viernes, mayo 23, 2008

Sombras del 1929: las repercusiones mundiales del colapso del sistema bancario de Estados Unidos

Primera Parte

Este artículo fue publicado originalmente en nuestro sitio en su inglés original el 16 de abril, 2008.
Es la primera parte de un informe presentado por Nick Beams, secretario nacional del Partido Socialista por la Igualdad [SEP, siglas en inglés] de Australia e integrante de la junta editorial del World Socialist Web Site, en reuniones públicas celebradas en Sydney y Melbourne el 9 y 15 de abril, respectivamente. El Sr. Beams se ha destacado como autoridad internacional sobre la economía política marxista y ha escrito muchos artículos y análisis sobre la globalización, así como también acerca de la economía política.
El Partido Socialista por la Igualdad y Los Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social [ISSE, siglas en inglés] han convocado varias reuniones públicas para debatir el significado mundial de la crisis que, a medida que se profundiza, azota al sistema bancario y económico de Estados Unidos. La asistencia a ambas reuniones fue muy concurrida y muchos de los asistentes fueron trabajadores y estudiantes universitarios, muchos provenientes de otros países. Debates muy acalorados acerca de las causas e insinuaciones del colapso de las finanzas siguieron la charla del Sr. Beams.
Los participantes preguntaron por qué los economistas de la prensa convencional habían sido incapaces de predecir o explicar la crisis; por qué los bancos y las instituciones de finanzas habían recurrido a artimañas cada vez más peligrosas en cuanto a las inversiones en préstamos marginales. También indagaron acerca de lo que el fracaso de la economía significa para la posición mundial de Estados Unidos. Otras personas aludieron al efecto catastrófico que el derrumbe de la economía tendría sobre los empleos, los hogares, el nivel de vida y los fondos de retiro del pueblo trabajador. También hubo preguntas acerca de la viabilidad de la perspectiva socialista y de la manera en cómo los trabajadores participarían en la lucha por un programa socialista.
El 14 de marzo, 2008, fue un día decisivo en la historia del capitalismo mundial. Fue cuando el público se percató de que Bear Stearns, el quinto banco inversionista más grande de Estados Unidos — y una de las mayores instituciones financieras del mundo — se declaró en quiebra.
Ese día, el mundo cambió fundamentalmente. Todas las estupideces que los varios comentaristas, dirigentes políticos, economistas académicos y sabios de los medios de comunicación emiten todos los días acerca de las maravillas y las virtudes del “libre mercado” y que éste representa no sólo la organización más avanzada de la organización económica de la sociedad, sino su única forma posible — probaron no tener ningún valor.
De repente, la gente se dio cuenta que un desplome, semejante al de la Gran Depresión, no sólo era posible sino que estaba a punto de suceder.
Los comentarios que surgieron en ese entonces, además de los testimonios de las personas que participaron en el rescate de Bear Staearns, dejan este punto bien claro.
Durante tres días, el Banco Federal de Reservas, junto con el Ministerio de la Tesorería de Estados Unidos, laboró 24 horas al día para resolver la manera en que el rescate se iba a llevar a cabo. El tiempo era esencial; temía que si éste no se llevaba a cabo antes que los mercados del Asia abrieran sus puertas y el comercio bursátil se reaunudara el lunes, 17 de marzo, el sistema económico mundial se desplomaría de tal manera que la misma Wall Street también también se hundiría.
Uno de los elementos claves del plan de rescate, con el cual JP Morgan eventualmente se adueño de Bear Stearns, fue la garantía que el Banco Federal de Reservas ofreció: que éste se responsabilizaría de los $30.000.000.000 en deudas que había dejado el fracasado banco. Fue una decisión sin precedentes en la historia del banco central de Estados Unidos.
Tal como comentara el economista de Wall Street, Ed Yardeni, en una nota a sus clientes: “El gobierno de último recurso ahora sirve como Prestamista de Último Recurso para defender los merdados de crédito y vivienda y así evitar la Gran Depressión II.”
Al prestar testimonio ante el Congreso de Estados Unidos, el presidente del Banco Federal de Reservas, Ben Bernanke, usó palabras más modestas, pero su mensaje fue esencialmente el mismo.
