Más de 60 personas han muerto en Líbano en los combates callejeros entre Hezbolá y las milicias maronitas. Lo que provocó la lucha fue la decisión del gobierno libanés de eliminar la red de telecomunicaciones de Hezbolá. Los líderes de Hezbolá consideraron este movimiento como una declaración de guerra contra su movimiento y comenzaron una lucha armada contra el gobierno.
Durante los combates, quedó en evidencia la absoluta impotencia del Estado libanés. Hezbolá sólo tardó dos días en conquistar la parte oeste de Beirut. El primer ministro, Fuad Siniora, ordenó al ejército intervenir pero éste se negó a acatar las órdenes. Las únicas dispuestas a luchar por la "estabilidad" fueron las milicias maronitas. Después de ser consciente de la debilidad del Estado, Siniora retrocedió totalmente y anunció que la red de telecomunicaciones de Hezbolá permanecería intacta.
Los recientes acontecimientos demuestran más allá de cualquier duda que el Estado libanés no tiene ningún poder real y que ha dejado de funcionar. También deja claro que hoy Hezbolá es el movimiento política más poderoso en Líbano. Desde el final de la guerra de 2006 contra Israel, no existe nada que haya podido impedir a Hezbolá tomar el control del Estado y echar el gobierno minoritario de la oligarquía maronita. Sin embargo, Hezbolá parece respetar las "reglas del juego" libanesas. Incluso ha dado su apoyo al jefe del estado mayor libanés, el maronita Michel Suleiman, como próximo presidente del país. Lo que ha impedido a Hezbolá dar ese paso está en la naturaleza de la lucha de clases libanesa.
La lucha de clases en Líbano
Como en muchos países "pos"-coloniales, Líbano es un estado artificial creado por el imperialismo francés. Se moldeó de tal manea que permitía a los líderes de la secta religiosa francófila -los cristianos maronitas- controlar el Estado mientras eran una pequeña minoría en un estado musulmán.
Un controvertido informe realizado en 1932 demostraba que los maronitas eran el grupo étnico más grande en Líbano (aunque no tenían la mayoría absoluta). Los otros dos grupos eran los sunís y los musulmanes chiíes. Este informe sirvió como pretexto para que los maronitas concentraran en sus manos el grueso del poder político. Este pretexto ha servido hasta el día de hoy, a pesar de los cambios demográficos favorables a los chiíes.
Mientras que los líderes suníes en su mayor parte fueron cooptados por los maronitas, los chiíes permanecieron como el grupo social más oprimido. Muchos todavía viven en las zonas rurales y otros sectores en los suburbios urbanos más pobres, los chiíes viven en la inmensa pobreza, mientras que los maronitas y los suníes se han beneficiado del papel emergente de Líbano como un nexo financiero del capital petrolero de Oriente Medio y de las inversiones de occidente.
Esta situación no podía mantenerse estable durante mucho tiempo. La oligarquía maronita se encontró con la oposición creciente de toda la población libanesa (incluidos muchos maronitas de estratos inferiores). Acusaron a esta oposición de promover el "separatismo", que intentaba destruir la "coexistencia pacífica" de los diferentes grupos étnicos de Líbano. En realidad ocurre precisamente lo contrario. Esta oposición demostraba la colaboración entre diferentes grupos étnicos: chiíes, sunís, cristianos, refugiados palestinos y drusos, todos unidos para luchar contra la clase explotadora, que había utilizado la carta étnica para mantener su poder político y económico. Los verdaderos separatistas eran los propios maronitas, que lucharon decididamente contra la unión de Líbano con el resto del mundo árabe, sobre todo con Siria.
Las tensiones estallaron en la guerra civil que comenzó en 1975 y que oficialmente terminó en 1990. Durante esa guerra emergió un nuevo sector dentro de la clase dominante chií. Mientras los terratenientes chiíes apoyaban en su mayor parte el orden político del país, apareció un sector más populista entre los líderes religiosos chiíes. Esta fracción, llamada Amal (Esperanza), exigía la igualdad de los pobres chiíes y cada vez conseguía más apoyo.
Esta organización reaccionaria a pesar de su populismo, consiguió detener la afluencia de muchos chiíes a los movimientos de izquierda y seculares. La oposición secular de izquierdas exigía la verdadera igualdad para todos los pueblos del Líbano y el fin inmediato de la naturaleza etnocrática del Estado libanés. Pero al separar al sector más explotado de la población de la oposición de izquierdas, Amal convirtió una lucha de clases que unía a distintos grupos étnicos en una lucha étnica que mantenía a todos estos grupos apartados. De esta manera se perpetuó el callejón sin salida que ha dominado la sociedad libanesa desde sus inicios.
