domingo, agosto 05, 2007

Fidel y la educación económica



Eugenio Suárez Pérez

13/07/2007

A continuación presentamos, varios fragmentos del discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, en la sesión de clausura del XXIV Consejo Nacional de la CTC, efectuado el 13 de septiembre de 1959[1].

En esta intervención, el compañero Fidel evocó la importancia que tiene la educación económica de los trabajadores, y el mismo, ofreció una clase magistral y metodológica de cómo transmitir al pueblo los conocimientos sobre la economía del país. Lo más importante, sin embargo, es la vigencia que tienen muchas de las ideas, más de 47 años después de expresadas.

El Gobierno Revolucionario tiene una posición muy definida respecto a los problemas sociales: es, sin género de dudas, el primer gobierno que defiende a los trabajadores; es el primer gobierno que defiende los intereses de los campesinos; es el primer gobierno que defiende los intereses de los estudiantes, de la gente joven; es el primer gobierno que defiende los intereses de la nación, que decididamente está defendiendo los intereses de la nación frente a los intereses foráneos, y es el primer gobierno que se ha propuesto una obra seria, sin demagogia, o sea que en cada uno de sus actos no busca sino llevar adelante una política que tienda a la solución de los problemas de nuestro país.

La tarea nuestra es una tarea difícil, como es una tarea difícil para todos ustedes, porque los que estamos más responsabilizados y tenemos necesidad de estar constantemente pensando en los problemas del país, conocemos bastante bien dónde están las dificultades y cuáles son las medidas a tomar para resolverlas.

La dificultad está fundamentalmente en la masa del pueblo, en general. La masa del pueblo está en una disposición extraordinaria de ayudar a la Revolución, está en disposición incluso de morir por la Revolución; pero como consecuencia de que todos hemos crecido dentro de la etapa anterior de la vida pública del país, como resultado de que al pueblo se le mantenía en la ignorancia casi absoluta de los problemas económicos, como consecuencia de que hemos vivido dentro de un clima de verdaderas mentiras, como la verdad aquí nunca se decía, porque la mayor parte de los medios de divulgación de las ideas, de la educación del pueblo, estaban controlados por determinados intereses, el pueblo ha vivido casi en una ignorancia absoluta, por no decir completamente absoluta, de los problemas económicos. Y por eso esa especie de paradoja, de un pueblo lleno de fe, lleno de optimismo, lleno de valor, decidido al sacrificio de las cosas más caras por su país, por el pueblo, es decir, por sí mismo, porque a la larga defender el interés de la nación es defender el interés de cada uno de nosotros.

Esta es la paradoja entre lo que el pueblo está dispuesto a hacer y la ignorancia en que el pueblo vive sobre los problemas económicos, cuando en realidad si de algo debe saber el pueblo más que nada en este momento, no es de pelota, o de boxeo, o de cualquier otro tema que por lo general aquí se sabe, porque es por otra parte un pueblo inteligente, despierto, que sabe casi un poco de todo, menos de problemas económicos; lo que más nos hace falta saber hoy, es acerca de la realidad económica de Cuba, la causa de nuestras limitaciones en ese orden y el modo de resolverlas.

Eso que en el pueblo es ignorancia, en otros es mala fe; en otros es, incluso, ceguera, porque no se quieren comprender las verdades y yo estoy convencido de que si el pueblo tuviera una noción más clara de nuestros problemas en el orden económico, la Revolución marcharía hacia adelante con menos obstáculos; es decir, no con menos obstáculos, porque no se trata de obstáculos, sino de una colaboración mucho mayor por parte de la clase obrera. De ahí que nosotros siempre nos esforcemos por tratar de inculcar en el pueblo determinados conocimientos, a fin de lograr cada vez más esa colaboración.

Fragmentos del discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, en la sesión de clausura del XXIV Consejo Nacional de la CTC, efectuado el 13 de septiembre de 1959[1].

¿Qué sería del país si la nación consumiera el ciento por ciento de su producción nacional? ¿Qué sería del país si, por ejemplo, de una producción nacional de 3 000 millones de pesos la nación consumiera todos los años el total de su producción nacional? Sencillamente ese país se estancaría, ese país se arruinaría, las maquinarias se irían desgastando, la población iría creciendo, no habría siquiera recursos para reponer equipos, no habría recursos para establecer nuevas máquinas, satisfacer las nuevas necesidades y las necesidades de la población crecientes.

