sábado, febrero 27, 2016

Bolivia: Cómo transformar el “no” en una esperanza



Un agudo y polémico análisis del referendo en Bolivia y del futuro del proceso de cambio liderado por Evo Morales.

Preferiría no hablar de las razones de la “derrota” del MAS, Evo Morales y el llamado “proceso de cambio” en Bolivia.
Más bien hablemos de la esperanza de ésta “derrota”. Porque si la derrota no sirve para buscar en nuestros propios errores y corregir el rumbo, estamos fritos. Como dijo el gran capitán Obdulio Varela en esa histórica gesta revolucionaria llamada Maracanazo: “Los de afuera son de palo”.
Pensar que un presidente que llegó al poder desde su humilde lugar de campesino y dirigente sindical -tras años de vivir perseguido por la DEA, la CIA y ser calificado de “narcotraficante” en la televisión mundial,- luego de diez años de ejercicio del poder institucional, con un enorme aparato no solo estatal sino de movimientos sociales, y un enorme apoyo a nivel internacional, puede perder un referendo debido al “imperio” y “los medios”, me parece un argumento falaz. Al menos menor.

Patear la pelota afuera

Las “razones” de la “derrota”, que si se entienden con humildad y pensamiento crítico pueden generar una “esperanza”, deben rastrearse, físicamente, al interior del movimiento, y temporalmente, bastante más atrás de la campaña por el referendo. Ponele 2008, año en que gracias a un inédito apoyo de los movimientos sociales y populares en alianza con sectores intelectuales de clase media (el llamado Pacto de Unidad), el gobierno del MAS y el Evo Morales logran consolidar su “poder” dentro del Estado boliviano, derrotando las fuerzas imperiales de la Media Luna (gesta digna de la Guerra de las Galaxias).
Paradójicamente, la victoria tuvo enormes concesiones. Dicen que fue el propio vicepresidente Álvaro García Linera el encargado de negociar con el sector más moderado del empresariado cruceño (hoy representado por Rubén Costas) algunas desviaciones en el rumbo del llamado “proceso de cambio” con el fin de garantizar “la paz” para el país. Una de esas concesiones fue la reforma, a última hora y a puertas cerrada, de la nueva Constitución, donde se descartó la posibilidad de una democracia directa fundada en las organizaciones sociales pasando a un esquema continuista de la partidocracia neoliberal y capitalista. La otra, como denunció el entonces viceministro de Tierras, Alejandro Almaraz, fue el freno de la reforma agraria y la apuesta en el Oriente (soja, maíz y otros cereales), Centro (coca) y Occidente (quinua) por una agricultura extensiva y de exportación.
En este punto se generó una nueva alianza entre los antiguos terratenientes cruceños (leales socios del imperio, que no solo financiaron la casi guerra civil del 2008 sino también todos los golpes militares que hubo en Bolivia) y los nuevos terratenientes campesinos quechua-aymara nucleados en las seis federaciones cocaleras del Chapare (cuyo presidente sigue siendo Evo Morales) y la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), cuya historia fusiona la mítica lucha katarista de los años setenta con un prontuario de sangrientas internas, corrupción y abusos de poder en los noventa y la actualidad.
A estos conclaves se le sumó la poderosa Federación Nacional de Cooperativas Mineras de Bolivia (Fencomin), de importante factura en el esquema de poder del gobierno de Evo Morales. Y también importantes facturas pendientes con la Pachamama. Por abuso indiscriminado de recursos, explotación laboral y asesinato sistemático de dirigentes sociales. Eso sin contar la evasión tributaria. No son multinacionales, pero mantienen la misma lógica. “Queremos socios, no patrones”, aclara una y otra vez Evo Morales. ¿Socios para qué?
2012 marcó otro quiebre para el “proceso cambio”. La represión por parte del gobierno de la VIII Marcha Indígena por la Defensa de los Territorios, la Vida y la Dignidad y los Derechos de los Pueblos Indígenas fue la gota que rebalsó el vaso. La caminata desde Trinidad a La Paz había sido convocada para evitar la construcción de una carretera que atravesaba el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Secure (TIPNIS) y que, misteriosamente, además de tumbar selva y desplazar poblaciones originarias, coincidía con la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA), una viejo anhelo del “Imperio” (que ahora además de Estados Unidos, se llama Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, o sea, los BRICS).
El anhelo “imperial” de exportar soja y minerales brasileños a China coincidía con el de los “lacayos” imperiales en Bolivia de exportar granos y aceites industrializados a China y coca a Brasil (segundo consumidor de cocaína en el mundo). Claro que el término “lacayos imperiales” en esta parte de la historia se empieza a poner difuso. Ya que incluye a los campesinos “cocaleros” del Chapare, transformados en terratenientes sojeros en Santa Cruz y escuchando al vice García Linera decir que el “buen vivir” es también tener un televisor y mandar a sus hijos a la universidad, y que para eso la única opción es multiplicar por diez la superficie agrícola, aceptando el uso de agroquímicos y en alianza con la agroindustria cruceña.
