viernes, agosto 03, 2007

Marxismo y tradición nacional en Juan Marinello.

Al estudiar el pensamiento marxista a partir de la década del 30, se puede apreciar que el mismo tiene muchos más puntos de coincidencia con el pensamiento martiano que el de éste y sus contemporáneos. Es incuestionable que en la actividad y proyección antimperialista de la generación de Mella, a la cual pertenece Marinello, influye notablemente José Martí. Las más altas figuras revolucionarias de principios de siglo comienzan su lucha antimperialista sin ser plenamente marxistas y leninistas, pero el estudio de las ideas de Martí y su consecuente lucha contra el imperialismo los acercan cada vez más a estas concepciones.
Poco antes de morir, en una entrevista concedida al periodista Luis Báez, Marinello revela que muchos extranjeros no acaban de entender cómo puede existir una revolución que sea al mismo tiempo martiana y marxista, porque desconocen, en toda su profundidad, el alcance de la visión política de Martí, en tanto éste “es un relevo perfectamente articulado, obligado [de Carlos Marx]”[1].
Lo que distingue a Martí de otros grandes próceres y dirigentes políticos que le preceden o son sus contemporáneos, es que sabe advertir que la batalla de Cuba por su independencia es la primera fase de un esfuerzo estratégico de mayor alcance que no solo comprende a esta pequeña Isla y la de Puerto Rico, y así lo hace saber al General Máximo Gómez el 13 de septiembre de 1892, cuando le asegura que con la guerra, para la cual solicita su generosa contribución, los cubanos quieren “asegurar la independencia amenazada de las Antillas y el equilibrio y porvenir de la familia de nuestros pueblos en América”[2].
A finales del siglo XIX, han cuajado en Cuba nuevas realidades que desconocieron los iniciadores de nuestras gestas de independencia. De este modo, existe una preocupación constante en Martí por la estructura feudalizada de nuestra economía y el monocultivo, así como la supeditación económica a un solo país, el reconocimiento de la igualdad entre negros y blancos, la justicia para la mujer y la docencia roída por el clericalismo reaccionario. Martí avanza tanto en el análisis de los hechos económicos de lo que llama Nuestra América, que, según Marinello, aporta los elementos esenciales al martiano para aplicar sobre esos hechos los principios del marxismo[3].
La vigencia de Martí radica entre otros factores, en que éste advierte la verdad política como algo cambiante. De tal modo, Carlos Baliño, de conocida filiación marxista, revela que de forma reiterada Martí dijo a los obreros emigrados que a ellos les tocaba la verdadera obra de transformación de la sociedad colonial que tendría lugar después de la independencia[4]. Esta concepción dialéctica de la verdad política reiterada en Martí, impone a sus continuadores ver lo político a partir de la experiencia directa y de las condiciones socio-históricas en que se desarrolla la lucha revolucionaria, tanto en Cuba como a nivel internacional.
Es precisamente la generación a la cual pertenece Marinello, surgida entre la intervención norteamericana y los primeros años de la república frustrada, la que hace el primer rescate de la obra de José Martí. Hay dos factores esenciales que posibilitan este descubrimiento: la edición de las Obras de Martí realizada por Gonzalo de Quesada y Aróstegui, cercano colaborador del autor y, en segundo lugar, los esfuerzos de muchos intelectuales y patriotas de utilizar su ideario en el combate político de entonces. De este modo, en aquella primera visión republicana de Martí, aún fragmentada y plena de hallazgos de corte anecdótico, se encuentra el libro precursor de Julio César Gandarilla, Contra el yanqui, obra de protesta contra la acción injerencista del imperialismo norteamericano y de defensa de lo más raigal del pensamiento de José Martí. En esta época, la labor de propaganda política de las primeras organizaciones socialistas, integradas en su mayoría por patriotas de la emigración, y los discursos mediadores de Sanguily y de Varona, hombres de inmensa sensibilidad y pasión por la patria, constituyen trasmisores de su imagen viva a las nuevas generaciones, que buscaban las vías de transformar la realidad política y económica del país.
De este modo, nuestro marxismo toma del substrato original de la doctrina martiana, el patriotismo, la búsqueda de la justicia y la eticidad revolucionaria, sin acudir a estériles polémicas filosóficas, en función de las necesidades de la nueva época histórica, dando lugar a lo que muy acertadamente el doctor Cintio Vitier ha catalogado como “marxismo martiano”[5].
