amenaza de dar de baja 250.000 planes sociales cuando se agrava la crisis de empleo.
Son las manifestaciones más salientes de una escena más amplia, como mostraron las medidas de fuerza en el subte, los paros de ferroviarios y judiciales, y en particular de los trabajadores de la salud no solo en CABA sino también en la provincia de Buenos Aires, Córdoba, Río Negro. Los residentes y concurrentes de la capital, tras dos meses de lucha y dos semanas de paro por tiempo indeterminado con acatamiento abrumador, quebraron la resistencia de la burocracia sindical imponiendo un parazo el pasado martes 8 y golpeando al gobierno de Larreta e incluso los planes electorales de su ministro Quirós.
La tenacidad de la marea blanca puso sobre la mesa cuestiones gruesas que afectan a todos los laburantes. Por ejemplo, que mientras el jefe de gobierno porteño dice que el problema es la inflación, resulta que la misma es un gran negocio para él que indexa a los precios la recaudación impositiva -como sucede con el ABL y las patentes- y licúa por ese medio el gasto, de manera que logró un superávit de 100 millones de pesos en el primer semestre. Vemos que la política antisalarial no es un asunto de caja, sino de orientación. Lo puso de manifiesto también el paro y la movilización docente a la Legislatura ante la aprobación de un Presupuesto 2023 que recorta en educación, salud, vivienda, asistencia a víctimas de violencia de género… pero más que duplica la pauta publicitaria para la campaña electoral de Larreta, como denunció el legislador Gabriel Solano.
Es una política generalizada, no exenta de problemas. Tal es así que Diputados debió dar media sanción a una ley para eximir a los trabajadores de la salud del pago del impuesto a las Ganancias por los ingresos de los servicios de guardias médicas. Claro, nadie trabaja gratis, y menos para los que hunden al sistema sanitario. Además de la vileza de confiscar sueldos, esta votación -como antes sucedió con los viáticos de los camioneros- arroja luz sobre los resultados de la orientación de obligar a los asalariados a complementar con horas extras para llegar a fin de mes, mecanismo de la clase capitalista para incrementar la producción sin contratar a más trabajadores. Un informe a base de datos del Indec demostró que desde hace tres años crece la productividad mientras caen los salarios, lo que refuta todo el coro patronal acerca de la necesidad de bajar el costo laboral en Argentina.
El problema es en realidad el costo capitalista. Mientras Massa afila las tijeras del ajuste para cumplir con el FMI, resulta que los pagos de intereses del Banco Central a los bancos por Leliq y pases sumó en octubre casi medio billón de pesos, una cifra tan sideral que ya no puede ser reabsorbida mediante emisión de más deuda. Se suma que mientras todos los políticos capitalistas vociferan contra el gasto público clamando contra los piqueteros o los jubilados, salen de abajo de la alfombra negociados a costa del fisco como el de la concesión de los registros automotores, que involucra a personeros a ambos lados de la grieta. También es ilustrativo el financiamiento del derechista y proajustador García Moritán, que armó una ONG para recibir “donaciones” de gigantes como Coca Cola, empresas que después descuentan estos aportes del pago de impuestos… otro parásito que vive del Estado.
Es esta clase social la que nos condena a la pobreza y el saqueo del país para pagar una deuda externa fraudulenta, que en vísperas del Mundial no está de más recordar que viene de una dictadura que en gran parte hipotecó al país para organizar el evento Argentina ’78, cuya pretensión de mostrarse “derecha y humana” se estampó contra una campaña internacional de la envergadura que hoy vemos con Qatar 2022. Cuando proliferan las protestas denunciando que en el emirato se esclaviza a los inmigrantes y se penaliza a las diversidades sexuales, vale insistir en que todos estos grandes negocios que ruedan con la pelota son costeados por los pueblos, como vimos en estos años con Rusia 2018 o las grandes movilizaciones contra el ajuste y los tarifazos con que se financió Brasil 2014 bajo el entonces gobierno del PT. Para colmo tenemos que escuchar la demagogia de gobiernos imperialistas hablando de la democracia mientras promueven la guerra, y ahí lo tenemos al presidente Alberto Fernández con mensaje pacifistas… en un foro organizado por el guerrerista francés Macron y la Otan.
Para ganarle el partido a los explotadores, necesitamos pararnos en la cancha mirando hacia el arco correcto. Contra el fracaso de los políticos capitalistas, redoblemos la pelea por un movimiento popular con banderas socialistas. ¿Cómo avanzar? Por contraste con la fachada de congreso del PJ bonaerense o los Zoom de rosca de Juntos por el Cambio, el Frente de Izquierda tiene la oportunidad de convocar a la militancia y los luchadores a una deliberación política para postular y pelear en común por una salida de los trabajadores, con un congreso abierto. Es también un camino opuesto al internismo con los métodos burgueses de las Paso. Es el horizonte por el que pelea el Partido Obrero, que después de haber desbordado la Plaza de Mayo esta semana volvió a protagonizar actos masivos en Rosario, Mendoza, Tucumán, Chaco, Chubut, y en el interior bonaerense como San Nicolás y Bahía Blanca. Es por ahí.
Buen domingo.
Iván Hirsch, editor de Prensa Obrera.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario