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domingo, febrero 21, 2016
El nombre de las cosas
A los 84 años falleció el filósofo, escritor, ensayista, crítico literario, semiólogo (y algunas cosas más) italiano, Umberto Eco. Acá un breve recorrido por la inabarcable trayectoria de quien es lectura obligada en las cátedras de comunicación, letras, semiótica, filosofía, artes y etcéteras de casi todas las universidades latinoamericanas.
La vida de Eco, como la mayoría de las biografías de los pensadores que dejan algún tipo de huella, está signada por las discusiones de su época, comenzando por su Italia natal, para luego abarcar la mayoría de las problemáticas intelectuales de Occidente.
Eco nació en 1932, en la región de Piamonte en el norte italiano,cuando el poder fascista, con Mussolini a la cabeza, se cernía desde hacía ya una década sobre la península. En 1954, con 22 años, se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Turín. Entonces hacía ya 6 años que se había proclamado la República Italiana y la reconstrucción pos guerra no había dejado lugar a los estudios estéticos y culturales, que recién a mediados de los ’50 y durante los ’60 comenzaron a tomar nuevamente impulso.
En el plano ideológico, habían vuelto al ruedo las viejas discusiones intelectuales entre liberales e idealistas y los pensadores marxistas, en su mayoría ligados al Partido Comunista Italiano (PCI).
La Iglesia Católica, que si bien había perdido peso específico luego de la victoria sobre el fascismo y la caída de Hitler, pronto comenzará a recuperar protagonismo con la creación del partido Democracia Cristiana.
Con este panorama, no era de extrañar que el filósofo italiano más relevante una vez terminada la guerra fuera Benedetto Croce (1866-1952), quien reflexionó acerca del arte y la estética desde el idealismo.
Contra esta corriente fue que Eco libró su primera batalla intelectual.En su tesis, publicada en 1956 y titulada “El problema estético en Santo Tomás de Aquino”, el autor utiliza los conceptos de Tomás para combatir la teoría idealista de Croce.
Este primer paso, da un indicio de una práctica que llevaría adelante durante toda su vida, no sentarse cómodamente en ninguna de las escuelas de las que formó parte: marxismo, fenomenología y estructuralismo (con una temprana base católica y cristiana) sin antes afrontarlas críticamente y lograr una comprensión profunda.
A temprana edad empezó a trabajar en la televisión pública italiana (RAI), lo que le permitió comenzar a pensar la problemática de la estética ligada a los medios masivos de comunicación, además de darle la oportunidad de conocer a muchas de las principales figuras de la vanguardia artística.Desde entonces comenzó a mirar el hecho artístico como un hecho comunicacional.
Inquieto como pocos, escribió crítica literaria, ensayos filosóficos e incursionó en la semiología, llegando a ser cofundador de la Asociación Mundial de Semiótica, de la cual era secretario. Tenía una estrecha relación con el también ya fallecido semiólogo argentino Eliseo Verón.Ambos con muchísima influencia en el ámbito académico de nuestro país. También se desempeñó como profesor en la Universidad de Turín y en la de Florencia,donde fue además profesor de Comunicación Visual. Sus estudios y ensayos sobre semiótica están agrupados en los libros “Obra abierta” (1962) y “La estructura ausente” (1968). Dirigió asimismo la Cátedra de Semiótica en la Universidad de Bolonia, ciudad adonde creó la Escuela Superior de Estudios Humanísticos,nacida con el objetivo de difundir la cultura universal.
Incursionó en la literatura, llegando a escribir siete novelas.En su primera y quizás más conocida obra, “El nombre de la rosa” (1980)desde el título mismo nos expone dos de sus grandes pasiones: el lenguaje y el signo. Fue un gran admirador de Borges, llegando a incluirlo como uno de los personajes de su novela: Jorge de Burgos, un monje quien a su vez también padece de ceguera. El libro fue adaptado para el cine y llevado a la pantalla grande en 1986 por el director Jean-Jacques Annaud , con no muy buena aceptación por parte de la crítica. Pero aun así, la película llegó a ser tan popular y exitosa como el libro, que se transformó rápidamente en best-seller.
Lectura obligada para cualquier estudiante que quiera introducirse en el estudiode los signos o de la importancia que tienen los “mass media” como formadores de opinión en nuestra era, Umberto Eco demuestra su vigencia desde la actualización permanente de sus estudios por parte de las nuevas generaciones de semiólogos.
Como crítico, alguna vez definió al “Manifiesto Comunista” (1948) de Marx y Engels, como una “Obra maestra de la retórica política”y recomendaba su lectura poniendo el ejeen su calidad literaria y su “extraordinaria estructura retórico-argumentativa”, resaltando la calidad de las metáforas utilizadas por el filósofo alemán.
Eco recorrió las diferentes etapas de su trayectoria como un intelectual crítico, que buscaba construir sus objetos de estudios desde puntos de vista teñidos de originalidad y es, sin dudas, junto a otros pensadores de la cultura, una lectura indispensable a la hora de comprender el pensamiento del siglo XX.
Luis Bel
@Hachedebel
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