La primera obra escrita por Marinello no es como muchos han planteado, la Colección de poemas que publicó bajo el título de Liberación, sino un pequeño folleto que recoge el discurso pronunciado el 27 de noviembre de 1919, en homenaje a los ocho estudiantes de medicina fusilados en 1871. Ello revela su preocupación temprana por conocer el pasado de la nación cubana con el objeto de comprender mejor los problemas y realidades de su presente histórico.
Después de graduado como alumno eminente de Derecho Civil en la Universidad de La Habana y de haber realizado estudios de ampliación en la Universidad Central de Madrid, Marinello, se une a Julio Antonio Mella en el Movimiento de Reforma Universitaria de 1923, incorporándose así a una lucha que no tardaría en tener una repercusión trascendente en toda la sociedad cubana.
Junto a Mella y Martínez Villena, participa en la Universidad Popular “José Martí”, funda varias revistas y colabora en otras, en las que aparecen sus primeros trabajos dedicados al pensamiento martiano. En una carta dirigida a Jorge Mañach, publicada en El País, el 6 de noviembre de 1925, refiriéndose a la necesidad de conocer y divulgar la obra del Apóstol, plantea: “Yo no se que en sus días existiera en América escritor más original y poderoso que Martí, y, sin embargo, mucho trabajo nos costará, si es que lo logramos, hacerlo conocer y admirar universalmente tanto como merece”.
La nueva toma de conciencia antimperialista, surgida a nivel nacional en la que Marinello llamara “la década crítica”, de 1920 a 1930, con los primeros jóvenes marxistas cubanos —Rubén Martínez Villena, Julio Antonio Mella, Pablo de la Torriente Brau, Raúl Roa y el propio Marinello— desemboca en el primer rescate del pensamiento martiano, que tiene en la obra de Mella, Glosas al pensamiento de Martí(1927), la primera clarinada.
A partir de esta obra de Mella, de la cual es su prologuista en 1941, Marinello orienta aquilatar los acontecimientos históricos y el pensamiento de Martí “por las circunstancias que lo engendraron” y la medida y proyección del gran héroe “por la tarea revolucionaria que el tiempo exigía”[6]. Esta circunstancia explica que Marinello supiera ubicar a Martí en sus justos términos, y fuera uno de los primeros en oponerse al culto hipócrita y sacar a la luz su pensamiento antimperialista, sin pretender otorgarle un ideario socialista que jamás sustentó.
Fue precisamente uno de los intelectuales de su generación, Alejo Carpentier, quien se refiere a esta temprana vocación martiana de Marinello, de la cual impregna a través de su palabra y acción a muchos de los que compartieron con él sus inquietudes revolucionarias. Decía Carpentier:
"Claro está que los hombres de mi generación —de nuestra generación— amaban a José Martí. Pero, disponiendo solamente (transcurrían los años veinte) de ediciones incompletas de sus escritos, de malas antologías, de ediciones truncas, no veían acaso (no hablo, claro está, de quienes entonces se especializaban en la indagación y estudio de la obra martiana) el alcance continental, revolucionario para el presente, ecuménicamente americano, de quien cayera cara al sol, en día de crepúsculo y albor, en tierra de Dos Ríos. Y era Juan, nuestro Juan, fiel a una temprana y profunda vocación a la que consagraría parte de su vida, quien había de hablarnos por vez primera, en términos de modernidad, del siempre vigente apostolado revolucionario, de un José Martí proyectado, por la palabra, la acción y el sacrificio propio hacia un futuro que hoy vemos cristalizado, traducido a realidades, madurado en aciertos, en la Revolución Cubana”.[7]
Participante de la Protesta de los Trece y del Grupo Minorista, la jornada del 30 de septiembre de 1930 encuentra en Juan Marinello a un revolucionario comprometido con los intereses del pueblo. No es fundador del Partido Comunista, pero está ligado tempranamente a organizaciones muy cercanas a éste. Es presidente de la Liga Antimperialista en cuyo órgano —la revista Masas— publica artículos relacionados con el pensamiento de José Martí y acerca de la situación política del país.
Gran conocedor de la obra de Martí y de Lenin, de la cual se hace una mayor divulgación a partir de la legalización del Partido en 1938, sabe utilizar estos conocimientos en sus batallas cotidianas contra el anticomunismo que se ocultaba tras un manto de falso patriotismo.
