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jueves, febrero 18, 2016
Ettore Scola (1931-2016)
Quisimos cambiar el mundo…
Ettore Scola murió a los 84 años el pasado 19 de enero de 2016 en el Policlínico de Roma, como su querido Federico Fellini, a quien dedicó su último film, Qué extraño llamarse Federico (2013).
Scola irrumpe en la cinematografía internacional como guionista, junto a Dino Risi y Ruggero Maccari, con el éxito de Il Sorpasso en 196, cuando el neorrealismo italiano, con su temática de postguerra, ya era historia.
Los años de formación del director italiano, nacido en 1931 en Trevico, de padres actores y criado en Roma, coinciden con esa prosperidad cinematográfica iniciada con los estrenos en 1945 de Roma ciudad abierta, de Rosellini; La terra trema, de Visconti, y Ladrones de bicicletas (De Sica, 1948), versión embellecida de la amarga novela de Luigi Bartolini.
el futuro director inició su carrera como dibujante, libretista de comedia, inventor de gags, dialoguista y director de películas de sketches de la RAI en el período de agotamiento de aquel gran cine neorrealista de su juventud, que había ganado mercados y traído divisas a pesar de la permanente hostilidad de la Iglesia católica y del gobierno de la Democracia Cristiana (DC) y las perpetuas vacilaciones del Partido Comunista Italiano (PCI).
En la década del cincuenta, la cooperación entre el PCI y los partidos burgueses para reconstruir el Estado italiano sobre las viejas bases sociales se había consumado. El cine de Scola transpira la decepción profunda que produjo la traición al ascenso revolucionario de posguerra, pero se detiene allí. A diferencia de otros cineastas, incluso ligados al PC, que expusieron en imágenes la frustración consumada por el estalinismo. Ettore militó en el PCI desde su juventud hasta su disolución en 1991, cuando se pasó al Partido Democrático de la Izquierda.
Para el PCI, Scola produjo y dirigió varias obras, incluyendo el documental colectivo de 1984 El adiós a Enrico Berlinguer, sobre el funeral del secretario general impulsor del “compromiso histórico” de 1973 con la Democracia Cristiana, que culminó en la adaptación a las promesas del “milagro italiano” y el abandono de todo principio bajo la etiqueta “eurocomunista”.
Si bien Scola dirigió su primer film, la comedia Con su permiso, hablemos de mujeres en 1964, su consagración internacional vino con Nos habíamos amado tanto, de 1974. Esta comedia dramática relata la historia de cuatro amigos, ex combatientes de la Resistencia, separados cuando cae el régimen fascista y confrontados al cambio de sus convicciones y afectos al calor de la Italia contemporánea, la de los negociados inmobiliarios y el abandono de la educación pública.
Dos años después, el director estrenó su comedia grotesca Feos, sucios y malos (1976), donde destruye el mito de la “pobreza digna”. Con el Vaticano de fondo, muestra la miseria como degradación real que un régimen social provoca en las personas. El filme entraña un balance del último neorrealismo, cómplice, idealizante y patético. Scola obtuvo el premio como mejor director en el 29º Festival de Cannes.
Un día muy particular, del año siguiente, narra el encuentro casual de dos solitarios sin salida, una ama de casa y un periodista homosexual condenado a la deportación por el gobierno fascista, el 8 de mayo de 1938, día de ‘felicidad obligatoria’ en que Hitler visita Roma para reunirse con Mussolini. Una obra maestra interpretada por Sophia Loren y Marcello Mastroianni.
En 1983, tras La noche de Varennes, sobre el desconcierto ante el fin de un período histórico, Scola presenta otra coproducción con Francia, El baile, una película sin palabras, rodada en una sala de baile donde transcurren los momentos más relevantes de la historia política francesa, que mereció el Oscar como mejor película extranjera.
El cine de Scola, que abarcó 41 películas de construcción aparentemente simple, popular en su forma y dirigida a un diálogo crítico con el espectador, presentó la crisis de los intelectuales de izquierda de su época con su pasado revolucionario y su presente desencantado.
Horacio López
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