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jueves, abril 16, 2020
Francia en la pandemia
El presidente Macron volvió a utilizar la cadena nacional el lunes 13 por cuarta vez desde que se inició la crisis para anunciar que el 11 de mayo debería finalizar el confinamiento, y para abrir una etapa política de unión nacional. La economía francesa y europea están en quiebra y el régimen político se fisura de más en más. Entramos ya en una etapa de conmociones sociales y políticas.
En Francia, el poder político reaccionó tarde, mal, con improvisación y soberbia, que se agregaron a años de destrucción del sistema hospitalario. Fue un ida y vuelta de medidas y políticas, con escasez y ausencia de los medios materiales (camas, respiradores, barbijos). Finalmente, el 16 de marzo se decretó un confinamiento general. La epidemia ya estaba instalada y el objetivo era apenas el de retrasar los nuevos casos y de encubrir el déficit terrible de camas de reanimación.
Además y, sobre todo, la epidemia ya había ganado los asilos para ancianos (7.000 establecimientos, la mitad privados, con 700.000 personas) que se convirtieron en espacios de muerte masiva, luego de ser un negocio lucrativo para el capital.
El presidente Macron y el régimen político entraron a esta nueva fase de la crisis golpeados y heridos por un año de movilizaciones de los chalecos amarillos, varios meses de lucha del movimiento obrero contra el proyecto retrógrado de reforma del sistema de jubilaciones, un largo año de movilización del personal hospitalario contra la austeridad y la protesta de profesores y maestros contra las reformas educativas selectivas. Tuvo que guardar las formas, con permanentes y cínicos elogios a médicos, enfermeras y maestros. Tubo que instaurar un sistema, relativamente amplio, de indemnización del desempleo parcial, para evitar una ola masiva de despidos, postergar hasta el 1° de septiembre la aplicación del nuevo régimen de indemnización del paro y suspender el tratamiento legislativo de la reforma jubilatoria.
El confinamiento supone reemplazar una política sanitaria masiva y preventiva, que no se utilizó ni se puede implementar con el actual régimen social, por una disciplina social asegurada por la represión y los castigos. Es obvio que confinar a la población acomodada en departamentos amplios y con jardín es muy distinto que encerrar a las familias obreras y pobres, con muchos niños y jóvenes, en departamentos de escasos metros cuadrados y en barrios degradados. Las agresiones machistas se multiplican y hay que considerar la situación terrible de las ocupaciones, los inmigrantes sin papeles, la población sin domicilio, las cárceles. El confinamiento es un cuadro de urgencia que le plantea enormes problemas a los trabajadores, los jóvenes y la población oprimida, para los cuales el Estado no tiene otra respuesta que la represión.
La economía en quiebra
Una de las características mayores de esta crisis es que el confinamiento produce y/o acelera la parálisis de la producción capitalista -y de la producción y realización de la plusvalía. Es un elemento directo de quiebra, de desvalorización del capital. Esta desvalorización es producida por la imposibilidad física de utilizar el trabajo asalariado -que está confinado- y por las formas del aparato productivo y de la relación vivienda de la fuerza de trabajo-lugar de la obtención de plusvalía.
La burguesía puede soportar por un tiempo limitado el confinamiento por eso empuja y presiona para el desconfinamiento e incluso se niega a que se respeten en las fábricas las normas mínimas contra la propagación de la epidemia -distancia, máscaras, protecciones, test.
El financiamiento estatal directo es el arma inmediata del Estado burgués para impedir una quiebra masiva de los capitalistas pero la cuestión de fondo es romper el confinamiento y volver a llevar a trabajadores y trabajadoras a las fábricas para ser explotados y para que valoricen el capital. Por esto, Macron anunció en su discurso que el confinamiento debería terminar el 11 de mayo, cuando los estudios y análisis epidemiológicos preveían que iba a durar por lo menos hasta fin de mes. Por lo mismo, tuvo que anunciar que las guarderías y los colegios iban a abrir “gradualmente” a partir de la misma fecha, para permitir que los padres vayan a trabajar. Maestros, padres y médicos denuncian este atentado: improvisación y aventura al servicio del capital, que juega con la vida de los trabajadores y la población.
Salir del confinamiento sin una política efectiva de detección y de testeo -lo que requiere tests, laboratorios, materiales y disciplina, de aislamiento de la población contaminada y de confinamientos acotados si resulta necesario-, es jugar con la perspectiva de una nueva ola de la epidemia. Se afirma que la circulación relativamente libre de la población requiere que un 50-60 % haya sido inmunizado, para que el virus deje de circular. En Francia, los estudios afirman que bastante menos del 10 % estaría en este cuadro.
