sábado, agosto 04, 2007

El pueblo de Estados Unidos de América víctima también del terrorismo biológico

El terrorismo biológico un engendro de las grandes potencias imperialistas y usado contra muchos pueblos del planeta, ha devenido opción implacable contra Cuba por los gobiernos de Estados Unidos de América y no ha sido una excluyente contra su propio pueblo en el que ha cobrado un gran número de víctimas.
En tan temprana fecha como 1793, las poblaciones aborígenes del nordeste de Estados Unidos y sudeste de Canadá, sufrieron los crímenes biológicos de la conquista europea, cuando el oficial británico J. A. Anhert introdujo, intencionalmente la viruela, con fines genocidas, en la entonces Nueva Escocia.
El coronel médico alemán Winter, uno de los padres de la guerra biológica en Alemania que, ya en tiempos de la primera guerra mundial, quiso a toda costa imponer este tipo de guerra, llegó a reconocer en 1941 que, en abril de 1916, siendo médico en el Cuartel General del 21 Cuerpo de Ejército, sometió a la consideración del Ministerio de Guerra un memorando sobre la guerra biológica y sugería un ataque a Londres y a los puertos ingleses con el arma más eficaz y terrible: el bacilo de la peste.
En los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, el coronel Winter insistía e inundaba de cartas a los jefes del III Reich con los argumentos necesarios para el uso de la guerra biológica y declaraba: ”El arma biológica es el único medio de combatir a los ingleses y a los “americanos” en su propio suelo. La guerra total, no permite consideraciones morales. Conoce solamente la ley de destruir al enemigo a toda costa y por todos los medios que ofrecen una posibilidad de éxito...”. Miles fueron los soldados hijos del pueblo estadounidenses víctimas de esas armas.
Las investigaciones de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, relacionadas con la “guerra psicoquímica y el dominio de la mente humana”, se inician en el año 1952, cuando el Cuerpo Químico del Ejército orientó mediante contrato, a un equipo del Instituto Psiquiátrico de Nueva York una serie de estudios acerca de estos temas. Los estudios fueron fiscalizados por un eminente psiquiatra, el Dr. Paul Hoch que, posteriormente, ocupó el cargo de Jefe del Departamento de Higiene Mental del Estado de Nueva York. Desde el inicio del proyecto las muertes de seres humanos dieron paso a una larga lista de víctimas. Uno de los primeros pacientes, sometidos a los experimentos, falleció al suministrársele una dosis excesiva de MDA, un derivado de la mezcalina, conocida popularmente como “droga del amor”.
El Dr. Hoch continuó sus experimentos y se convirtió en consultor de la CIA. En estas investigaciones suministraban altas dosis de MDA y de LSD a pacientes con enfermedades psiquiátricas que, posteriormente, se les practicaba una lobotomía (extirpación total o parcial de los lóbulos frontales del cerebro) para comprobar los efectos de esas sustancias. Según una información de The Village Voice, en uno de los experimentos, se suministró anestesia local a un paciente e inyectó un alucinógeno, luego se le solicitó que fuera describiendo sus experiencias visuales mientras un cirujano iba extrayéndole parte de su corteza cerebral.
A finales de la década del 50, el Arsenal de Edgewood de Maryland, (sede del Cuerpo Químico del Ejército), recibía mensualmente unos 400 productos defectuosos de las principales firmas farmacéuticas de Estados Unidos. Eran medicamentos rechazados por tener efectos secundarios no deseados. Sin embargo, eran utilizados para las investigaciones militares por ser ese precisamente el objetivo que buscaban en las investigaciones.
Hoffman–Laroche Inc. de Nutley, New Jersey, fue la firma que suministró al Ejército la primera muestra de gas BZ, y los especialistas militares, los que descubrieron que esta sustancia inhibía la producción de una sustancia química que facilita la transmisión de mensajes a lo largo de las terminaciones nerviosas del cuerpo, dislocando así los patrones perceptivos normales de una persona. Los efectos de esta sustancia en el organismo duraban por lo regular tres días; sin embargo, algunos síntomas: dolores de cabeza, mareos, desorientación, alucinaciones auditivas y visuales persistían varias semanas.