Ese país, para resolver sus problemas, tendría que recibir de afuera —es decir, de otro país—, gratuitamente, los recursos necesarios para su desarrollo o perecería en la peor miseria, como ningún país nos va a resolver a nosotros los problemas y harto tienen cada uno de los países con resolver los suyos propios en el orden económico, porque, además, es un principio moral y un principio humano que los pueblos solo pueden aspirar a resolver los problemas con sus propios recursos, como es, además, un principio histórico que los pueblos solo han resuelto sus problemas con sus propios recursos, la nación que consumiera el ciento por ciento de su producción nacional se arruinaría, y si esa nación que de tal forma actuara fuera además un país subdesarrollado, lleno de necesidades, con un porcentaje altísimo de desempleados, ese país caería en el peor estado de postración y de miseria, y no solo ya el hambre, sino los peores males sociales y políticos caerían sobre él.

Si el problema obrero fuese para nosotros un problema de repartir ganancias, ¿qué problema habría para nosotros en el problema obrero? Ya las habríamos repartido todas, compañeros, como repartimos los latifundios y como hemos repartido unas cuantas cosas más.

Si el problema fuese un problema de repartir ganancias de los que tienen grandes cuentas en los bancos, si el problema fuese ese, pueden tener la seguridad de que sería un problema resuelto. Mas el problema no es ese, el problema es mucho más profundo, solo que se expresa de muy distintas formas, cuando lo expresa uno de esos sectores interesados en mantener su fecundo sistema de hacer fortuna y cuando lo expresa un gobernante revolucionario.

Cuando nosotros hablamos de este tema no lo hacemos en nombre de las mentiras con que se ha querido educar a los pueblos en la idea de que solo la ambición y el egoísmo pueden ser fuente de progreso, no se expresa con la idea de defender esos privilegios o esos intereses. Se expresa con un sentido de responsabilidad muy grande para con el pueblo y con el deber de decirle siempre la verdad, y de actuar y tratar de que el pueblo actúe de la única forma que de verdad puede ser útil a sus intereses.

Es difícil cuando la lucha ha sido solo por el salario, cuando la lucha ha sido solo la pugna entre la clase necesitada del país y la clase poderosa en lo económico y en lo político del país, la clase que tiene harto satisfechas sus necesidades, cuando ha vivido la clase obrera, durante décadas enteras, en esa tremenda pugna sin esperanza de que fuese un día factor decisivo del poder y que por sus reivindicaciones, por su bienestar y por su destino estuviese un Gobierno Revolucionario en el poder; es difícil, cuando han vivido los obreros durante tantos años víctimas del abuso, de la represión, de la coacción, envueltos en la traición, viéndose solventar los problemas por la fuerza, viéndose siempre engañados, viéndose siempre esquilmados en todos los órdenes, viéndose siempre preteridos, víctimas de toda clase de parásitos, especuladores y de explotadores; es difícil que de repente esa gran masa mayoritaria del país pueda deshacerse de todas aquellas actitudes mentales del pasado, para comprender que el problema hoy no es de centavos más ni de centavos menos, porque por eso era por lo que había que luchar en el pasado, cuando no había otra razón por la cual esforzarse. Hoy hay que luchar por algo más importante, algo por lo cual es necesario hacer esfuerzos mayores todavía, porque de ello no depende el peso de un día, sino el destino definitivo de esa clase y de ese pueblo, de ello depende la solución definitiva, porque se vive un minuto en el cual no caben retrocesos ni estancamientos.

