miércoles, mayo 21, 2008

En lo alto y de cara al sol



Como el Pico Turquino es el punto más alto de la Patria, y lugar indispensable para contar la historia, fue el sitio escogido para situar un busto de José Martí en el año 1953, cuando se cumplía el Centenario del natalicio del Apóstol.
La joven Celia Sánchez hizo suya la hermosa tarea, de su padre, de subir el busto de Martí al Turquino.
La dictadura batistiana no propiciaba que el pueblo pudiera apreciarlo, estudiarlo, valorarlo en su justa medida. Pero un grupo de miembros de la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano tuvieron la idea de emplazar un busto del Maestro en la Sierra Maestra.
La pieza fue fundida en bronce por la escultora cubana Jilma Madera. Ella caló en lo hondo del pensamiento de nuestro Héroe Nacional y logró un Martí humano con una mirada profunda.
Originalmente se escogió la fecha del 28 de enero de ese año para inaugurar la obra; sin embargo, con el busto ya hecho faltaba aún el personal con conocimiento de albañilería y dispuesto a escalar los 1 974 metros de la encumbrada cima.
Ante la imposibilidad de resolver la situación desde La Habana, surgió la idea de escribirle a Manuel Sánchez Silveira, médico de Pilón que pertenecía al Instituto Cubano de Arqueología y era apasionado de las lomas y las exploraciones. Su participación fue decisiva; se ocupó de llevar el busto hasta la elevada montaña con ayuda de los campesinos.
Tal y como lo habían acordado previamente, el grupo de la Asociación y los del Instituto Cubano de Arqueología, representados por el doctor, se reunieron en Santiago de Cuba para hacer guardia de honor ante la tumba de Martí, en el cementerio de Santa Ifigenia.
A todos asombró que un hombre de su edad —pasaba de los 60— fuera a escalar la montaña, pero ese día lo acompañó en el ascenso una muchacha dinámica, inteligente y henchida de sentimientos: Celia Sánchez Manduley, su hija.
De Santa Ifigenia partieron al puerto donde esperaba la embarcación Glenda, la cual abordaron y bordeando la costa navegaron hasta Ocujal del Turquino.
La noche previa al ascenso nadie durmió. Por fin al amanecer del 21 de mayo de 1953, reiniciaron la caminata por los senderos de malezas que cubrían las laderas de la montaña. Al llegar izaron la bandera, firmaron un acta en la que plasmaban los objetivos del ascenso y su significación histórica. Suscribieron el documento Celia Sánchez, Manuel Sánchez Silveira, Arnoldo Cobo, Jilma Madera y el profesor universitario Aníbal Díaz.
También situaron una placa con este pensamiento martiano: "Escasos, como los montes, son los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entrañas de nación, o de humanidad".
Desde la fecha, junto al busto de José Martí, no han sido pocos los sucesos que han rendido culto a nuestra soberana espiritualidad. Y su imagen permanece allí, como él quería, de cara al sol.

Raquel Marrero Yanes

No hay comentarios.: