Entrevista a Mario Tomé, héroe de la Revolución de los Claveles, que este año ha celebrado su 34 aniversario:
Mario Tomé es considerado un héroe de la Revolución de los Claveles en Portugal, que este año ha celebrado su 34 aniversario. Pese a que ya han pasado tantos años, afirma que este episodio histórico «sigue vivo» en las personas, pese a muchos. Desde su experiencia, el 25 de abril junto a mayo del 68 fueron «dos momentos cruciales» que pusieron sobre la mesa «cuestiones aún no resueltas».
Nos encontramos con Mario Tomé en una cafetería del centro de Lisboa. No habla mucho de sí mismo, pero en Portugal es considerado un héroe de la Revolución de los Cláveles. Después de combatir en Guinea y Mozambique contra los independentistas estaba en Lisboa en 1974, donde comandaba la Policía Militar. Su unidad se convirtió en defensora de los «derechos conquistados» por los trabajadores hasta el golpe contrarrevolucionario del 25 de noviembre de 1975, que lo llevó a la cárcel. Después aún fue diputado dos legislaturas (1979-83 y 19991-95) por la Unión Democrática Popular.
¿Qué queda del 25 de abril?
Cada año estamos con el debate de las conmemoraciones, que si ya no valen la pena, que si este modelo no sirve. Creo que el 25 de abril está en las personas y más impregnado de lo que les gustaría a los políticos y a los opinadores mediáticos.
Pero sale el presidente de la República y dice que los jóvenes no saben qué pasó.
Esto es porque no saben historia en general ¡de ninguna época! No tiene nada que ver con la Revolución. Lo que pasa es que los abrilistas, el Partido Comunista (PCP), los socialistas siempre explican la misma historia: «antes de abril se sufría mucho», «la noche del fascismo», «la guerra»... Este es un enfoque errado, porque el 25 de abril es salir a la calle, luchar, extender la democracia constantemente. La juventud sigue sufriendo muchos de los problemas que se sufrían antes y, por tanto, tiene que seguir luchando.
Pero ya no es tiempo para revoluciones.
El 25 de abril como mayo del 68 son movimientos premonitorios. En estos dos momentos cruciales se pusieron sobre la mesa unas cuestiones que aún no están resueltas. Todo lo que sucedió durante la Revolución, todo lo que se propuso, son las bases de una lucha futura.
¿Qué objetivos, el socialismo?
Claro. Hay que pensar que la referencia hegemónica del 25 de abril era el socialismo. Todas las fuerzas políticas se lo planteaban, hasta los cristianodemócratas hablaban de un socialismo de rostro humano. El socialismo integraba entonces todo el pensamiento y la acción.
La Constitución aún mantiene referencias al socialismo.
Sí, creo que aún están.
¿Cómo es posible que los dirigentes de una revolución socialista salieran de dentro de un Ejército fascista?
Bueno, hay que matizar esto. El Ejército era el último pilar del régimen. Estaba la Policía, la PIDE (policía política), la Guardia Nacional Republicana, la Legión y, en última instancia, el Ejército. Pero no eran unas fuerzas armadas fascistas como las españolas. Siempre tuvieron diferencias con Salazar, y hasta un candidato del Ejército a la Presidencia fue asesinado por la PIDE en 1961.
También estaba el factor de la guerra colonial, que estaba perdida. Se decía, y aún se dice, que el Ejército hacía una función de ganar tiempo mientras la política buscaba una solución, y no es cierto. No se buscaba otra solución que la militar y la derrota era inminente, pero en el Ejército aún nadie quiere reconocer la derrota. En Guinea, donde el sentimiento de derrota era más inminente, nació el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA). Los aviones no despegaban porque los misiles tierra-aire de la guerrilla los derribaban. Sin apoyo aéreo las tropas no salían de los cuarteles. Todo estaba parado y allí es cuando empieza a aparecer el antifascismo entre los militares.
¿No existió una estrategia de infiltración de la izquierda?
Sí la había, sobre todo por parte del PCP, que tenía bastante influencia en la Marina. Pero la principal entrada de elementos antifascistas en las Fuerzas Armadas fue la movilización de universitarios para la guerra. Había la conscripción obligatoria, normal pues nadie quería ir a la guerra, pero también una movilización forzada como castigo a los elementos más activos de la agitación estudiantil. Estos crearon los primeros focos rebeldes dentro del Ejército.
¿No había riesgo de que se desmontara toda la conspiración?
En su parte final el MFA era masivo, contaba con la adhesión de casi todos los capitanes. Desde un punto de vista estratégico, todos estaban perfectamente planificados, estábamos seguros de nuestra victoria. Todo se hizo en las narices de la PIDE, que no se dio cuenta de nada.
Y estalla la Revolución.
Sí, y con una irrupción popular con la que nadie contaba y que sólo fue posible por que no había represión. La PIDE fue disuelta, las Fuerzas Armadas, últimas garantes del orden habían desaparecido, fueron desarticuladas. Los propios capitanes, al subvertir el orden jerárquico, desmantelan el orden militar y cuando quieren recuperar la jerarquía «buena» ya no lo consiguen. Las tropas se desorganizan, se crean las comisiones de soldados que toman las decisiones, incluso se convierten en paraguas de las luchas populares.
De hecho, dirigía una unidad que no obedecía sus mandos.
Sí, la Policía Militar obedecía al pueblo, y aunque no era muy relevante militarmente, eran unos 2.000 hombres, pero sólo con armamento ligero, políticamente era insoportable. Para reestablecer el orden era imprescindible liquidarnos a nosotros y las otras dos o tres unidades rebeldes, y por eso se dio el golpe contrarrevolucionario.
Joan Canela i Barrull
Gara
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