La Oficina de Investigaciones de la Agencia Central de Inteligencia se unió al Arsenal de Edgewood y al Cuerpo Químico del Ejército, en un proyecto para crear nuevos compuestos que pudieran ser utilizados de forma ofensiva. Un memorando de la CIA, fechado el 8 de marzo de 1971, expresaba, que se había adquirido una reserva de más de 26 000 drogas para ser seleccionadas posteriormente. Entre 1967 y 1975, ya se habían probado no menos de siete alucinógenos más potentes que el BZ, y alguno de ellos fueron experimentados en reclusos de la cárcel de Holmsburg, en Pensilvania. De los resultados de esas investigaciones, se ha conocido poco. Sin embargo, la CIA posee documentos, que mencionan accidentes producidos en los laboratorios, en los que una droga conocida como EA-3167 produjo efectos psicóticos prolongados en algunas personas expuestas.
Dirigido por el bioquímico de la CIA, Dr. Sidney Gottalieb, la Agencia y el Pentágono patrocinaron el proyecto del LSD, y exigieron a médicos de los hospitales psiquiátricos, cárceles y de las propias unidades del Ejército a que administraran la droga a las personas para estudiar sus efectos. Desde 1953 hasta 1975, cerca de 5 mil personas fueron sistemáticamente drogadas, sin que conocieran que estaban siendo utilizados como conejillos de indias. Los resultados de estos experimentos estaban contenidos en 152 expedientes, clasificados como ESTRICTAMENTE SECRETOS, que se encontraban en poder del Dr. Gottelieb, quien los destruyó al desaparecer de los Estados Unidos, al verse descubierto y cuestionado ya que, todos los proyectos fueron dados a conocer a finales de julio de 1975, por la comisión Rockefeller que investigó, por la presión de la opinión pública, las actividades ilegales de la CIA.
Según el diario norteamericano The New York Time, en julio de 1975, la CIA invirtió en esas investigaciones más de 25 millones de dólares, y formaban parte de una Operación con el nombre cifrado de “Pájaro Azul”, que posteriormente se cambió al nombre de “Alcachofa” ,y más tarde, por el de “MK-Ultra” o “MK-Delta”. Esto comprendía todos los experimentos encaminados a transformar la mente humana, y abarcaba, desde sustancias tóxicas y drogas, hasta la utilización de medios biológicos. Como fachada la CIA recibía los fondos, a través de firmas y organizaciones privadas, creadas como manto para ello. Entre estas se puede mencionar la Gestshikter Foundation en Washington, que “donó” 40 mil dólares a la Universidad de Georgetown para investigaciones especiales.
Otra organización utilizada fue la Sociedad para la Investigación de la Ecología Humana, dirigida por Harold Wolff y Lawrence Hinkle, de la Cornell University. Esta sociedad se ocupaba de elaborar métodos y sustancias para el control de la actividad nerviosa superior y el cerebro humano.
El 1972 la revista New West de san francisco publicó la denuncia hecha por los miembros de una secta religiosa de americanos en las selvas de Guyana que se torturaban e intoxicaba a sus miembros. Que centenares de adeptos eran obligados a entregar sus bienes al jefe de la secta e incluso se detectó un suicidio colectivo. Un senador nombrado Rayan, solicito una investigación al respecto y se trasladó a Guyana , entrevistándose con varios miembros de esa institución. Estando en esa misión, se produjo un ataque comando, donde hieren a varias personas y matan al senador. Años después sus hijos presentaron una acusación ante el secretario de Estado y el Cónsul de Guyana y se sabe que el Departamento de Estado y la CIA sabían que se trataba de un experimento con sustancias psicotrópicas para el control de la mente, que involucraba a 5 sabios americanos, 149 expertos de 44 universidades, 12 hospitales, 15 fundaciones, 4 laboratorios y 3 penitenciarías. El cabecilla de la secta, también había sido sometido al experimento.
En las actas del SUBCOMITÉ PARA LA POLÍTICA DEL SEGURIDAD NACIONAL Y EL DESARROLLO CIENTÍFICO del COMITÉ de REPRESENTANTES PARA LOS ASUNTOS EXTERNOS del Congreso de los días 18 y 20 de noviembre y 2,9,18 y 19 de diciembre del año 1969 se prueba y se reconoce que el presupuesto secreto para desarrollar armas químicas y biológicas, se incrementaba cada año y si en el año fiscal de 1961 había aumentado a 57 millones de dólares, ya para el año 1969 alcanzaba la cifra de 350 millones de dólares.
Washington ha ensayado también, secretamente en numerosas ocasiones, la dispersión aérea de agentes biológicos sobre regiones pobladas del territorio norteamericano, utilizando como conejillos de indias a niños, mujeres, hombres y ancianos representantes de las minorías. En 1950, una bacteria causante de una enfermedad parecida a la neumonía fue diseminada sobre el área de San Francisco. En 1952-53 agentes biológicos fueron propagados sobre Saint Louis y Minneapolis y en 1953 sobre la ciudad canadiense de Winnipeg.