“El 13 de marzo”, le declaró al Congreso, “Bear Stearns le informó al Banco Federal de Reservas y otras instituciones del gobierno que la liquidez de sus fondos se había deteriorado significativamente y que iba a declarase en quiebra el día siguiente a menos que se le hicieran asequibles recursos monetarios adicionales.
“Esta noticia planteó interrogativas difíciles en cuanto a la política pública. Por lo regular, el mercado elige cuales empresas han de sobrevivir y cuales han de fracasar. Nuestro sistema económico es extremadamente complejo e interrelacionado, y Bear Stearns participó ampliamente en varios mercados críticos a la economía. Lo más probable es que el colapso repentino de Bear Stearns habría conducido desencadenadamente al caos de su posición en esos mercados y a un severo desmoronamiento en la confianza. El fracaso de la empresa también pudo haber creado dudas acerca del estado económico de miles de contrapartidas de la empresa y quizás de empresas consagradas a comercios similares. Dadas las presiones excepcionales sobre el sistema mundial económico y las financiero, los daños causados por la quiebra de Bear Stearns podrían haber sido extremadamente severos y difíciles de controlar. Además, el impacto negativo de una declaración de quiebra no se habría limitado al sistema financiero, sino que el impacto sobre el valor de los activos y la disponibilidad de crédito se habría sentido ampliamente en toda la economía real”.
Es decir, la posibilidad de una depresión mundial fue real.
Varios informes indican la magnitud de los vínculos entre Bear Stearns y el sistema mundial de las finanzas, por no mencionar el impacto que su colapso habría tenido. Calculan que el banco tenía contratos, valorizados en $2.500.000.000.000 con empresas en todo el globo terráqueo. Es decir, contratos cuyo valor era equivalente a aproximadamente un sexto del Producto Interior Bruto (PIB) de los Estados Unidos y una vigésima parte del PIB mundial estaban en riesgo. Como diría uno de los participantes en la misión de rescate: “Fue mucho peor de lo que todo el mundo esperaba; los mercados estaban al borde del precipicio de una verdadera crisis”. (“Leveraged Planet”, Andrew Sorkin, New York Times, 2 de abril, 2008).
Durante el mes que ha transcurrido desde que reventara la crisis, el rescate impuesto por el Banco de Reservas y las reducciones adicionales de la tasa de interés han resultado en cierta estabilización de los mercados financieros . Pero nadie opina que la crisis ha llegado a su fin. Más bien, la interrogante que todavía domina a los mercados financieros es: ¿cuándo caerá el otro zapato? El peso total de las consecuencias de la crisis del crédito todavía no se ha sentido.
En el Global Financial Stability Report [Informe sobre la estabilidad de las finazas mundiales], publicado el 9 de abril, el Fondo Monetario Internacional calculó que las pérdidas totales en los Estados Unidos alcanzarían $1.000.000.000.000, lo cual representa una cantidad equivalente a aproximadamente el 7% del Producto Interno Bruto.
El informe advierte que “la información que se ha recibido en cuanto a los efectos macro económicos” va causando mayores inquietudes, pues lo más probable es que la incertidumbre acerca de la economía “era un gran peso sobre los péstamos inmobilarios, las inversiones comerciales y los precios de los activos, lo cual afectaría al desempleo, al aumento en la producción y a los balances de las empresas.
Las tendencias hacia una recesión económica también son aparentes. Un informe del 4 de abril ha revelado que le economía de Estados Unidos perdió 80,000 empleos en marzo, tercer mes sucesivo en que las estadísticas señalan una disminución del empleo, suceso que no había sucedido durante cinco años. La tasa de desempleo aumentó del 4.8% al 5.1% según indicaron varios informes acerca de varias industrias. En el importantísimo sector industrial de la construcción, unos 50,000 trabajadores perdieron sus empleos, cifra que ha alcanzado los 350,000 durante los últimos doce meses. Las industrias manufactureras han estado perdiendo empleos durante los últimos veintiún meses.
El Economic Policy Institute [Instituto para la Programación de la Economía] ha indicado que “durante cinco meses seguidos menos de la mitad de las industrias ha desarrollado nuevos empleos, lo cual muestra que la pérdida de empleos es constante”. También hizo notar que esta ha sido la primera vez, desde que se mantienen documentos oficiales al respecto, que el ingreso mediano de las familias no ha recuperado todo lo que había perdido desde la última recesión.