En 1982 la situación de los maronitas era muy desesperada. Esa desesperación les llevó a pedir la ayuda del imperialismo israelí. Israel invadió Líbano utilizando la excusa de someter al movimiento palestino de liberación nacional controlado por la OLP. Esta invasión rápidamente se convirtió en una presencia prolongada destinada a proteger a la oligarquía maronita. Los chiíes se concentraban en el sur del Líbano y eso significó que fueron los que más sufrieron la agresión de Israel. Esta situación provocó la radicalización dentro de los chiíes y de su dirección. Como consecuencia, apareció Hezbolá como la fracción más radical de Amal y finalmente, con la ayuda de Siria e Irán, se hicieron con la dirección del movimiento de resistencia chií.
Hezbolá está en un callejón sin salida
Hezbolá y Amal desviaron la lucha de clases libanesa hacia líneas étnicas reaccionarias. Por esa razón jugaron un papel contrarrevolucionario en Líbano. Al secuestrar la lucha de clases libanesa, Hezbolá recibe un gran apoyo político que le permite ser la fuerza principal en el escenario político libanés. Sin embargo, su naturaleza separatista y reaccionaria la impide ser una fuerza progresista que pueda mitigar el sufrimiento de la población libanesa.
La contrarrevolución libanesa no se podría haber completado sin la ayuda generosa de las potencias imperialistas. Desde la época del dominio colonial francés hasta el conflicto actual, las potencias imperialistas han intervenida decididamente para mantener a la oligarquía pro-occidental libanesa. Esta intervención era necesaria para luchar contra la izquierda árabe secular inspirada por la Unión Soviética y que levantaba la bandera progresía de la unidad de las naciones artificiales de Oriente Medio en un único estado. Cuando los maronitas se encontraban en dificultades, llegaban en su ayuda tropas occidentales. Durante la insurrección de los años setenta y ochenta intervino Israel. Estas intervenciones impidieron a la izquierda tomar el poder. Muchos libaneses desencantados por los fracasos de la izquierda secular se volvieron hacia la religión.
Sin embargo, precisamente porque Hezbolá representa a una fracción de la sociedad libanesa, no puede resolver ninguna de las contradicciones que existen en Líbano, como tampoco lo pueden hacer los maronitas. Hezbolá participó en la destrucción de la naturaleza supra-étnica el movimiento de resistencia de masas en Líbano, el único tipo de resistencia que puede resolver los problemas creados por la etnocracia. Hezbolá sólo puede sustituir un tipo de dominio étnico por otro, pero a diferencia de los maronitas, Hezbolá tendría muchas más dificultades para mantener la estabilidad. En primer lugar, la burguesía libanesa en su mayoría es de origen maronita o chií. El ejército también está controlado por estos grupos. No están dispuestos a entregar el poder político a los chiíes. En segundo lugar, Hezbolá se encontraría aislado en la arena internacional, no sería capaz de conseguir el apoyo de toda la sociedad libanesa para defender su gobierno.
Esto lleva a la perspectiva política de Hezbolá. Sus acciones internas demuestran que todo lo que desea es un pedazo del pastel político, no mucho más. Igual que Hamás no fue más allá después de llegar al poder en Gaza, Hezbolá también demuestra que no está dispuesta a cambiar el orden actual: si son demasiado avariciosos podrían perderlo todo. Un ejemplo es el apoyo de Hezbolá a la política económica del anterior primer ministro libanés, Rafiq al-Hariri, a la implantación de un impuesto sobre la renta fijo igual para todos independientemente de sus ingresos y también su apoyo al permiso de importar mano de obra barata siria en 2005, que deterioró totalmente las ya pobres condiciones de vida de los chiíes. Hezbolá también guardó silencio respecto al contrabando de Siria que llevó a la bancarrota a muchos campesinos chiíes. Hezbolá utilizó la ayuda económica de Irán para construir una red de asistencia social que le dio el apoyo de los mismos chiíes a los que empujaba a la pobreza. Este ejemplo demuestra que Hezbolá prefiere más la estabilidad política que los intereses de sus seguidores, para mantener su parte del pastel.
El conflicto reciente en Líbano no es sobre la toma del poder, sino sobre su mantenimiento. Hezbolá se rebeló contra lo que parecía una intención del gobierno de alterar el status quo. Cuando el gobierno dio marcha atrás en sus intenciones, Hezbolá anunció el alto el fuego y se retiró de Beirut.
De esta manera, gracias a la contrarrevolución de Hezbolá, Líbano continuará gobernado por los oligarcas, se dividirán entre ellos este minúsculo país y paralizarán totalmente cualquier intento de remediar las rupturas sociales que ellos han provocado. La única esperanza para Líbano es el resurgimiento de la lucha de clases supra-étnica que descarrile este callejón sin salida de enfrentamientos étnicos. Ahora parece que Hezbolá es más fuerte que antes, su victoria sobre el imperialismo israelí y la debilidad del gobierno libanés ha puesto en sus manos un gran poder. No obstante, este poder se basa en ilusiones, no pueden resolver ninguno de los problemas sociales de Líbano.
