jueves, febrero 25, 2016

Narcís Serra y los iconos de la Transición



Con Narcís Serra, nos cae otro de los iconos de la Transición. No fue de los que más aparecieron en “la foto” principal, pero no por ello fue menos importante. Diputadota desde 1977, ministro de “Defensa” y hombre clave en el montaje del referéndum de la OTAN…Ahora, está investigado por la Fiscalía Anticorrupción junto con otros exdirectivos por presuntas operaciones irregulares que desembocaron en pérdidas millonarias para la Caixa de Catalunya. Serra se incorporó en abril de 2008 al consejo de administración de Gas Natural en representación de la entidad, cobrando sustanciosos sueldos: 236.808 euros en 2007; 260.440 en 2008; 260.380 en 2009 y 246.393 en 2010. La respuesta de Serra a las acusaciones es que lo que cobraba podía ser excesivo, pero no era de ningún modo ilegal.
Esto es sin duda lo más grave del “affaire”. Demuestra por sí hacía falta una conclusión, a saber: que desde mediados los años ochenta, el bipartidismo –imperfecto, o sea con la connivencia de la derecha autonómica- había pactado una legalidad hecha a la medida de sus mecenas y de ellos mismos. Una justicia que, tal como se reconoce en las más altas estancias, resulta generalmente inclemente con los robaperas o para quienes infligen las normas de la “Ley Mordaza”, pero que deja literalmente fuera de la ley los abusos millonarios, el saqueo de los bienes públicos. Por lo tanto, es posible que personajes como la Infanta, la familia Pujol, Rodríguez Rato o Serra se vayan de rositas con el apoyo de una trama de abogados que trabajen sobre el hecho de que lo que es posible que lo que hayan hecho este mal, pero no era ilegal porque las leyes está hecha para que estas cosas no les lleve a la cárcel.
Hasta ahora, Narcís Serra era recordado como alguien que ejerció de ministro de defensa en momentos claves de la Transición. Como el tipo que “normalizó” el encaje de un ejército de tradición y vocación golpista en esta democracia, aunque luego nos hemos enterad que todavía a mita de los ochenta volvieron a sonar los sables, y que la cosa se tapó para no crear más alarma social. Para que el país (de países) no sufriera como aquel parroquiano de una viñeta del Perich que esperaba el Bus al lado de un cuartel y que se ponía a rezar al sentir un estornudo que venía de dicho lugar.
Como responsable de Defensa, a Serra le cayeron las condecoraciones. Según su propia obra, La transición militar Reflexiones en torno a la reforma democrática de las fuerzas armadas (Debate, Barcelona, 1943), desde la cual nos cuenta la transformación que han experimentado las Fuerzas Armadas hasta homologarse plenamente con el modelo occidental han sido el rey Juan Carlos, el general Gutiérrez Mellado y el propio Serra. El libro es un tratado normativo en el que la experiencia española se sistematiza para que pueda resultar útil a los políticos, los militares y los ciudadanos de países que se encuentren en un momento similar. Se asegura que se puede dar por culminada la Transición cuando las Fuerzas Armadas convirtieron en una parte integrante de la administración estatal, en un estamento que no influye en las decisiones políticas ni se reserva un campo acotado de decisión, sino que aplica las decisiones de política de defensa y de política militar adoptadas por el poder civil. En ningún momento se dice ni media palabra sobre la sin razón del despilfarro en armamento, ni se informa de los intereses creados de los “lobbistas”, y mucho menos del papel de “garantía” de la “unidad” de España que se deposita en un ejército que todavía en 1986 editaba un libro sobre el 50 aniversario de la guerra escrito desde el punto de vista de los militares golpistas. El libro fue prologado por Narcís Serra, aunque luego fue retirado por el escándalo mayúsculo que causó.
Con estas credenciales, Narcís no tuvo ningún problema en ascender en unas de esas entidades bancarias a favor de las cuales se arreglaron las leyes, tanto es así que el único banquero que dio con sus huesos en la cárcel no tardó en ser indultado por el presidente de gobierno, el “socialista” Rodríguez Zapatero. Se ha hecho con una fortuna incalculable como muchos otros “socialistas” sin dejar por ello de tener el carné del partido, perfectamente consciente de que lo que hacía podía ser “abusivo” pero resultaba perfectamente legal.
Dicho esto, encuentro de los más curioso que en los retratos que se ofrecen de Narcís Serra se habla de sus estudios, de sus títulos y claro está de sus numerosos cargos en las más altas responsabilidades, y que se oculte que a lo largo de los años sesenta fue militante del Front Obrer de Catalunya, la rama catalana del Frente de Liberación Popular. En los libros de historias que tratan de este importante organización de la nueva izquierda, un partido plural marxista y cristiano de izquierda, rupturista, Serra juega el papel de mano derecho de Pascual Maragall que lo abandonó a principios de los años setenta. A continuación, Serra figuró como militante de una socialdemocracia catalanista que criticaba al viejo PSOE por la izquierda. Sin embargo, no ingresó en el PSC-PSOE hasta 1978, y todavía se le puede ver en un foto del Primero de Mayo de 1982 con una pancarta en la que se leía en catalán: Siempre al lado de los trabajadores. Por aquel entonces, este historial militante se utilizaba en los debates públicos como una suerte de “currículo” antifranquista, y se hacía notar donde hiciera falta. Ahora resulta que ha sido borrado, será que desde que llegó al ministerio creyó mejor ocultarlo.
Repetimos, es más que probable que Narcis Serra no sea condenado, no iba a ser alguien como él el primero en pagar cuentas de este tipo, ahí está Felipe González tan campante con su historial delictivo, sabiéndose intocable. Por lo tanto, todo indica que Narcis Serra morirá dejando a sus herederos una cuantiosa fortuna como una forma de reconocimiento “legítimo”. Pero somos muchos y muchas a los que nos repugnan estas historias, que hemos optado por hacer política siempre con los de abajo, los que creemos en aquello que decía Gilbert Keith Chesterton. Fue tan listo como para hacerse rico, pero tan imbécil como para creer que eso era importante.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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