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jueves, abril 30, 2020
Brasil: Fuera Bolsonaro-Mourão y el régimen corrupto
La crisis política brasileña dio un salto con la renuncia del “superministro” de Justicia, Sergio Moro, el viernes pasado. En una conferencia de prensa final, quien dirigió la operación judicial Lava Jato (y el encarcelamiento de Lula) acusó al presidente Bolsonaro de querer copar la Policía Federal para bloquear investigaciones en su contra. La Corte Suprema (Supremo Tribunal Federal -STF) ordenó investigar las imputaciones que hizo el exministro. Si esa investigación progresa, y el Congreso habilita su desarrollo, Bolsonaro podría ser destituido.
Ya hay más de veinte solicitudes de impeachment (juicio político) en el Congreso. Uno de los jueces del STF, Celso de Mello, instó al titular de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia (del partido Demócratas), a pronunciarse sobre uno de esos pedidos. La habilitación de Maia es necesaria para abrir el juicio político. En ese caso, la situación de Bolsonaro sería casi irremontable, dado que sólo cuenta con un puñado de congresistas propios.
Por su parte, Bolsonaro lanzó medidas aventureras, alentando la vía de un autogolpe: una concentración -con su presencia, frente al Estado Mayor del Ejército en Brasilia- planteando la disolución del Congreso, aunque fue un fracaso en materia de asistencia.
Además de la “vía judicial” y el impeachment, apuntemos la variante de una renuncia por parte del primer mandatario. En esos casos, asumiría la presidencia el actual vicepresidente, el general (retirado) Hamilton Mourão.
El excandidato presidencial del PT, Fernando Haddad, firmó (junto a los excandidatos del centroizquierdista Psol y del PDT, entre otros) un documento que también exige la renuncia. Lula se pronunció en un reportaje por la apertura del impeachment a Bolsonaro, aunque su partido aún no ha presentado un pedido en la Cámara.
El Presidente ha denunciado que existe un complot en su contra para destituirlo, integrado por sectores de la Justicia, del Congreso y los gobernadores de Rio y San Pablo. En las últimas semanas corrieron rumores sobre reuniones del alto mando con el vice, de cara a un potencial relevo de Bolsonaro, y otras versiones que indicaban que había sido apartado del manejo de la pandemia, a expensas del jefe de Gabinete, el general Walter Braga Netto. Las fuerzas armadas juegan un rol determinante en la crisis.
La crisis política brasileña se desenvuelve, así, en medio de amenazas de golpes y autogolpes.
La partida de Moro coincide con el punto más álgido de la crisis social y económica. La línea anti-cuarentena de Bolsonaro, así como las cuarentenas limitadas de gobernadores opositores, han llevado al país a un desastre, cuya mayor expresión son las fosas comunes en el cementerio de Manaos, capital del estado de Amazonas. El lobby patronal ha logrado la autorización para que funcionen todo tipo de actividades no esenciales, para recortar salarios, para aplicar suspensiones masivas, pero eso no ha detenido la crisis económica. Una encuesta de la Confederación Nacional de la Industria señala la preocupación empresaria por la caída de la demanda, el aumento de la capacidad ociosa y el impacto devastador de la crisis en sectores como textiles y calzado. Habla de una “profunda insatisfacción con la situación financiera [acceso a créditos, etc.] y el margen de lucro operacional de sus negocios” (Agencia Brasil, 28/4). El real se ha devaluado un 40% en lo que va del año y el país volvería a caer en recesión.
En este escenario, el “ala militar” del gobierno, caracterizada como “desarrollista”, promueve un plan (“pro-Brasil”) de inversiones públicas y subsidios por 27 mil millones de dólares, en la línea de rescates al capital que están impulsando los principales Estados del mundo. Lo anunció en una conferencia de prensa el general y jefe de Gabinete, Walter Braga Netto, pero en contra de la voluntad del ministro de Hacienda, el ultraliberal Paulo Guedes, quien defiende una línea de privatizaciones masivas, recorte del gasto público y ajuste fiscal, y ni siquiera asistió a la conferencia. Por eso, surgieron versiones de su posible renuncia al cargo. Entre tanto, Guedes fue ‘refrendado’ provisoriamente por el alto mando militar y el gabinete de Bolsonaro como una tregua para no acelerar una crisis y desplome del régimen.
La salida de Moro y las tensiones con Guedes son los capítulos más explosivos de la crisis en un conglomerado que reúne en su seno a un frente heterogéneo: la camarilla fascistoide de Bolsonaro, una poderosa “ala militar” con más de una decena de ministros, dos “superministros” de vínculo directo con el imperialismo (Moro y Guedes) y sectores del agronegocio y el evangelismo.
