George W. Bush está mostrando tanto desesperación como mala fe al invocar la analogía con Vietnam para justificar la presencia continuada de Estados Unidos en Irak. Durante mucho tiempo, el gobierno de Bush negó la analogía. Hizo esto por obvias razones. Lo que la mayoría de la gente recuerda de Vietnam es que Estados Unidos fue derrotado, y esta derrota resultó en el debilitamiento del poderío estadunidense en el mundo.
Sin embargo hay un grupo significativo de personas en Estados Unidos que cree que dicho país podría haber ganado aquella guerra si los políticos no hubieran perdido el coraje. El público que Bush utilizó para su discurso del 22 de agosto, donde expresó este argumento, fue el de la convención anual de los Veteranos en las Guerras Extranjeras. Es seguro decir que este público particular estaba compuesto en gran medida por gente que comparte el punto de vista de que Vietnam fue una guerra que se pudo haber ganado, y que como tal Irak es una guerra que puede ganarse. Merece la pena revisar la validez de los argumentos de Bush y luego las razones de por qué ahora, y sólo ahora, ha invocado la analogía con Vietnam.
La argumentación es una que es extraña. Bush no ofreció evidencia alguna sobre la situación militar en Vietnam ni de por qué, si Estados Unidos hubiera persistido, la guerra se habría podido ganar. En cambio, se concentró por completo en las supuestas consecuencias de la retirada. Expresó su argumentación utilizando tres lemas: boat-people , campamentos de reducación y campos de la muerte. El término boat-people (utilizado mundialmente en inglés) hace referencia a los muchos vietnamitas que habiendo sido simpatizantes de Estados Unidos durante la guerra buscaron huir del país en lanchas, de los cuales muchos murieron en el Mar del Sur de China. Campamentos de reeducación hace referencia al hecho de que al terminar la guerra, el gobierno de Vietnam envió a muchas personas que se habían opuesto a su toma del poder a los llamados campamentos de reducación. Campos de la muerte se refiere al hecho de que en Camboya, no en Vietnam, el gobierno del Khmer Rouge que llegó al poder asesinó a un enorme número de personas en esos “campos de la muerte”. Supuestamente, cada una de estas consecuencias fue el resultado de la retirada estadunidense, y cada una pudo haberse evitado si Estados Unidos no se hubiera retirado. Revisemos una por una.
Que muchos de los simpatizantes de Estados Unidos quisieran huir de Vietnam después de la retirada era por supuesto predecible e inevitable. Los que pierden una guerra buscan comúnmente huir del grupo contra quien estuvieron combatiendo. Pero las muertes de estas boat people no fue responsabilidad del gobierno vietnamita. Fue responsabilidad de Estados Unidos y sus aliados que se negaron a abrir sus fronteras generosamente para estas personas. Basta con comparar el destino de estas boat people con aquellas otras boat people que abandonaron Cuba a lo largo de los años. Los últimos, a diferencia de los primeros, han sido recibidos con los brazos abiertos en Estados Unidos.
Los campamentos de reducación fueron muy crudos. Mucha gente murió ahí y muchos más sufrieron lastimosamente. La cantidad de quienes murieron fue, sin embargo, mucho menor que el número de vietnamitas que murió como resultado de la guerra, y probablemente menos que aquéllos que habrían muerto si la guerra se hubiera prolongado mucho más tiempo. En cualquier caso, ¿qué evidencia hay de que, si Estados Unidos se hubiera quedado en guerra todavía más tiempo del que se quedó, habría derrotado, de hecho, al Vietcong? ¿Y cuál habría sido la posibilidad de que los oponentes al Vietcong, de haber ganado, no establecieran sus propios campamentos de reducación?