Aumenta el desconcierto

Los escritores más perspicaces de la prensa dedicada a las finanzas reconocen varias de las insinuaciones históricas que esta crisis tiene a largo plazo. Martin Wolf, escritor principal sobre la economía del Financial Times, comenzó sus comentarios de la siguiente manera durante una reunión reciente:
“Durante tres décadas hemos estado fomentando la felicidad que nos trae un sistema económico liberalizado, pero ¿cuáles han sido sus consecuencias? La respuesta: ‘una enorme crisis económica tras otra’. Esto no quiere decir que la economía liberalizada no ofrezca beneficios. Lo cierto es que ha hecho a bastante personas extraodinariamente ricas”.
Wold hizo notar que, desde finales de la década de los 1970, habían ocurrido no menos de 117 crisis bancarias sistémicas en 93 países — la mitad del mundo — y en 27 de éstas el precio de los rescates fue equivalente al 10% de Producto Interno Bruto. Pero Wolf continúa con que la crisis de 2007-2008 ha sobrepasado a todas las otras y ha sido la de mayor significado durante las tres últimas décadas”.
“¿Qué hace que esta crisis sea tan importante? Pone en tela de juicio al sistema económico más evolucionado que tenemos. Emana del corazón del sistema económico más avanzado del mundo y de transacciones llevadas a cabo por las instituciones financieras más sofisticadas, las cuales se valen de los instrumentos de valorización más astutos y dependen de una prevención de siniestros muy sofisticada. Pero aún así, el sistema económico ha reventado y los mercados interbancarios y basados en valores mercantiles han quedado paralizados durante meses; el papel convertido en valores resultó ser radioactivo y las clasificaciones de solvencia ofrecidas por las agencias de valoración no han sido más que una fantasía; los bancos centrales se vieron obligados a inyectar enormes cantidades de liquidez; y el pánico se apoderó Banco Federal de Reservas, que se vio obligado a establecer reducciones sin antecedentes históricos en las tasas de interés.
¿Cuáles serán las consecuencias finales? Según Nouriel Roubini, de la Facultad de Comercio Stern de la Universidad de New York, es probable que la bofetada al sistema económico llegue a los $3.000.000.000.000, lo cual equivale a 20% del Producto Interno Bruto.
Wolf presentó una buena descripción del desconcierto que se ha apoderado de aquellos que se supone están a cargo del sistema económico: “Yo ya no sé lo que yo creía que sabía. Y tampoco sé lo que ahora pienso”.
Wolf continuó enfatizando la necesidad de aprender de la historia: “Una lección fundamental tiene que ver con la manera en que el sistema económico funciona. Los de afuera estaban conscientes de que se había convertido en una caja negra gigante. Pero se habían convencido de que los de adentro por lo menos sabían lo que sucedía. Pero ahora vemos que ésta no ha sido toda la verdad. (Martin Wolf, Financial Globalization, Growth and Asset Prices [La globalización de las finanzas, la expansión y los precios de activos], tesis preparada para el Coloquio Internacional del Banco de Francia sobre la globalización, la inflación y la política monetaria, París, 7 de marzo, 2008).
Esta es una admisión asombrosa de uno que no se opone al sistema capitalista y al libre mercado, sino de uno de sus partidarios internacionales más acérrimos.
El mismo panorama se despliega mediante un informe publicado a principios de marzo, justamente antes de que surgiera la crisis de Bear Stearns, por The President’s Working Group on Financial Markets [Grupo de Trabajo Presidencial Sobre los Mercados de Finanzas], agencia que consiste de funcionarios del Ministerio de la Tesorería, la Junta Directiva del Sistema Federal de Reservas, la Comisión Estadounidense Sobre el Mercado de Valores [Securities and Exchange Commission] y La Comisión Sobre Bienes Comercializados en el Mercado de Futuros [Commodities Futures Trading Commission].
Según este informe, las razones detrás de la agitación en los mercados financieros se debe a:
“una crisis en las normas que rigen el otorgamiento de hipotecas tipo subprime, o sea, basadas en el tipo de interés bancario preferencial mínimo, a base de los demás;
“una erosión muy significativa de la disciplina mercantil por aquellos relacionados con el sistema de garantías hipotecarias, incluyendo los organizadores, los garantes, las agencias de riesgo crediticio y los inversionistas internacionales; todo lo cual todo está relacionado con no haber ofrecido u obtenido la información adecuada acerca de los riesgos;
“defectos en las evaluaciones que las agencias de riesgo crediticio hacen de valores basados en hipotecas tipo subprime (RMBS—siglas en inglés) y otros complejos productos crediticios estructurados, sobretodo deudas garantizadas con colaterales (CDOs—siglas en inglés) en posesión de los RMBS y otros valores respaldados por activos (ABSs) (CDOSs de ABSs);
“debilidades en la manera en que varias de las grandes instituciones bancarias estadounidenses y europeas manejan los riesgos;
