La foto que hace quince días unió a Alberto Fernández con Rodríguez “barbijos” Larreta no se volvió a repetir en las sucesivas apariciones públicas del presidente. La razón hay que buscarla justamente en el motivo de aquella conferencia – la oferta de renegociación de la deuda con legislación extranjera. Es que aquella foto le valió a Larreta una reprimenda del macrismo, porque una cosa es “acompañar al gobierno en la crisis sanitaria, y otra cosa es refrendar una propuesta que puede llevar al default” (Kirschbaum en Clarín, 28/4).
La cuestión de la deuda y del default son el telón de fondo de la crisis que comenzó a acelerarse en los últimos días, y que tiene numerosos frentes de batalla. Al anunciar la extensión de la cuarentena este sábado, Alberto Fernández sólo fue acompañado por su gabinete. Al día siguiente, protagonizó un choque con cuatro gobernadores variopintos, que se coaligaron para rechazar las salidas recreativas de hasta 500 metros. En un comunicado común, el cristinista Kicillof, el macrista Larreta y dos pejotistas dejaron pagando al presidente.
El rechazo a las salidas personales tiene lugar cuando en CABA y Buenos Aires se ha acelerado la curva de contagios, después de la cuarentena “administrada”. Pero viene acompañado de otro mensaje: la flexibilización del aislamiento hay que reservarla a la “producción”. Las excepciones deben servir para la vuelta al trabajo a fábricas y comercios, no para la recreación. La monumental presión capitalista para reanudar “la economía” se abre paso de un modo desordenado, y multiplica los choques políticos al interior de la “coalición sanitaria” que pilotea la cuarentena.
La cuarentena y la deuda
El capital financiero y la gran burguesía no sólo cuenta los días para finalizar el aislamiento obligatorio, sino también los que faltan para que Argentina ingrese en default, sino tiene lugar un acuerdo previo de deuda. Es lo que ocurrirá el próximo 22 de mayo, cuando se cumplan 30 días del vencimiento del bono Global que no fue pagado días atrás. En los últimos días, los voceros del gran capital han multiplicado los reclamos “contra el aislamiento de Argentina”, ello, en un escenario de empantanamiento de las negociaciones entre el gobierno y los bonistas. (El “aislamiento” se lee ahora en doble sentido, la cuarentena y el default.)
Pero la discusión en torno de las quitas o plazos de gracia importan poco, frente al problema de los problemas –la evidente insolvencia de la Argentina, en un escenario de derrumbe económico internacional que perdurará después de la pandemia. Por eso, las discusiones entre los acreedores y el gobierno pasan ahora por “iniciativas que reduzcan la incertidumbre sobre los pagos futuros” (Ámbito, 28/4), las cuales exigirían “medidas de carácter institucional” (id). Prat Gay, hace 48 horas, fue más directo, cuando le dijo a la prensa que el valor presente de los bonos podía subir -y mejorar el humor de los acreedores- si el gobierno avanzaba en un acuerdo con el FMI. En otras palabras, si suscribía un plan de ajuste bendecido por el “organismo”. Pero un ajustazo, en medio o después de la pandemia, sólo sería el anticipo de una rebelión popular. No hay que olvidarse que la improvisada coalición pejotakirchnerista que gobierna desde diciembre subió enancada a la repulsa popular provocada por un derrumbe económico y un ajuste.
La exigencia capitalista de una “normalización económica” tiene dos carriles –el levantamiento del aislamiento, por un lado, y un arreglo leonino de la deuda, del otro. Las dos cuestiones aparecen unidas por otro reclamo del capital: que la crisis sirva para poner en marcha una reestructuración social antiobrera, donde los actuales recortes de salarios, despidos o paralización de paritarias adquieran un carácter permanente.
Este choque en ciernes tiene un alcance continental, como lo demuestra la crisis desatada en torno del Mercosur y su “continuidad”. Los restantes países del bloque, acaudillados por el Brasil de Bolsonaro, han redoblado sus acuerdos de apertura económica bilateral con Corea del Sur, Japón y otros, con la oposición del gobierno argentino. Fernández-Solá dicen tener el apoyo de la UIA, pero las entidades agrarias argentinas ya salieron en apoyo de las tratativas librecambistas que encabezan Bolsonaro-Piñera-Lacalle. Con relación a este desplante de Fernández, Carlos Pagni, vocero del bloque “antiaislamiento”, señaló que “en un tiempo estaremos revisando esta decisión” (LN, 28/4). ¿A qué gobierno se refiere?
Cuando asumieron FF, señalamos en estas páginas su debilidad para arbitrar entre la crisis continental e incluso sus tendencias golpistas, de un lado, y la inviabilidad de un nuevo ataque a los explotados, del otro. Lejos de congelar estos antagonismos, el Covid-19 los ha agravado. La crisis política en ciernes comienza al interior del gobierno, como se demuestra en los choques sobre los permisos de la cuarentena; la liberación de presos -que ha enfrentado a AF con Massa y con Berni- y, por último y lo más importante, la cuestión de la deuda, que tiene al propio Massa discutiendo en paralelo con los acreedores.
La iniciativa de los trabajadores, que se va moldeando en la lucha contra el colapso sanitario y la crisis social, tiene que abrirse paso, en oposición a los conspiradores capitalistas y el gobierno que está empeñado en rescatarlos.
Marcelo Ramal
28/04/2020
No hay comentarios.:
Publicar un comentario