domingo, febrero 28, 2016

Un universo maravilloso



La Teoría General de la Relatividad, publicada en 1915 por Albert Einstein, explicó que hay objetos que convierten parte de su masa en energía y la desprenden en forma de ondas gravitatorias que viajan a la velocidad de la luz y deforman a su paso el espacio y el tiempo (El País, 11/2). Este hecho -la masa transformándose en energía- quedó eternizado en la sencilla fórmula de la Teoría de la Relatividad Especial: E = mc2 (energía igual a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado).
La velocidad de la luz es absoluta (igual a 300 mil kilómetros por segundo), pero el tiempo y el espacio son relativos; es decir, dependen de la materia, el movimiento y el lugar del observador.
Si, por ejemplo, una gran masa quedara reducida a un espacio mínimo, la gravedad atraería y devoraría toda la materia que estuviera próxima, inclusive la luz. A eso se llama agujeros negros. Este fenómeno es generado por una estrella de gran masa (hablamos del triple de materia que el sol), que, al momento de su colapso gravitatorio, hace que la estrella empiece a contraerse generando una sideral atracción gravitacional.
El espacio-tiempo se curva como consecuencia de un campo gravitatorio. En otras palabras, el espacio y el tiempo no son constantes sino elásticos y están afectados por el movimiento de la materia y la energía cristalizada que hay en ella y que se dispara en forma de ondas.
Las ondas gravitacionales son formadas por eventos colosales como las supernovas o los agujeros negros. El histórico descubrimiento que acaba de anunciarse es la detección de estas ondas. La primera señal se captó el 14 de septiembre, la cual venía de dos agujeros negros que se fusionaron hace unos 1.300 millones de años. Cada uno de ellos era entre 29 y 36 veces más masivos que el Sol, con un diámetro de sólo 150 kilómetros. Los dos agujeros se fundieron en uno (equivalente este último a 62 masas solares), lo cual desató una energía equivalente a tres masas solares, que se desprendió en forma de ondas gravitacionales.
Dicho de otro modo, estas ondas se producen cuando las masas comprimen y estiran el espacio-tiempo. Se propagan en el vacío a la velocidad de la luz y distorsionan el espacio-tiempo, “de forma parecida a las ondas que produce una piedra que se lanza al agua” (DPA, 2/11). Como dijo el físico John Wheeler, la materia le dice al espacio cómo curvarse y el espacio le dice a la materia cómo moverse.
Pese a que Einstein predijo las ondas gravitacionales, hasta el momento no se había podido constatar en forma directa. Ahora se alcanzó la primera detección y la primera observación de la fusión de un sistema binario de agujeros negros.
Las ondas detectadas se produjeron durante la fracción final de un segundo de la fusión de estos dos agujeros negros y fueron detectadas por los dos detectores del proyecto Ligo, uno localizado en Livingston (Luisiana) y otro en Hanford (Washington). ¿Por qué no se habían detectado antes? Se trata de ondas que viajaron durante millones de años, por lo cual sus ondulaciones, al llegar a la tierra, son ínfimas y débiles. Los físicos intentaban desde hace 50 años encontrar una prueba directa de su existencia. Esto no quiere decir que antes no hubiera ondas gravitacionales, sino que recién ahora se pudieron diseñar instrumentos capaces de medir los desplazamientos infinitesimales que producen.
“Esta detección es el comienzo de una nueva era”, dijo la científica argentina Gabriela González, portavoz del equipo Ligo y profesora de astrofísica en la universidad estatal de Luisiana. Y destacó que, a partir de este hallazgo, sabemos que existen agujeros negros -ya no se dudará de su existencia- que colisionan y forman otros más grandes. Estas ondas permitirán estudiar “cómo se forman los agujeros negros, cuántos hay y también conocer en más detalle el ciclo vital de las estrellas y del universo”, explicó otro investigador.
Se abre un nuevo modo de entender el universo: hasta el momento se lo “veía” a través de la radiación electromagnética (luz, ondas de radio, etc.); ahora se lo podrá “escuchar” a través de las ondas gravitacionales, si para el uso de la metáfora tenemos en cuenta que la frecuencia de oscilación de las ondas gravitacionales son parecidas a las del sonido. Stephen Hawking señaló que con este hallazgo se podrán “ver algunas reliquias del Universo muy temprano, justo después del Big Bang”.
“La contribución al entendimiento del mundo en el cual vivimos y al dominio de la naturaleza es la base material sin la cual cualquier socialismo sería imposible”. A la vez, “las conquistas de la ciencia en manos del capitalismo se concentran bajo el capital a un punto en el que se convierten, como intuía Einstein, en lo contrario a la construcción de un destino humano” (Rieznik, Prensa Obrera, mayo 2015).

Daniel Mecca

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