En la editorial Páginas, que dirige desde su fundación en 1938 junto a Angel Augier y Carlos Rafael Rodríguez, lleva a cabo una intensa campaña para ofrecer a las amplias masas la posibilidad de acceder a lo más importante del pensamiento cubano del siglo XIX y a las mejores obras de autores nacionales contemporáneos. De este modo, orienta la labor de edición en tres direcciones: Colección Universal de la Cultura Moderna; Biblioteca Cubana Contemporánea y Biblioteca Clásica Cubana[8]. El primer libro salido de su imprenta es La España de Martí de Emilio Roig de Leuchsenring que más tarde el autor completa con el volumen Martí en España, lo que, tomando en consideración los dramáticos acontecimientos que tenían lugar en el país ibérico, pone de manifiesto los criterios de oportunidad y de justeza que predominan en la selección de las obras a editar. Algo que corrobora esta apreciación es el hecho de que poco después de publicada la obra de Roig de Leuchsenring, se publica La Revolución en España, primera versión al español de los artículos escritos por Marx y Engels sobre el movimiento revolucionario en ese país. La Editorial Páginas constituye uno de los más relevantes esfuerzos editoriales del país hasta el triunfo de la Revolución en 1959, e hizo significativos aportes a las Ferias del Libro, espacio en el que Juan Marinello entre otros intelectuales de gran valía, hizo uso de la palabra en varias oportunidades para destacar la importancia y el valor del libro como vehículo de cultura.[9]
La tribuna popular lo tiene como firme defensor de una “Escuela Cubana en Cuba Libre”, en respuesta a la consigna levantada por la alta jerarquía del clero católico “Por la patria y por la escuela”, aportando sólidas argumentaciones sobre los principios que deben sustentar la educación cubana: una enseñanza basada en la doctrina pedagógica de José Martí, libre de injerencias extrañas, espíritu sectario y dogmatismo; y plena en contenido formador del hombre, que la patria cubana reclamaba en aquel momento de despliegue de las hordas fascistas en Europa.
Durante las sesiones de la Asamblea Constituyente de 1940, a la que asiste como delegado por el Partido Unión Revolucionaria Comunista, está entre aquellos que más se destacaron por tener una activa participación y hacer con mayor frecuencia menciones o referencias a la figura y al pensamiento del Apóstol. Sus evocaciones martianas tienen lugar desde la misma sesión inaugural, cuando rinde tributo a las concepciones martianas acerca de la democracia y la política. Marinello señala que nunca se había garantizado el respeto a la “dignidad plena del hombre” soñado por Martí, y al evocar las medidas sociales que debe garantizar la nueva constitución subraya la necesidad de recordar que para el Apóstol el trabajo debe ser el derecho primero de la república, y que es un crimen mantener en la ignorancia a las masas, que “son las que tienen de su parte la justicia”[10].
A pesar de haber sido acusados por la reacción de propiciar la desintegración social y de ser enemigos de la nacionalidad cubana, los comunistas cubanos eran tributarios de una tradición cubana progresista, culminante en Martí, cuyo sentido internacionalista tenía ocasión de realizarse en las nuevas condiciones que se desarrollaban a mediados del siglo XX.
Al tomar en consideración el ideario del 95, Marinello apunta en uno de los múltiples artículos dedicado al tema en la prensa diaria, que los propósitos centrales de aquella Revolución se habían dirigido a “lograr la igualdad de los cubanos a través del disfrute de bienes nacionales, y aunque este disfrute no se concibió fuera de los límites de la organización económica capitalista, de no haberse producido la interferencia yanqui una 'homogeneidad robusta' hubiera permitido la existencia de un Estado popular y democráticamente nacionalista”[11].
Derrotado el fascismo, representa a Cuba en el primer Congreso Mundial de la Paz, en 1949, siendo electo miembro del Consejo Mundial desde esa fecha. En su lucha proverbial por la paz tiene más de un trabajo que destaca la convicción política y la previsión patriótica de Martí, en las que marchaban unidas el mandato de su conciencia de hombre y de su responsabilidad de artista.
Marinello se enfrenta desde el primer día al golpe de estado de Batista en 1952, y critica el homenaje organizado por el tirano a Martí en ocasión de su centenario. En el Congreso martiano celebrado en 1953, con el que la dictadura pretendió legitimar su poder, se eludió el planteamiento acerca del pensamiento revolucionario de José Martí y fundamentalmente su antimperialismo, y se insistió en la tendencia a separar el Martí político del Martí literario.
