martes, febrero 09, 2016

Dalton Trumbo, un comunista en Hollywood



El pasado siempre vuelve, ni tan siquiera es pasado, decía William Faulkner. Como es sabido, Faulkner fue guionista y un día se vio metido en una cacería con Clark Gable. Cuando éste le preguntó sobre quien era, él le respondió: ¿Y usted quien es? No hay duda de que habrá muy poca gente que no sepa quien era Gable, lo mismo que debe de haber muy poca que sepa quien fue Dalton Trumbo (Montrose, Colorado, 1905-Los Ángeles, California, 1976), sin embargo, nadie debería dudar que la contribución de éste último a la historia del cine es muy superior a la del que fue Red Buttler.
El pasado vuelve con Trumbo a través de una película que anuncian desde diarios y revistas. Se trata de una biografía escrita por Bruce Cook que Navona ha publicado en castellano adaptada para la gran pantalla por el temido Jay Roach (realizador de las sagas de Austin Powers y Los padres de ella), interpretada por Bryan Cranston, en uno de sus primeros papeles tras el fin de Breaking Bad con la compañía de otros actores no menos sólidos: Diane Lane y Elle Fanning como esposa e hija, amén de Helen Mirren, Louis C.K., John Goodman…De momento está teniendo buenas críticas, por lo tanto cabe esperar que dicho estreno permita que el nombre Dalton Trumbo vuelva a ser reconocido y apreciado como el de alguien que fue comunista en Hollywood, que aprendió con tanta fortuna que figura sino como el mejor, sí como el más rápido de los guionista de su tiempo.
¿Quién fue este Dalton Trumbo?. De entrada: hijo de un sheriff (cabe recordar algunos tan peculiares como el que encarnaba Walter Mattheu en Los valientes andan solos), abandona la universidad, luego, ulteriores dificultades económicas le fuerzan a un trabajo nocturno en una panadería. Permanece en la “Davis Perfection Bakery” por espacio de casi nueve años, hasta 1933. Durante este período, inicia colaboraciones esporádicas en diversas revistas, trabajos que él mismo recordará con cierta ironía….Por aquel tiempo, un artículo propuesto a “Hollywood Spectator”, “Boot legging for Junior” le facilita el ingreso en la misma, pero un año después la revista quiebra. Son malos tiempos, los de la Depresión: el capitalismo muestra su cara oscura, su incapacidad para cubrir las necesidades de la humanidad que trabaja.
Nuevamente sin trabajo es contratado por la Warner Brother como lector. En 1937 trabaja para la Columbia. Warner lo despide por no haber querido dimitir de la “Screen Writer’s Gulid”. De este período data la edición, en Gran Bretaña, de su primera novela “The Eclipse”. Gracias a su prestigiado como novelista, es llamado por la RKO, la más pequeña de las “majors”, para escribir guiónes. Las razones de su contratación evidencian la concepción literaria del lenguaje cinematográfico que tenían los productores norteamericanos. A pesar de ser la causa de su despido continúa colaborando en la “Screen Writer’s Guild” y se integra en diversos comités cuya acción era tan sugestiva y evidente como sus propias siglas: “AntiNazi League”, “Joint anti-fascist Refugee Committee”, “Hollywood Writers Mobilization”, “Committee for the Defense of Harry Budges”, etc. Trumbo participa activamente también en los diversos comités de ayuda a los republicanos españoles.
En 1938 escribe la novela…Y Johnny cogió su fúsil, uno de los mayores alegatos antimilitaristas que se recuerden (y que aquí editó Bruguera al calor de la versión fílmica). Es también el momento su primer “escenario” importante “A man to remember”. Film catalogado de serie B, escrito en dos semanas y rodado en quince días. En este guión y en el de Espejismo de amor (Kitty Foyle, 1940), Dalton Trumbo logra un oportuno y remarcable empleo del flash-back. Fue dirigida por Sam Wood, un interesante “artesano” conservador que más tarde ejercerá como un “chivato” anticomunista y contra el cual Trumbo publicará un famoso panfleto. Entre 1940 y 1942 redacta numerosos guiónes para la RKO, Columbia, Paramount, Universal, MGM, etc., que no añaden nada nuevo a su carrera.