“reglamentos de regulación, incluyendo requisitos de divulgación y capitales, que fracasaron en mitigar las debilidades exhibidas por el manejo de los riesgos”.
En pocas palabras, todo el mundo participó...desde aquellos que en primer lugar hicieron los préstamos hipotecarios hasta aquellas instituciones que las manipularon a su antojo; las agencias que valorizaron la clasificación crediticia y que calificaron de excelente a los “paquetes” que ofrecieron en venta; las instituciones estadounidenses y europeas que no asesoraron los riesgos adecuadamente; y hasta los que se encargaron de formular las regulaciones oficiales.
Hubo un elemento bastante fuerte que sólo se podría catalogar de criminal, engendrado no por las características concretas de los individuos, sino de la misma índole del sistema capitalista.
Cuando el mercado estaba en alza, cuando se podía ganar dinero por medio de las hipotecas a base de tipos de interés preferencial mínimo y basadas en préstamos “mentirosos” con el fin de enganchar a los incautos con ofertas provocadoras; si se podía sacar dinero embalando estos préstamos para luego venderlos; si se podía ganar dinero calificando a estos préstamos dudosos como los mejores...bueno, pues, ¿a quién le importaría saber acerca de la viabilidad a largo plazo de todo el proceso? Eso no lograría ningún beneficio, y tal como lo expresara recientemente un ejecutivo financiero, siempre que la música siga tocando, hay que seguir bailando.
El economista británico, John Maynard Keynes, quien sabía bastante acerca de la especulación, una vez escribió: “desgraciadamente, un banquero responsable no es aquel que predice el peligro y lo evita; es aquel que, cuando se arruina, es arruinado de manera ortodoxa y convencional junto con sus semejantes para que así nadie lo culpe”. Y cuando la crisis revienta, siempre pueden depender del gobierno para que los rescate.
Llamo la atención a estos problemas porque quiero enfatizar su significado político. Una de las fuerzas ideológicas más poderosas generadas por la sociedad capitalista es que el pueblo trabajador no puede emprender la organización y control de la sociedad, sobretodo de su economía, porque no posee los conocimientos necesarios. El socialismo, pues, es imposible, y la organización económica de la sociedad tiene que ser puesta en manos del mercado y de aquellos que supervisan sus actividades.
Durante la primera mitad del siglo XX, millones de personas en todo el mundo participaron en la lucha por el socialismo debido a que entendían — según sus experiencias con guerras, fascismo, depresión y el enorme desempleo — que las actividades del libre mercado y el sistema capitalista conducían al barbarismo.
Durante los últimos sesenta años, uno de los instrumentos ideológicos del orden capitalista, asiduamente promulgado en las escuelas, las universidades, los medios de comunicación y las plataformas políticas, ha sido el concepto de que semejantes condiciones no podrían regresar. Se supone que aquellos en el poder, no importa donde estén ubicados, han aprendido las lecciones que nos han enseñado los desastres del pasado y saben como prevenir que éstos ocurran de nuevo.
Se nos ha dicho repetidamente que, después de todo, Ben Bernanke, presidente del Banco Federal de Reservas de los Estados Unidos, logró su fama en el mundo académico al hacer un estudio acerca de las causas de la Gran Depresión de la década de los años 1930 y que está determinado a que ésta no suceda otra vez, pues, a pesar de algunas inconveniencias, todo ha sido por el mejor de los mejores mundos posibles.
Si los sucesos de las últimas semanas han logrado algo es hacer añicoseste mito. Los informes oficiales reconocen que han fracasado todos los instrumentos de control que presuntamente prevendrían la crisis económica.
Bear Stearns funcionaba bajo los reglamentos de la Comisión Estadounidense Sobre el Mercado de Valores. Pero como escribiera su presidente, Christopher Fox, luego del colapso del banco: “La empresa tenía en toda ocasión un capital protector por encima de lo que se requiere para reunir los requisitos de supervisión”. Según Fox, Bear Stearns estaba “bien capitalizado” bajo los reglamentos de la Comisión. Es decir, nos recuerda al el cirujano que declaró que la cirugía había sido un gran éxito, pero que el paciente había quedado muerto en la sala de operaciones.
Mientras los representantes de la economía capitalista expresan su asombro acerca de lo que ha ocurrido, los eventos de las últimas semanas ofrecen una prueba contundente del análisis que Marx hiciera del sistema de producción capitalista, en el cual reveló que leyes objetivas gobiernan su trayectoria; leyes que se imponen de la misma manera que la ley de la gravedad impone su voluntad cuando un edificio se derrumba.
Y puesto que el derrumbe de la casa es consecuencia de procesos desarrollados por largo tiempo, el colapso del sistema económico, y los problemas políticos que surgen de ello, sólo puede llegarse a comprender por medio de un análisis histórico de la economía mundial capitalista.

Nick Beams

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