Esta heterogeneidad condicionó fuertemente a Bolsonaro a lo largo de su mandato, quien había llegado al poder bajo la promesa de un alineamiento con Trump y el imperialismo yanqui. La presión de su vice, Hamilton Mourão y de los exportadores agropecuarios procuró un mayor equilibrio, evitando una ruptura de los vínculos con China, transformado en el principal socio comercial de Brasil.
El acuerdo Mercosur-Unión Europea, suscripto por Bolsonaro y Macri, también desató internas. Mientras el sector agrícola lo apoya con entusiasmo, un sector de la burguesía industrial le teme como a su propia tumba. Este mismo sector puso el grito en el cielo ante el planteo de Guedes de reducir el arancel externo común del Mercosur en un 50%.
Estas contradicciones limitaron a Bolsonaro, quien no pudo imponer sus pretensiones semibonapartistas y fascistizantes. Para lograrlo, por otro lado, hubiese tenido que asestar previamente un golpe decisivo a las masas. Es cierto que propinó golpes muy severos, como la reforma previsional, y que la agenda de ataques y reformas antiobreras -capitaneada por Guedes- fue lo que más o menos unificó a las distintas fracciones de la burguesía en un apoyo a su gobierno. Pero las masas mostraron su beligerancia desde el primer día: el Ele Não, la rebelión educativa, las 2 millones de personas que repudiaron la persecución al colectivo LGBTI y grandes huelgas como la de los petroleros contra los despidos y la privatización. Estos sectores han sufrido golpes, pero no han sido quebrados.
Independencia política
Frente a la crisis, el PT pone el centro de su acción en el terreno institucional, sea el Parlamento o las presentaciones ante la Corte. La central obrera (CUT) emitió un documento que llama al Congreso a “asumir el protagonismo”. Pero ese Congreso es el mismo que destituyó a Dilma Rousseff, fue el protagonista del Mensalão, del Lava Jato y tantos otros escándalos de corrupción. Fue el que dictó la reforma laboral antiobrera y la previsional reaccionaria. El Poder Judicial no está menos corrompido.
La lucha por echar a Bolsonaro tiene que tener como protagonista al movimiento obrero y popular. Debemos alertar fuertemente, al mismo tiempo, sobre el relevo patronal y militar que se insinúa detrás del vice. Los que le bajan el pulgar a Bolsonaro pero conspiran para que lo reemplace su vice, quieren dejar en pie todo el andamiaje de las reformas laborales y previsionales antiobreras y de ataques contra las masas.
Tanto el PT, como el centroizquierdista Psol y el PCdoB plantean la constitución de un frente amplio democrático, un nuevo frente popular donde las masas se subordinan detrás de liderazgos burgueses. La CUT se ha entregado por completo a esta orientación.
Para este 1° de Mayo, las once centrales obreras de Brasil habían convocado a un acto público ‘independiente’ desde el punto de vista formal. La mayoría de estas centrales, sin embargo, se negaron a que figurara la consigna “Fuera Bolsonaro”, agitada cada vez más (cacerolazos, etc.) por amplios sectores obreros y de clase media.
Pero, ‘repentinamente’, la CUT invitó a ser parte del acto (vía streaming) a referentes clave de los partidos patronales, instigadores, en su momento, del golpe contra Dilma, como el ex presidente Henrique Cardoso, el presidente de la Cámara de diputados Rodrigo Maia y otros. Más que nunca, está planteado que la CUT y las centrales obreras rompan con la burguesía y con la política de colaboración de clases que vienen llevando adelante y se lance un plan de lucha organizando la huelga general.
La pequeña central Conlutas ha denunciado la desnaturalización del acto, se ha bajado de la convocatoria propatronal y ha convocado a un acto independiente (virtual) con la consigna “Fuera Bolsonaro-Mourão Ja”.
Es necesario impulsar la organización y movilización independiente de los trabajadores. La consigna “Fuera Bolsonaro, Mourão y el régimen corrupto” apunta no solo a la caída de Bolsonaro, sino que sale al cruce contra las alternativas antiobreras que se están barajando para sucederlo. La lucha por una Asamblea Constituyente soberana aparece como un planteo político transicional para centralizar las luchas en desarrollo, y barrer con todo el régimen y poner fin a todos los avances reaccionarios, empezando por la anulación de las reformas antiobreras laboral y previsional, satisfacer las necesidades populares y proceder a una reorganización integral del país sobre nuevas bases sociales. No será este Parlamento reaccionario cómplice el que convoque una Constituyente soberana.
Gustavo Montenegro
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