Esto momento coincide con su integración plena en el engranaje industrial de Hollywood. Engranaje que obliga a tan ridículos manejos como los acontecidos con el film “The remarkable Andrew” que dirigió Stuar Heisler (1942). Trumbo propone para esta producción un escenario y la productora (Paramount) condiciona su rodaje a que previamente se publique una versión literaria del mismo. Aparece el libro y quedan abiertas las posibilidades de filmación. Disensiones en el rodaje provocan un ofrecimiento para que sea el propio Trumbo quien dirija el film. Rechaza la oferta. Luego llega la muy famosa, y un tanto ñoña Compañeros de mi vida (Tender Cofrade), que sería dirigida por Dmytrik con un reparto que reunía. a Gingers Rogers y Robert Ryan. Su contenido cribado por contener una escena en la que se dice que ser “camaradas” significa “compartir”, algo tan general que hasta el cardenal Rouco lo habría aceptado. Trabaja con Victor Fleming en Dos en el cielo (A guy Namet Joe, 1943), con Spencer Tracy, título sobre el cual Steven Spielberg realizó un “remake” que figura sin duda como lo peor de su filmografía; vuelve a hacerlo con Spencer Tracy pero esta vez con Mervin Le Roy en Treinta segundos sobre Tokio (1944), ambas por lo demás, apologías del ejército norteamericano al que retrata cmo mandan los cánones, tan noble como invencible. En 1944, con ocasión de la campaña presidencial, se convierte en el “National Chairman of Writers for Roosevelt”. Al año siguiente es corresponsal de guerra en el Pacífico y consejero en la Organización y Fundación de las Naciones Unidas. Es igualmente redactor-jefe de “The Screenwriter” fundada por la “Screen Writer’s Guild”.
En octubre de 1947, Dalton compareció ante el “Comité de actividades anti-norteamericanas” de la Cámara de Representantes. Preside el siniestro J. Parnell Thomas de New Jersey, y por el lugar manda también el no menos siniestro Richard Nixon de California. Ya en marzo de aquel mismo año, la Comisión había anunciado su intención de realizar una encuesta secreta sobre el comunismo en el cine. El principal motivo de sospecha que regía contra Trumbo se basaba en una antigua defensa del líder sindicalista de portuarios de San Francisco, Harry Bridges. En efecto, Trumbo había redactado el panfleto que lanzado por la “Liga Americana de Guionistas” se opuso a la expulsión del australiano Bridges. Con todo, la razón legal de su encarcelamiento fue su mantenida negativa a responder a la preguntas del Comité: ¿es o ha sido miembro, del partido comunista?, así como: ¿pertenece a la “Screen Writer’s Guild”. Mostrando su integridad, los llamados “Diez de Hollywood” argumentaron en favor de su silencio el derecho fijado en la enmienda primera a la Constitución: “El Congreso no podrá aprobar ninguna ley conducente al establecimiento de religión alguna, ni a prohibir el libre ejercicio de ninguna de ellas. Tampoco aprobará ley alguna que coarte la libertad de palabra y de prensa,…”
Trumbo, además de su obligada participación en los interrogatorios, envió una carta a Parnell J. Thomas en la que, dentro de unos moderados argumentos liberales, criticaba la actuación del Comité por atentar a la libertad individual y a la libre iniciativa de la empresa privada, transgrediendo derechos fundamentales constitucionalmente reconocidos. De 1946 a 1960, Dalton escribe cerca de treinta y cinco guiones, en condiciones económicas de las más variadas. Alvah Bessie, brigadista de la Lincoln en España, lo cita como uno de los que lograron mantener con mayor continuidad su labor.
Tres años más tarde el Tribunal se negaba a revisar su caso. Trumbo con otro comunista, John Howard Lawson fueron los más duramente penados. El primero lo estuvo a doce meses de prisión que por buena conducta se redujeron a diez. Es a partir de 1950 cuando inicia su trabajo como guionista clandestino.