No debería haber ningún tipo de equivocación en esta situación: el problema del Líbano no es étnico, ni siquiera nacional. Es un problema internacional. Líbano es una pequeña parte de la lucha de clases internacional. La oligarquía maronita no es nada sino un títere del imperialismo global, consigue su recompensa gracias a su contribución a impedir la unidad del mundo árabe. Para conseguir la verdadera liberación de los pueblos del Líbano, es necesario ir más allá de las luchas étnicas arbitrarias.
Por todo el mundo árabe la población comienza a ser consciente de que los movimientos islámicos no son la solución. En Egipto, Jordania, Irán e Iraq se comienza a ver al poderoso proletariado de Oriente Medio preparándose para la siguiente fase de su batalla contra el imperialismo y las elites locales reaccionarias que le sirven. Esta es la única fuerza política, la única esperanza para el sufrimiento de las masas árabes en Líbano y en otros países. El grillete internacional del imperialismo sólo se puede romper con la resistencia internacional de los trabajadores. Cualquier forma de resistencia que implique la división de los trabajadores en líneas étnicas o religiosas no hará otra cosa sino mantener el orden imperialista mundial.
Los sonidos de la violencia silencian a los trabajadores del Líbano
Kamal Farran (Líbano)
Los medios de comunicación de la burguesía hablan sobre la guerra civil en Líbano. Los enfrentamientos entre las guerrillas de Hezbolá y las fuerzas gubernamentales dominan los titulares internacionalmente. Los medios de comunicación se centran en la creciente lucha de poder entre Hezbolá y el gobierno libanés, atribuyen la causa del reciente malestar a la decisión del gobierno de intentar cerrar la red de telecomunicaciones de Hezbolá y de despedir a un simpatizante de Hezbolá. Lo que convenientemente olvidan es que la chispa inicial de este malestar fue la convocatoria de huelga por parte de los principales sindicatos que exigen un aumento del salario mínimo.
El marxista libanés Kamal Farran explica las causas de las reivindicaciones de los sindicatos y el papel perjudicial que realmente ha jugado Hezbolá secuestrando el movimiento para sus propios objetivos políticos. Kamal añade una nota de pesimismo al final ("los oscuros días a los que se enfrenta Líbano") que se puede entender dada la situación actual, pero nosotros creemos que ignora el impacto potencial para las luchas de los trabajadores en todo Oriente Medio y particularmente en Egipto.
También, el Partido Comunista Libanés jugará probablemente un papel importante en los futuros acontecimientos, es el único partido con verdaderas raíces en la clase obrera libanesa, a pesar de la claudicación de su dirección ante Hezbolá. Sin embargo, su descripción de los problemas de sectarios es acertada y creemos que el artículo refleja una imagen excelente de los desafíos a los que se enfrentan aquellos que en Líbano intentan construir el verdadero marxismo. (Introducción de Luke Wilson)
--------------------------------------------------------------------------------
El miércoles 7 de mayo de 2008, el pueblo libanés esperaba una huelga general. Los trabajadores iban a salir a las calles a exigir un aumento del salario mínimo entre otras reivindicaciones. Aunque el gobierno dos días antes había tomado la decisión de aumentar el salario mínimo de 300.000 libras libanesas (200 dólares) a 500.000 (333 dólares), los sindicatos exigían 900.000 (600 dólares).
El aumento de los precios de la comida, del combustible y de otros productos importantes, ha hecho que los escasos salarios de los trabajadores sean insuficientes para proporcionarles las necesidades más básicas. El gobierno era reticente a subir el salario mínimo porque está formado principalmente por el Movimiento Futuro, un partido burgués que defiende los intereses de la elite libanesa y al que no le preocupan los problemas de los trabajadores. El gobierno también incluye al Partido Socialista Progresista, que ha olvidado el significado de progresismo y socialismo, y que ha adoptado la misma política económica del Movimiento Futuro. Además hay otros partidos en el gobierno cuya principal preocupación son los intereses de la elite.
El 7 de mayo se suponía que sería el día en que los trabajadores demostrarían su fuerza y reivindicarían sus derechos. En su lugar, se encontraron con unos días sangrientos que han sacudido Beirut y el resto del país. ¿Qué ha ocurrido?
Comenzó a primeras horas de la mañana cuando los grupos de la oposición encabezados por Hezbolá secuestraron el movimiento de los trabajadores para imponer sus propias prioridades en Líbano. Hezbolá protestaba por dos decisiones adoptadas por el gobierno y que consideraba que eran una amenaza para su seguridad.
