Johnson Bastidas/ABP Colaborador
Colombiano, nadie duda de la importancia de la operación militar que permite que Betancourt y los otros liberados encuentren a sus seres queridos, pero la magnitud de la falta de moral y de ética del régimen colombiano, supera con creces la alegría de esta liberación.
No podemos olvidar que Ingrid Betancourt pudo haber estado junto a los suyos desde hace tiempo, pero que la falta de voluntad política del régimen, comprometido con el rescate militar y la salida militar al conflicto, puso en peligro su vida y la de los otros prisioneros de guerra del conflicto. Hoy el exgobernador de Antioquia y el ex ministro de defensa Echeverry no están con los suyos, como tampoco, los diputados del valle del cauca, quienes murieron por la ceguera del régimen al negarse a darle una salida civilizada al intercambio de prisioneros. La alegría del rescate, no puede borrar el hecho, de que el gobierno bombardeo, varias veces el campamento donde se encontraban los retenidos, sin importarle sus vidas, lo único importante para el régimen corrupto es el desprestigio de la insurgencia.
Los policías y soldados que regresan a sus casas, después de haber sido hechos prisioneros en operaciones militares, donde ellos estaban armados, combatieron y fueron vencidos y su vida respectada, tiene hoy una segunda oportunidad para seguir viviendo, esta vez, nuevamente cerca a los suyos, pero este acto, no puede hacernos olvidar que son ciudadanos de tercera categoría, olvidados por el Estado y el régimen que ellos han defendido. Ayer, ningún lagarto quería perderse la foto al lado de Ingrid Betancourt, era el trofeo del gobierno, los otros, los policías y soldados eran simplemente los otros. Esperemos que el gobierno, pasado el guayabo de la victoria, no los deje al garete como ha ocurrido siempre.
El régimen no puede embriagarse por este rescate, le recordamos la historia de Fujimori, que en su momento, se embriago por el rescate de la embajada del Japón en 1997 dándose un baño de masas se paseo triunfante por las calles de Lima. Luego mostró con el uniforme de presidiario al comandante del sendero luminoso, y declaró la muerte de este grupo maoísta. En ese instante, el dictadorcito peruano con su Montesinos a bordo acariciaron la posibilidad de perpetuarse en el poder. Hoy los dos, responde ante la justicia por todos sus crímenes. Hasta ahí les llegó la soberbia. Por eso no creemos que la liberación de Betancourt, los estadounidenses y los soldados/policías pueda hacernos olvidar que Uribe Vélez es el padre de las convivir, que fue elegido a punta de masacres y que su coalición de gobierno está en su mayoría, en la cárcel.
Este hecho, no puede llevarnos a caer en la simplificación de la realidad colombiana, como lo hace Gustavo Petro, lo citó "El Presidente puede escoger entre dos caminos: o perpetuarse en el poder, porque no va a tener contradictor, o terminar su segundo período y quedar en la historia como el hombre que pudo doblegar a las Farc". Tenemos que recordarle a Petro que el contradictor principal de Uribe, es el pueblo colombiano, el que no aparece en las encuestas, el que esta afectado con la privatización de la Salud, y de la Educación, los millones de desplazados y refugiados, muchos de ellos condenados a la mendicidad en las grandes ciudades. Ni lo uno ni lo otro, señor Petro, Uribe si tiene contradictor, obviamente no esta en los conversos, ni en los Luchos Garzon que tiene la seudo izquierda colombiana. Petro esta mendigando la no presentación de Uribe a la presidencia para presentarse él.
Embriagados con los últimos hechos, el régimen y sus áulicos piden la desmovilización de la insurgencia, cayendo en la pereza mental de no hacer el análisis de la situación colombiana. Si consideramos la hipótesis de la desmovilización de la insurgencia, preguntémosle a los que la pregonan, si la desmovilización del M-19, del Quintín Lame, PRT, nos trajo más paz o más justicia social. La respuesta clara y contundente es NO, es un no mayúsculo. Ah, pero que nos trajo la constitución del 91 nos dirán algunos, entonces preguntamos, que queda de esa constitución. No nos llamemos al engaño, el final de la insurgencia, no es el camino de la paz, el mejor camino de la paz, es primero que todo, la voluntad política de luchar por ella, y de construirla.