A raíz de su ingreso en la “Federal Correctional Institution” de Ashland en el estado de Kentucky, la Metro rescinde su contrato. Su último guión de esta época será “The prowler” (1950), película vista aquí por TV2 y dirigida por Joseph Losey con Van Heflin y Evelyn Keyes, que puede considerarse como una de las primeras (sino la primera) película norteamericana que aborda sin titubeo la historia de un policía corrupto y fascista, y con Huston como productor. Hugo Butler y Don Weiss concluyeron el trabajo iniciado por él. Trumbo tiene que marchar por pies a Méjico con Albert Maltz. La ausencia de Hollywood se prolongará por espacio de cinco años durante los cuales su nombre resulta casi borrado del mapa.
El hecho de que varios de los encartados pudieran continuar trabajando en el propio Hollywood patentiza una actitud contradictoria y muy poco consecuente por parte de los industriales y políticos del cine. ¿Razones? Quizás lo fuera el intento de asegurar políticamente el mercado occidental para sus productos. En plena guerra fría, la actitud del gobierno norteamericano para con sus trabajadores del cine garantizaba un rigor ideológico acorde con las necesidades del momento. Mientras se mantuviera esta “imagen de marca” poco importaba que secretamente volvieran a colaborar los comprometidos en la persecución del Comité. Trumbo fue uno de ellos. Un remake de Me perteneces (“You belong to me”, 1941), realizado en 1950, cita a Trumbo en los genéricos. No obstante, él no interviene en esta nueva versión del exitoso film de Wesely Ruggles que en su día interpretaron Bárbara Stamwyck y Herny Fonda.
En 1956 se concede el Oscar al mejor guión a un tal Robert Rich. Alguien que cuando se le nombra a la hora de los premios no comparece en la entrega. Una serie de litigios por plagio en contra de los productores del film, los hermanos King, obligan a descubrir la identidad del guionista: Dalton Trumbo. Otros “blacklisted” que ganaron Oscars fueron Michael Wilson y el actor Ned Young que firmó, bajo seudónimo, el guión de Fugitivos (“The Defiant Ones”), la notable metáfora antirracista de Stanley Kramer con Sidney Poitier y Tony Curtis. Durante esta etapa clandestina trabaja con Michael Wilson, el guionista de la mítica La sal de la tierra (“Salt of the Earth”, 1952). El seudónimo Richard Bosley esconde a Wilson como Richard y a Dalton Trumbo como Bosley. Otros seudónimos establecidos fueron Robert Rich (“The Brave One”, aquí estrenada en TVE como El bravo, y resulta una entrañable e ingenua apología “animalista” dirigida por el anodino Irving Rapper), Sam Jackson (Espartaco), hasta que se destapó. De hecho, Espartaco le proveerá de su mayor prestigio. Desde entonces, se le reconocerá plenamente.
Como literato, Trumbo alcanza reconocimiento público al aparecer “McCall’s” bajo la firma de C.F. Demaine, C.F. eran las iniciales de su esposa.
De este período data una carta enviada a varios intelectuales, gran parte de ellos literatos, en demanda de solidaridad con los afectados por la lista negra. Entre los destinatarios figuraron William Faulkner, Ernest Hemingway, William Saroyan, John Steinbeck y Tennesse W. Williams. Al primero le escribió en enero de 1957 las siguientes líneas: Durante el otoño de 1947, después de una serie de audiencias tenidas por la Comisión de Actividades Anti-norteamericanas se ha establecido una lista negra, en el seno de la industria cinematográfica. En los nueve años que han seguido, más de trescientos escritores, directores, actores, músicos y técnicos han sido alejados de su oficio y desposeídos de su pasaporte que les habría permitido trabajar en el extranjero (…) Aquellos que permanecen en la profesión trabajan bajo vigilancia de grupos privados, un representante permanente de la Comisión en Hollywood y una organización administrativa que certifica el patriotismo del artista. La “lista negra• que se creó por un momento producto eventual de un período borrascoso, se ha institucionalizado. El cine, vigilado y censurado por las autoridades federales, se ha convertido en un arte oficial. ¿Puede usted, como escritor con obras adaptadas a la pantalla, quizás por las mismas personas en nombre de las cuales formulo esta solicitud, dirigirme una declaración condenando la lista negra de Hollywood? Y autorizándome a publicarla en la prensa, pues esto será una tentativa suplementaria para destruir esta condenable empresa antes de que ella nos aplaste a todos”.