La primera decisión iba dirigida contra la red de telecomunicaciones creada por Hezbolá que invade la red pública. La segunda era contra el jefe de seguridad del aeropuerto, que es considerado como alguien cercano a la oposición y que ignoró la presencia de un cámara de Hezbolá en el aeropuerto. De esta manera Hezbolá explotó la huelga general para protestar contra esas decisiones cerrando las principales carreteras que llevaban a Beirut.
La primera baja fue la propia clase obrera. Los trabajadores no pudieron llegar al lugar donde se iba a celebrar la manifestación convocada por los sindicatos y finalmente se tuvo que cancelar. La segunda baja fue la seguridad del Líbano. Estallaron enfrentamientos en las calles de Beirut entre los grupos pro-gubernamentales y los grupos de la oposición. Al tener más armas, la oposición pudo rápidamente controlar el oeste de Beirut, en esta batalla utilizó incluso el GPRS. La tercera baja, y la más seria, fue el futuro del Líbano.
Cuando el oeste de Beirut, de mayoría suní, cayó bajo el control del grupo chií Hezbolá, los distintos partidos utilizaron este acontecimiento para intensificar la división sectaria del país. De repente, los sentimientos étnicos comenzaron a aflorar en ambas partes. Los chiíes eran presentados como milicias violentas que atacaban a los pacíficos suníes, mientras que los suníes eran presentados como agentes occidentales cuyo objetivo es destruir la resistencia libanesa. Los dos grupos demostraron los profundos sentimientos sectarios que ciegan a la población ante el hecho de que tienen intereses comunes, les centran en unas diferencias sectarias con intercambio de injurias entre los distintos grupos. Las acciones de Hezbolá en Beirut fueron un importante factor que contribuyó al aumento de estos sentimientos sectarios.
Las tensiones entre las comunidades suní y chií ya eran muy intensas, y las acciones de Hezbolá sólo han servido para añadir más gasolina al fuego. Las decisiones del gobierno no son una verdadera excusa para socavar la seguridad del país. Hezbolá simplemente tenía que negarse a acatar estas decisiones (si realmente socavaban su seguridad) porque tenía el poder de impedir al ejército libanés desmantelar su red de comunicaciones. Muchos creen que la intervención de Hezbolá simplemente pretendía aumentar sus bazas en la crisis política que existe en Líbano desde 2005.
Hezbolá y el resto de la oposición no tienen ninguna alternativa económica para el Líbano. En realidad, han repetido constantemente que su problema es con los partidos que gobiernan no con su política. Consideran que los partidos gobernantes son corruptos, que es verdad, pero callan de manera conveniente que ellos mismos también son corruptos. Uno de los principales partidos de la oposición, Amal, defiende exactamente la misma política económica y está implicado en el mismo nivel de corrupción que el Movimiento Futuro, mientras que la política económica que defiende Hezbolá tiene un tono populista, pero una vez en el poder, rápidamente quedaría en evidencia de que es una política pro-capitalista. El sufrimiento de los trabajadores iraníes demuestra claramente que este tipo de movimiento no representan ninguna alternativa para las clases oprimidas (el régimen fundamentalista islámico de Irán se puede considerar como el padrino de Hezbolá).
En medio de todo este caos, olvidaron a los trabajadores, sus reivindicaciones económicas se silenciaron y el movimiento obrero está más dividido que antes con sindicatos pro y anti-gobierno. Ninguno de los partidos que están luchando en las calles tiene una solución para el sufrimiento de los trabajadores. Sólo les importa sus propios intereses y planes. Las masas libanesas se revolverán contra todos los partidos sectarios, chovinistas y burguesas que sólo provocan miseria económica, y que conscientemente enfrentan a los libaneses para que se queden en su casa mientras la elite puede seguir adelante con sus planes y proyectos a costa de la seguridad de la población.
Líbano se enfrenta a días oscuros. Incluso después de las batallas actuales y cuando los diferentes partidos se sienten a negociar, con toda seguridad seguirán estando de acuerdo en continuar con la división de las masas libanesas. Cada partido conseguirá su parte del pastel y en el futuro estallarán nuevos enfrentamientos. El sistema confesional del Líbano nunca podrá liberarse de las guerras sin sentido y enfrentamientos étnicos, precisamente porque él es la causa.
A menos que la población se centre en su interés común para derrocar a toda la clase política y presente una alternativa que realmente tenga como principal objetivo el bienestar de la población, una guerra tras otra seguirá asolando al Líbano. A menos que la izquierda deje de ponerse a la cola de uno u otro partido burgués o de los fundamentalistas, las masas libanesas continuarán contando a sus muertos.
Dekel Avshalon
Líbano, 13 de mayo de 2008
No hay comentarios.:
Publicar un comentario