Finalmente, los campos de la muerte. Éste es el argumento más fantástico. El Khmer Rouge nunca habría sido capaz de existir sin la guerra de Vietnam. Fue Estados Unidos quien depuso al rey Norodom Sihanouk, que era la barrera más fuerte contra el Khmer Rouge. En lugar de Sihanouk, que era crítico del involucramiento estadunidense en Vietnam, Estados Unidos arregló que Lon Nol, un general sin respaldo popular, derrocara a Sihanouk, y luego el gobierno de Lon Nol fue a su vez derribado por el Khmer Rouge.
Lo más importante que Bush dejó fuera de su análisis fueron las cosas que no ocurrieron. En ese entonces, el principal argumento de Estados Unidos para involucrarse en Vietnam era la tesis del dominó, que si Vietnam caía en manos comunistas toda Asia lo seguiría. No sólo no ocurrió esto, sino que pasaron cosas muy diferentes. Hoy, Vietnam y Estados Unidos están en muy buenos términos, y Vietnam cuenta con una floreciente y pujante economía. Puede no ser “democrática” para los criterios estadunidenses, pero es una nación “amistosa”, no hostil.
Entonces, dado todo esto, ¿por qué Bush, por vez primera, invoca la analogía con Vietnam, la cual había evitado antes con gran celo? Dije antes que era en parte por desesperación y en parte por mala fe. La desesperación tiene que ver con la enorme presión popular para retirarse de Irak lo más pronto posible. Bush ya había logrado posponer cualquier decisión diciendo que el general Petraeus le informaría a él y al Congreso el 15 de septiembre acerca de qué tan exitosa había sido la “oleada” de tropas. Y dijo que tomaría sus decisiones acerca de Irak con base en el informe del general. Sin embargo, ahora resulta que el informe que Petraeus entregará al Congreso será escrito en la oficina de Bush. Así que Bush está tomando decisiones sobre Irak con base en un informe que se escribirá a sí mismo.
Bush ha estado invitando también “turistas políticos” a Irak para que los lleven en visita guiada a constatar lo bien que se desempeñan las fuerzas armadas estadunidenses en la provincia de Anbar, donde han llegado a un acuerdo con una serie de insurgentes sunitas para que combatan a otro grupo. Esto ha impresionado a unos cuantos políticos demócratas, que ahora recelan de negar el “éxito”. La gente de Bush admite que la situación política global es terrible. Al primer ministro de Irak, Nuri Maliki, no le gustan nada los acuerdos que Estados Unidos anda haciendo en Anbar, ni aprecia la presión para ejercer acciones contra las múltiples guerrillas sectarias. Al visitar Siria, él apuntó que Irak tiene otras opciones políticas más allá de Estados Unidos. De inmediato, han comenzado los rumores de que Estados Unidos podría estar alentando un golpe militar. Eso sí es una analogía con Vietnam. La intervención estadunidense comenzó a hacerse amarga una vez que Estados Unidos arregló un golpe militar contra el primer ministro de Vietnam del Sur, Ngo Dinh Diem. Entonces, la desesperación es, de hecho, que quedarse en Irak es un caso que no soporta la luz del día. Una encuesta reciente de la revista Foreign Policy, que indagó entre los llamados expertos en política exterior, muestra que 80 por ciento califica la guerra de Irak de una que tiene un “impacto muy negativo” sobre los objetivos de seguridad nacional estadunidense. Si uno desmenuza este dato según la autoadscripción de quienes respondieron, aun 60 por ciento de aquellos que se dicen “conservadores” dieron esa misma respuesta.
Pero entonces, ¿por qué mala fe? George W. Bush está preparando el futuro. El presidente que se retiró de Vietnam era un republicano, Gerald Ford, y lo hizo después de la prolongada retirada de tropas estadunidenses que emprendió otro presidente republicano, Richard Nixon. Bush no va a retirar las tropas. Pero está muy seguro de que el siguiente presidente se verá forzado a hacerlo. Y está muy seguro de que el siguiente presidente será un demócrata. Así que pone los cimientos para acusarlo de “puñalada por la espalda”. Escucharemos mucho de esta acusación en la década venidera.
Immanuel Wallerstein
La Jornada
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