Luego, su historia es mucha más conocida. En 1958 Kirk Douglas contrata a Trumbo para que escriba el escenario de “Spartacus”. La “Universal” se opone a que su nombre aparezca en los títulos de crédito, pero el posterior anuncio de que Preminger había llamado a Trumbo para redactar el guión de “Exodus” y su estreno sin problemas animó a la “Universal” a reconocer la titularidad del guión. Ya anteriormente los actores británicos de la película de Kubrick-Douglas, Laurence Olivier, Charles Laughton y Peter Ustinov habían hecho afirmaciones en este sentido. Está claro que Espartaco no fue uno de los mejores guiones de Trumbo, aunque no está claro hasta que punto influyó en la historia Douglas como productor, y el director, que, por ejemplo, con la crucifixión viva final, hace de “Spartacus” un mártir cuando el guión inicial pretendía dar la imagen del líder. La película resulta sobre todo por algo que ya contenía la novela, y que al parecer reclamaba el ambiente creado por el movimiento de los Derechos civiles. A saber: el inteligente aprovechamiento de unos elementos pensados como gran espectáculo y aparentemente “inofensivo” pero que permitían una intencionalidad mucho más profunda que, además, llegó a calar entre los espectadores, sobre todo entre los más jóvenes.
Su trabajo en Éxodo tiene empero, una significación casi opuesta. Apresurado por Preminger terminó el escenario en cuarenta y cuatro días, condicionado siempre por el antecedente novelístico del muy reaccionario León Uris, que no duda en glosar y “comprender” las fracciones más terroristas. Auténtica apología sionista que escamotea toda las complicidades de las “democracias occidentales” con la “Shoah” y que, aunque escapar al maniqueísmo habitual, lo cierto es que el trato fílmico dado a los árabes (el único bueno es un colaboracionista interpretado por John Derek que había sido Josué en Los diez mandamientos, acaba siendo colgado por los suyos), no deja de poner en evidencia el gran horror de la película: que los árabes estaban en sus tierras y que no habían tenido nada que ver con el judeocidio. El error de Trumbo lo fue también de la mayor parte de las izquierdas norteamericanas, sobre todo entre los elementos de procedencia hebrea.
En 1962 trabaja en un singular y torvo western para Robert Aldrich, El último atardecer (“The Last Sunset”, 1962), que aunque los resultados no convencieron al propio guionista, lo cierto es que se trata de una gran película, injustamente subestimada, con notables interpretaciones de Rock Hucson, Kirk Douglas, Dorothy Malone, Corl Linney y Joseph Cotten. En Los valientes andan solos (“Lonely are the brave”, 1962) Trumbo adapta la novela de un conocido escritor anarquista que desarrolla toda una metáfora “primitivista” a través de un cow-boy, Jack Burns (Kirk Douglas) es el típico cow-boy individualista y frenético de su libertad que opone a las instituciones del naciente industrialismo su lucha y su huída. Antes Trumbo también escrito el guión de otra gran película sobre los vaqueros, Cow-boy (1958), seguramente el mejor “western” de Delmer Daves que sobresalió especialmente en este género. El lector recordará el juego entre los dos protagonistas, el veterano y el novato, magníficamente representados por Glenn Ford y Jack Lemmon.