¿Y la Pachamama? Bien gracias, cómodamente instalada en los discursos del Evo en la ONU y en los pocos cultivadores de coca orgánica que quedan en Bolivia frente al avance de los agrotóxicos con el fin de aumentar la rentabilidad para “vivir bien”.
El TIPNIS marca la ruptura definitiva del “Pacto de Unidad”, la coalición de movimientos sociales e intelectuales de clase media que llevaron y defendieron al Evo en el “poder”, de organizaciones y personalidades fundamentales para este proceso. Por dar una somera lista: el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Kollasuyu (Conamaq), la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB), el vocero de la Coordinadora del Agua, Oscar Olivera; los intelectuales de Comuna (grupo de reflexión que integraba García Linera) y varios ex ministros y funcionarios, incluyendo al intelectual aymara Felix Patxi, ex ministro de Educación y hoy gobernador de La Paz.
La “derrota” del domingo pudo anticiparse en las elecciones departamentales y de alcaldes del año pasado, donde además de perder la gobernación en manos de Patxi (algo así como la izquierda aymara), el MAS debió dejar la alcaldía de El Alto en manos de Soledad Chapetón (algo así como la nueva derecha), aymara, hija de un policía y una comerciante, estudiante de Ciencias de la Educación, del partido Unidad Nacional (UN); y del empresario, ex-ministro del Goñi Sánchez de Losada, y principal oponente del Evo Morales en las elecciones presidenciales, Samuel Doria Medina (alias el “Macri” boliviano).
Chapetón representa una poderosa nueva burguesía aymara que contrabandea informática, vestimenta y automotores chinos; compra chalets en el exclusivo barrio de Cala Coto o construye palacios neotiwanakotas en El Alto; viaja en cuatro por cuatro, inunda los shopings y restaurantes de lujo y manda sus hijos a la universidad privada. Esta poderosa clase comercial aymara ha tenido más de un enfrentamiento con el gobierno del MAS por su afán de lucha contra el contrabando y la evasión de impuestos. Una vez empoderados simbólicamente por el presidente “indígena”, quizás prefieren negociar con la antigua derecha, que ahora además toca sus puertas y les ofrece los cargos que Evo les retacea.
El “No” no pone en peligro al gobierno del MAS. En primer lugar, porque aún le quedan más de dos años y medio de gestión. En segundo lugar, porque muestra una oposición fragmentada y dispersa, con intereses a veces antagónicos más allá de posibles alianzas. A saber: a) antiguos empresarios, terratenientes y políticos de las derecha neoliberal; b) nuevas burguesías comerciales aymaras (¿de derecha?) no alineadas con el gobierno, amén de consumidores globales que, como en el resto de países del mundo, confían mucho más en la derecha a la hora de mantener sus privilegios individuales (la tan mentada “seguridad”); c) movimientos sociales, intelectuales y personas desencantadas del nuevo rumbo extractivista, antipachamamesco, imperialista, consumista y criminalizador por parte del gobierno (no es un dato menor la vía libre a la represión de los pueblos que contiene la nueva Ley de Minería aprobada por el MAS y el Acuerdo de Seguridad Interior con el históricamente genocida gobierno colombiano); d) ciudadanos o campesinos normales, hartos del avance de los casos de corrupción, verticalismo, soberbia y abuso de poder en el MAS. Estos casos tocan cada vez más cerca al presidente y a los líderes de los movimientos sociales que siguen apoyándolo. No solo son numerosos, sino reales, más allá del uso que de ellos haga el “imperio” y “los medios”.
¿Y si Evo no puede ser reelegido? Al revés que en el caso de Cristina Kirchner o Hugo Chávez, son varios los posibles delfines. Por dar un ejemplo: David Choquehuanca, sindicalista, intelectual y político aymara ligado a la teoría del Buen Vivir y ministro de Relaciones Exteriores. Uno de los pocos que ha quedado en su cargo desde el principio del “proceso de cambio”. En su gabinete resisten los defensores de la Pachamama en el gobierno del MAS, los casos de corrupción no lo han tocado, tiene buena proyección internacional y apoyo de los movimientos sociales.
La única piedra en el zapato es haber liderado el proceso electoral del año pasado en que el MAS perdió en el distrito de La Paz. Pero, ¿a qué votante u hombre común le interesan las internas de un partido? Desafortunadamente en estos días que corren, tampoco son muchos los votantes u hombres comunes a los que les interesa un proyecto de gobierno. La sociedad individualista y capitalista que también se ha infiltrado en esta nueva Bolivia “rica” e “insertada en el mundo” no pone sus ojos en la Pachamama. Compra Evo como compra Coca Cola. Es permeable a ser convencida y cooptada por el “imperio” y los “medios”.
Pero hay una esperanza, la de esos pueblos originarios que hoy en Bolivia, como en todo el mundo, están siendo criminalizados por el gobierno. Una verdadera base social y electoral contra la cual el “imperio” y los “medios” nada tiene que hacer. Ni las balas le importan. Así, con esa gente, fue que llegaron Evo y el MAS al poder. Y es bueno que lo recuerden para reconducir el “proceso de cambio” y transformar la derrota en esperanza.

Tomás Astelarra

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