Al haber hecho el razonamiento de la disyuntiva de un país o de lo que sucedería al país que consumiera el ciento por ciento de su producción, era para afirmar lo que todos ustedes comprenden perfectamente bien, lo que es necesario que comprendan cada uno de los ciudadanos: que el país que quiera progresar, el país que quiera ir llevando un estándar de vida cada vez mayor a sus ciudadanos, el país que quiera resolver los tremendos problemas de la miseria, tendría que lograrlo solo, porque solo hay un medio de lograrlo: sobre la base de sacrificarse; sacrificarse no para que otros ganen más —si de eso se tratara, qué sencillo sería resolver los problemas sociales—, sacrificarse, que quiere decir que el país que quiera desarrollarse, el país que quiera elevar el nivel de salarios sobre una base no imaginaria sino sobre una base real, porque una base imaginaria sería multiplicar todos los salarios hoy por tres y multiplicar por tres mañana todos los precios, ya que nadie se puede comer lo que no se ha producido, ya que un pueblo solo puede consumir el número de sacos de arroz, de frijoles, de aves, de frutas, de zapatos, de telas, de artículos que existan, y esos artículos no se multiplican por tres, multiplicando por tres el salario que mediante un decreto se pueda conceder a los trabajadores...

El estándar de vida solo puede lograrse mediante el establecimiento de nuevas industrias que, utilizando todos los recursos técnicos de la ingeniería moderna, sean capaces de producir más en las mismas horas de trabajo; mediante el cultivo de todas las tierras baldías, para producir allí esos sacos que no se producen por decreto, ese arroz y esos alimentos que no se producen por decreto, sino arando la tierra y sembrando mucho, para recoger una cosecha dos veces mayor si queremos consumir dos veces más, y tres veces mayor si queremos consumir tres veces más.

Si por decreto ponemos en manos del pueblo el doble salario, el doble número de pesos que por día perciba, el resultado sería el doble de millones en importaciones por cada uno de esos artículos que, por imprevisión, por criminal irresponsabilidad de los gobiernos que ha tenido la república, se importan pudiéndose producir en nuestra tierra fértil

El resultado de multiplicar los salarios no sería otro que arruinar el país, porque un país, incluso para sembrar, que es una cosa tan sencilla, tiene que gastar en gasolina que hay que importar, tiene que gastar en petróleo que hay que importar y, sobre todo, tiene que gastar en equipos que hay que importar, y esos equipos no se compran con nuestros pesos que se pueden imprimir, pero que circularían solo en nuestras fronteras y no nos servirían para comprar en el extranjero, donde necesitamos llevar dólares o pesos oro. Los dólares tenemos que conseguirlos ahorrando cuando nos lleguen por venta de las cosas que exportamos, frutas y todos esos artículos que constituyen el capítulo de nuestras exportaciones, y, por tanto, nosotros podemos comprar en alimentos, en maquinarias y en materias primas en el extranjero tanto como hayamos vendido de nuestros productos.

La reserva de un país es la cantidad de moneda extranjera que tiene en sus arcas, o de oro, que es una moneda que vale en todos los países. La reserva de un país es la cantidad de divisas —que es como le llamamos—, quiere decir, moneda de otros países u oro, reserva que en nuestro país era aproximadamente de 500 millones cuando sobrevino el golpe del 10 de marzo de 1952, y que fue descendiendo día por día, mes por mes y año por año hasta quedar reducida a 70 millones. Es decir que el país gastaba más de productos extranjeros, o llevaba hacia el extranjero sus divisas cada año, porque esas reservas se pierden, o porque se compre más de lo que se exporte, o porque se cambien por los pesos del país y se depositen en los bancos extranjeros, y nosotros los perdimos por dos razones fundamentalmente: por la balanza de cambio desfavorable, porque también los intereses que se pagan por capitales extranjeros son divisas que se escapan del país, y por sustracción de las reservas por los malversadores, que robaban, por ejemplo, 2 millones de pesos, los cambiaban por 2 millones de dólares, y los cambiaban en el extranjero.

Al aumentar la capacidad adquisitiva del pueblo, es más ropa, más alimentos, más consumo, y si no lo producimos aquí, hay que importarlo; y si lo importamos, tenemos que gastar lo que nos queda, y si gastamos lo que nos queda, nuestra moneda caería. Y no solo eso, sino lo fundamental: si gastamos lo que nos queda, ¿con qué compramos maquinaria para sembrar, con qué compramos fábricas para dar empleo, con qué desarrollamos los recursos de nuestro país?