Luego llegaron Castillo de arena (The Sandpipers” (1965) crea nuevos conflictos a la labor de Trumbo con Vincente Minnelli y de éste con las exigencias de la “diva” Elizabeth Taylor, un tanto molesta por el tipo de papel adjudicado y de otra un Minnelli con ideas muy personales sobre el problema a tratar. En este film vuelve a reunirse con Michael Wilson. Sus últimos trabajos fueron sumamente interesantes aunque de aplicación irregular como son los casos de de El hombre de Kiev (The Fixer, 1968), adaptación de la novela de Bernard Malumud sobre un caso muy similar al de Dreyfus sobre el que el marxismo ruso desarrolló una gran labor (Lenin escribió bastante sobre esta historia), y Orgullo de estirpe (The Horseman, 1970), adaptación de la novela de Joseph Kessel, y ambos dirigidos por John Frankenheimeir, lejos de sus registros más próximos. Cabe citar además Hawai, de George Roy Hill que sufre de problemas de montaje, y finalmente de Papillon, otra adaptación literaria ilustre que fue dirigida por Franklin Schaffner, y que cuenta con sus partidarios.
Independientemente de su actividad estrictamente política, Trumbo se nos aparece como un guionista cómodo para el sistema de producción de Hollywood. Cómodo por su concepción de la obra cinematográfica como un trabajo parcelario. Finalizada su tarea como guionista se desentiende de las posteriores manipulaciones del guión. Manipulaciones que sólo empiezan a darse en sus últimos trabajos con directores conscientes de la necesaria originalidad de su labor. Dentro de su larga carrera, su tarea ha consistido en adaptar a las necesidades del cine obras de autores tan opuestas en su momento como León Uris y Howard Fast, aunque al final de la obra de éste, las diferencias no eran tantas: ambos eran sionistas, uno de izquierdas, el otro de extrema derecha aunque llegarían a gobernar juntos con el tiempo.
Al final de su vida cinematográfica, Trumbo adapta su propia novela novela “Johnqy got his gun” que se había editado tres días antes de la declaración de la II Guerra Mundial. No es hasta 1964 que acepta una de las repetidas propuestas para ceder los derechos a una productora, concretamente a del mexicano Alatriste, productor de los films de Buñuel. Trumbo trabaja con Buñuel durante dos semanas en Méjico. Regresa a su país para concluir el guión, pero durante este intervalo, surgen dificultades entre Alatriste y Buñuel durante el rodaje de Simón del Desierto, y el proyecto se queda en el escritorio. Finalmente será su amigo S. Lazarus, uno de los productores de La sal de la tierra, quien con ayuda de varios amigos comunes logra el capital necesario para la filmación. La sociedad productora es bautizada “Robert Rich Production” recordando el seudónimo con el que ganó el Oscar en 1956. Johnny es un soldado mutilado de la Gran Guerra. Sin piernas, sin brazos, mudo, sordo, ciego con las sensacionales tácticas como único sentido, además de su cerebro. A través de ellos recuerda, sufre, imagina e intenta comunicarse. Los médicos que lo atienden lo conservan artificialmente para estudiar su cuerpo como materia ajena a toda posible consciencia de sufrimiento. Como rata de laboratorio, aislada de todo contacto. Sólo la enfermera conseguirá relacionarse con él.
La trama no deja lugar para el sentimentalismo ni la hipocresía. Johnny recuerda, imagina y percibe su presente. Recuerda su primer amor y la relación con su padre, que Trumbo reconoce en muchos aspectos autobiográfica. En el cuerpo descubre el horror de la guerra y sueña su exhibición de feria en feria como testimonio de la misma y de sus consecuencias. Como enfermo desea la muerte. Trumbo se vale de los flash-back para explicar los sueños y recuerdos de Johnny. Flash-back que son rodados en color a diferencia del blanco y negro de las secuencias del hospital. Si bien algunos son inoportunos, la necesidad de otros es evidente. El director procura huir del horror visual para poder elevar el nivel de su crítica a planteamientos más elaborados. No sólo hay afecto para el personaje sino también consciencia de un absurdo (la guerra) y crítica a unos interesados responsables, o sea a los amos del mundo.
Por lo cual, se puede afirmar que Dalton Trumbo combatió por la libertad y la igualdad hasta el final aunque a veces se equivocó totalmente de barricada.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

No hay comentarios.: