lunes, febrero 29, 2016

China: se enfría la economía y se calientan las protestas



Los trabajadores sufren los efectos de la caída de la economía y la devaluación de los últimos meses. Las huelgas y protestas contra despidos y recortes salariales crecen. La “cuestión social” alarma a la cúpula del Partido Comunista.

Que la economía del gigante asiático ya no sigue su marcha como antes no es novedad y las noticias de las caídas en la bolsa o una expectativa de crecimiento más modesta, comparada con otros años, disparan la alarma internacional. El cierre de fábricas, despidos y recortes salariales se ha comenzado a transformar en moneda corriente en el país que, con un brutal contraste, se está transformando en uno de los que más multimillonarios tiene en el planeta.
Menos conocido (y menos cubierto por las grandes cadenas de noticias), es el descontento que comienza a extenderse en el movimiento obrero chino ante el empeoramiento de sus condiciones de vida. La devaluación del yuan (moneda china) golpeó los ya magros salarios, miles de empresas cierran en busca de “mercados laborales” más baratos (no solo en otros países de Asia sino incluso en las maquiladoras del norte de México), miles de trabajadores pierden su trabajo en la industria del carbón porque “una economía que se desacelera consume menos energía” dicen los empresarios.
Esta situación es la que hace crecer el descontento entre los trabajadores y es la que sirve como combustible para que crezca la ola de huelgas en los principales centros industriales del país como informa el mapa elaborado por el China Labour Bolletin.

“Ganaría más pidiendo monedas bajo un puente”

La frase fue dicha a un cronista del Washington Post por un trabajador metalúrgico de la fábrica de acero inoxidable Ansteel en Guangzhou (Cantón en español). Durante siete días, los trabajadores paralizaron la producción con piquetes en la puerta de la fábrica reclamando por despidos y contra la implementación de una nueva escala salarial basada en la productividad.
Los problemas comenzaron cuando los dueños taiwaneses vendieron el negocio a una empresa estatal china el año pasado, dijeron los trabajadores. "No nos quejamos porque entendimos que la empresa estaba en problemas", dijo un trabajador llamado Chen al Washington Post. "Pero ahora, nos dimos cuenta de que nuestro sueldo había sido reducido a la mitad, a 2.200 yuanes al mes…No se puede vivir en Guangzhou con el dinero que están pagando" continuó explicando.
Durante una semana los trabajadores enfrentaron el hostigamiento de las autoridades, amenazas de despido y de cárcel para cientos de huelguistas, un cerco mediático y las amenazas policiales. Tras un enfrentamiento entre cientos de trabajadores y la policía antidisturbios, la empresa se comprometió a cancelar la reforma en el sistema de pago de sueldos, lo que fue vivido por los trabajadores como un triunfo.
El caso de Ansteel se repite una y otra vez. Las empresas despiden, suspenden y recortan los salarios y beneficios sociales de millones de trabajadores con total impunidad protegidos por las autoridades estatales y del Partido Comunista. Y si esto no es nuevo, la novedad está en que los trabajadores saben que si pierden su trabajo ya no será fácil conseguir uno nuevo como en los tiempos del pujante crecimiento económico. De ahí surge la creciente resistencia obrera de los últimos meses.

La burocracia sindical principal guardiana de la “paz social”

Si el crecimiento de las huelgas y protestas obreras en las principales regiones del país no se ha transformado en grandes luchas, se debe a la complicidad de la burocracia de la ACFTU (Federación de Todos los Sindicatos de China según su sigla en inglés) con los ajustes implementados por los empresarios. Durante años la burocracia ha convivido con la patronal en la gerencia de las empresas, ocupando el sillón destinado a la representación “obrera” en el directorio.
En la fábrica Ansteel en Guangzhou, los trabajadores dijeron que el líder sindical había sido designado por la empresa y respaldó la posición de la administración. "Ni siquiera sabríamos quién era el presidente del sindicato, lo conocimos por esta huelga", dijo Chen. "Cualquier persona con sentido común sabría que el dirigente sindical debe ser electo".

Desde hace unos años, con las grandes huelgas en la industria automotriz o del calzado, han surgido y surgen miles de activistas por fábrica que organizan las luchas por fuera de los sindicatos. Pero estas experiencias que se han extendido todavía son débiles para superar el control que impone de la burocracia sindical en los sindicatos y las fábricas si es necesario. Como una verdadera “policía” dentro del movimiento obrero, la burocracia sindical garantiza el control de la legítima bronca de los trabajadores. La ausencia de la más mínima democracia sindical garantiza la estabilidad de estos burócratas desde el más bajo hasta el más alto nivel. Ellos son los encargados de legalizar los convenios de explotación en las fábricas, los que persiguen y delatan activistas, los que rompen huelgas mediante matones y los que, llegado el caso, se montan a la lucha para evitar que se radicalice.

La “cuestión social” se suma a la lista de preocupaciones de las autoridades chinas

El aumento en el desempleo y del malestar entre los trabajadores se ha sumado a la lista de preocupaciones del gobierno. Lo cierto es que la perspectiva inmediata de la economía mundial no avizora buenas noticias para las autoridades chinas y la respuesta a este creciente malestar social está marcada por el llamado del Presidente a respetar y mantener “la ley y el orden”.
Esta ha sido la respuesta del gobierno al surgimiento de protestas, no solo obreras, sumando el discurso de “un intento desestabilizador de potencias extranjeras” para justificar una salida autoritaria. Fue la que dio a las movilizaciones sociales en Hong Kong, la llamada revolución de los paraguas, protagonizada en su mayoría por estudiantes o para justificar la detención de cinco activistas feministas en marzo del 2015.
La imposición de una salida represiva y autoritaria contra las protestas obreras se expresó en la detención de activistas sindicales en el pasado diciembre. Pero estas medidas lejos de amedrentar a los trabajadores han hecho crecer la bronca por la detención arbitraria de quienes, muchos obreros, veían como sus únicos aliados.
Al mismo tiempo la desaceleración de la economía del gigante asiático ha pospuesto una profunda reforma del Hukuo (sistema que divide el acceso a derechos para la población según su lugar de nacimiento) que permitiría el acceso a derechos sociales para millones de trabajadores migrantes. El costo que significa garantizar el acceso a la educación, salud y otros beneficios, para millones de obreros migrantes instalados en las grandes ciudades ha llevado a que las autoridades municipales pospongan la implementación de la reforma.
Si bien este creciente descontento social aún no plantea un desafió serio al gobierno central, la complicidad de los dirigentes sindicales, del Partido Comunista y del gobierno con los empresarios en la violación de los derechos laborales, actúa como un incentivo constante en la irrupción de huelgas.

Diego Sacchi
@sac_diego

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