En contraposición a este intento de separar en Martí dos facetas que están indisolublemente unidas, y al propósito de despejar de contenido revolucionario el pensamiento del Apóstol, se organiza en Santiago de Cuba un ciclo de conferencias cuyo lema rezaba “Pensamiento y Acción”, celebrado entre el 28 de enero y el 27 de mayo de 1953, en la Universidad de esa ciudad. Juan Marinello dicta una conferencia, que ya había sido leída por primera vez, el 27 de enero de 1953, en el acto organizado por la Federación Democrática de Mujeres Cubanas, en la cual llama a descubrir a un Martí entero y verdadero, en toda su hazaña política y artística, y a ofrecer al pueblo cubano “un Martí que vivió por Cuba y para Cuba, pero también su aporte de revolucionario y de artista, pleno de elementos fecundantes para nuestra liberación nacional y para la integración y el vuelo de la cultura de Cuba y de América. Un Martí en suma, con toda la raíz y con toda el ala”[12].
Estas ideas son desarrolladas más adelante cuando, en plena clandestinidad, escribe una de sus obras capitales: Martí, escritor americano (1958). En ella puntualiza el lugar de José Martí como creador e intelectual revolucionario y los vínculos que establece con el movimiento modernista.
Marinello sabe apreciar que en Martí era esencial conocer la realidad de nuestro continente para, en consecuencia, aportar una expresión artística o literaria propia. En Martí la literatura se vincula de forma permanente a la práctica política y es un medio comprometido a la causa revolucionaria y este es uno de los elementos que explican, según Marinello, la vigencia del legado martiano. Por eso afirma que la literatura incorpora la política en un proceso de lucha por la liberación nacional y la democracia que conduciría a la unidad de los pueblos de Nuestra América.
En línea con estos presupuestos, Marinello lucha y se pronuncia por la liberación e integración de América Latina y conduce su obra literaria por el mismo cauce de apreciación martiana. Al igual que otros intelectuales de su generación y militancia política, piensa la realidad cubana a partir de sus elementos constitutivos específicos y de su historia. Su orientación marxista y leninista jamás lo aparta del estudio de la cultura cubana; muy al contrario, el conocimiento de ésta es, desde el comienzo de su vida política, una garantía para la eficacia de aquella orientación ideológica. Haber asumido el marxismo y el leninismo desde una experiencia nacional, no pudo sostenerse y desarrollarse sino sobre la base de conocer profundamente los valores autóctonos, convencido de que el legado de Marx, Engels y Lenin, no se puede asumir si no existe un cabal conocimiento de la realidad que se aspira a transformar.
Era notorio que durante la república neocolonial, abundaban los discursos y publicaciones relacionados con la prédica martiana, pero no se levantaba en las tribunas públicas el mandato fundamental de quien diera la vida en Dos Ríos: resistir y combatir —gran tarea de la República— el imperialismo de los Estados Unidos.
Por ello cobra especial relevancia el llamado de Marinello y otros intelectuales marxistas dirigido a líderes políticos, dirigentes sindicales, artistas y escritores en general, a personas de muy notable responsabilidad social, para que no renunciaran a la tradición patriótica que “nunca tuvo su vista en cercanías acomodaticias sino en el futuro mejor para Cuba aunque estuviera erizado de obstáculos”[13].
La dramática advertencia tiene lugar en momentos en que el imperialismo se orientaba a absorber no solo nuestros recursos económicos, sino también nuestra cultura y educación. A fines de la década del 50, el gobierno de los EEUU diseñaba una nueva política exterior para toda Hispanoamérica, dirigida a brindar asistencia cultural y económica, cuyos verdaderos propósitos se encauzaban hacia una más profunda y extendida penetración.
Consultado por la Asociación de Escritores y Artistas Americanos acerca de esta nueva forma de agresión imperialista, Marinello no vacila en responder a través de la revista Mensajes, que en tanto la política del gobierno norteamericano se dirige a lograr que las universidades cubanas renunciaran a lo más progresivo de nuestras tradiciones nacionales y a socavar los cimientos de la producción intelectual cubana, encontraría la oposición de nuestra intelectualidad progresista, pero ésta no obedecería a un criterio nacionalista estrecho ni se dirigía a aislar a Cuba de la cultura universal, por ello afirma:
"Contra ellos [maestros, investigadores y creadores dignos de los EEUU], y contra nosotros, está levantada la amenaza de absorción, de la intolerancia, de la destrucción de la libertad, indispensable para toda obra de cultura. A esos creadores debemos extender la mano sin titubeos ni recelos porque vienen —usemos de nuevo una expresión martiana— a 'injertar el mundo en nuestras repúblicas', no a dañarnos el tronco, que debe ser nuestro. A ellos, nuestra cordial fraternidad. Y a los que, con discursos amables y hechos ingratos quieren usar la universidad y el libro para quitarnos el pan y equivocarnos el canto, a esos, nuestro combate de pueblos conscientes y enteros”[14]

