“La duda es uno de los nombres de la inteligencia”
Jorge Luis Borges
La evolución
Este texto basa sus argumentos en la validez de la teoría de la Síntesis Evolutiva Moderna, basada en la teoría de la evolución postulada por Charles Darwin. Esta teoría, aceptada mayoritariamente por la comunidad científica, está respaldada por un sinnúmero de pruebas tanto fósiles como vivientes e incluso informáticas (algoritmos genéticos). La teoría consiste en explicar las características actuales de los seres vivos a partir de cambios producidos en su código genético debido principalmente a mutaciones, esto es, cambios en la estructura química de la molécula que contiene la información codificada de las características intrínsecas de un ser vivo, el ADN. Si bien estas mutaciones ocurren de manera aleatoria, y la mayoría conduce a cambios irrelevantes o dañinos para el individuo, algunas de ellas conducen a cambios que permiten al ser vivo adaptarse de mejor manera (que sus padres) a su medio ambiente y por lo tanto tener más probabilidades de sobrevivir y reproducirse. Al reproducirse, el cambio en su código genético es adquirido también por sus descendientes. La evolución en este sentido no debería ser vista como un cambio “positivo” orientado a “perfeccionar” a las especies, sino simplemente como cambios que tienen como consecuencia una mejor adaptación de los seres vivos a su medio ambiente, permitiendo la supervivencia de su código genético, y por lo tanto de sus características intrínsecas. Esta teoría permite explicar entre otras cosas la adaptación de las especies a su medio ambiente, el parecido entre especies separadas geográficamente pero que viven en medios ambientes similares, así como la diferencia existente entre especies que coexisten en el mismo medio ambiente, el parecido entre padres e hijos, la existencia en una especie de características sin utilidad aparente pero que pueden ser remanentes de características que fueron útiles a los antecesores de dicha especie (remanentes de “patas” en algunas serpientes, órganos vestigiales en seres humanos como muelas cordales, apéndice), características comunes a todas las especies (estructura celular, código genético), existencia de fósiles en los que se puede apreciar una cadena evolutiva (puede encontrarse una sucesión de cambios que evidencian la relación entre dos especies con características bastante distintas). Evoluciones actuales pueden ser observadas, tales como la aparición de gran variedad de formas y colores en ciertas especies como perros, gatos, zorros y otros animales cuando dichas especies son extraídas de su medio ambiente natural, el aumento en la resistencia de bacterias a los antibióticos. Los algoritmos genéticos han probado que es posible desarrollar formas muy complejas y adaptadas a su ambiente a través de la generación aleatoria de cambios, permitiendo el desarrollo de aparatos (antenas por ejemplos) y programas informáticos mediante el mismo tipo de evolución. Creyendo haber mostrado en la medida de lo posible (en estas breves líneas) la validez de esta Teoría, hacemos la suposición, nada descabellada, de que la especie humana, como cualquier otra especie, desarrolló sus características intrínsecas mediante el mismo mecanismo de adaptación a su ambiente.
Mientras las creencias de los seres humanos han variado enormemente a lo largo de nuestra existencia como especie, nuestra moral y nuestros sentimientos han permanecido cuasi intactos. Los celos, el cariño, la venganza, la compasión, sentimientos existentes en la mayoría de las personas de la actualidad, pueden encontrarse tanto en la mitología griega como en los relatos de la religión yoruba, desde las fábulas chinas hasta las obras de Shakespeare, de los libros budistas a la Biblia. Es probable que dicha diferencia entre creencias y sentimientos radique en el origen mnemónico de las primeras y genético de los segundos. Todas las religiones y legislaciones del mundo condenan, en mayor o menor grado, el asesinato, el robo y la mentira. En su “Origen y Evolución de la Moral”, Piotr Kropotkin realiza una explicación evolutiva de la moral humana concluyendo que nuestra moral no es sino un mecanismo más de adaptación al medio ambiente, confrontando de forma directa, pero completamente lógica, la creencia en una moral sobrenatural, la moral promulgada por la mayoría de las religiones.
A diferencia de los sentimientos y de la moral, nuestras creencias se van formando conforme nuestra memoria va almacenando la información proveniente de nuestros sentidos y pensamientos. Nuestras creencias no sólo se amplían conforme acumulamos información en nuestra memoria, sino que además pueden ser modificadas radicalmente (hasta sus raíces) de acuerdo al principio de no contradicción.
Sistema de creencias
David Hume pudo notar que muchas de nuestras creencias surgen de un proceso que él denominó inducción. Este proceso consiste en suponer que un suceso ocurrido en el pasado se repetirá en el futuro si las circunstancias son las mismas. Una verdad particular es elevada al rango de verdad general. Por ejemplo, si uno observa un perro que ladra, uno puede concluir por inducción que todos los perros ladran. Este proceso de formación de creencias es muy útil para nuestra especie en términos evolutivos (supervivencia y reproducción), tanto en épocas tempranas de su existencia como en la actualidad. Una persona al observar en cierta ocasión el temor que producía el fuego a un animal, concluyó (por inducción) que el fuego podría ser utilizado para ahuyentar a cualquier bestia. De igual forma, una persona al observar la relación que había entre la crecida del río y la forma de la Luna, concluyó que al volver a estar la Luna de la misma forma se produciría la misma crecida del río, y así se pudo hacer una planificación exitosa de las actividades agrícolas. La inducción es también la base para el establecimiento de leyes científicas, que no son otra cosa que suponer la existencia de una verdad general, a partir de un gran número de verdades particulares (experimentos, observaciones). A partir de innumerables observaciones los científicos concluyeron que una masa era atraída por otra con una fuerza proporcional al producto de las masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que las separa. Sin embargo las suposiciones hechas a partir de la inducción frecuentemente entran en contradicción con observaciones posteriores. Al observar la presencia de una quebrada en determinado lugar, una persona puede hacer la suposición de que en dicho lugar puede encontrar agua siempre. Pero al pasar los meses, la quebrada se seca, y la suposición hecha con anterioridad entra en contradicción con la observación. Entonces el sistema de creencias antiguo (en tal lugar puede encontrarse agua) es modificado radicalmente (en tal lugar no siempre puede encontrarse agua). Repetidas observaciones pueden dar una idea mucho más precisa de la realidad (en tal lugar puede encontrarse agua en determinada época del año). Como vemos, la inducción es muy útil, pero es mucho más útil cuando es “filtrada” por el principio de no contradicción. Este principio, que todos los seres humanos utilizamos en nuestros razonamientos, fue descrito por Aristóteles (“algo no puede ser y no ser al mismo tiempo”) y es para muchos la base del razonamiento científico y matemático. Pero no se debe olvidar que más básicas aún son las suposiciones hechas a partir de la inducción. La estrategia más efectiva entonces consiste en hacer suposiciones a partir de la experiencia, pero modificarlas conforme nuevas informaciones son incorporadas y confrontadas con dichas suposiciones. Este funcionamiento de nuestro sistema de creencias es también común entre los animales con suficiente memoria, mamíferos por ejemplo. Un perro o un gato al recibir comida de una persona, concluye por inducción que esa persona siempre le proveerá comida, hasta que repetidas experiencias le hacen modificar su sistema de creencias, llegando a la conclusión, por ejemplo, de que esa persona le brindará alimento pero sólo a determinada hora del día. La ciencia es un sistema de creencias que trabaja de la misma manera, estableciendo leyes a partir de la inducción, y modificándolas conforme nuevas observaciones y experimentos arrojan resultados que no cumplen con ellas. Las leyes de la mecánica clásica de Newton fueron consideradas verdades generales mientras las observaciones astronómicas cumplían dichas leyes, hasta que resultados que las contradijeron dieron paso a la aceptación de las leyes relativistas de Einstein. Similar fue el cambio dado al sistema de creencias con la aceptación de la física cuántica. Las religiones, siendo un sistema de creencias, no escaparon en un principio a esta metodología. Alguien al observar cómo se formaban gotas del llanto de las personas concluía, a partir de esta verdad particular, que todas las gotas eran producto del llanto de alguna persona, por lo que deducía que la lluvia, al estar compuesta de gotas, era también el llanto de algún ser. Así se daba origen a la creencia en un dios que producía la lluvia al llorar. Una persona al observar cómo un martillo producía un ruido grave y fuerte al golpear una roca, podía concluir que un trueno era también producido por el golpe de un martillo. Estas creencias (la mayoría de las personas actualmente las calificarían de mitos) no son otra cosa que el resultado lógico del razonamiento humano para una persona con información insuficiente. Al observar, por ejemplo, la formación de gotas a partir de vapor de agua, la misma persona que le atribuía la lluvia al llanto de un dios podría llegar a la conclusión de que es la condensación del vapor la causa de la lluvia y no el llanto de un ser. Estos mitos pueden incluso encontrarse en el sistema de creencias de los niños, quienes llegan a las mismas conclusiones que los adultos del pasado, ya que ambos carecen de información suficiente. ¿Pero cómo explicar que muchos mitos que han sido desmentidos por la evidencia (observaciones, experimentos) subsistan en el sistema de creencias actual de las personas?
Conservadurismo
Se debe notar que este proceso de formación del sistema de creencias es efectivo mientras la observación y la memoria cercana sean confiables, es decir, mientras nuestros sentidos y nuestra mente funcionen correctamente. En caso contrario es más efectivo aferrarse al sistema de creencias desarrollado mientras nuestros sentidos y nuestra mente tenían altas probabilidades de funcionar correctamente. Es posible entonces que el conservadurismo de las personas más ancianas (con memoria cercana y sentidos deficientes) y la innovación de los jóvenes (con memoria cercana y sentidos en óptimas condiciones) sea producto de una estrategia desarrollada en nuestra especie de manera evolutiva para mantener un sistema de creencias útil con respecto a la satisfacción de nuestras necesidades. Esto podría explicar algunos casos de resistencia al cambio del sistema de creencias.
Sistema Social de Creencias
Las personas, con un tiempo de vida y una capacidad mnemónica limitada, no pueden desarrollar por sí solas un sistema de creencias suficientemente complejo como para satisfacer sus necesidades de supervivencia y reproducción, es decir, suficientemente complejo como para que les sea útil. Es por esto que las personas utilizan la comunicación con otros individuos para adquirir elementos del sistema de creencias de estos individuos, por lo que el sistema de creencias de los individuos de una sociedad es en realidad producto de la suma de experiencias, observaciones y pensamientos de muchos individuos a lo largo de su historia. A partir de esto podemos hablar de un sistema social de creencias, o sistema de creencias de una sociedad. De esta forma es que los seres humanos adquirimos la cultura, conocimientos y creencias de nuestros padres, profesores y conocidos.
El sistema social de creencias de nuestra especie tuvo un punto de inflexión con la aparición de la escritura y otras formas de registro. Esto permitió que el sistema de creencias pudiera depender de registros más confiables que la memoria de los individuos. De ahí que nuestro sistema de creencias actual se basa en gran medida en la historia (entendida como el período de tiempo comprendido entre la aparición de la escritura y la actualidad) más que en la prehistoria.
En un sistema social de creencias la cantidad de información que no puede ser comprobada directamente por la observación o la experimentación puede ser de enormes proporciones. Entonces los individuos confían en gran cantidad de informaciones sin comprobación directa utilizando la noción de credibilidad. Esta noción de credibilidad está basada también en un razonamiento inductivo: si una fuente de información fue correcta en el pasado (comprobada por la evidencia) entonces también será correcta en el futuro. Si en algún momento la evidencia contradice a cierta fuente de información, su credibilidad disminuye y será posiblemente descartada del sistema de creencias social.
De esto podemos entonces concluir que si un mito perdura en el sistema de creencias de una sociedad es debido primero a la falta de información proveniente directamente de la experiencia, y segundo a la mayor credibilidad de la fuente de información de la cual proviene el mito que de la fuente que lo desmiente. A pesar de que esto, aunado al conservadurismo, podría explicar la persistencia de mitos (definidos como creencias que pueden ser desmentidas en la práctica por la experiencia) en un sistema de creencias, existen ejemplos en los que individuos pueden aferrarse a una creencia así existan numerosas evidencias en su contra.
La búsqueda de la felicidad
Los seres humanos poseemos un conjunto de sensaciones o sentimientos agradables y desagradables que permiten definir la noción de felicidad. La felicidad se consigue aumentando la cantidad e intensidad de sensaciones agradables y disminuyendo la cantidad e intensidad de las sensaciones desagradables. La moral y los sentimientos están íntimamente relacionados con esta noción de felicidad. La felicidad influye enormemente en nuestro comportamiento y preguntándonos la causa de cada uno de nuestros actos, recaemos generalmente en la búsqueda de felicidad como causa primigenia. Probablemente la felicidad es también un instrumento de supervivencia y reproducción moldeado por la evolución. Es fácilmente comprobable que los sucesos que nos hacen felices son también los que nos aseguran nuestra supervivencia y reproducción como especie. Comer, dormir, tener relaciones sexuales, tener amigos, son sucesos que ayudan a nuestra supervivencia y reproducción y nos producen felicidad, al contrario de la enfermedad, la muerte, el hambre, la sed, el dolor, la soledad. Es muy probable que una noción similar a la felicidad exista en muchos animales. Es importante resaltar que nuestra reproducción y supervivencia es imposible, en la práctica, de manera individual, aislada. Es como grupo, como sociedad, que se desarrolló nuestra especie, así como muchas especies animales, por lo que nuestra felicidad es un mecanismo que sirve no sólo para asegurar la supervivencia y reproducción del individuo sino también del resto de los individuos de nuestra sociedad. De ahí podemos explicar los sentimientos altruistas y nuestra noción de la moral. Es la moral desarrollada de forma evolutiva (Kropotkin) la que margina a los individuos dañinos al grupo, individuos dañinos a la sociedad, es decir, antisociales. Un asesino, por ejemplo, es marginado por la sociedad (ya sea aprisionado, ajusticiado o exilado) ya que representa un elemento que atenta contra la supervivencia y reproducción del grupo. La existencia de acciones (y muy posiblemente sentimientos) altruistas y la marginación de individuos antisociales, es también común en animales sociales.
La felicidad influye también en nuestro sistema de creencias y viceversa. Nuestra voluntad no es otra cosa que el conjunto de acciones cuya consecuencia, previsible a partir de nuestro sistema de creencias, es aumentar nuestra felicidad. Pero si nuestra felicidad se ve afectada directamente por nuestro sistema de creencias, entonces es posible que el mecanismo de ampliación y filtrado se vea atascado en su funcionamiento. Es decir, si a una persona por ejemplo, le produce un sufrimiento intenso la muerte de un familiar, es posible que no admita este hecho en su sistema de creencias (ya sea negando el suceso, ya sea admitiendo la creencia de un vida después de la muerte). Se produce el mecanismo psicológico de la negación, que puede ir de la terquedad a la disociación dependiendo de su intensidad. Es posible evidenciar que muchas creencias que podrían ser consideradas mitos y que perduran sin evidencias que las respalden o que incluso las contradicen, son también creencias que de un modo u otro parecen aumentar la felicidad o disminuir el sufrimiento de los creyentes, muchas veces alimentado temores y miedos para que los creyentes no intenten dudar de ellas.
Conclusiones
Los argumentos de este texto desembocan en unas pocas conclusiones. La primera es resaltar el hecho de que todas nuestras creencias provienen de un proceso que basa su funcionamiento en premisas inciertas, producto de un número finito de experiencias (observadas a través de sentidos imperfectos y registradas en una memoria imperfecta) y por lo tanto susceptibles a errores. A pesar de lo desconcertante que pueda parecer esto, se trata simplemente de la única forma que tiene nuestra mente consciente para funcionar y es de esa manera que ha funcionado desde que existimos como seres con memoria. Es entonces completamente ilógico estar seguro de algo. Un sistema de creencias debe ser visto no como el conjunto de creencias de las que estamos seguros, sino como el conjunto de creencias suficientemente confiables como para realizar acciones basándonos en ellas. El error del ateísmo de algunos marxistas es negar la existencia de un dios con la misma contundencia con la que los teístas afirman su existencia. Un científico (que no es más que una persona con abundante información empírica que busca a través de ésta ampliar y filtrar su sistema de creencias) no debe negar la existencia de un dios, sino simplemente descartarlo del sistema de creencias mientras su existencia no sea lo suficientemente confiable como para realizar acciones a partir de ella, e incluirlo en el sistema de creencias si en algún momento existe evidencia de su existencia lo suficientemente confiable como para realizar acciones a partir de ella. Un científico no debe negar ni afirmar nada de manera absoluta, la duda debe ser su metodología.
Sin embargo esto no implica que las acciones de los científicos, y de las personas en general, deban reducirse ha actos tímidos y vacilantes. El pensamiento científico que es más útil para nuestra felicidad es aquel que permite moldear nuestro sistema de creencias a partir de nuestras observaciones y nuestra lógica, dudando constantemente de dicho sistema, y modificándolo sin temor a disminuir nuestra felicidad. Pero nuestras acciones, una vez escogidas a partir del sistema de creencias, por supuesto que deben ser contundentes, ya que dicha contundencia es beneficiosa de dos maneras diferentes: ya sea obteniendo una mayor felicidad en caso de que nuestro sistema de creencias sea suficientemente acorde con la realidad; ya sea en perjuicio de nuestra felicidad inmediata, en caso de que nuestro sistema no sea suficientemente acorde con la realidad, pero permitiendo la actualización de dicho sistema y mejorando entonces nuestras probabilidades de conseguir felicidad en un futuro. La segunda conclusión entonces toma la forma de un llamado a ser consecuentes con nuestro sistema de creencias, así sea éste irremediablemente imperfecto (aunque mejorable). Dudemos al momento de creer, no dudemos al momento actuar.
Nuestra voluntad debe basarse en una ideología susceptible a cambios y no en una doctrina inmutable. En la política, la búsqueda de un sistema de gobierno con la mayor suma de felicidad posible, debe pasar por el desarrollo científico de un sistema de creencias en el cual basar la acciones de gobierno, es decir, una ideología en constante cambio (en el sentido de ampliación y filtrado).
“Sin ciencia no hay Socialismo del Siglo XXI”
Raúl Isaías Baduel
Para verificar la coherencia de este texto es importante resaltar que las referencias citadas, (Darwin, Kropotkin, Hume, Aristóteles) forman parte del sistema de creencias del autor debido a la existencia de evidencia empírica, de fuentes creíbles y a la coherencia entre ellas, pero que en ningún momento deben ser vistas, como tampoco debe ser visto este ensayo, como creencias absolutas.
Jorge Luis Rojas D'Onofrio
Rebelión
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