Es un hecho axiomático, una verdad axiomática y clara, que el problema no está en aumentar falsamente la capacidad adquisitiva del pueblo, o aumentarla a costa de que las pocas reservas se nos agoten cuando aumente esa capacidad, sin que aumente la producción nacional; es que hay que importar, gastando lo que nos queda, o multiplicando proporcionalmente los precios de cada uno de los artículos, porque hasta en cada cerveza que nos tomamos, estamos consumiendo un artículo, una materia prima extranjera; en cada arroz con pollo que nos comemos, estamos entregando por él una parte de nuestras reservas. Luego qué sencillo sería resolver el problema, si el problema fuera simplemente poner más pesos en las manos de los obreros.

Eso es tan claro que cualquier persona, cualquier compatriota, lo puede entender si machacamos y razonamos todos los días, porque lo cierto es que, en medio de las necesidades, es difícil que los hombres actúen más con la razón que con la desesperación.

Muchos piensan que resolviéndose el problema de él no se va a afectar el país, porque una gota de agua no afecta, olvidándose que como él hay millones de gotas de agua. Estas son verdades que si nuestro pueblo no las comprendiera no podría aspirar ni siquiera a ser un país independiente; porque hablamos de que queremos ser libres, de que no queremos injerencia extranjera en nuestros asuntos, se enardecen los ánimos cuando se habla de la patria, cuando se habla de defender la patria se piden fusiles para defenderla, y, sin embargo, nos olvidamos de que si no somos capaces de comprender que nuestra soberanía, nuestra independencia, nuestra liberación no depende solo del valor con que estemos dispuestos a morir por ella, sino depende todavía más del éxito real de la Revolución...

Ahorrar no quiere decir solamente que cada uno guarde un peso, que sería una forma de ahorro; ahorrar quiere decir también no gastar nuestras reservas. Ahorrar quiere decir que si la nación vende 700 millones de pesos, pueda decir que ha quedado, después de importar lo que necesitábamos en materia prima y en alimentos, tanto para comprar maquinaria.

Un ejemplo claro sería el del cosechero que produjera 100 barriles de papas y consumiera los 100 barriles, no podría producir siquiera otra cosecha, tendría que guardar 10 para sembrarlos; cuando produzca 150 tiene que guardar 15 para sembrarlos; y si produce 200 tiene que guardar 20 y para producir 300 tiene que guardar 25; es decir, ir invirtiendo una cantidad cada vez mayor para un desarrollo mayor de la economía del país.

No hay otra solución que desarrollar nuestra economía, sembrando toda esa tierra, para lo cual hay que adquirir equipos; estableciendo fábricas, para lo cual hay que adquirir maquinarias en el extranjero; desarrollando el turismo, por ejemplo, lo cual requiere inversiones.yhy

Este razonamiento me conduce a otro: el problema de la productividad, lo que está pasando en muchas obras, compañeros. Hoy, en que la Revolución está haciendo casas; incluso, en que la Revolución está haciendo todos los caminos, en que la Revolución lo está haciendo todo, se siente a veces pena de cómo los recursos que con sacrificio se invierten para el pueblo, el pueblo todavía ni siquiera comprende el daño que a sí mismo se hace cuando malbarata esos millones, dando 10 mandarriazos cuando debía dar 20, 25 ó 30 (APLAUSOS).

Es como al que le dicen: Te vas a hacer tu casa y vas a pagar de tu dinero. Si te tardas 10 días te cuesta 500 pesos, si te tardas 20 días te cuesta 1 000 pesos, si te tardas 60 días te cuesta 2 000 pesos, y aquel hombre, despreocupado, no se preocupara por hacer la casa en 10 días, en vez de 60. Y es sencillamente la costumbre vieja de cuando se trabajaba en obras, y el que daba 25 mandarriazos, daba 15 para el que se estaba robando aquel dinero, y no había estímulo; pero cuando se está robando a sí mismo... Y tan cierto es que si el pueblo comprendiera estas cosas nos ahorraríamos despilfarros que son criminales en esta hora.

Es que cuando nosotros decimos a un campesino: Te damos el material, te damos los mosaicos, el cemento, el techo, los sanitarios, todo te lo damos y tú la haces, ese hombre se vuelve loco de alegría, porque sabe que le han regalado una casa y lo acepta. No dice, además: Déme 10 pesos todos los días para hacerla.

Cuando usted le ofrece hacerla, es tan claro el beneficio que él ve que no duda. Hay zonas campesinas donde están haciendo hasta carreteras para comunicarse, poniendo instalaciones, dándoles nosotros el material.