El presidente del Medef, la organización patronal, había declarado antes del discurso del presidente, que “todos los empresarios que puedan deben retomar su actividad desde ahora”. Macron respondió: ¡presente!, a este requerimiento de la patronal. El Estado es “el consejo de administración de los negocios del capital” también en las crisis, en realidad, sobre todo en las crisis, cuando la burocracia y el personal político tiene que tomar decisiones favorables al capital en general y a veces negativas para ciertos capitales particulares. El personalismo del poder en Francia acentúa esta tendencia y las oscilaciones sistemáticas en un sentido o en otro.
Estas improvisaciones no van a impedir la quiebra y la catástrofe que nos amenaza. En realidad, ya estamos en su pleno desarrollo, aunque oscurecido y agravado por los efectos de la epidemia sobre la vida de la población.
La unión nacional en curso
En sus primeras intervenciones, Macron repetía que estábamos en guerra y que por lo tanto había que disciplinarse al comando en jefe, es decir, él mismo. La desconfianza de la población en esta jefatura fue disminuyendo con el transcurrir de las semanas, como lo miden las encuestas, a falta de movilizaciones. El único apoyo masivo y genuino se manifiesta todas las noches a las 20 horas con los aplausos y los vivas al personal médico. Ante el agravamiento de la crisis, Macron tuvo que pegar un viraje.
En su último discurso, introdujo explícitamente otra tonalidad que la de la disciplina militar. Se refirió a que “en las próximas semanas, con todos los componentes de nuestra nación, me empeñaré en esbozar el camino (de la unidad)”. Las conversaciones ya están en curso con Sarkozy, el anterior presidente de derecha, los líderes del Partido Republicano e incluso con algunos dirigentes de los verdes. L'Humanité (expublicación del Partido Comunista francés), por su lado, titula hoy mismo “Macron bajo la presión popular”, y agrega con letras chiquitas: “son promesas”. Cuando los restos del aparato estalinista se refieren a la presión popular es porque preparan su apoyo al gobierno.
Las dimensiones de la crisis y de la intervención del aparato estatal para tratar de rescatar al capital requieren de la unidad nacional. Por su parte, el diario empresarial “Les Echos” prefiere dedicar su tapa a “La peor de las recesiones”. El producto bruto, con un desconfinamiento el 11 de mayo, caería un 8 % y el déficit público sería del 9 %, “jamás visto desde 1945”. El gobierno ya ha comprometido 100.000 millones de euros en ayudas directas, la mayor parte para los capitalistas, con 8.000 millones para el desempleo parcial y 1.000 millones para las familias en situación de pobreza. La Comunidad Europea está sometida a poderosas fuerzas centrífugas y el estallido del euro entra en las previsiones. El imperialismo francés está en retroceso mundialmente y en Europa y en estado de coma avanzado. Como en 1945, otra referencia del discurso de Macron, hace falta la unidad nacional para la eventual “reconstrucción” de las ruinas.
Los trabajadores
Lo que nos debe interesar fundamentalmente es la resistencia obrera y juvenil a los planes burgueses. Ahora se manifiesta en la oposición a retomar el trabajo si las medidas sanitarias no están reunidas, en la exigencia de condiciones sanitarias mínimas en supermercados y otras actividades que ya funcionan, en el reclamo que la indemnización por paro parcial sea total y no solo del 84 % a cargo del Estado, en el subsidio inmediato y efectivo a las familias más pobres, en la protección de los sectores desguarnecidos, en la oposición a la represión policial. El 11 de mayo y la oposición a la apertura aventurera de escuelas y guarderías es un momento importante en estas circunstancias.
La crisis lanzada por la epidemia muestra de una manera flagrante que el respeto de la vida, la salud y el trabajo de la población están en contradicción con el régimen social y político y que este choque se evidencia materialmente todos los días y en todos los lugares. La intervención independiente del movimiento obrero, la formulación de un programa de reivindicaciones inmediatas por parte de los sindicatos y chalecos amarillos y el intercambio en barrios y comités (con el respeto de las normas sanitarias) están a la orden del día. Las organizaciones obreras, populares, juveniles, de las mujeres, de los barrios, tienen que darse los medios para reflexionar, intercambiar y decidir. El combate por el socialismo y una nueva organización social y el gobierno de los trabajadores está a la orden del día y debe abrirse paso en estas condiciones difíciles y puede decirse que esta necesidad está planteada más que nunca: socialismo o barbarie.
Roberto Gramar
París, 15 de abril del 2020
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