Otra prueba de los experimentos efectuados, desde 1932 hasta 1972, la encontramos en un condado de Alabama, donde más de 400 ciudadanos negros pacientes de sífilis, no se sometían a tratamientos médicos para comprobar la evolución de esa enfermedad y establecer las diferencias de la evolución de la enfermedad entre blancos y negros. De igual manera se realizó con mujeres embarazadas que posteriormente parieron niños sifilíticos. El Servicio de Salud les ofrecía un supuesto tratamiento gratuito que consistía en unas dolorosas punciones, que en realidad era un ensayo sobre un método de diagnóstico. Al morir las personas como consecuencia de la evolución de la enfermedad, se les ofrecía unos funerales gratis cuyo objetivo era hacer las autopsias para realizar los estudios anatomopatológicos como conclusión del experimento. También existen informaciones públicas, sobre 400 prisioneros de Chicago, que se infectaron intencionalmente con Malaria, para posteriormente probar tratamientos contra la enfermedad.
Muchos ejemplos se pueden resumir en la siguiente lista:
En 1953 aviones de la Fuerza Aérea de los Estados unidos, soltaron nubes de zinc y cadmio para ver el tiempo en que se demoraba su expansión.
En el año 1955 aumentó en un 300 % los casos en una epidemia de Tos ferina desatada en una zona del Estado de la Florida, donde según documentos de la CIA conocidos posteriormente, la tenebrosa agencia realizaba experimentos y pruebas de Bioterrorismo.
En el propio año para experimentar como se podría infectar a una población humana, soltaron una bacteria sobre la bahía de Tampa en la Florida.
En el año 1956, el ejército esparció mosquitos con fiebre amarilla en Georgia y en la Florida. Luego los militares con fachada de trabajadores de la salud, encuestaron a la población.
En 1966 se propagó sobre un área de 4 800 millas cuadradas del Estado de Texas, y se introdujo intencionalmente un agente bacteriano en el metro de la ciudad de New York por el ejército norteamericano.
Este propio año el ejército soltó en el metro bacilos modificados para experimentar, a lo que se expusieron más de i millón de personas.
En una audiencia del senado en 1977, se reconoció que entre 1949 y 1969, 239 áreas pobladas de los Estados Unidos, fueron contaminadas con agentes biológicos en distintos experimentos llevados a cabo por el Pentágono.
Más de 1 500 niños negros e hispanos en los Ángeles fueron vacunados de forma experimental con vacunas a las que aun no se les había otorgado las licencias. El propio CDC (Centro de Control de Enfermedades), reconoció que no se les había informado a los pacientes.
En el año 1995 se descubrieron evidencias de que en la Guerra del Golfo se usaron agentes biológicos que antes de usarlos allí fueron probados en prisiones del Estado de Texas. Para ello sacaron a los médicos de las prisiones y fueron sustituidos por militares.
El Ántrax que circuló en los Estados Unidos después de los sucesos de las torres gemelas, fue toda una evidencia de los peligros biológicos a los que se expone el propio pueblo estadounidense al principio se creo toda una “atmósfera” y posteriormente, se silenció. Luego algunos científicos manifestaron que el Ántrax había salido de Fort Detrick el mayor centro de experimentación, producción y almacenamiento de medios biológicos. Bárbara Hash Rossenberg de la Asociación de Científicos estadounidenses, dio a conocer en febrero de 2002 al New York Time que se había entregado a la Casa Blanca y al FBI una lista de sospechosos de haber propagado el Ántrax con más de 18 personas, los medios usados y motivos, pero no la dieron a conocer, se encubría así a los científicos que trabajaban para la guerra biológica. Luego dijeron que había un graduado de Somalia musulmán que podría ser y crearon todo una duda al respecto.
En el mes de abril hubo otros hallazgos publicados por France Pres de que las autoridades habían detectado bajos niveles de esporas de ántrax en un instituto de investigaciones médicas militares en Maryland y un trabajador había dado positivo. Las esporas se encontraron en un corredor y una oficina donde trabajaban con ántrax. Con respecto al brote de ántrax, se ha dicho incluso que el FBI conocía quién había enviado el mismo, pero no lo revelaba porque podía poner al descubierto los programas de investigaciones de los Estados Unidos en materia de armas biológicas.