En cambio, si cuando se hace una carretera, un hospital, aquel hombre no ve tan claro que es como aquella casa que se le da, porque esa carretera es para él, ese hospital es para él, ese puente es para él, y si usted le está pagando un salario, además, ¿cómo es posible que ese hombre no comprenda el daño que se hace a sí mismo, como parte del pueblo, perdiendo un tiempo que no tiene razón para perder, si de todas formas va a estar las mismas horas allí?

Pero quizás no comprenda que al no esforzarse estará haciendo más difícil que se le pueda volver a dar trabajo luego, estará haciendo más difícil que pueda seguir librando su sustento en los meses o en los años futuros, y que en cambio, cuando se esfuerza dentro de sus posibilidades físicas por producir el doble, se esfuerza por producir el doble de carreteras, el doble de escuelas, el doble de hospitales, mientras que si gasta el doble de lo que se debe gastar, la Revolución necesitará el doble de años para hacerlas, la mitad de los trabajadores para hacerlas; porque si una obra que puede costar un millón, cuesta 1 500 000, esos son 500 000 pesos menos para darles trabajo a los que están sin trabajar.

Esto es evidente, tan evidente, que estaríamos ante el primer caso de malversación de la Revolución, no por parte del gobierno, sino por parte del pueblo. ¡El pueblo malversando sus recursos! ¡El pueblo despilfarrando sus recursos!

¡Y qué fácil, sin embargo, es dar, y qué difícil es quitar! ¡Qué difícil es quitar! Pero como dar es más fácil y es más fácil para la Revolución dar, también para el pueblo debe ser más fácil dar, lo menos que podemos pedirle al pueblo es más. No queremos quitarle lo que le hemos dado, pero es necesario que el pueblo dé más, es necesario en cuanto a las obras públicas, en cuanto a esas obras que estamos haciendo para el pueblo, con el dinero del pueblo, puesto que nuestra responsabilidad es hacer que el dinero del pueblo se invierta debidamente.

Es necesario pensar que en todas esas obras que son para el pueblo, el pueblo esté pensando aumentar, si es necesario, las horas de trabajo.

Es necesario, si queremos que la república avance, si queremos que la Revolución se salve, que esos mismos compatriotas nuestros, a quienes nosotros le hemos dado, vayan pensando en darnos también, vayan pensando en fórmulas que conduzcan a cambiar la mente de la idea de que ha llegado la hora de disfrutar de lo que no tenemos, por la idea de crear lo que tendremos derecho a disfrutar el día de mañana.

Es necesario que empecemos a transformarnos la mente para mediante un esfuerzo de conciencia y opinión ir marchando por el camino que tenemos que marchar, dándonos cuenta de que en el poder tiene la clase obrera su representación, que es el poder de los campesinos, de los obreros, del pueblo, señores, de los que nos necesitan, poder que tenemos que usar no para que pasen más hambre los que no pueden ganar hoy un centavo, sino, primero que todo, para ayudar a esos compatriotas, para ayudar después a los que están más mal, y así nos estaremos ayudando todos, porque vendrá la era en que todos mejoremos; usar correctamente este poder, porque dentro de esa aspiración caben todas las aspiraciones que se muevan en el seno de los trabajadores, dentro de esa aspiración caben todos los objetivos porque si este es el más correcto, apoyar ese esfuerzo es lo único correcto, quien realmente se aparte de ese apoyo estará haciéndole un daño a su clase, estará, o está poniéndole piedras a su pueblo en el momento más decisivo de su historia, porque cuando los pueblos se lanzan audazmente a este esfuerzo que está haciendo el pueblo cubano no tienen otra alternativa que el triunfo más rotundo, o el fracaso más catastrófico.

Solo el esfuerzo aumenta la riqueza, sobre el aumento de los que trabajan; el aumento de la maquinaria y la técnica puede multiplicar el estándar de vida de los pueblos, y al decir esto es como un resumen de nuestra idea, y expreso el deseo de la necesidad de estas verdades, olvidando el viejo criterio de intereses, de obreros y patronos, porque son intereses de la nación.


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[1] Revolución, 15 de septiembre de 1959, en varias páginas.

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