Dra María Caridad Pacheco González. Centro de Estudios Martianos

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[1] Luis Báez. Memoria inédita. Conversación con Juan Marinello. Editorial SI-MAR S:A, 1995, p. 147

[2] José Martí. Epistolario, Editorial de Ciencias Sociales, 1993, Tomo III, p. 210

[3] Ibídem, p. 155

[4] La Voz Obrera, la Habana, 5 de agosto de 1906, p. 1

[5] Cintio Vitier. Lecciones Cubanas. Editorial Pueblo y Educación, La Habana,1996,p.58

[6] Juan Marinello. Prólogo de Glosando el pensamiento de Martí. La Habana, 1941

[7] Tomado de: Juan Marinello. Escritos Sociales( prólogo, selcción y notas de Mirta Aguirre”.Universidad Nacional Autónoma de México, 1980, p. XVII-XVIII.

[8] Rita Díaz García. Abriendo caminos. El movimiento obrero cubano en la educación y la cultura. 1899-1958. Editorial Pueblo y Educación, La Habana, ___, p.196

[9] Ver: Carlos Rafael Rodríguez. Discurso en la Feria Provincial del Libro, en Camaguey, 28 de febrero de 1943. En: Magazine Dominical de HOY, La Habana, 7 de marzo de 1943, p. 3; “La Feria del Libro”. En: Nuevas Letras, Boletín de la Editorial Páginas, Año 1, No 5, La Habana, diciembre de 1944, p.1

[10] Diario de sesiones de la convención Constituyente, año 1940. Tomo I, Sesión inaugural, p. 14. Tomado de: Renio Díaz Triana. José Martí en la Constituyente del 40 (trabajo inédito)

[11] Juan Marinello. “ 24 de febrero”. Magazine de Hoy, 23 de febrero de 1941, p. 1

[12] Juan Marinello. “El caso literario de José Martí”. Ensayos Martianos .Dirección de publicaciones, Universidad Central de Las Villas, 1961, p. 87.

[13] Mensajes, La Habana, Año II, No 1, enero de 1958, p. 28-41

[14] Juan Marinello. Carta a la Asociación de Escritores y Artistas Americanos. En: Cuba. Cultura. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1989, p. 71
Agosto/2006

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