Obviando las restricciones de movimiento decretadas por el Gobierno, miles de obreras textiles de Bangladesh realizaron piquetes y movilizaciones en Dacca y cerraron una carretera de acceso a la capital del país asiático como medida de protesta para exigir el pago de sus salarios adeudados hace dos meses. El contexto de la medida de fuerza da cuenta de marcas mundiales como Walmart, H&M y Marks & Spencer cancelando sus pedidos debido a la pandemia mientras se suspendieron las actividades en la mayoría de las fábricas del país.
El continente asiático es líder en el sector del vestido y Bangladesh es una de las principales industrias después de China. En el país la producción textil alcanza el 85% de las exportaciones que se traducen en 40.000 millones de dólares anuales y emplea a casi 4 millones de personas, principalmente mujeres. Se trata de unas 4.500 fábricas que se combinan con pequeños talleres que realizan trabajos menores con altos niveles de explotación.
En 2013 la noticia del derrumbe del edificio Rana Plaza en Savar en el que murieron sepultados más de 1.100 trabajadores en su mayoría mujeres expuso a nivel internacional las terribles condiciones de trabajo de las y los trabajadores textiles en el país. Sin embargo, millones de continúan siendo explotadas en condiciones infrahumanas con bajos sueldos y jornadas que superan las 10 horas. Sucede que, para poder competir con China, Bangladesh y otros países como Camboya, India o Vietnam pagan los salarios mínimos más bajos del sector, sin ningún tipo de estabilidad, sin condiciones laborales de seguridad ni salubridad y es así como logran ofrecer productos más baratos.
Entre fines de 2018 y principios de 2019 las obreras textiles de Bangladesh realizaron paros, movilizaciones, barricadas cortando autopistas y lograron extender las medidas por aumento salarial a los obreros portuarios. Los empresarios del sector, que producen para cadenas como Zara, H&M, Primark, Walmart, Benetton, Mango o Armani, acudieron al cierre de sus fábricas para evitar la ocupación y que las obreras tomen control de la producción. Una huelga de cinco días paralizó el país y movilizó a millones de obreras. La represión del Estado contó detenidas y heridas y violencia e intimidación al interior de las fábricas por parte de las patronales.
Con estos antecedentes y ante el temor de la extensión de las medidas de protesta en el cuadro de crisis agudizada por la pandemia, la primera ministra Sheik Hasina anunció que se destinarán 590 millones de dólares a créditos de bajo interés para los dueños de fábricas orientadas a la exportación afectadas por la pandemia a fin de que puedan pagar a su personal.
En Bangladesh los índices de violencia contra las mujeres son elevados, principalmente la violación, los ataques con ácido contra mujeres y niñas y el tráfico de niños. En el ámbito laboral, la industria textil, que produce bajo condiciones de explotación inauditas, ocupa trabajadores de los cuales entre el 80 y el 85% son mujeres, que además están desproporcionadamente representadas en el desempleo. Pero no solo eso, sino que muchas de las trabajadoras son sobrevivientes de abusos sexuales en el ámbito laboral: el 80% de las trabajadoras de Bangladesh ha padecido o fue testigo de abusos sexuales en el entorno laboral, según un informe de la organización ActionAid. Como contrapartida, el número de denuncias es muy bajo ya que denunciar implica que las patronales garanticen que no puedan volver a trabajar en el sector, porque gran parte de los abusadores ocupan puestos jerárquicos.
Esta característica poco difundida del “éxito” de Bangladesh se extiende a la industria textil en toda Asia, donde quienes denuncian pasan a vivir un infierno mientras los Estados miran para otro lado y regimentan al extremo las vidas de los trabajadores contando con la violencia contra las mujeres como uno de sus principales recursos. La organización y lucha de las obreras textiles de Bangladesh no tiene marcha atrás y marca un camino para terminar con todas las formas de opresión y violencia que padecen.
Valeria Wolves
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