El Fuerte Detrick con una extensión de 1 300 acres, situado en Maryland, emplea 2 500 civiles y 500 militares. Su trabajo, específicamente, está dirigido al desarrollo y producción de sustancias biológicas. Reciben todos los recursos y medios necesarios para esos fines que se ensayan en el mismo lugar. Uno de sus más importantes programas está vinculado con las investigaciones sobre el empleo de insectos portadores de enfermedades. Como es el caso de mosquitos portadores de fiebre amarilla, fiebre tropical y el paludismo; de garrapatas encefalíticas, otras infectadas con tifus y fiebre del Colorado; de pulgas portadoras de la plaga y fiebre bubónica; de moscas portadoras del Cólera, Ántrax (Carbunco) y disentería.
En este centro se realizan experimentos con millones de mosquitos portadores de fiebre amarilla; se incuban y contaminan mensualmente unos 500 mil insectos. En la década del 80, construyeron en Estados Unidos un centro biológico capaz de criar y producir mensualmente hasta 130 millones de mosquitos portadores de enfermedades. Se conoce que, en este lugar, cada año se originan decenas y hasta centenares de “accidentes” biológicos, donde el propio personal científico y hasta empleados de mantenimiento, son víctimas de raras enfermedades que en ocasiones les producen la muerte.
El 29 de agosto de 1997 el diario español El País publicó del periodista Juan Cavestany donde se expresa que el Departamento de Defensa de los Estados Unidos había hecho público un informe en el que se revela que no sólo experimentó con radiaciones sobre sus tropas a partir de los años 40, sino también sobre sectores marginales de la población: esquimales del Estado de Alaska, negros con bajo coeficiente de inteligencia y niños deficientes. También se suministro alimentos con radiaciones a objetores de conciencia de las religión menonita (una rama de los Amish) El informe se centraba en un tratamiento con radio que se aplicó a 20 000 soldados entre los años 40 y 60.
El Pentágono reconoce que este tratamiento puede constituir un riesgo significativo para los militares expuestos y para sus familiares, pero se reconoce que será extremadamente difícil localizarlos a todos porque los partes médicos están incompletos y en muchos casos no tienen ni el nombre del paciente.
El experimento que se detallaba en el informe, consistía en la aplicación de radio por el orificio nasal para reducir la presión en el oído de los pilotos y submarinistas y que causaba problemas de equilibrio por la inflamación o rotura del tímpano.
Los experimentos fueron alrededor de 2 400 de ellos 500 se realizaron entre 1944 y 1974 y desde entonces y hasta 1994 se han completado el resto, 1 900. según uno de esos últimos informes, llama la atención sobre los experimentos con civiles. Según la cadena televisiva CNN, altos mandos de defensa reconocen que muchas personas no sabían a lo que se exponían aunque se prestaban voluntariamente. En los años 50 un estudio sobre tiroides en condiciones de frío extremo, llevó a la fuerza Aérea a dar yodo radioactivo a esquimales de Alaska. También en esa década personas pertenecientes a la religión Amish que cuenta con 30 000 adeptos en los Estados Unidos, se ofrecieron voluntarios como ratas de laboratorios a cambio de no ir al servicio militar. Éstos, comieron alimentos con elementos radioactivos, igual que niños con retrasos mentales de un colegio de Massachussets. En otro experimento que se llevó acabo en la facultad de medicina de la Universidad de Cincinnati (Ohio), se aplicó radiación por todo el cuerpo a enfermos de cáncer que en su mayoría eran afronorteamericanos con bajo coeficiente de inteligencia.
En cada guerra de rapiña y agresión de los Estados Unidos llevada a cabo “en cualquier oscuro rincón del mundo”, no dejan de estar los soldados norteamericanos expuestos a sus medios biológicos, y encontrarse posteriormente entre las víctimas o entre los sobrevivientes, que llevan para siempre en sus cuerpos las imborrables secuelas de la guerra. Así se demostró en Vietnam, y hoy son muchos los hijos del pueblo estadounidense que arrastran esas consecuencias. Los de la guerra del Golfo padecen el síndrome bautizado con ese nombre y los síntomas de la acción del “uranio empobrecido”. Los de Afganistán y de Irak también llevaran mañana las huellas de los experimentos y acciones de los promotores de la muerte y el terror, sus hijos incluso, estarán expuestos de por vida a las lesiones de los microorganismos que portan sus padres, adquiridos en la guerra.
En suma, el pueblo norteamericano no escapa a las acciones agresivas biológicas de sus gobiernos y Fuerzas Armadas, está, sin lugar a dudas, entre las principales víctimas de esas acciones y no escapa de ser objeto y conejillo de indias de una ciencia creada con el único propósito de matar.

Prof. Ariel Alonso Pérez
Agosto/2006

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