Un Estado corporativo, sumado a un régimen fascista como el actual, que ni respecta las reglas mínimas de la división de poderes, sobre los cuales recae la democracia, digamos liberal, es imposible construir la paz con justicia social. Si alguien se toma el trabajo de leer los programas de las FARC-EP y del ELN, digamos la insurgencia colombiana en su conjunto, éstas no han enarbolado nada del otro mundo, no son programas metafísicos o irreales. Son entre otras cosas, programas terrenales; democracia, respecto al derecho sindical, salarios dignos, derecho a la huelga, programas de sustitución de cultivos, convenciones nacionales para buscarle salidas a los problemas del país y escuchar a los que no tienen voz, reforma agraria. Etc.
Este régimen militarista, mafioso y corrompido ha sabido jugar con su ambivalencia de seudo democracia con altas dosis de populismo, por un lado y terror sistemático y militarismo por el otro, formulas combinadas para impedir que otras fuerzas participen en las decisiones políticas. No se cierra ningún sindicato, ni ningún periódico censurado, ni ninguna personería jurídica cancelada a partido alguno, pero miles de sindicalista han sucumbido al terrorismo de Estado, muchos periodistas asesinados, desterrados otros, y sumidos en el silencio los áulicos que aun quedan en Colombia. Candidatos a la presidencia asesinados, tres en una sola campaña presidencial, dan cuentan del régimen del terror en que vivimos, y todo esto es independiente de la insurgencia, simple y llanamente porque es política de Estado.
Los últimos hechos deben ser objeto de análisis de la insurgencia colombiana. La gravedad de la situación colombiana, no es una simple pelea entre la Corte Suprema y el narcopresidente como la ilustra la miopía de los politólogos oficiales. Es la descomposición moral de un régimen ya putrefacto e inviable para las generaciones futuras. La insurgencia, divididas entre ellas, llegando incluso a los tiros fraticidas deben leer, desde la unidad, el país que tienen al frente. Un país urbanizado, con un 85 % de la población viviendo en las grandes ciudades, con la profesionalización/reingeniería de las FFM, con la concentración más implacable de la riqueza, y la desaparición de la clase media, más el poder mediático de las oligarquías que le imponen la realidad, según las encuestas, realidad virtual a la mayoría de colombianos. Hemos pasado de la "Economía va bien mientras el país va mal" a los negocios marchan bien, la especulación bien gracias, pero el régimen esta podrido por dentro, más el Terrorismo de Estado. Citando al ya legendario Bochicha, comandante del movimiento JEGA, quien refiriéndose a la lucha armada decía, "la gente no esta cansada de la lucha, esta cansada es de su falta de efectividad"1. La circulación de mercancías continua imparable su rumbo como si estuviera por fuera del conflicto social y político, cuando en realidad es la raíz de la concentración de la riqueza y la fuente de nuestra pobreza.
Quienes han pretendido, con las lectura fáciles de la complejidad social, que la sola insurgencia es garantía de la toma del poder por el pueblo, buenos días señores, nos hemos levantado tarde, el movimiento insurgente es una parte del pueblo, pero en esencia, es el movimiento social y político del pueblo unido y organizado quien garantiza la toma el poder. Otros sectores están esperando que La Corte Suprema nos resuelva el problema, otros sectores de la izquierda no se ha hecho el trabajo de barrio, en el sindicato, en la universidad, en el colegio, esperando que la guerrilla sola salve al pueblo. Otros más ingenuos creen que Lucho Garzón o Gustavo Petro pueden ser la solución. Todos nos hemos equivocado.
Sin ínfulas de pitoniso y ni pretendiendo descubrir la Aspirina, sólo el pueblo salva al pueblo, Unidad, organización, y lucha para que tengamos una segunda oportunidad sobre la tierra.
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